jueves, 12 de julio de 2012

CARTAS DESDE LA SOLEDAD, "I"

UNAS PALABRAS…

Acompañado por el monótono ronroneo del ventilador que a duras penas refresca el ambiente de esta tarde primeriza de Agosto y por mis dos gatos que, plácidamente, duermen echados en una silla, comienzo a recopilar muchos de mis escritos, recientes unos y otros mucho menos, que yacen dispersos por carpetas y cajones envueltos en el celofán del olvido convencido de que jamás serian leídos.
Un pequeño ruido y al mirar veo los ojos color miel de mi gato más pequeño que destacan en su blanco antifaz sobre el negro, lustroso e intenso, de su cuerpo que me contemplan serenos y confiados mientras mis dedos van escribiendo en este teclado todo lo que brota de mis pensamientos.
Son estos unos momentos de sorpresa, incertidumbre, incredulidad y también, por qué no, de intenso gozo al tener ya la certeza de que cuanto escribo, siento y atesoro puedan ser leídos por alguien que de mi proceda, aunque hayan de pasar muchos años, si esa maravillosa posibilidad llega, hasta que quién los reciba leerlos pueda… o quiera.
¿Cómo pensarán los que me sigan, llegarán a leerlos tan siquiera?
No tengo ninguna respuesta, aunque en realidad no me importa carecer de ella.
Tengo con nitidez definido, tras estudiar con detenimiento estos últimos años vividos, que se me ha estado educando, formando y diría también, sin mucho miedo a equivocarme, forjando para que cuando llegara el momento señalado estuviera en el sitio adecuado para transmitir, a personas que desconozco, lo mejor de mi mismo y lo atesorado más hermoso, que aprendí equivocándome mucho, observando sin prejuicios el mundo que me rodeaba, con los ojos muy abiertos y, casi siempre, sufriendo.
Me siento una especie de Moisés dispuesto a conducir mis conocimientos a través del tiempo, y la soledad del desierto espiritual que me rodea, hacia esa tierra prometida que, como él, solo vislumbraré y no podré pisar.
No van a guardar un orden cronológico pues muchos de ellos no están fechados y los que lo están, éstas no son importantes.
A lo más que me he atrevido ha sido a poner en cada uno de ellos una o dos palabras que resalten, según mi entender, lo que considero más importante y a llamarlo, con todo el conocimiento que de mi tengo, “CARTAS DESDE LA SOLEDAD…”, porque con el paso del tiempo he comprobado que todo ser humano cuando escribe, piensa, duda, goza, sufre o llora está, intensa y profundamente, solo.

Valencia, agosto de 1.992

I N D I C E


1 
.- Paso del tiempo
44
.- Valor
2
.- Quisiera que fueras viento
45
.- Enero
3
.- Conduciendo
46
.- Buenos días
4
.- Cansancio
47
.- Una tarde
5
.- Desconfiado
48
.- Voluntad
6
.- ¿Quién eres tú?
49
.- Mira
7
.- El sueño
50
.- Lo esencial
8
.- Me voy
51
.- Destino
9
.- Correr
52
.- El fuego
10
.- Años lejanos
53
.- Playa
11
.- Lagrimas de hielo
54
.- De gala
12
.- Zahra
55
.- De madrugada
13
.- Sueños
56
.- Ya acortan los días
14
.- Perder
57
.- Pueblo
15
.- Tristeza
58
.- Un dia
16
.- Miedo
59
.- Caminando
17
.- La brisa
60
.- Acueducto
18
.- El sueño
61
.- Guisando
19
.- Impensable
62
.- Mirarse
20
.- Trinos
63
.- El por qué de las cosas
21
.- La realidad
64
.- Sabio
22
.- Penumbra
65
.- Moraira
23
.- Calor
66
.- Irrealidad
24
.- Llora
67
.- No esperar nada
25
.- En la montaña
68
.- Desconcierto
26
.- Verano
69
.- Esta dentro
27
.- El manto
70
.- Un destello
28
.- Caminar
71
.- Esperanza
29
.- Soñar
72
.- Tarde de mayo
30
.- Paciencia
73
.- Un pensamiento
31
.- La felicidad
74
.- Un vaso llorando
32
.- Enseñar
75
.- Otoño
33
.- El crepusculo
76
.- Un avión en el cielo
34
.- Larga noche
77
.- Fría noche
35
.- Equivocarse
78
.- Llueve en enero
36
.- Otra noche más
79
.- Año nuevo
37
.- Fría mañana
80
.- Anochecer
38
.- Piensa
81
.- Alarga el día
38
.- Sabiduría
82
.- Soñar
40
.-El silencio
83
.- Sueña
41
.- La luna
84
.- Golondrinas
42
.- El amor
85
.- Aprendiendo
43
.- Hacer
86
.- Brisa

I N D I C E


87
.- A veces
130
.- Amanece
88
.- Junio
131
.- Tal vez
89
.- Mal dia
132
.- Huye la noche
90
.- Desánimo
133
.- El sol con velos
91
.- Descansa
134
.- Palmeras
92
.- Añoranza
135
.- Deshielo
93
.- El teléfono
136
.- En la pasarela
94
.- Pestañas
137
.- Comprender la vida
95
.- Nuevo dia
138
,. Despertar
96
.- Sentimiento
139
.- El gato
97
.- Mirando la noche
140
.- Instantes
98
.- En la mañana
141
.- Cierro los ojos
99
.- Aleteos
142
.- Hojas verdes
100
.- Un canto
143
.- Azul intenso
101
.- Azahar
144
.- Limonero
102
.- Lento tiempo
145
.- Deja caer
103
.- El viento
146
.- Corren las nubes
104
.- Destino
147
.- Tras la cortina
105
.- El valle
148
.- Petardos
106
.- Un cuerpo
149
.- Divagando
107
.- Nubes
150
.- Tras las fallas
108
.- Volar deseo
151
.- Ramas rotas
109
.- Cansancio
152
.- Cada día
110
.- Riela la luna
153
.- Sale el sol
111
.- Espero
154
.- Un domingo
112
.- Abrazo
155
.- Como hormigas
113
.- De oro
156
.- Orugas
114
.- Esquivo sueño
157
.- Mi gata
115
.- Velero
158
.- Inexplicable
116
.- Paseando
159
.- Limpieza
117
.- Mimosas
160
.- Los del tiempo
118
.- Un día de primavera
161
.- Españoles
119
.- Miedo
162
.- Un martes
120
.- Tarde de agosto
163
.- Sábado de gloria
121
.- La mañana
164
.- He vivido
122
.- Sentir
165
.- Misterios
123
.- Suave beso
166
.- Dedos
124
.- Viernes
167
.- Viernes
125
.- Bailarina
168
.- Nublado
126
.- Pasajeros
169
.- Nómada
127
.- Estar despierto
170
.- Interrogante
128
.- Mojones
171
.- Remolino
129
.- Sopla el viento
172
.- Reflejos

I N D I C E



173
.- Otro día
187
.- Ocaso
174
.- En el mar
188
.- Toros  
175
.- Destino
189
.- Dibuja
176
.- Luceros
190
.- De madrugada
177
.- Llueve
191
.- Silencios
178
.- Abdul
192
.- Recuerdos
179
.- Diagnóstico
193
.- Navegando
180
.- Un incendio
194
.- Mercadito
181
.- Temprano
195
.- Vencejos
182
.- Por qué matarnos
196
.- Cadena de días
183
.- Anochece
197
.- Ciclistas
184
.- En el desierto
198
.- Mieses
185
.- Otro más
199
.- Pasado
186
.- Tormenta
200
.- La reina



1.- PASO DEL TIEMPO…

Son las 4.30 de la madrugada de una noche oscura y fresca en la que a través de la reja se divisa un manto de negro terciopelo cuajado de gemas titilantes que rielan en el cielo.
Aunque la oscuridad quisiera, no puede ocultar tanta belleza como no oculta un velo la profundidad de unos ojos negros ni el fulgor de su mirar.
A veces pienso que hay hombres que, como la noche con su negro velo, ponen la mano frente a sus ojos para no ver el cielo de la realidad ni la hermosura, o fealdad, de los hechos.
El cielo cuajado de estrellas, las dunas en movimiento mientras, un poco más lejos, algunas cabras balaban rompiendo el silencio que nos abrazaba.
Incluso en estos momentos, cuando ya los años han cubierto de escarcha el pelo que tanto te gustaba, noto en mi cuerpo desnudo el goce de tus besos, la llegada del placer El cielo cuajado de estrellas, las dunas en movimiento mientras, un poco más lejos, algunas cabras balaban rompiendo el silencio que nos abrazaba.
El agua del odre que se deslizaba, como la luz desde el horizonte, por el valle de tus senos corriendo a raudales hasta perderse por el monte de Venus y caer al suelo arenoso que la recibía con el mismo placer que un hambriento recibe el alimento.
Silencio o viento furioso agitando las dunas y llenando de polvo el cielo.
¡Qué mas da el lugar y sus cantos si los que bajo ese negro manto se están amando y gozando!
Ahora, visto desde largo y ya viejo, te das cuenta que lo que venia luego, el día, era en el fondo el inicio de una noche larga, mas tarde eterna, de frío, soledad y añoranza.
Vivir es coleccionar errores y recuerdos.
Malos, buenos y mejores, según los momentos, que la mente te saca para dar calor al alma, ánimo al cuerpo y hacen, muchas veces, que la falta de sueño sea grata.
No es la certeza lo que mata al hombre, sino la duda del mañana.
¿Cómo llamar al mañana cuando tienes la certeza de que lo hermoso del ayer, aquello que te hizo hombre y forjó tu alma no ha de volver y la certeza sobre cuándo terminará tu camino no preside, como la nube de Moisés en el desierto, tu marcha?
La mente oculta el dolor del alma y difumina los malos recuerdos, pero ¿cómo hablarle a tu mente para hacer que tu cuerpo desee llegar al mañana?
Ese mañana incierto acompañado de lo pobre y mezquino de lo humano que preside la diaria marcha.
Recuerdo muchas veces a Moisés y la promesa de Dios de hacerle ver la tierra prometida, pero no pisarla.
En muchos momentos necesito la fe ciega de él para proseguir la marcha por este desierto que rodea mi alma y ver la tierra prometida, en forma de fama, para mi hijo, sin importarme que no pueda pisarla.
Hay otros, muchos, en que no tengo esa fe, ni ilusión ni ganas.

2.- QUISIERA QUE FUERAS VIENTO…

Hace calor esta tarde, mientras que en la mañana la fresca brisa agitaba las hojas de los árboles en que los pájaros se refugiaban de tan inmenso calor.
Cae la luz por las claraboyas hasta golpear el suelo en silencio y rebotar por las paredes para iluminar todo en derredor.
Y en el lejano horizonte, que no veo, están las montañas vestidas de azul, coronadas por nubes de vapor que se funden con las que por el cielo corren empujadas por el viento que viene del sur.
¡Qué hermoso es el silencio que me rodea en estos momentos íntimos y acogedores!
¡Qué sonoro es el silencio cuando es el corazón quien habla y los ojos son el instrumento que traspasa los muros que impiden a tu cuerpo volar hacia el ser que amas!
¿Qué debo contestar al canto que me habla de alejar la soledad, tirar el miedo y comenzar a gozar de cada momento con quien es capaz de saciar al hambriento con su palabra?
Quisiera que fueras viento para que me abrazaras y me rodearas en cada momento.
Quisiera recostar mi cuerpo entre tus brazos y sentir como corre la sangre por tus venas.
Quisiera que el silencio nos envolviera mientras nuestras almas hablaban entre ellas sin que nuestros oídos sintieran nada.
Quisiera que no te fueras, que no te apartaras, que no sufrieras.
Quisiera traspasarte mi mundo pequeño para que comprobaras lo inmenso que lo has hecho mirándome en silencio con tus ojos hechiceros.
Quisiera volar al cielo para enseñarte lo hermoso que es, lo inmenso y, al mismo tiempo, lo pequeño que puede ser conteniendo todo lo que se desea y sueña.
Quisiera que volara y, al mismo tiempo, se detuviera el tiempo.
Quisiera dormir despierto y soñar que compartes mis sueños.
Todo eso quiero y más cosas que siento, pero no soy capaz de plasmar en este blanco lienzo.
Con qué rapidez cae la tarde en este día sin término.

3.- CONDUCIENDO…
Un cielo tachonado de gemas en forma de estrellas adorna la luna  que con solo la mitad de su cara mira sonriente hacia donde aparecerá el día.
Y por el este, con suavidad y dulzura, va encaneciendo la noche dejando ver, dentro de unos instantes, el blanco de un nuevo día.
Y aunque no las oigo, se que ya se oyen más aves cantando la llegada de la luz como lo hacia en la película de Orfeo el protagonista para que un niño descubriera el milagro que al cantar se producía para  iniciar la mañana desde aquella montaña.
Pero miro con atención y encuentro aun al lucero del alba que prosigue su carrera veloz adelantando a las sombras que por poniente se escapan.
Son unos momentos muy breves que fijo en mi interior ojos del coche alumbran por donde voy y los de mi cara miran como si viera por primera vez el parto  prometido de un nuevo día.
Llega mi alma a disfrutar tanto de la hermosura que gratis se nos da, que ni mis oídos el ruido del motor oyen e ignoro el paso alocado de los coches que me adelantan.
No he querido resistir la tentación y orillado en el arcén, he llenado mi alma de la  belleza  que del cielo descendía.
Se que han sido unos momentos, pero han permitido a mi corazón se serenara para que cuando regrese a casa poder seguir luchando para sobrevivir y para dominar el miedo, que aunque lo niego tengo, sobre lo que dirán los médicos cuando vaya el lunes a hacer frente a la realidad de mis pulmones.
Porque es esta situación lo mejor es aceptar la realidad y luchar hasta el último aliento por seguir viviendo.
Demasiadas veces he visto la muerte cara a cara y, aunque no me gusta, no me da miedo, pero me angustia pensar que será de mi hijo si ha de regresar, solo y aterrado, al infierno en que se convierte la vida junto a su madre.
Se que se sobrevive de todas las tragedias, pero no quisiera que lleve marcado de por vida las secuelas de esa experiencia
Huye de mi pecho un suspiro prolongado y me digo a mi mismo: “Vas a seguir luchando, chico, porque no sabes hacer otra cosa y porque todavía hay quien te necesita”.
Pongo en marcha el coche y me enfrento decidido a lo que el destino tiene para mi reservado.
Recuerdo en estos momentos a mi padre y su respuesta cuando con una edad parecida a la de mi hijo me abracé a él asustado diciendo que tenía miedo:
“¡Miedo!,  ¿a qué? ¡Lo máximo muerto, pero más no!”
Aquellas palabras, y en el tono dichas, me han servido siempre para enfrentarme a la vida y a la muerte, sobre todo cuando ha venido a visitarme convencida de que era llegado mi momento.
Así he llegado casi a los sesenta y siete años y sigo resistiendo.

4.- CANSANCIO…

Hace calor pegajoso en esta tarde septembrina en el que las nubes arropan la tierra como la sabana cubre los cuerpos que yacen en un lecho.
Estoy escribiendo para salir del mundo gris en el que vivo y que, al igual que las nubes ahora, envuelve mi alma en estos momentos en que el día agoniza, reina el silencio y el tiempo de gozar de la paz y el sosiego termina justo en el momento en el que de aquí me alejo.
Lejana, tanto como el pasado y los recuerdos, la radio desgrana una música que acompaña sin decir nada porque solo es un susurro que apenas empaña el silencio.
Son tantas las horas que paso trabajando, que hay momentos en los que pienso si no estaré acelerando el paso para salir del bosque enmarañado que mi vida ha sido para empezar la llanura pálida que me espera al final de esta etapa.
Y luego queda la llegada a los problemas, a los trabajos por realizar y a las malas caras de la persona que comparte tu vida, a quien no le preocupa  otra cosa que saciar su rabia porque no anda.
Llegar y mirar su cara de amargada, contemplar sus ojos oscuros impenetrables que no dicen nada, no escuchar una palabra de interés hacia cuanto te pasa o pasa, es como sentir un lastre ceñido a tu espalda que impide la normal marcha hacia el final del día que se acaba, muchas, demasiadas veces, cuando las saetas del reloj se abrazan para engendrar un nuevo espacio de 24 horas cubierto de sombras, de pocas ilusiones y de malas caras.
Mirar hacia el mañana sin ninguna esperanza hace desear que el hilo de la vida se parta para que el cuerpo vuelva hacia la nada mientras el espíritu parte raudo, como flecha con fuerza lanzada, hacia el amanecer de la nueva vida que intuyes vendrá tras esta tan desgraciada.
El cansancio entorpece al cuerpo, pero hace volar y soñar al alma que huye veloz hacia el mañana.

5.- DESCONFIADO…

Muchas veces un desconfiado no es otra cosa que un ser que no quiere aceptar la realidad que ante sí tiene, incluso en aquellos momentos en que esa realidad está transformando su propia vida con la misma tenacidad y seguridad que tiene el sol al salir cada mañana haciendo sentir que ha salido a todos los ciegos de cara y a los que no quieren ver.
A los ciegos de los ojos y a los que se niegan a ver y tanto desconfían, el sol, en su cotidiano discurrir, dales la luz y el calor haciéndoles sudar, que es la forma más contundente de hacerles comprender que lo que niegan…es imposible de negar.

6.- ¿QUIEN ERES TU…?

Se ha abierto la puerta de la calle esta tarde de Enero y una ráfaga de viento gélido se ha colado con el ímpetu de un hambriento hacia el plato de comida con el que sueña desde  hace días.
Estaba en la cocina y hasta mi ha llegado la voz de Ahmed y luego, como si el viento se calentara en un fuego, la acariciante de una mujer que saludaba transmitiendo energía, calor y sentimiento.
Ha sonado hermosa y relajada, igual que suena el agua cuando cae entre las piedras de un arroyo de montaña.
¿Qué me ha empujado a bajarme de donde estaba y salir a ver quién era el manantial de donde brotaba esa voz tan cálida y sosegada?
No se puede responder cuando se ignora la razón del por qué hacemos cosas sin que sea la razón la que nos guíe.
Mientras salía, he oído que Amelia me llamaba.
Y allí, recortada sobre el cristal de la puerta iluminada por la luz que la calle tenia, estaba una persona delgada, vestida de negro, con un pelo liso que hacia tras caía como una cascada desde lo alto del cielo.
Perfil árabe, cuerpo esbelto, manos con dedos delgados que no paraban de frotarse y recogerse entre ellos mientras miraban a Amelia y Ahmed traducía aquello que de su boca manaba.
Qué hermoso cuadro el que formaban aquellos hacia los que caminaba.
Se volvieron y lo primero que atrajo mi atención de aquella muchacha fueron sus ojos oscuros, profundos  como dos pozos sin fondo, que desde aquel rostro sereno y alargado me miraban sin un parpadeo.
No se si sonreí al acercarme, pero lo que si sentí era que algo venido de muy lejos venia al presente de mi vida, igual que llega el eco lejano de un trueno, para hablarme de un pasado que no conozco o no recuerdo.
Aquellos ojos me miraban y desde su fondo manaba un río de sosiego, de conocimiento, de agua tibia en forma de sentimientos, que entrando por mis ojos inundaban mi cuerpo entero llenándolo de una dulce sensación, que aunque grata, me llenaba de desconcierto.
Fueron unos segundos los que estuve en silencio, pero cuando me besó, sus labios eran tiernos y generosos, tuve la sensación de que aquellos besos tenían el aroma y el sabor de algo viejo y hermoso que conocía.
Palabras y más palabras que se cruzaron entre nosotros como cruza el viento entre las ramas de los árboles en un día de invierno.
Se volvió a mirarme y tuve la certeza de que nos habíamos visto antes, de que era una persona conocida y así se lo dije a su hermano, pero aseguró que no había estado nunca en este pueblo.
Me he entretenido mirándola mientras hablaba con Amelia.
Tiene los labios finos y dulces, nariz recta ligeramente arqueada, la piel tersa y suave como un pétalo de rosa, una personalidad muy acusada y un poso de tristeza en el alma.
Mira directamente a la ojos y va engalanada de negro, sabiendo que ese color realza la hermosura que tiene, aunque no es guapa.
Es ese color negro el que más me habla de ella.
Sabe que realza la hermosura que tiene, pero también es la forma, inconsciente, de gritar al mundo su soledad, su ansia de cariño y su desesperanza de alcanzar, alguna vez, aquello que su alma necesita y que, estoy seguro, a nadie comenta.
Se esconde tras el negro porque no quiere sufrir ni tampoco mostrar sus sentimientos.
Tengo la corazonada de que en su familia es rechazada.
Y me ha dicho que se llama Zahra.
Cuando se han ido, ha vuelto a besarme y lo ha hecho con energía y delicadeza al mismo tiempo, llenando mí espíritu de certeza de que algo de muy lejos, de otro mundo, ha regresado para que pueda tenerlo de nuevo.
Ha sido como si Sahia, la esclava mauritana de mis 27 años, hubiera regresado a mi lado para llenarme el alma de nuevo.
Pero son solo pensamientos de un hombre cansado y viejo que tiene un pasado que, como su sombra, jamás lo abandona.
Pronto serán las 2 de la madrugada y en la habitación duerme la mujer que me acompaña y en la otra el niño que me empuja a continuar luchando en este caminar hacia lo que no deseo.

7.- EL SUENO…

La noche es fría y algo ruidosa en estos momentos que por la carretera pasan unos camiones, pero cuando se hace un poco más tarde, el silencio es completo.
Muchas madrugadas, cuando me despierto, me quedo pensando en ese silencio que me recuerda al desierto con sus noches frías y con el cielo estrellado maravilloso en su negrura.
Ahora, apagada la luz de la escritura, se inicia el camino en el que cogeré mis recuerdos y los meteré junto a mí en el saco de dormir para que hagan más sosegados los momentos en que alcanzo el sueño.
La muerte pequeña de cada noche que me hace olvidar lo que deseo y me hace soñar en alcanzar lo que ya no tengo.
Baja y hazme dormir, sueño.

8.- ME VOY…

“¡Me voy, mi amor, es mi hora!”
Cuando en la mañana, clareante y solitaria, tiendas tus brazos buscándome en la cama, te diré: “¡Tu amor ya no está, he tenido que partir!”
Me convertiré en un aire delicado para acariciarte y seré las olas del mar cuando te bañes para abrazarte y te besaré y te besaré sin descanso como ellas hacen con la playa.
Seré las flores y su aroma para que me aspires, para que sonrías y me mires.
Y en las noches de tormenta, cuando la lluvia rumoree en tus cristales, oirás desde la cama mis susurros y mi risa brillará con el relámpago entrando por tu ventana.
Si pensando en mi te pasas las horas de la noche desvelada, yo te cantaré desde las estrellas: “Duerme mi vida…duerme…”
Vendré en un rayo de luna y me pasaré suavemente  a tu cama y me echaré en tu pecho mientras duermes.
Me haré un ensueño y me hundiré en lo más hondo de tu descanso.
Y cuando te despiertes, saldré volando con un temblor de mariposa al silencio y la oscuridad…
Levantarás tus ojos al cielo y me verás y oirás mi canto descender de él y las lágrimas anegarán tus ojos de amor y paz.
Cuando mi voz se calle con la muerte, mi canción te seguirá hablando en tu vivo corazón.
Mi canción será como unas alas para tu sueño y se llevará tu corazón  hasta el fin de lo ignorado.
Y se quedará en tus ojos y guiará tu mirar hasta el alma de todas las cosas.
 Luego, cuando tu alma se haya calmado, tocaré tus labios con mis dedos, acariciaré tus manos y me iré.
Me habré marchado, mi amor, pero dentro de tu alma mi vida habrá quedado.
“¡No corras, amor mío, pero ven, porque te estoy esperando!”
Marzo, 23 de 1.967

9.- CORRER…

Corre el hombre en pos de algo incomprensible que llama “pasarlo bien”.
El silencio, la paz, el amar e incluso la soledad, ¿no hacen a otros “pasarlo bien”?
Los que así piensan solo ven el resplandor final de la carcasa, el fogonazo deslumbrador, y desprecian e ignoran desde la imaginación del que la soñó, luego la diseñó y las manos que la construyeron.
Preferible es laborar para soñar que conformarse con ver lo que otro deséanos mostrar.

10.- AÑOS LEJANOS…

Estoy solo en esta tarde fría y serena del mes de Febrero.
No veo el cielo desde donde me encuentro porque las sombras recortan los cuadros que hay en el techo y que por el día dan luz a los que aquí estamos.
Tampoco a través de la ventana que da al patio llega otra cosa que el suave roce del viento mientras mueve unas plantas.
Mas es solo mi cuerpo el que está preso entre estas paredes, porque mi pensamiento huye, como huye el viento cuando pasa empujando las nubes en el cielo.
Ahora el cielo está negro, como negro es el pelo de la noche engalanado de estrellas brillantes que miran al navegante que se desliza sobre las olas empujado por el viento.
Y regresan a mi mente los años lejanos en que la cubierta de un barco era el suelo y el cielo el manto que tapaba la pequeñez de mi cuerpo, que al mismo tiempo era inmenso, porque formaba parte de un conjunto tan armonioso y bello.
¡Qué tiempos aquellos en que la nieve no cubría mi pelo y mis fuerzas eran suficientes para vencer al agotamiento, dominar el miedo y soñar con el momento en que volvería a la tierra de la que salí huyendo!
No pasa el tiempo, sino que la vida es el tobogán que nos conduce infaliblemente al más allá desconocido que a muchos asusta, pero que para otros no es más que el paso pequeño que dar antes de volver, de nuevo, a un vida cuajada de ansias,  odios, amores, hermosos momentos y sueños.
¿Qué seré cuando regrese de nuevo?
¿Volveré a ver a los que he amado y odiado?, ¿seré negro o seré blanco?
¿Cómo habré muerto antes?, ¿habré gemido bajo el látigo o era yo quien lo manejaba?
Estas son las imágenes de un misterio que me apasiona, fascina y, al mismo tiempo, me desazona.
Recuerdo en estos momentos que siendo niño miré una fotografía de un marinero, alto, delgado, moreno y con barba y se me erizaron los cabellos: ¡estaba seguro de haber estado en aquel sitio y haber sido uno de ellos!
…Pero había nacido meses después de aquel acontecimiento y en lugar donde el mar es como un sueño.
Vienen al galope a mi mente muchos recuerdos sobre habilidades, conocimiento de hechos y lugares, que no he visto ni oído antes.
Pero que resucitan en mi un ancestral conocimiento de culturas y pueblos que no he visto y que, como el viento, viene recorriendo el tiempo, de un horizonte al opuesto, sin detener su constante movimiento hacia un lejano otero, que en esta vida, ni en las otras que vendrán luego, contemplarán los ojos que tendré en aquellos momentos.
Se ha roto el encanto y el silencio como se rompe el hermoso espejo de un charco, que refleja el cielo, al que un desalmado arroja una piedra con desprecio.
Ha sonado el teléfono.

11.- LAGRIMAS DE HIELO…

Hace un rato que ha llorado el cielo lagrimas de hielo que caían mezcladas con agua, igual que caen al suelo las de unos ojos tristes que han perdido el horizonte que le daban consuelo.
De muy lejos llegan los tenues sonidos de una canción que trae los lamentos de un corazón que cuenta al viento su soledad y desconsuelo porque lo amado se halla lejos.
Canta frente al viento ansiando que el eco traiga lo que ama y no su propio lamento.
Son los ojos del alma los que miran al cielo en busca del consuelo.
Son sus labios los que cantan un rezo llamando al destino mientras las llagas del sufrimiento dejan en el alma surcos más profundos que los que deja el paso del tiempo en un rostro bello.
¡Cuánto tardas en llegar, paz y sosiego del alma!
Pensamos que pasa el tiempo, pero pasamos nosotros teniendo nociones distintas del tiempo según los momentos.
Es demasiado lento para los que esperan; va demasiado rápido para los que temen; es demasiado largo para los que sufren y demasiado corto para los que gozan.
Solo el tiempo no pasa para los que aman, porque ese tiempo se alarga hasta la eternidad.
Esa que tengo frente a mi y a la que miro con tristeza pero sin rencor ni miedo como miro a la muerte que está aguardándome tras aquel otero.
La ganadora de la carrera, que tan segura está de vencernos, que nos da una vida entera de ventaja sabiendo que perderemos.
Se ha oscurecido el cielo de nuevo y en la tenue penumbra que me rodea, solo se ven los destellos de este ordenador, que al igual que un confesor, recibe las cuitas y anhelos de mi alma y, también, su dolor.
Comienza a tronar de nuevo y pronto llorará el cielo acompañando con sus lágrimas a las brotan de mi corazón.

12.- ZAHRA…

La noche es eterna para el que no duerme, pero también es luminosa y corta cuando el que no duerme dedica su mente a recorrer el camino ya transitado y a contemplar con placer y serenidad las imágenes que lo han ido decorando.
Mi camino es largo y cuajado de imágenes de todas clases: grandes y pequeñas, feas y hermosas, maravillosas y vergonzantes.
En él, como en los bosques, existen claros en los que no aparece otra cosa que la soledad como sol radiante y el deseo de tener un poco de sombra de ternura y compañía.
Y cuando ya crees que caminas por la llanura que conduce al final, aparece algo que germina, como lo hace la hierba tras recibir las gotas de la lluvia y las caricias de los rayos del sol, poco a poco frente a ti.
Lo miras con curiosidad porque te produce perplejidad que en un mundo tan vacío pueda brotar algo, aun indefinido, que indica que la vida existe aunque no lo llegaras a imaginar.
Y detienes tu paso para contemplar lo que está saliendo frente a ti con la sorpresa que tiene un niño, con la calma del que lo ha visto todo y el escepticismo que se alcanza con la vejez.
No das crédito a lo que ves, pero tu mente hace que los ojos dejen de mirar hacia ese final que prevés y se dediquen a contemplar el milagro que está creciendo frente a ti.
Y es una rosa cubierta de suaves pétalos que alegra los ojos, anima al alma y sacia tu afán de vivir más porque comienzas a desear que sea ella la que engalane tu caminar.
Despierto a la realidad cuando suena un despertador llamando a la actividad de un día en que brillará el sol, las aves volarán y el viento desplazará las nubes por el cielo, mientras de mi pecho escapa un suspiro que eleva hacia el Eterno el anhelo de un hombre que se quiere marchitar al mismo tiempo que la rosa que encontró en su camino hacia el final.-

13.- SUEÑOS…

Cuando abres los ojos tras el sueño tan delicado y hermoso como el que he tenido esta noche contigo, el día parece, aunque esté soleado y de un azul intenso el cielo, gris y sin sabor, porque el corazón descubre de forma amarga que el sueño maravilloso se ha roto como desaparece un espejo tras la piedra del despertar que sobre él ha caído.
Luego todo continua con la monotonía y rutina de los días de la semana: uno tras otro y luego otro más para, sin darte cuenta, empezar de nuevo desde el mismo lugar habiendo consumido un pedazo de la vida, que como el agua del río, ya no ha de volver a pasar jamás.
Lo bueno que tiene soñar contigo es que la boca queda endulzada por haber ceñido tu cuerpo y el tuyo haberse apoyado en el mío.

14.- PERDER…

Cuando se pierde lo que te sostiene, cuando todo a tu alrededor se derrumba, cuando ya te es igual casi todo y debes seguir viviendo porque hay otros que dependen de ti, tienes que agarrarte a los hermosos recuerdos que tienes y abrigar tu alma con ellos porque si no lo haces, lo que le queda al hombre es morir.
Es como si apagaran la luz de tu vida de golpe.
Luego, cuando vuelvo a la casa, suelo llorar muchas veces.
También, cuando me encuentro muy confuso pregunto a quien mejor me ha asesorado en mi vida y de vez en cuando me ayuda a encontrar en que apoyar mi animo decaído y mi cuerpo cansado.
La vida es eso: atesorar hermosos recuerdos para hacer soportables los momentos amargos.
Es mi forma de vivir.

15.- TRISTEZA…

Qué melancólico se siente el espíritu en un día gris y lluvioso en el que las nubes, con sus tristes rostros, surcan el firmamento enganchándose en los aleros de las casas, en los campanarios y en las cimas de las montañas.
No son los campos iguales ni nosotros mismos, porque en esos instantes somos acaparadores del desánimo que merma nuestras fuerzas, amodorran las ideas y nos deja indefensos ante las fauces de este húmedo y frío viento que desciende de las cumbres y nos llega hasta los huesos.
Parecen estos días las madrigueras donde se guardan las envidias, los rencores y las venganzas, que aprovechan la bajada de los ánimos para asaltar los cuerpos y las almas de los que bajan la guardia.
Nada impide cuando luce el sol y el cielo es más azul que odien los corazones, que maquinen las mentes buscando un beneficio o satisfacción obtenida de forma poco noble y de aquel que se sabe más débil, más inocente o menos preparado para luchar y sobrevivir.
Y es al constatar esto cuando me pregunto ¿qué nos sucede a los que nos sentimos desanimados, apáticos y melancólicos cuando un día gris tenemos?
¿Por qué no hacemos cuanto podemos, dejándolo para un indefinido mañana, cuando luce el sol y las fuerzas nos estallan, como hace la granada ante la mimosa caricia del sol, que juguetea por entre las hojas del árbol disimulando su amor y sus ansias de abrazarla hasta rasgarle el pecho y anidar en su rojo corazón?
Son pocos los corazones  que continúan, tras los días de radiante sol, luchando con decisión bajo los cielos cubiertos mientras el viento nos trae el olor de las hojas que se pudren regadas por las lágrimas de las nubes y que darán a la tierra, a la primavera que viene, un nuevo alimento y vigor.
Hay los que aprovechan la melancolía del que no domina la realidad que le rodea para derribar el árbol que codician y, como las termitas, corroer y destruir aquello que, en buena lid y a pleno sol mental, son incapaces de conquistar.
Contemplar desde la colina de los años lo que se desarrolla en el llano y ver que muchos se comportan como hienas carroñeras, me hace perseverar en la creencia de que lo único que hay que atesorar son los conocimientos que se puedan transmitir, porque ligero he de partir cuando me llegue mi hora y lo mejor que podré dejar será la sabiduría que el haber vivido con intensidad da, los sentimientos que envuelven mi alma y le dan serenidad, porque todo lo demás lo habré de dejar.
Ese es el equipaje que quiero tener para este breve viaje que se llama vivir.

16.- MIEDO…
                                                                              
Tener miedo es poner grilletes a nuestra mente para que no se atreva a descorrer la cortina tupida que cubre la ventana por la que entrará la luz del valor que nos falta.
Cobarde es aquel que sabe dentro de sí que al otro lado de la pared está la luz y permanece en el centro de la habitación, sin moverse,  escudándose en que puede caer, si se mueve, porque allí dentro no hay luz.

17.- LA BRISA

Con la misma suavidad que la mano de la madre acaricia a su retoño así van los primeros rayos del sol deslizándose hacia los valles tras besar las laderas y las cumbres.
Lentamente, e igual que se vuelve de un largo ensueño, todo va adquiriendo forma y color.
Del negro de la noche las montañas han pasado al violáceo primero, al azul después, que se recorta contra el claro cielo, donde ya los vencejos, veloces y raudos como pensamientos, van trazando dibujos y arabescos en sus rápidos vuelos que envidiarían muchos maestros y que en ellos no es otra cosa que la búsqueda cotidiana del alimento.
Y abrazado al ligero viento que sopla viene, desde una lejanía que no alcanzo, el ronroneo asmático de un tractor arando mientras veo en mi pensamiento el tallado rostro del campesino que madruga para huir del calor, que más tarde, abrasará los campos.
A mi lado, cadencioso e inconfundible, el suave acariciarse de las hojas de los árboles me dice que han comenzado a prepararse para el día y a transmitirse los susurros cautos de las horas de la noche.
Es como un ensayo previo que las ramas hacen antes del concierto que, sobre las once, dará comienzo con todas las agujas de los pinos y las hojas, besándose con dulzura y cariño, sabedoras del placer y la calma que proporcionan al alma cuando, abrazadas por la brisa, ondulan siguiendo la orografía que desde el mar sube hasta fundirse, allá en la lejanía, con la montaña.
Suave y perfumada brisa que desde mares y tierras lejanas se arrastra por esta ladera, acalorada y tostada, para refrescarla y hablarle de la eternidad de donde mana.
Respirar es llenarse el pecho de yodo de mares y resina de árboles que la brisa trae desde tierras lejanas jalonadas de piedras talladas, como esta que me sostiene, que muestran la marca del cantero que la labrara.
Piedra de romas aristas y caras ajadas, mudo testigo de mil años de historia pasada, que sabe de amores y guerras, de ensueños y lágrimas, de ilusiones y dramas que hicieron del pico de una montaña recinto castellano donde soñaron damas y caballeros, escuderos y vasallos mientras duraron sus esplendores y no llegó la desolación que a toda guerra acompaña.
Asemeja esta visión la vida del hombre: un hermoso amanecer, unos, siempre pocos, años de gloria y fortaleza y lo que queda del ocaso que dará paso a unos huesos, pelados y sin marca del propietario, recogidos y ordenados si alguien te amó o esparcidos por el olvido en cualquier osario.
Pobre final para todos.
Para los más amados u odiados, un recuerdo, para los demás solo silencio, indiferencia y anonimato.

18.- EL…

Tiende el ser humano a pensar que todo debe desarrollarse como a él más le conviene
Se cree dador de órdenes al destino y a las estrellas que lo confirman, pero más frecuentemente ignora que solo es el portador de la vida sobre la que se descarga, de un ser que puso nos aquí a fin  de que, a golpe de error, aprendiéramos a ser, nuevamente, emanación y parte de EL.

19.- IMPENSABLE…

Estoy convencido, repasado desde esta altura de mi vida el camino recorrido y analizados los paisajes y vivencias contemplados, que sucede lo impensado haciendo aletear el corazón de nuevo y llenando la mente de ilusiones y encantos.
Me sucedió en mis años jóvenes, cuando era fuerte, decidido y bastante alocado, que se cruzó en mi camino el compendio físico, que los sueños habían formado, de la mujer que para acompañarme en el camino habia deseado.
Y con ese alimento para corazón y los ojos, veintiocho años he pasado.
Pero llegó el momento miles de veces intuido, siempre odiado y temido, en el que la realidad se impuso y hube de comprobar lo, por mucho que lo habia rechazado, ya sabido, que aún a pesar de haber amado tanto y sido correspondido, a la hora de la necesidad seria abandonado.
Y esta agua fría de la realidad, siempre existente pero hasta ahora pospuesta, fue apagando el fuego que durante esos años me habia iluminado y calentado, dejando mi vida como quedan las hogueras, que en el corazón anidan, tras el dolor y el desengaño; arrastradas las cenizas como si fueran barros y lleno el cuerpo de cicatrices  indestructibles y algunas llagas supurando.
Más un día no esperado, ni tan siquiera soñado, trajo la brisa fresca de la mañana unos ojos misteriosos y turbadores, cual paloma mensajera lanzada por el destino en busca de un corazón solo y vacío para hacer allí su nido.
Y cesó su batir de alas al posarse en un hombre ya encanecido, cansado, envejecido, sufrido y templado por los avatares de la vida y el pago por los errores cometidos.
Alguien que ya ha descubierto lo efímero que es todo y lo poco que hay que merezca realmente ser vivido.
La vida me ha dado lo más hermoso en mis primeros años y al inicio de los postreros.
Fui antes un cuerpo joven y sano que elevó sus ojos al cielo y lo cogió con las manos y ahora un cuerpo enfermo cuyo espíritu comenzó a elevar los ojos del suelo al comprobar que, tras las brumas de la soledad y el desencanto, queda un pedazo de hermoso cielo en el que luce el sol que puede calentar un alma helada y unos huesos viejos.
Los ojos que miran son los llorados del fogoso joven que antes exigía al cielo y ahora ve que solo quedan recuerdos de tan maravillosos años.
Creo que son pocos los capaces de comprender, si no lo han sufrido en sus cuerpos, lo que significa tras perderlo todo contemplar de nuevo, en el cielo de su vida, el resplandor de un sol que te permite soñar y hasta creer que, aún, no es demasiado tarde para tener una ilusión.
Mucho me ha herido la vida en el transcurso de los años curtiendo mi alma con el sufrimiento, pero no la ha endurecido lo suficiente como para que no me percatara de que el alma del hombre tiene, casi ya en el final de la vida, capacidad de gozar y soñar.
Agradezco a Dios el estar vivo porque me ha regalado el conocer la ilusión y el suspirar del alma cuando solo aguardaba el postrer aliento con ese estoicismo que tanto desorienta y que se halla inscrito en la certeza de que todos los hombres no tienen el mismo destino.

20.- TRINOS…

Aún falta para que los rayos del sol iluminen, tiñéndolo de oro, el ahora azul mar que me rodea.
Pero la claridad del alba va haciendo que, poco a poco, los indefinidos contornos de las cosas vayan adquiriendo personalidad propia y se acerquen a la exactitud desde la vaguedad que la noche presta a todo con la oscuridad.
Una nueva esperanza luminosa viene, desde el horizonte de la noche, empujándonos  hacia el día que tenemos por delante.
Algunos habrán despertado con los planes hechos, para otros será la abulia y la desgana el desayuno de la mañana y la mayoría habrá renovado las ilusiones que con ellos se acostaron en la cama.
Algunos se habrán despertado sin esperanzas sintiendo que el día mana como una carga añadida a la que arrastran, porque para ellos ”mañana” solo es una palabra que describe  un hecho al que, unos pocos, no podrán contemplar cara  a cara.
Son los que sufren sin remedio los estertores de un organismo que se aniquila y a los que la vida se acaba al apagarse la vela que llevan dentro.
Es la igualdad entre los humanos cuando la vida se apaga la que hace, tanto al anciano como al irrecuperable, decir sin hipocresía ni miramiento lo que a su boca viene porque saben que nada, en esos momentos, pueden perder ni necesidad de pedir tienen.
Al llegar esos instantes todos sabemos que solo teme equivocarse aquel que por sus errores debe pagar.
Tal vez sea esa la razón por la que los últimos momentos tienen un color, sabor y olor distinto del que perciben los que creen lejano el final o los que no piensan que llegará.
Creen los sanos y completos que su cuerpo es eterno y que solo disfrutar de él es lo importante, sin percatarse que es mejor una gota de esencia para el alma que mares de placer para el cuerpo.
Solo han variado las técnicas desde el principio de los tiempos sin que las mentes puedan distinguir con claridad entre lo que sueñan y la realidad que desean alcanzar.
Son en los instantes de soledad y recogimiento cuando me pregunto, tras repasar mi vida plena de placeres sentidos y goces espirituales atesorados, qué haría si tuviera la posibilidad de elegir entre morir o volver atrás para nuevo comenzar.
Son años de preguntar y sorprenderme al responder que no retrocedería y la única explicación que puedo dar es que siento infinitamente más curiosidad por saber qué hay después de morir, y qué seré al reencarnar, que ansias de volver atrás y comenzar.
Estoy seguro de haber vivido como pocos hombres y obtenido cuanto he deseado, pero nada de ello es lo suficiente atractivo como para intentarlo de nuevo.
Ya la claridad completa abraza mi entorno comunicándome paz, serenidad y armonía amenizada por el canto matutino de los periquitos que trinan con alegría para que el sol haga dorado el azul del mar en esta mañana.

21.- LA REALIDAD

Solo han pasado tres horas y media desde que se inició el día y el silencio es la sábana que tapa mi cuerpo en esta madrugada húmeda donde el ruido del ordenador asemeja el susurro del mar acariciando el casco de una embarcación mientras navega hacia el futuro cuyo horizonte aún no se ve.
La vigilia del día se anuncia larga, mientras que las horas de soñar han sido tan breves, que los sueños anhelados no han tenido tiempo para llegar a la mente y dejar, como deja el café en el recipiente, un poso de de nostalgia, o alegría, que ayude a soportar lo que queda del día hasta que vuelva a empezar la noche, apaciguadora natural de los ruidos y discrepancias que las horas de luz traen, muchas veces, sin desear.
Y tu Zahra, rosa de la soledad y el llanto escondido por los rincones, estás ahora abrazada a tus sueños e ilusiones mientras tu cuerpo grácil, ligero y elegante, yace sobre la manta que deseo ser para poderte tapar.
Sueña y descansa, que en la distancia hay un hombre que no duerme para que tus ojos, cuando se abran por la mañana, puedan mirarse en el espejo de amor y ternura que tu, lucero del alba brillando en el cielo negro de su desesperanza, formaste con tus ojos de ágata al mirarle a la cara mientras tus labios dibujaban la caricia de una sonrisa.
Es la ilusión el motor que mueve el mundo y la realidad  la vara que golpea tu cara para hacerte abrir los ojos cuando tus ansias de amor y compañía nublan tu mente haciéndote olvidar que la vida tiende hacia la vida y que tu caminas hacia el final mientras quien te hace soñar extiende sus alas para comenzar a volar.
No me da miedo ni la muerte ni la soledad, pero el pensar que, más tarde, descubrirás que la vida es un fuego que hay que mantener con el mismo alimento del cuerpo, me hace temblar, porque se que ese alimento ya no te lo podré dar.
Y ahí comienza el camino de la incertidumbre porque no tengo la seguridad de que se sepa distinguir con nitidez dónde acaba el amor y dónde empieza la caridad.
Amor es lo más hermoso que el ser humano puede dar y recibir, todo lo demás son pálidos reflejos de esa realidad.
Pero solo aquel que ama de verdad es capaz de soportar las miserias de la convivencia, las debilidades humanas y las consecuencias que acarrea una diferencia racial, religiosa o de edad.
No tengas dudas ni temor para decir, si tu sueño muere o empieza a disminuir, que necesitas volar hacia otros campos para tener lo que ya no soy capaz de proporcionar.
Esto que, dicho y visto así, puede parecer egoísmo e ingratitud no es otra cosa que la realidad y que como tal hay que tomar.
Nada se consigue poniendo la mano delante de los ojos y asegurar que más allá nada existe, porque la tozuda realidad, más pronto que tarde, golpeará nuestra cara tan fuerte que la mano se retirará y veremos la realidad que estaba allí delante y que nos negábamos a aceptar.

22.- PENUMBRA…

Solo en la penumbra de esta tarde agosteña y escuchando el ronroneo de un ventilador que empuja el aire húmedo y caliente hacia mi cara interpretando una canción  de melodía susurrante.
Acaricia mi rostro el aire y hace correr el sudor que mana de mi frente emprendiendo un viaje para recorrer mi cara, sortear los pliegues de la piel que el cuello hace y morir, más tarde, absorbido por la camisa que lo acoge con el misma ansia que las arenas del desierto beben las gotas del rocío de la mañana.
Está el cielo cubierto de nubes grises que bailan una danza de lluvia que no cae en esta tierra sedienta, en estos montes resecos ni refresca el aire que ahoga el pecho.
Es la misma agonía que produce un invernadero cuando abrasa el sol y no corre el viento.
Mi cabeza es un mar encrespado de ideas, de recuerdos, de anhelos y sufrimientos que azota las playas del sosiego haciendo huir las arenas de la realidad empujadas por el viento hacia un lejano horizonte, tan difuminado en el tiempo, que no conozco, o no recuerdo o no quiero, porque tengo miedo que al levantarse la bruma del desconcierto aparezca el contorno nítido del monstruo que devora ilusiones y sueños, dejando mi alma vacía y mi corazón, de nuevo, muerto.
Y entre estas sensaciones, la noche va cayendo con la lentitud del viejo que se acerca al final de su momento.
Un ruido de un coche; el grito de un niño jugando en la calle y de nuevo el silencio más lacerante que envuelve mi cuerpo con la capa del desconsuelo, la soledad y el miedo.
Lejos quedan aquellos días que hiciste caer desde el cielo las melodías que otras bocas cantaban y por ti decían tus sentimientos, tus temores y alegrías, además de lo que mi corazón despertaba en tu pecho.
Miedo, alegría y fuego que a través de la música hacia mi venían para sostener el alma y el cuerpo de un hombre que todo lo ha visto, que siente por ti como el joven que ya no es e igual que un  hombre que atesora sentimientos para cuidar rosas, perfumar con su aroma el viento y hacer realidad sus sueños.
¡Que lejos, Dios mío, quedan aquellos días!
¡Qué cerca está ya mi invierno!
Alguien que no veo deja caer desde el techo el ruido de sus pasos y rompe el ensueño doloroso de este hombre enamorado, hambriento de cariño y asustado como un niño que ha cogido sus sueños con los dedos y al que han obligado a abrir su mano y perderlos. Brota el mar de mis ojos al comprobar cómo me ha gastado el tiempo, cómo ha ardido  la vela de mi vida aguardando un lucero que diera luz a mis ojos, calor a mi corazón y alegría para recorrer el último trecho del camino que hace tiempo he comenzado.
¡Qué larga es la noche cuando se que al amanecer no veré la luz de tus ojos, la dulzura de tu sonrisa ni tendré el placer de tu compañía!
A veces, cuando más desconsolado me encuentro, me dan envidia los muertos.


23.- CALOR…

Hace calor esta tarde, mientras que en la mañana un ligero viento agitaba los árboles, hacia volar mas fuerte a las aves y arrastraba mis sentimientos hacia donde tu estás.
Cae la luz por las claraboyas hasta golpear el suelo en silencio y rebotar por las paredes para iluminar todo en derredor.
Y en el lejano horizonte, que no veo, están las montañas vestidas de azul, coronadas por nubes de vapor que se funden con las que por el cielo corren empujadas por el viento que viene del sur.
¡Qué hermoso es el silencio que me rodea en estos momentos íntimos y acogedores!
¡Qué sonoro es el silencio cuando es el corazón quien habla y los ojos son el instrumento que traspasa los muros que impiden a tu cuerpo volar hacia el ser que amas!
Y la mente cabalga hacia  tus palabras que el aire ha traído hablando bajito a mis oídos, igual que canta la madre al niño para que calme su llanto y sosiegue su espíritu.
¿Qué debo contestar al canto que me habla de alejar la soledad, tirar el miedo y comenzar a gozar de cada momento con quien es capaz de saciar al hambriento con su solo mirar?
Quisiera que fueras viento para que me abrazaras y me rodearas en cada momento.
Quisiera recostar mi cuerpo entre tus brazos y sentir como corre la sangre por tus venas.
Quisiera que el silencio nos envolviera mientras nuestras almas hablaban entre ellas sin que nuestros oídos sintieran nada.
Quisiera que no te fueras, que no te apartaras, que no sufrieras.
Quisiera traspasarte mi mundo pequeño para que comprobaras lo inmenso que lo has hecho mirándome en silencio con tus ojos profundos y serenos.
Quisiera volar al cielo para enseñarte lo hermoso que es, lo inmenso y, al mismo tiempo, lo pequeño que puede ser conteniendo todo lo que se desea y sueña.
Quisiera que volara y, al mismo tiempo, se detuviera el tiempo.
Quisiera dormir despierto y soñar que compartes mis sueños.
Todo eso quiero y más cosas que siento, pero no soy capaz de plasmar en este blanco lienzo.
Con qué rapidez cae la tarde en este día sin final.

24.- LLORA…

Llora y hasta maldice el hombre cuando no obtiene lo que desea.
Culpa, más frecuentemente, de su desilusión a los demás.
Y siempre se niega a aceptar que tuvo, tal vez muy breve, una oportunidad para tomar lo que le gustaba, pero no lo cogió por no tener la lucidez, o el valor, de soltar lo que le estorbaba, o también, por querer tener las dos.
Llorar consuela el alma, pero solo la serenidad de la mente clara nos permitirá comprender y, a la próxima, rectificar.

25.- EN LA MONTAÑA

Cubierto por el tenue manto de los sueños se ha despertado el viejo caminante y dirigido sus ojos a la hermosa noche en donde el frío resalta el parpadeo de las estrellas y allá, por el lejano horizonte, el mantón de la noche va perdiendo su oscuridad para formar en el cielo una franja clara de nuevo día que nos dice que la vida comienza de nuevo. sueños
No distinguen sus ojos los contornos que hay enfrente, pero los luceros de su alma iluminan, otra noche más, los recuerdos de sus en los que subyugado por una rosa lejana caminaba compartiendo ese instante y el resto de su destino.
Dios, cuando la sed de ternura y el hambre del alma se hacen pesadas, regala a los corazones la pantalla de la mente para que, a través de ella, desfilen los acontecimientos que en el pasado alegraron su espíritu, alimentaron sus ilusiones y a sus pies pusieron alas para volar tras un lucero que, sin esperarlo, surcó su cielo.
Amarece engalanado el día de azul y rosa y salen del pozo de las vivencias los recuerdos de otros momentos no lejanos en los que andaba el caminante con paso decidido y semblante sereno por el camino de la vida bordeado de hermosos árboles de hojas verdes que por el paso de la brisa cantaban suavemente la melodía que preludiaba la llegada de la realidad soñada antes de que el calor cediera por la llegada de septiembre.
Caminaba y caminaba y en sus ojos brillaba la sonrisa del que sabe que el momento más ansiado se acercaba.
Miraba al mundo como una prolongación del mismo, en donde las sombras de la soledad se habían hecho montañas que le protegían de los vientos extraños que fuera del alcance de sus ojos soplaban arrasando todo a su paso.
Miraba hacia la ladera  de la montaña y contemplaba la boca de la cueva, negra desde la distancia como son las alas del miedo, en la que vivía cuando el cielo era gris por la desesperanza y las nubes de la soledad navegaban por el valle, largo y estrecho, que durante tantos años habían formado parte de su vivir diario.
Y constantemente daba gracias a Dios por haberle permitido, al iniciar el tramo final de su camino, conocer el perfume y la ternura de una rosa que nació frente a él mientras una mañana de enero gris una puerta se abrió y la fragancia se extendió hasta donde él trabajaba.
Incrédulo tardó tiempo en iniciar el descenso desde aquel pétreo lugar anhelante, y asustado al mismo tiempo, de encontrar el suave calor que da la brasa del corazón cuando ya las llamas del placer se han consumido.
Y comenzó a caminar y a preguntarse qué habia hecho el de bien en su largo caminar para ser acreedor a su edad de una rosa sin igual venida de un lejano jardín con unos ojos de dulce miel y la sonrisa de un querubín.
Pero no encontró contestación ni Dios hizo otra cosa que poner frente a él la tremenda responsabilidad de tratar aquella flor con la exquisitez que ella necesitaba, con la serenidad que anhelaba y con la comprensión que desconocía.
Soñó y vivió, sin percatarse con claridad si algunas escenas del lugar eran sueños o eran realidad.
Fue el tiempo del sentimiento, de la dulce caricia de unos ojos, de la magia de una sonrisa y del fuego que engendró vida en aquel cuerpo bajado de la cueva casi muerto.
Mas en una noche insospechada partió el dolor que igual que un rayo surcó su cielo acompañado por el trueno del desconcierto y la inseguridad, trayendo un vendaval de rabia, incredulidad e incluso miedo en un hombre al que la muerte respetaba por el momento.
Gritó la sorpresa al cielo, envió su ira al viento y, finalmente, como todo sucede en la vida, llegó la aceptación de la perdida, de la tragedia, de la soledad y la destrucción de todos sus sueños.
Y como gusano por el suelo inició la senda del regreso a la cueva de la montaña que durante tantos años habia servido de refugio y de santuario del silencio.
Volvieron los días a ser grises y anodinos, las noches eternas porque el sueño huía mojado por las lagrimas de quien no comprendía nada y ver las ilusiones marchitarse como lo han hecho las hojas de los árboles a medida que septiembre moría dando vida a octubre que a su vez ha traído los fríos vientos que las arrojan, ya amarillas y muertas, por los senderos que un día soñó transitar en compañía.
Sabe que el tiempo todo lo cura, que Dios no da a pasar más dolor del que necesitas y puedes soportar y que todo sucede por un motivo ya impreso sobre tu destino.
Sabe aceptar, con paciencia y resignación, todo lo que Dios le da aunque fuera, en aquellos momentos, la adversidad.
E igual que la tortuga se refugia en su interior para soportar el paso duro y frió de la adversidad, así el viejo caminante se metió en el silencio del que salió enamorado de una flor.
Y ahora, cuando la nieve ya cubre las cimas mas altas de las montañas, cuando los cuerpos se encogen para soportar el rigor del invierno, desde la cueva donde está, el caminante ha vuelto a ver brillar en el cielo, un lucero que emerge sobre el horizonte del lejano sur y se siente sorprendido y asustado porque no sabe si lo que ve es un sueño o una realidad.
Se recubre en su manto y cerrando sus ojos trata de volver a soñar con lo que tuvo mientras espera que Dios hable a los corazones y les diga que es lo que deben hacer.
Aún falta para que eso suceda, Señor…

                                                           26.- VERANO

Ha cambiado el tiempo y vuelve a ser azul el cielo surcado por los vencejos que pían con escándalo mientras se persiguen raudos como aviones en una batalla.
Vuelve el sol a recordarnos que se acerca el solsticio de verano, y la noche mágica de San Juan, estando la mies en el campo que se mece y persigue incansable al formar los tallos coronados de espigas olas empujadas por el viento solano.
Viento que al llegar aquí, patio de deslunado blanquecino y solitario, ha perdido su sabor a sal pero viene perfumado de la fragancia del tomillo, del romero, del cantueso y la jara que coronan los montes que ha recorrido tras dejar atrás los páramos castellanos y morir al refrescarse en este lago que llamamos Mediterráneo.
Son estos instantes de evasión hacia el pasado los mejores que poseo mientras me encuentro aquí dentro, prisión para mi cuerpo que debe esperar que las horas pasen para escapar hacia la libertad del recuerdo, que atesorado quedó en mi mente de unos paisajes y momentos tan lejanos que su fecha no recuerdo.
Y un chillido de ave, más que un canto, ha caído desde lo alto rompiendo este momento de encanto.
Vuelven las paredes blanquecinas del deslunado a fijarse ante mis ojos como realidad nítida de que en los momentos anteriores he soñado.

27.- EL MANTO…

Cuando el día se cubre con el manto cuajado de estrellas de la noche, la mano misericordiosa del cansancio acaricia los ojos y baja los parpados para que la imaginación abra la caja de las ilusiones y estas levanten el vuelo como suspiros del alma que parten veloces a refugiarse, con sonrisa mimosa y enamorada, en el pecho de una rosa que vive en un jardín extranjero.
Estoy en silencio y "viendo", desde el techo de la casa, mi cuerpo sentado en una silla frente a un espejo que refleja las letras, los sueños, los anhelos y los sufrimientos.
Hace tiempo que las sonrisas del día desaparecieron por el horizonte lejano, dejando un recuerdo de canto de aves, sonidos varios y sueños con ojos despiertos.
Y cual niño quiero agarrarme a las faldas de una nube en el cielo y volar hacia la paz y el sosiego igual que lo hace el cisne del norte en el invierno, que busca el sol y reiniciar el ciclo de la vida siguiendo su destino y sus sueños.
Canta una campana en la noche mientras en su cara el único ojo del reloj recuerda la brevedad del tiempo y lo que debemos hacer antes de que el misericordioso sueño nos reciba en sus brazos, cubra la sabana nuestro cuerpo y, ya descansados, iniciemos un día mañana anhelando que los deseos no solo sean sueños, sino que Dios, amoroso y buenos, los haga realidad.
Pocos conocen la fuerza y la vida que una rosa de pequeño cuerpo puede proporcionar al peregrino de la noche que por el sendero de las estrellas camina deseando hacer realidad un sueño que tiene treinta y nueve años ya.

28.- CAMINAR…

Muchos son los que van en pos del dios de la vacuidad, que casi siempre consiste en beber con otros muchos, mientras al silencio matan con lo que solo es un ruido demencial al mismo tiempo que danzan.
Miran a los que del silencio gustan y aman la paz, como si fueran los apestados de una sociedad donde casi todo se hace para los que menos piensan y carecen de profundidad espiritual para comprender que la juventud es una enfermedad que se cura al cabo de poco tiempo y a más velocidad de la que pueden imaginar.
Son éstos que ahora escandalizan en la noche y matan la paz los que, tras ese acné juvenil, descubrirán la realidad de un mundo que estaba junto a ellos pero que se negaban a ver y aceptar.
Solo es cuestión de tiempo el comprobar que si bien es hermosa la escultura, más maravilloso es el proceso del que cogió el barro y movió sus manos con tenacidad, poniendo y quitando allí donde fue necesario hasta crear una realidad que siempre vió.
Pronto llega el tiempo de la realidad que nos hace comprender que es preferible soñar y luchar por conseguir que contemplar, solo, lo que otros desean mostrar

29.- SOÑAR…

Sueña el preso con la libertad y el ciego con la luz.
Sueña el enfermo con la salud y el sordo con oír.
Pero desde mi morada interior jamás pude soñar, ni logro comprender, que desde mas allá del mar alguien haya sido capaz de quitar la piedra y que empiece a manar, con la serenidad que da la vejez, el agua represada en un corazón que transformó el dolor en miel y las lágrimas de sal en perlas con las que adornar el negro manto de la soledad.
Y los brazos del cansancio rodean mis hombros al mismo tiempo que el canto del recuerdo trae hacia mi las caricias del mar en los años pasados en él.
Sueña el alma embrujada con la melodía, y la paz, que las olas sabían traer a aquel joven que subido en el barco de la ambición comenzó a navegar buscando en el cielo azul el cometa de sus sueños.
Se rompe el silencio y la ensoñación queda rota como el espejo que recibe la pedrada de un desprecio.
Y la realidad golpea sobre tu cara para hacerte ver que las estelas que marcabas en el mar te han hecho llegar, casi, a las playas de la ancianidad sin haber encontrado aún el sueño que te hizo escribir cuando empezaba tu juventud una carta destinada a una flor para que cuando tuvieras que partir siguiera percibiendo la fragancia de tu amor.
¡Cómo pasa el tiempo cuando sales de ti y te bañas en el agua de los recuerdos!
¡Qué desconcertante es la vida!
Porque, ¿cómo entender que una mano endurecida por la lucha y el dolor tenga la suavidad de la sonrisa y la fe?
A veces dudo de los designios del destino pero jamás de que existe Dios y que El escribe recto con renglones torcidos.


30.- PACIENCIA…

La paciencia no es lo más fuerte en aquellos que se sienten inseguros de si mismos y de sus convicciones.
La impaciencia y el desasosiego son las monedas que manejan todos aquellos que no saben con exactitud lo que quieren y carecen del valor suficiente para luchar por obtener lo que desean.
Son éstos los que imponen la locura de sus prisas y la manía de sus incertidumbres a la certeza que les circunda.

31.- LA FELICIDAD

La vida pone en nuestras manos  pétalos de amor para que los convirtamos en rosas de felicidad.
Buscamos la felicidad a nuestra medida, incluso le fabricamos en un entorno que es irreal aunque nos ilumina y conforta.
Las soñamos más que los vivimos… y, demasiadas veces, llevándola en nuestro pecho la sacamos fuera y la desfiguramos, creyendo que la embellecemos, con detalles y ambiente cuajado de superficialidad.
La felicidad es la intimidad con el amigo, la luz que ilumina nuestro hogar, la pasión compartida con quien nos ama; es el detalle tierno e inesperado, el beso, la caricia, la sonrisa y el mirar; es compartir en la tierra firme el cielo y el mar.
Y no hay que olvidar que la felicidad no significa eternidad ni su dureza es extrema, pues la pequeña y blanda gota de agua, en la realidad del devenir diario, es capaz de desgastar las más duras piedras.
Ni tampoco que puede ser un simple parpadeo, una luz que ilumina unos minutos cada cierto trecho al igual que es una red tupida.
Los sufrimientos, por el contrario, parecen besos eternos, luces que nunca se apagan y aguas que se estancan, se adueñan de todo e incluso que jamás se secan.
Por eso te digo que si no se agota en ti la resistencia de tu voluntad, ni la fuerza de tus emociones y sentimientos, ni el afán por saber más y más, ni el hambre de aventuras, ni la frescura de los hondos manantiales de la vida, tú has conocido la felicidad.
Y si los golpes por las errores no rompen tu fe; si la indiferencia no cierra los ojos de tu corazón, ni el egoísmo y la avaricia cierran tus manos ni secan el pozo de tus sentimientos y llegas al final de tu camino con capacidad para la emoción, para el llanto, para el perdón, la ternura y de la plegaria que ilumina el alma, puedes estar segura de que has conocido la felicidad.
32.- ENSEÑAR…

El paisaje más hermoso que he contemplado es el que se divisa a través de los ojos limpios y confiados de un niño cuando se empapa de tus palabras y te retrata con la mirada.
Vemos en ellos los campos vírgenes de su cerebro que aguardan la llegada del verbo y el ejemplo para iniciar su ciclo espiritual allí donde acaba el nuestro.
Pero no olvidemos, cuando nos pongamos ante ellos, que será indeleble la huella que dejemos con nuestro ejemplo y lo suficiente grande como para tapar, para siempre, lo sembrado con el verbo.
Seguirán con sus ojos, diáfanos y serenos, el movimiento de los labios y el de cada uno de nuestros gestos para irlos almacenando en su cerebro como guardan los cromos de sus juegos.
Podremos sembrar cómo y cuanto queramos, porque solo nuestro corazón pondrá freno a lo que digamos y hagamos.
Les indicaremos cómo deben comenzar a andar por sus campos, cuándo y cómo es conveniente roturarlos, qué semillas son las mejores y cuales son los mejores arados.
Y cogidos de nuestras manos empezarán el camino que se inicia en sus campos y finaliza al alcanzar, ya cuajados sus corazones, en el límite del horizonte que los sentimientos nos han marcado.
Les daremos nuestros conocimientos y la mejor forma de usarlos, pero ahí nos detendremos aunque no queramos, porque los sentimientos, esos cimientos de la vida que sostienen y enriquecen nuestro intelecto, son solo los nuestros y jamás podrán ser los de ellos aunque se los diéramos.
Quedaremos parados, inermes y callados, cuando comiencen a iluminar los campos en los que sembramos cuando estaban vacíos como páramos.
Porque ellos han de encender la antorcha que les hemos dado, con el fuego sagrado que Dios le dio al dotarlos de sentimientos, para que puedan iniciarse y transportarla, con el paso de los años, hasta el límite de sus campos y allí hacer con otros lo mismo que hicimos con ellos al enseñarles que valen menos miles de palabras que un pequeño ejemplo.

33.- CREPUSCULO…

El crepúsculo vespertino, por hermoso, no es más que el retrato final de la vida de un día.
La solanera del medio día no hará más que sazonar lo que está fructificado y crecido.
Solamente el despertar del día de la vida nos permitirá labrar y sembrar, o tallar y pulir, lo que queramos después recoger.
Si lo hacemos así, vendrá luego la solana del medio día y al llegar el crepúsculo tendremos el maravilloso cuadro de un recorrido que se inició con una simple idea y un gran acto de amor y fe: sembrar.

34.- LARGA NOCHE…

La noche es eterna para el que no duerme, pero también es luminosa y corta cuando el que no duerme dedica su mente a recorrer el camino ya transitado y a contemplar con placer y serenidad las imágenes que lo han ido decorando.
Mi camino es largo y cuajado de imágenes de todas clases: grandes y pequeñas, feas y hermosas, maravillosas y vergonzantes.
En él, como en los bosques, existen claros en los que no aparece otra cosa que la soledad como sol radiante y el deseo de tener un poco de sombra de ternura y compañía.
Y cuando ya crees que caminas por la llanura que conduce al final, aparece algo que germina, como lo hace la hierba tras recibir las gotas de la lluvia y las caricias de los rayos del sol, poco a poco frente a ti.
Lo miras con curiosidad porque te produce perplejidad que en un mundo tan vacío pueda brotar algo, aun indefinido, que indica que la vida existe aunque no lo llegaras a imaginar.
Y detienes tu paso para contemplar lo que está saliendo frente a ti con la sorpresa que tiene un niño, con la calma del que lo ha visto todo y el escepticismo que se alcanza con la vejez.
No das crédito a lo que ves, pero tu mente hace que los ojos dejen de mirar hacia ese final que prevés y se dediquen a contemplar el milagro que está creciendo frente a ti.
Y es una rosa cubierta de suaves pétalos que alegra los ojos, anima al alma y sacia tu afán de vivir más porque comienza a desear que sea ella la que engalane tu caminar.
Despierto a la realidad cuando suena un despertador llamando a la actividad de un día en que brillará el sol, las aves volarán y el viento desplazará las nubes por el cielo, mientras de mi pecho escapa un suspiro que eleva hacia el Eterno el anhelo de un hombre que se quiere marchitar al mismo tiempo que la rosa que encontró en su camino hacia el final.-

35.- EQUIVOCARSE…

Aceptar que nos equivocamos no es fácil.
Pensar y tener el valor de rectificar, es más difícil aún.
Volver a sembrar tras un grave error requiere mucha claridad mental y más valor aún, porque no debemos olvidar jamás que no volveremos a segar si no aceptamos, con realismo y humildad, que solo se puede cosechar tras comprobar en qué y por qué nos equivocamos, rectificar y volver a sembrar.
Una semilla en un granero solo hace compañía a las demás y ponerla en un altar no mejora la situación.
Es solo al sembrarla en la tierra, corriendo de nuevo el riesgo de errar, cuando comprobamos que Dios da siempre más de una oportunidad.
Ten fe, se paciente, riégala con tu amor, cuídala al brotar y volverás a cosechar.

36.- OTRA NOCHE MAS…

Una bocanada de aire húmedo entra por la entreabierta ventana en esta madrugada dominical mientras todos duermen y solo el ojo cuadrado del ordenador muestra un desfile de letras.
No se qué hora es porque hasta el tic-tic del reloj me molesta pero es que tampoco siento curiosidad porque aguardando un tiempo veré amanecer.
He estado un rato fuera de la realidad porque mi mente ha comenzado a caminar en pos de los recuerdos y reviviendo aquellos pasados en el mar con su humedad.
Y como en muchos momentos me ocurre, también ha regresado aquella noche en el puerto que sació por completo una página del alma llenándola con una maravillosa sensación.
Y son vivencias como esta las que traen el sol del cariño, aunque fueron breves horas, para  calentar estos momentos y otros muchos que vendrán en las noches de vigilia y dolorosa soledad.
Más, ¡ay de aquellos que ni esto tienen!
A veces en el silencio de la noche contengo el lamento que del alma pugna por salir a la garganta mientras llamo a los recuerdos, vestidos de hermosos sentimientos, para hacer grata la estancia en este lugar que me amarga.


37.- MAÑANA…

Abres  los ojos y solo el lejano ruido de los coches que pasan te acompaña mientras desplazas las ropas de la cama para encontrarte con el interrogante de un nuevo día.
Notas que el frío de la madrugada se abraza a tu cuerpo recorriendo la espalda, los brazos y la cara como una ráfaga de viento que a la noche arrastra hacia el poniente huyendo de la luz que de levante mana.
Te estremeces mientras buscas esa ropa flácida que sobre la silla aguarda que la tomes para dar el calor que los dedos de la noche te arrebata.
Y ya en alto miras hacia el cuadro indefinido de la ventana que tras un velo de vaho hurta tu cuerpo a la mirada de las estrellas de la noche y al lucero del alba que anuncia a los pastores que pronto deberán salir a los campos con sus manadas.
Esconde ese vaho la cara del día que se destapa cuajado de incertidumbres y dramas y hace de espejo opaco para aquellos que permanecen aletargados frente a la realidad porque no saben, por lo menos en esos momentos, ni como mirar la mañana.
Y mientras permanecen pegados a la ventana su propio aliento derrite la lámina de seda mojada diluyendo el aislamiento que hasta ese momento los tapaba.
Porque la cruel realidad de seguir viviendo hace llorar al cristal mostrando que al otro lado de la ventana esta empezando un nuevo día que prorroga hasta la eternidad la vida.

 38.- PIENSA…

Si piensas que después de morir todo sigue y que ahora saldas lo que antes no hiciste como debías, el luchar adquiere sentido frente a la adversidad que te rebaja y destroza los sueños que tu mente se forjó.
Caen los pétalos de las flores que soñabas pero permanecen los cálices fecundados por la adversidad haciendo crecer el fruto del deber cumplido en el estéril devenir diario, máxime cuando crees que solo eres algo en manos de un destino ciego, sin darte cuenta que eres tu, junto con el deber y la fe en ti mismo,  el forjador de ese destino.

39.- SABIDURIA …

A medida que pasan los años adquirimos conocimientos al mismo tiempo que quemamos en la hoguera del tiempo la vida.
Coleccionamos errores, fracasos,  enjugamos lagrimas que desgarran nuestra alma, sufrimos desengaños, tenemos momentos de dicha y todo lo que pasamos, malo o bueno, acrecienta nuestra sabiduría si somos capaces de mirarnos dentro y contemplar lo que los hechos ponen frente a nosotros durante el trayecto en que vivimos.
Pocos nos damos cuenta desde jóvenes que hay dos verdades frente al hombre que como pilares de bronce sostienen el mundo.
El pecado es uno de ellos, pero sabemos que sea este consciente o no, un acto de contrición sincero hará que nos postremos ante Dios y nos otorgará su perdón.
El otro es la falta, o error, que cometemos ante un hombre pues pronto descubrimos que con dificultad, si es que lo hace, aceptará  nuestra excusa ya que sabe que el daño causado no se puede rectificar ni recomponer lo destruido.
Por eso, cuando se ha comprendido bien estas dos cosas, se inicia el camino de la paz interior porque nada gratifica más el espíritu del hombre que dañó, o se equivocó, que saber que la próxima vez deberá fijarse mejor porque el lamentarse no hace volver atrás, rectificar el daño, oí el error y tener paz.
Asumirlo desde el principio es el comienzo de la aceptación de la realidad y de que vamos adquiriendo sabiduría.

40.- EL SILENCIO…

El silencio es más expresivo que muchas y grandes palabras.
Hablar y decir es más sencillo que callar y meditar.
Permanecer en silencio y hablar con una caricia, con una mirada, nos suele decir más que un torrente de frases destinadas a ilusionar y conquistar.
De ahí que los momentos más sublimes y sencillos sean los que se viven rindiéndose el corazón al rumoroso silencio que, como agua de manantial cantarín, otro corazón emite.
¡Qué pocos saben esta melodía divina oír!

41.- LA LUNA

Es una noche serena y la luna llena se refleja en el espejo de la playa.
Miro al río y te veo inquieta.
Y mis manos, insensatas, te arrojan piedras sobre la cara mientras camino pisando hierbas y arrancando los juncos de las orillas.
Aspiro goloso el perfume fragante de las azucenas que es más intenso cuando la luna está bonita en una noche serena.
Mientras ando, eternizando en cada paso mi tristeza, la brisa de la playa, con beso tierno, el llanto de mi alma seca.
Y en el cielo la estrella de mi destino, perdida en el reflejo de otras estrellas, chiquita y triste como mi alma, me parpadea.

42.- AMOR…

El mundo está convencido que el amor es un poco dar y el resto recibir, cuando la realidad es que el que ama da mucho pero renuncia a muchísimo más.
Amar es dar sin pedir pero sobre todo es renunciar a satisfacer lo que tu corazón necesita tener para vivir y respirar al mismo son que el de la persona que entregas tu amor.
Sabrás cuanto amas cuando tus ojos no sean capaces de abarcar el extenso campo cuajado de cosas a las que tendrás que renunciar.

43.- HACER…

El que hace no es egoísta en sus ideas, pues sabiendo que puede errar, actúa.
Más, muchas veces, miran más al que nada hace, escudándose en que no quiere dañar, como si su omisión fuera un premio o virtud, cuando lo que en realidad es el escaparate de un egoísta que ni desea competir ni concederse, así mismo ni a los demás, la posibilidad de ayudar.

44.- VALOR…

Valiente no es el que insensatamente se expone al peligro.
Tampoco aquel que se cree elegido por el destino para ser inmortal y héroe.
Valiente es quién rodeado por completo por el miedo y la soledad, hace frente a un dilema y elige luchar agrandando su boca para mayor cantidad de miedo tragar.
Cobarde es aquel a quien domina su miedo.
Valiente es el que lo valora, lo acepta y trátalo de dominar sabiendo que el peligro lo puede aniquilar.

45.- ENERO…

En esta noche de Enero, pura, fría, clara y dura, mi alma se eleva hacia las estrellas que quietas y brillantes en el cielo me invitan para que suba hasta ellas.
Dejo mi cuerpo tapado en la cama y mi mente, limpia y desnuda, recorre el trecho que nos separa llenándose de la hermosura de ese cielo infinito y mágico que me aguarda.
Corre presurosa a la cita y uniéndose a la tuya, prosiguen juntas nuestras almas su camino hacia la serenidad y la calma.
Y en ese lecho de luceros y ensueños, de realidades del alma, se aman hasta que los primeros rayos del sol sacan la luz de las entrañas de la noche, que con un suspiro final, agoniza y acaba.
Regresa el alma a ese cuerpo tapado que yace en la cama henchido de paz, amor y  sueños y, ya apagados los luceros, descansa.

46.- BUENOS DIAS…

Hace un rato que amaneció aunque la luz aun se muestra perezosa en iluminar la hermosura de los tonos verdes que los naranjos tienen en los huertos que hay tras la ventana enrejada de la cocina.
Con suavidad ascendente va adquiriendo el cielo el enrojecido que preludia, cual ánsar en su vuelo al norte, el advenimiento del día cuajado de sol que derrocha fuego y oro, cual traje de torero, para hacer sudar, para adormecer y ansiar que las dulces sombras de la tarde nos preparen para el refresco de una noche adornada con manto de terciopelo negro, orlado de brillantes gemas en forma de luceros, que tras contemplar un rato su hermosura nos haga añorar el sueño y con la misma dulzura con la que una mano de madre que acaricia el rostro de su hijo, cerremos por unas horas los ojos y nos venza el sueño.
Son en estos momentos de silencio cuando quito la piedra de lo cotidiano y abro el manantial de los sentimientos que en forma de palabras manan  para regar esos campos, que no veo, del espíritu y el recogimiento.
Cierro mis ojos, rezo muy quedo agradeciendo al que me ha hecho todo lo bueno que ha puesto para deleite de mis ojos en forma de paisajes y cielos, para mis oídos en forma de cantos y para mi alma en los diversos tonos y grandeza de los silencios.
Inicio un día lleno de interrogantes, cuajado de misterios y pleno de detalles que deseo fijar como se fijan las fotos para otros ojos distintos a los nuestros que vendrán luego y ya los nuestros cerrados inicien por los espacios infinitos el paseo en busca de nuevas vidas, nuevos sentimientos y nuevos sucesos.
Compruebo que solo somos peregrinos de las estrellas recorriendo un camino siempre igual pero cada día nuevo.

47.- UNA TARDE…

Camina la tarde despacio hacia el ocaso mientras el sol derrama sus dorados rayos sobre la caliente tierra que soporta estoica el paso de los que sobre ella andamos.
Aquí, frente a una ventana, un hombre que mira hacia el futuro con la frialdad que da el saber que se recorre el ultimo tramo del camino; con la serenidad que da el haber sufrido y la aceptación de que nada puedes hacer porque Dios escribió su destino y a él solo le queda el cumplirlo.
Van cayendo las horas como cae la hoja en el otoño para alfombrar el día con el tiempo que pasa cuando la realidad es que el tiempo es el reloj y nosotros los que vamos cayendo minuto a minuto, hora a hora y un día tras otro hasta consumir ese lapso que media entre cuando nacemos y nos extinguimos.
Y a medida que se cumplen tus años, vas comprobando que a lo más que has llegado  sido a aprender algunas lecciones, la mayoría llorando, para hacerte más sabio.
Porque la verdad es que solo es sabio aquel que de sus llantos aprende y de sus conocimientos da a todos aquellos que van a empezar.
Pero una mañana, sin darse cuenta, descubrirá que la nieve cubre su pelo, las arrugas su cuerpo y que está a un paso de pasar al más allá.
Muchos tienen miedo a algo tan simple como es que la muerte es el precio a pagar por vivir y, muchas veces pienso, que sienten miedo porque han dilapidado sus caudales y no han vivido.
Ante ese trance, ante ese misterio, siento respeto pero también una inmensa curiosidad.

48.- VOLUNTAD…

Solo la voluntad tiene fuerza suficiente para conseguir que el cuerpo, tras una noche de insomnio, despegue del lecho el torso y poniendo los pies en  el fresco suelo inicie el vuelo hacia las luces que lo llaman sin la elegancia y seguridad que tienen las aves para remontar el vuelo.
Se abrazan el cansancio con el sueño, la desgana con el cabreo porque los ojos, como cierres rotos en los comercios, han permanecido abiertos en la calle de los sueños a la espera de un cerrajero  que los bajara de nuevo para caer seguros y serenos en los brazos de Morfeo.
Y miro mi rostro en el espejo antes de que el agua lave los surcos que en el cuerpo deja el paso del tiempo, ese que es breve para el que goza, pero eterno para el que gime aplastado por el sufrimiento.
Los ruidos de la calle, como lejanos truenos retumbando en el horizonte lejano, anuncian la llegada del trabajo, ese que como castigo puso Dios a los que no respetaron lo que les pidió.
Acaba la muerte pequeña que corona la cima de las horas que en forma de día se amontonan para llegar a la noche engalanada con la luna que juega siempre cambiando su cara mientras nos regala un calidoscopio de visiones en forma de luceros que a las estrellas acompañan.
Ha terminado la oscuridad, ha acabado la noche más no la magia que significa mirar hacia el horizonte y descubrir que vienen los interrogantes, las dudas, los esfuerzos y las desilusiones pero también las promesas cumplidas y el aroma de las flores  que la realidad nos regala.
Levántate y anda, porque el ayer ha muerto y tu hoy avanza.
49.- MIRA…

Frente a esta ventana y ante mis ojos abiertos al sol de la tarde, el majestuoso cerro, en todos sus tonos grises con que lo engalana el invierno, parece llegar al cielo
Y sin ningún esfuerzo entro en una abstracción  que por momentos hace desaparecer todo lo externo reduciendo el mundo y sus lamentos a la nada más completa.
Solo en ese pozo negro y sin fondo que son mis adentros reina la luz y existe la vida, que, al abrazarse, crean los sentimientos, esos que llenando el pozo manarán para empapar el universo.
Aquellos que han aguardado siglos, incluso milenios, vienen veloces mi encuentro para llenar estos momentos y hacerme partícipe de ese misterio que es todo lo que el destino tiene guardado para nosotros en cada nacimiento.
Doy rienda suelta a mi amor, a mi espíritu que, ya libres, crean dentro del alma fantásticos ensueños e ilusiones.
“Ella era seria y sincera y habia nacido…”
“No me importa donde naciera ni quien la habia parido…”
Lo importante era  amarla aun sabiendo que era casada y nuestro amor un imposible sueño…
Era mi reina, mi diosa y la adoraba.
Se que me amaba con la serenidad de sus años y la sabiduría que da el comprender que nuestro amor era un regalo que el cielo nos daba frente a una realidad tan cruel como era vivir la soledad en compañía.
Vivimos con la intensidad de lo breve, aunque imperecedero, porque frente a nosotros está la puerta por la que huye el tiempo y comienza el sendero de la Ausencia.
Temblamos de emoción y felicidad cuando nuestros labios se unían y las manos se acariciaban tratando de retener el tiempo sabiendo que el instante de morir los sueños se acercaba.
Y las horas, aun a pesar de las ansias por pararlas, corrían hasta conseguir que el tiempo, que en la Ausencia es eterno, fuera breve como un parpadeo.
Ella me miraba con  aquellos lagos de esmeralda que formaban sus ojos muy seria y en silencio.
Mis brazos la rodeaban como a un niño pequeño, mientras nuestras caras unidas miraban al cielo en busca de una estrella donde se pudiera estar sin miedo y con sosiego.
Pero dentro, muy escondido en nuestro pecho, anidaba el  miedo que sabe que esa misma felicidad es la que mata el tiempo de tenernos.
Soñábamos y deseábamos ver como cierto el nacimiento de un hijo que matará la Ausencia y matará a la Muerte, al hacernos eternos.
“¡Cuando venga un hijo nacerá una estrella…!
“Cuando nazca un hijo morirá la Muerte y matará a la Ausencia…”
Despiertan mis ojos y compruebo que la noche está cerca.
Dios mío, ¡que maravillosos sueños y recuerdos!
Vivo de nuevo en mi mundo de soledad y espera mientras mi interior, mi alma plena… se aleja.

51.- DESTINO…

Casi siempre miro en mi interior y plasmo lo que siento o veo tras pasarlo por el crisol del alma y el pulido de la mente.
Es lo que veo, es lo que sufro, es lo que anhelo, es la soledad en la que vivo, es en lo que creo, es, en suma, la aceptación de lo que tengo.
Y siempre procuro plasmarlo en pocas palabras y menos líneas posibles.
A veces estoy leyendo en Internet y viene a mi mente la inspiración, igual que nacen las ideas, igual que mana el agua de la tierra y lo escribo sobre cualquier cosa, una carta de tarot si estoy consultando, un sobre viejo y ajado, una factura y, pocas veces, en mi propia mano si estoy por el campo andando.
Luego los retoco, les pongo un poco de dulzura aunque sea amargo lo que dicen, otras veces cambio las palabras para que no arañen al leerlo y siempre, siempre trato de dejar todo lo que hago hermoso, sencillo y con un toque de esperanza.
Trato de enseñar, aunque no siempre lo consigo.
Hoy estaba escribiendo lo que sentía mi alma tras comprobar que quien decía que me amaba solo me miraba como casi lo que soy, un viejo y un instrumento que asegurara su sustento y su futuro.
Eso si, muy bien envuelto en papel de regalo y presentado como si fuera uno quien hubiera roto el cuadro.
Se olvidan que sabe más el diablo por viejo que por diablo, al que el paso de los años también ha hecho viejo.
Y me ha hecho sangre en el alma, porque cuando uno se va haciendo viejo busca el abrigo del cariño que le ayude a soportar el frío de saber que camina hacia lo eterno.
Por eso he escrito lo que ahora lees aunque no sepa si alguna vez será leído.
No me duele el desengaño, me duele el desprecio que ha tenido una mujer hacia un noble sentimiento.
Y mas, porque jamás le he engañado diciendo desde el primer momento cómo estoy y hasta donde se que llego como hombre tras lo sufrido en mi cuerpo.
Tal vez mi destino era conocer un poco más de la vida para tratar de plasmar en un escrito lo que se siente cuando te han herido.
52.- EL FUEGO...

Hace ya un rato que todos duermen tras la jornada que ha sido larga y dura.
Algunos  roncan, mientras otros duermen en silencio.
Cuerpos cansados y macilentos que permanecen quietos en el suelo alrededor del fuego mientras sus sueños se elevan sobre ellos.
Los miro y grabo en mi mente la visión de este momento para, más adelante, ponerlo por escrito.
Solo estamos dos despiertos, uno en los blindados y yo junto al fuego en estos momentos mágicos y silenciosos en que la noche, con su manto, nos tapa a todos.
Hace frío y mis manos se adelantan hacia los genios inquietos y bailarines que en forma de llama componen el fuego.
Y como árbol seco que reposa entre mis piernas, el arma de fuego que nos protege en el peligro y, también, a otros hombres mata.
Duermen, más o menos serenos, porque confían que en caso de peligro seremos los más rápidos disparando y  yo apagando el fuego.
Solo se oye el viento que susurra entre las piedras disgregadas por el frío y el paso del tiempo y, muy lejano, el aullido de un zorro que llama mientras recorre el pedregoso terreno delimitando su espacio.
Y es ese viento, seco y frío, la fuerza que mueve los dedos del fuego en la danza que sobre las secas ramas se realiza.
Miro mis manos y en ella salta y juguetea el fuego entre las costras de sangre seca que unas piedras afiladas me han hecho mientras a rastras me acercaba para mirar si, cerca de aquella charca, habían hombres emboscado esperando nuestra llegada tras un día de fuego derretido en el cielo y una sed que nos devoraba.
Pero estábamos solos y en el barro tierno, luego las vimos, se veían las pisadas de gacelas saharianas y algunas parecidas a las de los perros que me indicaban que el agua no estaba envenenada.
No tengo mucho sueño, pero estoy cansado y por unos instantes reclino la cabeza sobre mi hombro mientras cierro los ojos pensando en aquella mujer a la que adoro que me aguarda en España.
Son los momentos en que el alma se relaja y pasas de un soldado armado a ser un simple hombre que controla como puede su miedo; que conoce el sabor agrio del peligro; que su nariz se ha llenado del olor dulzon de la muerte y entre cuyos brazos ha muerto un hombre  a su madre llamando.
Que conoce el significado de estar solo entre tanta gente y como duele el alma cuando mandas a hombres hacia la muerte.
Un ruido llama mi atención, y no es el de las piedras que se rompen en la madrugada cuando el calor de su interior es superior al frío que la noche da a su cara, sino el de algún animal no muy cercano.
Las noches en el desierto agudizan el oído e identificas si lo que oyes son pasos de dos patas o de cuatro.
El viento, esa mano helada que acaricia la noche tras pasar por las dunas lejanas que abrasan y ciegan de día mueven las breves llamas.
Elevo los ojos al cielo y el manto de la noche cuajado de estrellas graba sobre mi mente lo que contemplo y siento para que, si sobrevivo a esta locura que es la guerra, plasme en un blanco lienzo de papel, todos los sentimientos que una noche en el desierto sahariano ha puesto.
Vuelvo de ese breve ensueño, y descanso del alma, para contemplar el círculo de piedras puestos para contener el fuego y no ser vistos desde una cierta distancia.
Solo puede delatarnos el humo, pero esta noche, mágica y silenciosa, hace que el viento sople del desierto, seco y ya frío, en busca de la dulzura del agua del mar que al oeste aguarda que regresemos.
Arden las ramas con pereza dejando escapar lastimeros quejidos mientras el fuego pinta de rojo las piedras dando la sensación que es sangre la que se desliza sobre ellas.
Y las llamas, retorciéndose, asemejan bailarines que danzan de forma extraña haciéndome pensar que son genios, o almas alucinadas, que se bañan en una orgía de sangre y fuego en esta hoguera, que asemeja un circo romano, caminando hacia la muerte mientras distrae a la plebe que la mira.
No veo mi rostro, pero lo se bañado por los reflejos de las llamas bailando esa danza misteriosa y maléfica que preludia la muerte de la leña y la llegada de la mañana que desde el lejano oriente avanza.
Cierro por un instante los ojos tratando de que la fascinación del fuego acabe pero al abrirlos compruebo que la danza continua y los bailarines se siguen retorciendo mientras los oscuros se mezclan con los oros y los rojos con los negros para dar al decorado más fuerza, mas sinrazón y más misterio.
Y un crujido, como si fuera un alarido, surca el silencio haciendo que mi cuerpo de un respingo como hace cuando se escucha un disparo.
Pero vuelve el silencio dejando la duda en mi pensamiento si aquel ruido fue una risa del fuego o un lamento.
Una extraña llama, de azul intenso, comienza una danza donde se retuerce con ganas elevándose sobre el leño que la sostiene para dar ensoñación y placer a mis ojos, ya cansados y llorosos por el humo que los troncos emiten mientras se consumen.
Se que estoy despierto, pero al parpadear mas lentamente de lo que acostumbro, noto como arena dejada en la playa de mis ojos por el mar de las horas pasadas desde que me levante del suelo en donde nos alcanza el sueño tras las horas de angustia y miedo para sumergirnos en esos brazos de Morfeo que nos alejan, por unas horas, de este infierno.
Saltan otras llamas azules al escenario donde la primera agoniza dejando paso a lenguas de oro viejo que arrancan de las ramas gemidos o lamentos mientras las chispas saltan al aire cual fuegos de artificio en la plaza de cualquier pueblo.
No se cuando tiempo miro obsesionado ese fuego, ignoro que es lo que venia a mi mente como recuerdos, pero si veo que el negro de las botas que llevo se hace mas intenso, que el calor del fuego disminuye y una extraña sensación de peligro y miedo se desliza por mis venas subiendo por las piernas hasta llegar al cerebro.
Desde niño he tenido ese instinto animal que me anuncia con tiempo que algo fuera de lo normal esta viniendo a mi encuentro sin poder especificar qué es, cómo va a llegar ni si sabré vencerlo.
Como si me hubiera echado agua helada sobre el cuerpo, giro en silencio el cuerpo y no oigo nada que no sea el susurro del viento agonizando en el desierto a medida que el calor del día se eleva al cielo mientras las piedras estallan como disparos en los pequeños cerros.
Pero son demasiados años de percibir esa sensación y tengo tanto miedo en aquellos momentos, que aun a pesar de que nada oigo ni nada veo, dejo de utilizar el cerebro para ponerme en manos de mi instinto que me dice muy rápido que eche agua sobre el fuego, despierte a los hombres que duermen y les diga que “algo” se acerca aunque no sepa identificarlo.
Un humo blanco sale de la hoguera mientras el chisporroteo final de las brasas es el grito de que están muriendo.
Mando callar y nos parapetamos en las rocas que conforman aquel pequeño otero que como atalaya escogimos cuando la agonía del día anterior aumentaba y la noche venia desde el cercano desierto.
Los dos blindados cubren nuestros flancos con sendos hombres dentro con el arma preparada  para hacer fuego.
Se podía cortar el silencio y, aunque no les veía las caras a ninguno de ellos, estaba seguro que todos teníamos miedo y estábamos sudando aun a pesar del aire tan gélido.
¿Cuanto duró la espera?
No lo he sabido nunca, pero serian minutos que nos parecieron siglos porque la tensión dilata el tiempo en la misma medida que lo hace el miedo.
Y de lo lejos, apenas audible, llegó un ronroneo de motor confirmando que mi instinto habia captado "algo" que alguien de aquel otro vehiculo iba pensando.
Y se fue haciendo más fuerte el ruido y los chirridos metálicos de las cadenas que lo propulsaban.
La emisora seguía en silencio
Se palpaba el miedo.
Y quien estaba a mi lado, de pronto, dijo que “ese ruido” solo podía ser un Reo con orugas en el tren trasero.
Escuché un poco y cuando trataba de identificar el ruido, de la emisora del blindado brotó una voz que decía a gritos: "¿donde estáis, cabrones, que no os encontramos?"
¡Eran los nuestros y venían a  relevarnos!
Empezamos a hablar entre nosotros mientras encendíamos los faros de los blindados para que nos vieran y casi todos dijeron que estaban sudando aunque el aire del desierto estaba próximo a los cero grados.
Eso es lo que produce el miedo aunque todo esté gélido.


53.- PLAYA...

Es una noche magnifica y estrellada en que el mar ha contenido su aliento y la brisa no canta.
Hace calor incluso junto a la orilla, en donde las olas susurran cadenciosas mientras acarician perezosas la arena cual amante amorosa y entregada.
Riela el mar con miles de reflejos que como luciérnagas en la noche africana hacen un embrujo de este suave silencio.
Y aparecen por la orilla dos sombras caminando sobre la tenue capa de agua que el beso del mar sobre la orilla deja.
No se aman, solo disimulan.
Igual que el viento siempre preludia a las nubes, un halo misterioso va delante diciendo en el silencio, a quien a sus ojos pone sentimientos, que el sexo, o el hastío, es el carro en donde van subidos.
Y recuerdo el pasado.
Caminábamos cogidos de la mano y cuando no estábamos juntos, nuestras almas se abrazaban.
Y al hacerlo nuestros cuerpos, la dicha pasaba a ser inigualable, porque en esos instantes el alma y el cuerpo era una sola parte.
Siento pena al verles caminar con esa indiferencia solo acompañados por su soledad en compañía.
Se oyen sus palabras pero ignoran la belleza que hay a su alrededor y por encima de ellos.
Se lo que piensan y me percato de su vacío.
Llegarán a la oscuridad y con instinto animal unirán durante un breve tiempo sus cuerpos.
No habrá amor, ni felicidad ni goce espiritual.
Solo un deseo satisfecho que no dejará mas huella que el hueco de la arena al recibir sus cuerpos.
Dios mío, con todo lo hermoso que nos rodea y que haya tanto ciego...

54.- DE  GALA...

...Se ha puesto el cielo en esta noche serena y calma.
Esmeraldas, amatistas, diamantes, oro y plata lucen para nuestros ojos engarzados en el negro terciopelo de esa capa.
¡Que maravillosa sensación se siente cuando se ama! ¡Que melancolía tan grande cuando lo amado no te acompaña!
La penitencia va cogida al cuello del pecado que cometemos robándonos mucho del tesoro que tenemos.
Y aguardo en el silencio misterioso de la noche en el que cualquier susurro del viento me hace sentir la impresión de que lo tan deseado ha llegado.
La espera se hace eterna mientras la noche acrecienta su hermosura alumbrada por la luna que coronando las montañas inicia su andadura.
Pero solo son los latidos de mi corazón los que oigo mientras aguardo.
Se dispara mi mente acompañada de mi alma que rememora los besos en tus labios, las caricias de tus manos, el ensueño dulce de tu cuerpo.
Sueño despierto mientras que aguardo que suceda un milagro que te traiga a mi lado.
Pero despierto y solo veo que la luna se ha levantado sobre el cielo apagando con su luz toda la hermosura que presidía este ensueño...

55.- DE MADRUGADA…

Son las 4.30 y se ha terminado el dormir así como el misterio de la noche con su magia, con los sueños y con el descanso que se busca cuando nos acostamos.
Ya no se por qué no puedo dormir últimamente salvo que acepte que es el alma alterada la que aleja el descanso que el cuerpo reclama.
Esta, como cientos de las pasadas, es una noche en que los ojos se cierran con rapidez pero que con la misma velocidad se abren a las dos o tres horas para que mis ojos, abiertos como ventanas, inicien su peregrinar por el invisible techo de la habitación donde me acuesto.
Y mientras los ojos sin ver caminan, mi mente galopa desbocada entre recuerdos y pensamientos, ideas y sueños sin que sea capaz de fijarla en alguno de los recovecos de ese camino por el que cabalga.
Salta de una cosa a otra; de una banal a otra complicada; del presente más inmediato al pasado más lejano, de un deseo al sueño nunca alcanzado.
Miro hacia el más allá tras la vida, repaso mis creencias y las experiencias adquiridas leyendo sobre lo que creen los demás.
Todo es un conjunto de inquietudes que como gotas de lluvia, tras golpear sobre el cristal de la ventana, se deslizan raudas hacia el vierteaguas.
Algunas dudas tienen respuesta, otras, las más profundas, continúan sumergidas en el misterio que las envuelve, dejando en mi mente el sabor de la incertidumbre de si tendrán respuesta en esta vida o habrá que aguardar a que la otra llegue para entender lo que sucede.
Y un ruido breve y cotidiano, que en las horas de luz ni se oiría, rasga el silencio como lo haría un cuchillo cortando una tela.
Miro tratando de saber quien ha sido el  asesino de la paz en la que estaba, pero no lo encuentro escondido entre las sombras y embozado de nuevo en el silencio.
Dentro de la irrealidad que me rodea pienso que ha sido una idea que ha muerto gritando la verdad en un mundo en el que reina cualquier cosa menos la racionalidad y el pensamiento sereno.
Mi perro se mueve inquieto sobre su manta y a los pies de la cama los gatos dormitan mientras, tal vez, sus mentes recorran los caminos del pasado soñando cuando eran pequeños o con el mañana.
Y sentado frente a una pared empapelada hace años y hoy ajada, alumbrado por un soplo de luz en forma de lámpara, escribo en esta madrugada en la que mi mente se pregunta si existirá para mi un mañana y en la que recurro a los recuerdos para obtener el calor que me ayude a seguir aun a pesar de saber que aquellos momentos ya no han de volver.
Se desliza el tiempo bajo mi mano a medida que escribo y me acerca a la cotidiana batalla de sobrevivir en la que debo acudir, y acudiré, a realizar un trabajo que no me agrada.
Y mientras ese momento, ya muy cerca, llega noto como el frío aprieta con fuerza mi cuerpo semi desnudo solo cubierto por una camisa de manga larga.
Son muchos los momentos en que me pregunto si llegaré a tiempo de plasmar todo lo que mi alma guarda, pero no tengo respuesta para esto y, en demasiadas ocasiones, para nada.

56.- YA ACORTAN LOS DIAS…

Hoy acaba Géminis y empieza Cáncer sin que se noten aun los minutos de luminosidad que huyen hacia poniente persiguiendo un sol que irá disminuyendo su generosidad en darnos luz hasta que llegue Santo Tomás dentro de seis meses.
El verano, recién nacido, ya ha hecho envejecer al año más de la mitad de su trayecto, anunciando con sus calores que lo que parece plenitud solo es el inicio del final.
Porque son tan suaves y pequeños los cortes que cada día da al pasar que los consideramos como caricias, cuando son en realidad la poda, hoja a hoja, de las que el árbol de la vida necesita para respirar.
Pasan los días, como van cayendo las hojas de los árboles, sin darnos cuenta y en un instante, impensado y no presentido, vemos las ramas desnudas y nuestra vida hacia el final caminando.
Y, sorprendidos e irritados ante la realidad que nos rodea, descubrimos que ya ha comenzado el crepúsculo de nuestro discurrir, aquel del que siempre pensamos que estábamos excluidos y solo eras para otros.
Porque no podemos variar a voluntad este camino porque somos un conjunto programado para avanzar y jamás para retroceder.
Hacer que la mente descubra la verdad de que hemos consumido nuestro mejor patrimonio en mas de su mitad, es un trabajo que el cincel de los días, golpeado por el mazo que el más allá puso en las manos del destino, va perfilando hasta conformar la escultura que es nuestra vida y lo que hemos sido.
Las canas ayudan a comprender que lo mejor es aceptar con serenidad que esta realidad es el camino por el que hemos de pasar antes de alcanzar el final.
Siempre veremos que alguien nos adelanta por ese camino corriendo desaforado y con miedo porque descubre que la vida se acaba y quiere recuperar el tiempo malgastado convencido de poder volver atrás.
Mira pues la vida con calma y deja de malgastar en esprint, suicida y estéril, las riquezas atesoradas en tu carrera al vivir, pues pensando en que se va a terminar podrás dosificar tus energías mentales para llegar, con toda grandeza, al final.
Serena tu espíritu y verás que puedes gozar de la vida de una forma nueva y mejor.

 57.- MI PUEBLO…

Regreso de visitar los lugares que me vieron nacer y donde aguardan la muerte los familiares que me precedieron y comienzo a escribir de nuevo en busca de serenidad que ayude a alejar la soledad que me rodea y aporte un poco de luz a mi espíritu que carece de sosiego y paz.
Se cubren ya los árboles de amarillas hojas que irán cayendo sobre el suelo marrón y seco para formar una alfombra de dorados copos sobre la que se depositará más adelante el blanco sudario de la nieve que enseñoreará los campos.
Son también los primeros pasos de esa muerte que se anuncia en los que me precedieron a los que el paso del tiempo en sus caras ha tallado los surcos del sufrimiento, los valles por los que corrieron las lagrimas y ahora son los lechos secos en donde enseñorea la aceptación y la grandeza de aceptar que se acerca el momento de pagar por haber vivido.
Siempre que voy a donde he nacido salen los primeros, como centinelas verdes y erguidos, los cipreses del campo del silencio y los recuerdos donde duermen, desde el principio y hasta el final de los tiempos, los huesos de los que me precedieron entre los que se encuentran los que me dieron su vida y me quisieron.
Son los mismos cipreses que a no tardar mucho tiempo velarán impávidos el sueño eterno de estos familiares que de verles vengo.
Paso dos veces, cuando llego y cuando regreso, pero no entro y no por miedo, sino porque donde reposan los muertos no se debe ir corriendo, sino con tiempo, con paz y sin nada que oculte los sentimientos.
Volveré algún día, porque no quiero salir de este mundo sin hacerles llegar una vez más mi agradecimiento por todo lo que les debo.
Y se que cuando llegue ese momento habrá más de los míos, de los que conozco y acompañados por los recuerdos maravillosos de cuando era niño.
Porque después de ellos, son las columnas de humo espeso las que veo haciendo llegar a mi mente los olores de la leña, las comidas, las charlas y los sueños destapados en aquella cadiera donde nos sentaban mis abuelos.
No puedo, cuando regreso, quitar de mi mente los ánimos, las ilusiones y los sueños que como la madera en los fogones se consume en el devenir cotidiano del hogar donde se quema la vida.
Al fondo, en la lejanía, como sintiendo vergüenza de la desnudez de sus piedras, la sierra de Guara tapa su creta con nubes grises y el resto de su falda con niebla blanca dando la sensación de que son las mismas galas que tiene la eternidad para cubrir a los hemos de morir.
Ha sido este volver a mi pueblo un regresar a la matriz donde me concibieron, un regresar al ayer para comprender lo que soy, el pro qué siento así y a donde debo volver.
Muchas, demasiadas veces, sueño con reposar allí, en el pedazo más insignificante del suelo donde aguardan los míos y que pueda soportar una piedra sencilla y rustica que diga simplemente “REGRESE”.
Y bajo ella mis cenizas abrazadas por la tierra que de niño pisé.
Pero temo que no haya nadie que allí me quiera llevar.

58.- UN DIA…

Se apaga un día cuajado de tensiones, contrariedades e incluso sandeces.
Las hay desde simples anécdotas sobre la majadería humana hasta la demostración de cómo desconoce la gente que me rodea lo que significa la vida y lo que ella lleva.
Juntas todas, han colmado un día.
Cuando llegan estas horas en las que la luna sortea las nubes tratando de ver qué es lo que hacen los que en ciudades viven y se sacia al contemplar esos campos solitarios que hasta hace poco eran cuadros clavados en la tierra iluminados por unos chorros de oro que han huido al intuir su llegada.
Y al abrir la cancela del patio, unos alegres ladridos me saludan desde casa, ese lugar frío y solitario donde duermo, sabedores de que es su amo el que entra aunque lo haga en silencio.
Abro la puerta y un mar de pelos negros y saltarines se lanza con fuerza hasta apretar sus patas contra mi pecho mientras intenta a la desesperada pasar su lengua áspera sobre mi cara.
Es el único que se alegra de mi llegada, porque mis gatos, retrepados en el sofá, abren sus azules ojos mientras en un largo bostezo muestran que sus dientes y colmillos son perfectos.
Pongo la correa al perro y bajamos en busca de su asueto, de un rato de carreras y de encuentros con otros perros que se huelen y persiguen,  mientras, más o menos, alegres, hablamos los amos.
A unos veo risueños, a otros cabizbajos y a todos mirando al de enfrente sin verlo.
Tal vez porque haya vivido tanto pienso que casi nadie se da cuenta de la hermosura de la vida en la que, también, hay dolor y llanto.
Que son muchos los necios que anclados en la inercia de la conveniencia consumen sus días sin mirar hacia delante y sin dar un paso para ver qué es lo que hay al otro lado de la puerta que esa misma conveniencia cierra.
Somos pocos los que nos damos cuenta a qué velocidad corre el tiempo empujado por el viento de los días que nos parecen los mismos hasta hacernos creer que son eternos.
Si se dieran cuenta que la vida es un soplo en el tiempo, atesorarían como locos los momentos hermosos, siempre pocos, que calientan el corazón y lo abrigan con buenos recuerdos.
Pero casi nadie mira de frente la realidad que tiene ni posee el valor suficiente para enfrentarse a ella y romper la imagen distorsionada que forma la mente a nuestra conveniencia.
Sucede que cuando se comienza a jugar, ya maduros, la partida de ajedrez entre la vida y la muerte, los valores que conforman la sociedad que nos rodea desaparecen y hacen que a algunos les ataque la prisa mientras que a otros, éstas, les desaparecen.
Caen como las hojas secas de los árboles muchas de las quimeras al mismo tiempo que salen raudas las realidades que abren los ojos de la mente a golpe de verdades, amargas casi siempre, para enseñarnos lo breve que es la vida y lo rápido de nuestro paso por el camino que nos conduce a la muerte.
No hablo mucho con la gente, pero me doy cuenta que consume su tiempo en discusiones estériles sobre con qué cazamos, si con galgos o con podencos mientras el conejo galopa hacia su madriguera.
Les miro y compruebo que aún no han descubierto que la brevedad del momento en que la dicha, el amor y la propia reafirmación de su ser llegan, es más corta de lo que imaginan.
Y  a medida que conozco más a la gente pienso que al nacer se les debería poner en el cuello una placa con una inscripción árabe que me tradujeron hace muchos años y que dice: “Goza de la vida porque es más tarde de lo que imaginas y no la malgastes”.
Descubrir esto cuando se ha destrozado la propia vida y se inicia el deslizamiento hacia la muerte no dice mucho de la estabilidad mental del que lo escribe, pero como quiera que esta sabiduría me llega casi al final de mis días, creo más prudente decirlo que callarme.
También tengo muchas dudas de que alguien tenga interés en leer y aprender cuando aún puede obtener el máximo goce al vivir y no despilfarrar el mejor don que el cielo le dio.
Es más seguro que cuando lleguen a mi edad y estén como yo ahora, lloren en su intimidad el no haber vivido y solo quemado sus días.
Aquí lo dejo escrito por si alguien lo necesita, porque nadie me enseñó esto: no fui tan afortunado.

59.- CAMINANDO…

Caminar por muchos sitios de España admira y al mismo tiempo sorprende que ya nadie conoce, porque desaparecieron de la memoria ancestral de esos pueblos, a los que fueron capaces de tapiar con muros de piedra suelta los montes y parameras sin otro afán que el preservar para ellos y los que les sucedieron las tierras que grano daban y, al mismo tiempo servían de corral para el ganado, que abonaba de forma natural esos campos mientras repelaba las mieses ya segadas.
Detenerse un instante para contemplar aquellas piedras que parecen  puestas al azar y que son, sin embargo, vestigios de una técnica depurada que, al principio, era ajena al lugar, es retroceder  dos milenios.
Se distingue que la construcción de los mismos ha visto distintos tiempos y constructores, no ya solo por el paso del tiempo, sino porque se notan con claridad que los basamentos sobre la tierra pelada son más perfectos que los que siguieron.
Los primeros hicieron obra tras realizar cálculos y los otros solo supieron repararlos cuando el paso del tiempo los vencía  o la barbarie del hombre los derribaba.
No tengo ninguna duda: los que empezaron eran ingenieros romanos que rotularon los campos para pagar a los legionarios tras su servicio y, de paso, asegurar su vigilancia y la intendencia para el resto de su ejército.
Los  que los arreglaron solo eran bárbaros que se aprovecharon de lo que encontraron.
Contemplar la tarde cayendo cansada entre los collares de piedras romas y milenarias que adornan esas parameras misteriosas y enigmáticas que conducen a Ávila, es una visión  que se agarra al alma con la misma fuerza que lo hacen los pinos en las montañas.
Y dentro de esos corrales de piedras talladas de grises granitos, milenarios de ilusiones y trabajos, mansos caballos, pacíficas vacas y orgullosos y sorprendidos terneros, negros y albos, pastan los ya ralos tallos de las mieses segadas que del verde en primavera han pasado dorado claro.
Camino por una carretera que descansa sobre antiguos caminos romanos enlosados que descienden desde las cumbres serranas de Gredos hacia los inmensos llanos toledanos en busca del fresco Alberche primero y, más adelante, del imperial Tajo.
Sin prisa llego junto a ese río, hilo de plata que se mueve silencioso y delgado, sombreado de chopos verdes y álamos que como centinelas vigilan las murallas pardas de Escalona, maravillosa antaño y hoy ruina silenciosa, cuyos fundamento hizo un desconocido romano y sobre los que, primero los godos y después los musulmanes, se elevaron los lienzos de un castillo inmenso en el que, más adelante, perdió su cabeza don Álvaro de Luna, victimas de intrigas y ambiciones.
Esos  lienzos son los recuerdos, fantasmas petrificados, de un pasado de hidalguía y buen trabajo de quienes supieron intuir que aquel era paso obligado para los que desde el lejano Duero bañarse querían en las frescas y claras aguas del Tajo.
Y llegado al llano, destacándose  en el aturquesado cielo sobre el cerro que lo sostiene, el castillo, más que castillo encanto, de Maqueda que me saluda y contempla orgulloso con sus murallas intactas, tras los asaltos del tiempo, cual guardián desde el pasado para aquellos que desde la inmortal Toledo siguen el camino que a Talavera lleva primero y luego a lugares de ensueño y milenios  como son Alcántara y Mérida, orgullo y placer para los que las hicieron y usaron  primero  y solemnidad para los que después las contemplamos.
Y casi se huele el Tajo mientras avanzo por entre los campos, otrora cubiertos de mies y ahora segados, en los que resalta el moreno claro de los muros de Barcience que destaca sobre los llanos.
Fortaleza señera e intacta que en las noches de luna clara se recrea mirando al cielo soñando con un pasado glorioso de adelantado frente a los árabes que nos conquistaron.
Hermosura engarzada en las noches de los llanos que nada tiene que envidiar a los luceros que, en lo alto del cielo, adornan la imperial corona que la ciñe y engalana: Toledo.

60.- ACUEDUCTO…

Aún está fresca en mi mente la imagen de los pilares de un acueducto romano que contemplé ayer tarde tendido entre dos cerros como queriendo acariciarlos con la punta de sus arcos.
Solo quedan unos cientos de sillares recortados en el paisaje al que dan el encanto que tiene todo lo sencillo, práctico y bien hecho realizado por aquellos que pensaron en ellos y en los que vendrían luego.
Estaba el cielo gris y apenas soplaba el viento, perfumado de recuerdos de hace dos milenios que inundaba nuestros pechos extraños mientras pisábamos el suelo seco, algunos con curiosidad, otros con admiración y recogimiento y los mas matando el silencio con sus palabras vacías sin  percatarse que estaban mirando el regalo que nos hizo un pueblo que pensó más en el después que en el momento.
Y la bruma, cual velo de plañideras en un duelo, cubría la desnudez, apenas moteada por unas matas, de los cerros que el acueducto, otrora entero, abrazaba trasladando sobre su espalda la sangre blanca de las aguas que a campos, bestias y hombres saciaban.
Todo estaba en silencio, pero el aire, impregnado de historia y recuerdos, nos hablaba amoroso de aquellos que tallaron sus piedras, de los que conformaron en madera sus arcos y de los que los revistieron, rematando todos ellos la idea de un genio que vio en su mente la forma del arco como solución para salvar los valles y los riachuelos.
Mirar los sillares, y a continuación cerrar los ojos, permite oír la respiración y los juramentos de aquellos guerreros que lo mismo daban la muerte que construían para la vida sin importar otra cosa que dejar para la posteridad lo que estuviera mejor hecho.
No todos somos capaces de tallar las piedras, diseñar acueductos o construir catedrales, pero si somos capaces de atesorar experiencias, tener más conocimientos y legarlos a todos aquellos que nos seguirán.
Me di cuenta de la brevedad de mi tiempo, de lo pobre de mis conocimientos y el poco cuidado que tengo en ordenar mis experiencias si, como deseo, las quiero legar a los que vengan detrás.
Pienso que si soy capaz de transmitir cuanto se; de enseñar a mirar y ver y que se debe aceptar que se encanece por vivir y errar, podré sentirme satisfecho y morir en paz.

61.- GUISANDO…

Muchas veces surge lo inesperado cuando más convencido estás que nada ha de suceder y la rutina es el camino.
Y sin embargo, cuando comienzo a caminar, lo hago atraído por el encanto que emana del cerro más lejano, de la montaña más alta y arrullado por el canto que viene desde el horizonte desconocido y sobre el que destaca, cuando la noche llega, la luna serena y clara que es el espejo donde se mira mi curiosidad innata y con quien comparto las horas más intimas y solitarias.
Y fue corriendo tras esos encantos cuando en un recodo del camino, casi tapado por unos madroños, veo una señal de tráfico con un nombre desde niño conocido pero nunca contemplado: Guisando.
Nombre que desgarra en mi mente la cortina del misterio con que la ignorancia tapa todo aquello que no comprende o encaja en sus planteamientos.
El cielo, mar de turquesa intenso, por el que navega el viento del invierno no acalla la llamada del pasado ni esconde el encanto del misterio de ese lugar que para otros hombres, hace mas de dos mil quinientos años, fue sacrosanto.
Ansioso y algo emocionado, me acerco a un muro de piedras grises talladas que son como un collar de piedras que ciñe el lugar buscado protegiendo, al mismo tiempo que le da intimidad y recato, aquellos verracos que soportan estoicos el calor, el frío y el desgaste de los años.
Mudos testigos de un pasado en que unos visionarios los encerraron para aislarlos en aquel lugar, aislado y solitario, guiados por unas creencias que ignoramos.
Una verja de hierro viejo, destartalada y rota, es la frontera que marca lo normal de lo extraordinario, ya que al traspasarla te das cuenta, entre sorprendido y perplejo, que entras en un lugar en el que señorea, lo mágico, el silencio, el misterio y lo sagrado.
Y frente a ti, grises, silenciosos y milenarios estas esa esas joyas del pasado a las que llamamos “Los toros de Guisando”.
Hundidos en una tierra dura y pelada por los miles de pasos que a su alrededor dan, y han dado, todos aquellos que los han visitado.
Majestuosos miran hacia poniente, por donde el sol salta las montañas cuajadas de árboles verdes, grandes y callados que, cuando el viento pasa, hacen con sus hojas aplausos a la maravilla que a sus pies tienen.
En silencio y sin moverte piensas que lo que tienes enfrente es un milagro que fue manando de esa tierra pelada y fuerte y que unas manos, ungidas de la fe más grande, fueron quitando y poniendo, acariciando y modelando aquel granito gris con el mismo amor que Dios tuvo al modelar el barro para hacer al primer hombre.
Amor petrificado el de aquellos hombres de los cuales todo los ignoramos salvo sus nombres, vetones guerreros y artesanos, de los que casi nada comprendemos y, sin embargo, admiramos.
Estas callado porque sabes que las palabras que de tu boca salgan son insuficientes para describir, al igual que tus ojos para contemplar todo de una sola vez, toda la armonía, belleza, serenidad y grandeza que a tu alma llega y empapa, desde el pasado más remoto.
Sigue el silencio planeando bajo el azul del cielo igual que lo hizo cuando los toros se hicieron, acariciando el paisaje, acompañando al caminante mientras lo envuelven los sentimientos que sacian su corazón.
¿Por qué los hicieron? ¿Cómo los tallaron? ¿Por qué se eligió ese lugar?
Y es entonces cuando el silencio se hace más espeso para arropar nuestros cuerpos mientras aguardamos a ver si la eternidad  responde y se rasga el velo del misterio.
¿Cuánto tiempo estas ahí mirando?
Y cuando con nostalgia y pena decides dejar de mirar y partir, descubres alejados, al otro lado de este recinto vallado, varias vacas con sus terneros y algunos toros negros que contemplan, plácidos y serenos, como fotografías a sus hermanos pétreos.
Me marcho y ahí ha quedado, como desde hace más de dos milenios, la representación en piedra de la religiosidad, el esfuerzo y el amor gritando a los cuatro vientos, para los que quieran escucharlo al venir a verlos, que solo los sentimientos son capaces de eternizar todo lo que siente el corazón humano.

62.- MIRARSE…

A medida que crece el brillo de las estrellas y en el negro cielo parpadean mientras se miran coquetas sobre la tierra, va decayendo el ánimo del hombre mientras se aproxima el momento de desnudar su cuerpo y preparase para la noche.
Son los instantes postreros de su ensueño cotidiano, del repaso, del juicio y la sentencia de lo del día realizado para condenarnos al asco o absolver para la esperanza de mañana.
Momento importante y trágico para los que se contemplan con valor y sinceridad en la solitaria habitación de su interior y comprueban cuanto más pudieron hacer y no hicieron, sin que las razones que para no hacer se dieron tengan ninguna validez.
Los hay que en su desesperanza se agarran al mañana de unas horas después haciendo el firme propósito de hacer entonces lo que no hizo hoy, olvidando en su ofuscación que mañana solo será mañana y no hoy y que hoy ya será ayer.
Ni el sol ocupará el mismo lugar en la galaxia ni el hombre, fisiológicamente, será el mismo de ayer.
Nadie debería olvidar que el tiempo de mañana solo nos permitirá hacer lo que hagamos mañana y jamás lo que debimos hacer ayer.
Cubre la noche con su mano el desasosiego que en el alma se forma al comprobar que no podemos hacer hoy lo de ayer ni seremos mañana los mismos que somos hoy.

63.- EL POR QUE DE LAS COSAS…

Cuando a mí alrededor suceden cosas irreparables, no necesariamente la muerte, a mi mente llega el interrogante que más veces la ocupa: por qué las cosas suceden así.
Y sigo sin comprender, también, que existan personas que separan lo material de lo inmaterial como si ambas cosas fueran distintas.
Años ha que descubrí que ambas cosas son dos manifestaciones distintas, entre infinitas más, de una realidad que todo conforma.
Es como querer separar el electrón de la electricidad, el átomo de la materia y la vida de un ser humano y la de la planta.
Muchos, y muchas veces, se han reído cuando he dicho que no existe diferencia en la base, sino distintas manifestaciones del mismo principio y que no lo perciben porque solo miran y, por comodidad o vagancia, se niegan a ver.
Se pueden llenar páginas y mas páginas enumerando las propiedades y aplicaciones de la electricidad e igual sobre cómo se formaron los mundos que se ven y están por descubrir y no digamos sobre la vida en sus manifestaciones más diversas y desconcertantes.
Pero, ¿existe alguien en el mundo, ya sea científico o religioso, que sepa decir  qué es la electricidad, la gravedad que nos mantiene erectos o los sentimientos?
¿Quién sabe lo que es el sueño, cómo explicar que la sangre se haga leche en un seno materno, qué son los pensamientos?
Todo lo tenemos junto a nosotros, pero no lo vemos ni existe nadie que conteste estos interrogantes aunque si legiones para describirnos sus manifestaciones.
¿Ve alguien la electricidad discurrir por los cables? ¿Se ve el amor o el odio siendo un mismo sentimiento pero de distinta dirección? ¿Es distinta el agua porque esté en hielo,  liquida o en vapor? ¿Quién sostiene sin causar risa que el feto es parte de la madre o por qué se nace de distinto sexo?
Un científico, tras ir desmenuzando las cosas infinidad de veces, nos dirá que lo primero es el átomo y antes que el está el protón y el electrón, lo que resumido de una forma sencilla y racional, es que todo es electricidad.
Un religioso lo resumirá todo al decir que es la creación de Dios el que, en su inmenso amor, hizo los cielos y la tierra, donde estamos, y todo lo demás del espacio sideral y hasta lo que desconocemos.
Y si lo apuramos más, todo lo resumirá en cuatro letras: Dios.
Más llegados aquí no tengo otra solución que preguntar a quien me quiera escuchar: ¿qué es la electricidad o qué es Dios y por qué todo esto es así?
No espero encontrar respuesta a los interrogantes que me planteo porque, según lo veo, no la hay ya que la pregunta es parte de la respuesta y ambas son un círculo sin fin.
Así veo el ahora vivir, el más adelante morir y, al cabo de un tiempo imposible de delimitar, resucitar para de nuevo vivir.
¿En que me baso para decir esto?
Tras no hallar respuestas comencé por aceptar esta “intuida” realidad y eso me ha proporcionado una profundidad de visión suficiente como para cambiar el concepto que de la vida tenia y actuar a partir de ese momento guiado por un principio de equidad y justicia de los que carecía, que han traído al alma, tan atormentada como tenía, una sensación de paz y serenidad desconocidas más algo indefinido que fluye, como el agua  en la montaña cuando se derrite la nieve, y fertiliza mi mente para ser tenaz y continuar, incluso, cuando mis fuerzas flaquean.
Y mirando hacia atrás he podido comprobar que mi vida ha seguido, y sigue en la actualidad, una camino trazado con una normas muy claras desde no se dónde ni por quién que, gustosamente o no, han sido obedecidas.
Porque cuantas veces he intentado, consciente o no, apartarme de ese camino trazado esa voluntad directora, que todo lo planificó, me ha reintegrado, de ganas o por la fuerza, en la dirección de la meta señalada y por mi desconocida.
Y esta realidad, esa desconocida voluntad directora, esa fuerza misteriosa, es la que dice a mi mente que lo importante es hacer, porque no se espera de ésta amalgama que forma mi ser que todo lo que haga sea lo mejor a hacer.
Solo tengo claro que cuando llegue el momento de hacer haré y que cuando muera solo mi cuerpo desaparecerá, quedando en un lugar que no se, esa fuerza vital y misteriosa a la espera de volver a reintegrarse en otro ser, hombre o mujer, eso no lo se, para iniciar una nueva vida física.
Con esta certeza a mi alrededor no amargo mi vida ni me obsesiono tratando de enderezar los errores cometidos en un pasado que soy incapaz de hacer retroceder, además de consumir en vano las energías que necesito para hacer lo que me queda por realizar hasta el final de mis días lo mejor que se y de la forma más amplia.
Hacer, hacer y siempre hacer aunque al actuar me pueda equivocar porque se que, en un mañana aún por definir, volveré a tener la oportunidad de rectificar, como mejor sepa, los errores que en este actual vivir cometí para, ese es nuevo vivir, volver a cometer otros errores y así una vez y otras vez más hasta alcanzar, tras la purificación espiritual, la integración con esa eternidad que me formó y puso ahora aquí.

64.- SABIO…

Ser sabio no consiste en saberlo todo de todo.
Sabio es aquel que se sabe rodear de otros que saben más que él y con ellos forma una energía que transforma en material lo que no es otra cosa que una idea, un enigma por descubrir, un anhelo espiritual o una imagen mental.

65.- MORAIRA…

Hace calor en esta tarde veraniega mientras mis ojos recorren, a través de las ventanas abiertas, el no muy lejano horizonte donde el mar, intensamente azul  y quieto, enseñorea el paisaje hasta perderse en la lejanía en que los dos azules, el mar y el cielo, se confunden cubierto por los tules de la bruma.
Y más cerca, Moraira.
Gotitas blancas y de otros colores son sus casas ancladas en el mar verde de los pinares que se derrama hasta los acantilados tapando la cara terrosa de lo que se llama la Marina Alta.
Y deslizándose como serpientes por entre ese mar verde, los negros caminos de asfalto en estos momentos solitarios.
Miro más cerca, justo al otro lado de la ventana, y un callado almendro cubierto de hojas entre las que se hallan, despojándose ya de sus fundas verdes que las protegían de los fríos del invierno, las almendras doradas, iguales a gotas de miel endurecida, que aguardan la llegada de la vara que las arrancará de las ramas para caer al suelo y ser recogidas con esfuerzo mientras llega el tiempo en, el que partiendo su coraza, salga la perla que, en forma de turrones, alegrará los paladares navideños.
Un coro de cigarras invisibles comienza a llenar el espacio al mismo tiempo que mata el placentero silencio que reinaba.
Suenan como un coro de cantos desafinados interpretando una melodía desconocida que tiene la magia de hacer recordar el pasado toledano de mi infancia.
Allí las llaman chicharras y eran la única música en los días calurosos de verano que se entrelaza por entre las hojas verdes de las acacias.
Ha sido un momento de encanto, o embrujo, que me ha hecho sentir que en Toledo estaba y aún era el niño que soñaba, mirando el azul del cielo, recorrer un día los mares de los que otros me hablaban.
Pero al mirar mis manos, ya arrugadas, se ha roto el ensueño regresando a la realidad amarga del presente y comprobar cuan rápida es la velocidad con la que caminamos hacia el final y qué corto es el camino que me queda.
Una suave y perfumada brisa agita las cortinas que, como velas en el mar, empujan la nave de la vida hacia un ocaso que se anuncia con las sombras que entran por las ventanas.
Callan las cigarras y llega el susurro de las hojas de los árboles que se abran, haciendo soñar a los oídos con los besos de las olas a la arena de la playa.
Aparece en el cielo la primera estrella, la misma que cada mañana nos anuncia que un nuevo día nos aguarda.

66.- IRREALIDAD…

A medida que el hombre se aleja de la realidad que le circunda se sumerge más y más en ese mar proceloso que son sus sueños y sus quimeras.
Subido en las naves de sus deseos locos confunde con frecuencia el azul del mar por el que navega con el del cielo y a las aves que lo surcan con los sueños que no sabe cómo alcanzar.

67.- NO ESPERAR NADA…

Una de las consecuencias mejores de no esperar nada en la vida es la de no sufrir con amargura por su no llegada.
Solo aquellos que, anhelantes, aguardan son los que gimen y se lamentan cuando ven el edificio por sus sueños construido resquebrajarse ante los embates de la realidad que llega y no les agrada.
Puede parecer esto un canto a la desesperanza, o al no anhelar nada, cuando no es otra cosa que la constatación, concisa y clara, de que guiar, en el vivir cotidiano, la mirada hacia el futuro con la mano de la esperanza es una forma no muy práctica de caminar hacia un mañana que no depende de nosotros ni sobre el, tampoco, podemos hacer nada.
Decían los que me precedieron, cubiertos la mayoría de canas y el resto sin pelo, que para avanzar por el camino que conduce a la ilusión lo mejor que se podía hacer era alumbrarse con el candil de la desesperanza.
Aparente contradicción que hasta puede parecer vagancia al incitar a no hacer nada pero que no es otra cosa que un canto, cálido, suave y perfumado como un soplo de primavera, para aquel que pareciendo no esperar nada,… aguarda.

68.- DESCONCIERTO…

Me sucede en ocasiones que, tras unos instantes de sosegada calma, me siento envuelto por el manto de algo que no se definir exactamente pero que me hacer sentir bien y parte de cuanto me rodea.
Creo poder decir, sin temor a errar, que cuanto me rodea y yo somos parte de un todo general que se manifiesta de mil maneras: unas veces en piedras, otras en gemas maravillosas, unas veces como animales y otras como personas y hasta como estrellas.
Reconozco que esta sensación me desconcierta; que forma en mi mente una encrucijada de caminos sin señalizar, aunque de alguna manera y sin más medios que la intuición, mi espíritu sabe que es cierta.
Cuando oigo que alguien dice que de su cerebro brotan ideas me pregunto siempre si, en realidad, lo que quiere decir es que les está dando forma, porque el virtuoso o el artista sienten dentro de si “la obra” y lo que hacen es ordenar a sus dedos que quiten o pongan lo que le falta o sobra para que la vean los demás.
No se decirlo de otra forma pero estoy seguro de que así nacen las grandes obras.

69.- ESTA DENTRO…

Mientras aguardo que la tarde muera y la noche traiga descanso y calma, comienzo a surcar el mar de mi alma en busca de nuevas playas donde solazarme al encontrar conocimiento y comprensión de cuanto me rodea y pasa.
Y en un tendero flamea una colcha cuajada de flores asemejando un campo en donde el viento agita las amapolas entre la mies verde.
Sucede muchas veces que buscamos con ansiedad fuera lo que desde un principio llevamos dentro y que podíamos haber descubierto contemplando nuestros sentimientos.
Pero no lo hacemos, unas veces por vagancia y, las más, por miedo.
Verdad es que el hombre llega hasta a perderse cuando no sabe a donde va ni lo que quiere.
Pero si se mira dentro y se atreve a preguntar la respuesta halla, porque allí brilla con intensidad lo que desea y, también, el precio que deberá pagar, porque nada en la vida ni en la naturaleza se da a cambio de nada.
Adquirimos sabiduría a medida que quemamos en la hoguera del tiempo la vida, coleccionando errores y enjugando las lágrimas amargas que mana del alma mientra sufre y se desgarra.
Pocos son los afortunados que desde jóvenes saben que el error se sostienes con tres pilares que no debería ignorar nadie.
Adquirimos sabiduría a medida que quemamos en la hoguera del tiempo la vida, coleccionando errores y enjugando las lágrimas amargas que mana del alma mientra sufre y se desgarra.
Pocos son los afortunados que desde jóvenes saben que el error se sostienes con tres pilares que no debería ignorar nadie.
Cuando se ha aprendido esto se ha iniciado el camino de la sabiduría y la paz porque nada gratifica más el espíritu del hombre que saber y propalar que la próxima vez podrá hacer y que lamentarse no hace volver el tiempo atrás ni se puede rectificar ni nos da paz.
Asumir esta realidad es la única forma que hallo de entender la vida.

70.- UN DESTELLO…

Enmarcada tu imagen en el cuadro de la ventanilla del coche, son tus ojos negros los que resaltan en la cara mientras me miran con la misma hermosura y plenitud que tienen los luceros en una noche oscura y estrellada.
Y tus dedos, como rayos de luz blanca, se elevan hasta perderse entre esas llamas de oro viejo que es tu pelo y deslizarse, sumisas y calladas, hacia los senos que se esconden tras las rosas bordadas en ese blanco manto que los vela sin lograr disimular que son cimas de sueños y embelesos mecidos con dulzura por los suspiros cuando se escapan.
Mis ojos recorrían tu cara, se perdían en tu pelo, acariciaban tus labios y codiciaban tu cuerpo al mismo tiempo que a mi alma llegaba el canto tierno y lastimero que la tuya lanzaba al viento con la esperanza de que del cielo bajara la luz de la paz, la serenidad del consuelo y el fuego que arrastra la palabra “te quiero”.
Ha huido el tiempo y desparecido lo que me rodeaba.
¿Cuánto he estado mirando?: ¿minutos, años, siglos o milenios?
Te juro, ojos de terciopelo negro, que contemplarte en ese cuadro ha llenado mi alma, mis ojos y mi pecho, con el perfumado viento que acompaña el paso de los años en aquellos que los han gastado buscando una joya en el desierto de la soledad y de los desengaños.
Solo sueño, ruego a Dios y quiero, que mires a través de mis ojos el lago de ternura que tengo y desees bañarte en él al mismo tiempo que, unidas nuestras manos, recorramos el ultimo tramo del camino que me lleva, definitivamente, a la pradera de lo eterno.
Que momentos tan hermosos me han dado tus dedos agitando el pelo de cobre viejo mientras mis ojos acariciaban tu cara, y mis labios, mudos y desde lejos, besaban y se dormían sobre los tuyos.

71.- ESPERANZA…

Dibujan los rayos del sol en el cielo los últimos pasos del día que se acerca a su final.
Y por el levante aparece el lucero del amor y los pastores que dice a los hombres que se acerca la hora del recogimiento, del reencuentro con la noche y del susurro del silencio que en la serenidad de nuestro cuarto se abraza al cuello para cantar la serenata de las estrellas luciendo en el pelo negro de nuestros sueños.
Y el sueño con sus dedos acaricia nuestros parpados para que el relajo de nuestro cuerpo abra el espejo mágico de la mente y por ella corran al galope los caballos de nuestros anhelos en pos de una realidad que a la luz del día no vemos.
¡Como envidio la sabana que con su embozo acaricia tu cara mientras tus ojos recorren las praderas de los sueños y tus pies pisan la hierba que te acerca a la meta de verlos hechos!
Solo la noche de terciopelo negro cubre mi cuerpo para que los mil ojos del cielo no vean como sueño con lo que solo pueden alcanzar los que ahora están en los albores de la vida y están seguros de alcanzar sus sueños.
Cae el frío silencio de la noche mientras mis ojos buscan los tuyos de azabache escondidos por el sueño y orlados de pestañas que como abanicos refrescan tu mirada cuando abiertos miran hacia la mañana.
¡Que larga es la noche en la que no existen sueños...!

72.- TARDE DE MAYO…

Los rayos del sol besan las hojas de los árboles que como esmeraldas derramadas refulgen agarradas a las ramas adornando el árbol que, desnudo en invierno, no nos hacia presagiar la belleza que atesora.
Y unas golondrinas, de hábito blanco, capa negra y mascara en la cara, miran indiferentes desde los alambres de un tendido a los que pasan veloces en los coches distraídos de la hermosura que los abraza sin ser conscientes.
Se han movido un poco, pero ahora parecen notas de música en el pentagrama de un día que camina hacia el ocaso, con la promesa cierta de que tras el abrazo de la noche vendrá un nuevo día.
No es el silencio quien me abraza, tampoco esta el recato que se debe a lo hermoso que cada día nos llega como regalo.
Solo la indiferencia, incluso el hastío en muchos casos, me acompaña en esta tarde de primavera en que solo frente al teclado dejo que mi alma vuelva a gotear, lo que ha atesorado en tanto tiempo de silencio y soledad.
Muchas veces no nos damos cuenta que es la levadura, casi insignificante entre tanta masa, la que da al pan la forma hermosa de su figura y el paladar tan agradable en la boca.
Muchas, muchas son las ocasiones en que dejamos pasar a nuestro lado el germen del milagro que nos hace sentir que estamos vivos y no vegetamos.
Pocos son los ojos, menos los sentimientos que se dan cuenta que el lago más hermoso solo es la unión de millones de gotas de agua y que nada seria si una sola asociada.
Miran mis ojos detrás de la pared que me aísla del mundo que me rodea mirando al ocaso con la añoranza y el deseo de que sea mañana quien haga el milagro que hoy no se ha producido.

73.- UN PENSAMIENTO…

Es un susurro en la noche el ventilador de la torre que me permite trabajar, pero, de vez en cuando, el alarido lastimero de un coche rasga el velo de la noche para dejar al descubierto que por la carretera va un loco persiguiendo la quimera de llegar el primero.
Silencio y recogimiento es cuanto quiero
Soledad abrazada por los sueños; por los deseos de alcanzar el cielo eterno de lo anhelado mientras el cuerpo aun recorre los caminos de la vida acercándose, como lo hace el sol cuando se va, a la oscuridad de lo eterno.

74.- UN VASO LLORANDO…

Va muriendo el sol a medida que las nubes cubren el cielo.
Queda la luz, pero ha desaparecido la hermosura de los colores que combinados con los de las cosas que me rodean forman un caleidoscopio donde rivalizan en hermosura y ensueños.
Pero aun se ha filtrado un rayo de sol postrero que se dado vida a un vaso de vino tinto fresco haciendo la que gotas condensadas en su exterior fueran sangre goteando del corazón de un hombre que se hace viejo mientras sigue persiguiendo el sueño de que un cariño abrace su cuerpo mientras aguarda su postrer momento.
Una brisa suave, cargada  con el aroma del azahar de los naranjos, entra por la ventana de la cocina haciendo que una hoja de papel se agite sobre la mesa asemejando el aleteo de un sueño sobre la realidad en la que moro.
Suspira mi pecho mientras mis cansados pulmones buscan un poco de oxigeno que les alargue la vida y le empujen, en su andar cotidiano, buscando una mano que, con ternura y silencio, cierre sus ojos cuando llegue la hora del adiós eterno.
Repaso hacia atrás mi vida y miro mis sueños muertos por el tiempo y los asesinados por personas que solo buscaban mi esfuerzo, cuando no mi aprovechamiento.
Y al mirar hacia detrás descubro el miedo pasado; los peligros arrostrados, las insensateces cometidas y los fracasos cosechados, pero también la carrera desesperada tratando de alcanzar mis sueños.
Y aquí estoy, ya viejo y bastante cansado, viendo como el corazón del vaso de vino llora al comprobar que ya no llega lo que tanto anhelo.
¿Será ese mi destino?
¿Será eso lo que debo sufrir hasta que llegue el último momento?
Ya no se nada, solo se que me llora el alma y los ojos de la cara, mientras me rodean los que no me ven y los que me aman están lejos.
Y el silencio del momento se ha roto como un espejo por el silbato de un tren que habla, a los que aun sueñan y esperan, que el final de su trayecto estar cerca.
Bajo mis ojos, miro el vaso; contemplo mis manos arrugadas y sueño con beber hasta que el cerebro se amodorre y la ausencia de consciencia venga a dejarme en los brazos del descanso mientras mi cuerpo, poco a poco, avanza hacia el descanso del cuerpo y del alma.
Tengo dentro de mí un torbellino de sentimientos; hacia la vida; hacia la muerte; hacia el descanso; hacia el silencio que, en medio del ruido de esta casa, tanto deseo.
Volver atrás; coger lo que tengo y abrigarme con los sentimientos que me dan las personas que me conocen sabiendo que, tras este corpachón tan grande, solo hay un corazón solitario que mira hacia atrás sin ira y hacia adelante esperando que el milagro surja y un corazón generoso, de amorosos brazos, me abrace.
A veces la realidad pide que la mente se obnubile y que el cuerpo este borracho.
Pero estoy sobrio, desanimado y solo.
 
75.- OTOÑO…

Sopla un viento frío que hace caer de los árboles las hojas que al morir se hacen de oro viejo mientras tapizan la tierra marrón y fría.
Es el homenaje de despedida de un tiempo en que el verdor todo lo cubría y, al mismo tiempo, el anuncio de la llegada de otro más frío que dejará ateridos a los hombres y a los campos yermos.
Ya huye mas pronto la luz para acabar el día mientras en la mañana se retrasa dejando que la noche cubra con su manto cuajado de estrellas el silencio y el ansia de volar hacia los sueños que todos los humanos tenemos.
Llega el tiempo de descanso en la naturaleza perdiendo los árboles sus galas más hermosas para dejar desnudas, como se viste la verdad en la vida, las ramas sabiendo en su silencio y soledad que en poco tiempo vendrá el despertar para engalanarse de verde color y esperanza.
Y allí, recostada en las montañas que mi niñez conoció coronadas de blanca sabana, están las casas donde nací y que son, desde lejos, pinceladas de color sobre el lienzo de la naturaleza puestas con amor y esmero.  
Un hermoso sentimiento me embarga mientras compruebo que vuela el tiempo, al igual que lo hace el viento, en la dirección contraria a la que deseo.
Pero junto a la nieve que cubre mi pelo llegó la sabiduría de la mano de ese tiempo y es el viento quien me susurra al oído, tras pasar bailando entre los árboles desnudos, que debo aceptar lo que sucede ahora aunque mis ansias sean las de volar hacia el extremo contrario del camino que recorro.

76.- UN AVION EN EL CIELO…

Las luces encendidas de un avión asemejan los ojos de un ángel que exploran la noche en busca de los luceros que titilan en el cielo negro de ésta fría de otoño que aguarda aterida que llegue el invierno.
No puedo acelerar mis pasos por este camino terroso, que parece un gusano que se arrastra por la tierra en busca de su agujero para aguardar la mañana y volver a tener el aspecto de que conduce a alguna parte, porque vengo cansado tras el recorrido que cada día hago pero que unas veces me parece mas largo y en otras más desolado.
Más no porque desaparezcan las personas que por el apenas caminan, sino porque el animo esta recogido en el fondo de mi pecho mientras el frío hace que mis pulmones respiren despacio y de mi boca brote el vapor como si hubiera hecho un gran esfuerzo.
Aun se oye algún ave cantar al ocaso y, de vez en cuando, surca el silencio el chillido de un mochuelo que llama, rompiendo este ensueño, a la pareja que no ha regresado aun al lugar del encuentro.
Los árboles, como sombras negras forman igual que soldados a ambos lados del camino silenciosos pero perfumados porque aunque vamos a entrar en el invierno, algunos han comenzado a llenarse de flores blancas que impregnan de azahar el viento, que lento pero constante, se desliza entre las hojas sin hacerles daño.
Y en el suelo, como gotas de sangre clara manada de un cuerpo puerto, algunas naranjas aguardan la mano del paseante que las haga manjares en la mesa antes de que el frío y la humedad las desgarren.
Una campana del aun lejano campanario de este pueblo llama a los fieles al servicio de los sábados con un triste lamento de bronce golpeado y la distorsión que se produce al ser traído su canto hasta donde me encuentro por el paso de los coches que, raudos como corceles en estampida desbocados, pasan por el  pueblo sin saber que están destrozando lo mas hermoso que tiene el campo: su silencio.
Recuerdo con verdadero cariño aquellas tarde de silencio roto solo por las arenas del desierto que iban muriendo al mismo tiempo que la luz del cielo agonizaba envueltas en los potreros rayos dorados del ocaso por entre las dunas que asemejaban ya en aquellos primeros momentos, misteriosas cordilleras de un mundo muerto.
Y se iba muriendo el día al mismo tiempo que la luz descorría el velo que tapaba el cielo trayendo el misterio de la noche con su negrura salpicada de estrellas y luceros que, cual ojos misteriosos, me miraban desde arriba al mismo tiempo que descendía el silencio con su señorío para hacer sentir a todos los que allí estábamos, que la magnificencia de Dios esperaba de nuestra contemplación y agradecimiento.
Han pasado los años, ya soy casi un anciano y me sigue impresionando la hermosura de un atardecer engalanado de los oros que el sol entrega como arras de un nuevo matrimonio al amanecer el día.
Vienen las estrellas como lluvia del infinito para saciar los ojos del que mira sin temor a los misterios de la noche; al que abre sus oídos a los sonidos del silencio y al que ensancha su corazón por saberse elegido por Dios para contemplar tan maravillosa creación.
Se recortan las casas ya del pueblo, el avión hace rato que cerro sus ojos y solo queda el ruido lejano de su paso y la estela de vapor que dejo tras de si como recuerdo.
Ya es tarde, ya es noche cerrada y se termina el encanto a medida que la realidad se impone y me acerco al infierno donde paso los días y las noches.
¡Cuanto añoro el desierto...!
 
77.-FRIA NOCHE…

Frío es el viento que baja trayendo las nubes que derraman agua sobre los resecos campos intentando saciar la sed acumulada desde el verano.
Algunas ramas gimen en los árboles cercanos acompañando con sus lamentos la música que hacen las ruedas de los coches cuando pisan los charcos, que como espejos sucios, reflejan la luz de las farolas, esas lanzas luminosas de cuerpo  gris y anodino estilo, que carecen de hermosura y elegancia, puestas para alumbrar, con abulia y paciencia, la carretera en donde resido.
Y de vez en cuando, como alarido  de animal asustado, un claxon de coche rasga el silencio haciendo fracasar a mi mente en el intento de traer al presente un bello recuerdo que envuelva mi alma, que reconforte el corazón y de un destello de vida y luz a mis ojos cansados por el camino de la vida recorrido que contemplan la pared de enfrente como si fuera un libro donde están escritos mis pocos triunfos, mis muchos fracasos, empapadas las lagrimas derramadas por distinto tipo de llantos y, también, los hermosos momentos en donde gozaba mi cuerpo y sonreía mi cara mientras mis labios besaban, golosos y apasionados, la cara, los labios, los ojos y el cuerpo entero del ser amado.
Son frías las noches de enero, pero nada comparado a como se siente un corazón que no ha atesorado para estos momentos de soledad unos pocos hermosos recuerdos.
Hace frío como entonces, pero no es capaz de enfriar ahora el rescoldo de mis recuerdos ni lo fue entonces de marchitar mis ensueños como cuando, ¡cómo han pasado los años!, bien abrigado soñaba desde la cubierta de un barco que las noches parían días nuevos que acortaban el tiempo que faltaba para volver junto a lo tan amado.
Ya no se si son los ruidos de esta noche de lluvia y viento, o los recuerdos arremolinados en mi mente, pero añoro aquellos momentos tan hermosos envuelto en el cielo tachonado de estrellas en que perdido en mis propios pensamientos y deseos movía mis pies caminando de una amura a la otra del barco.
Eran noches de soledad en el alma y frío en el cuerpo en las que la única luz que brillaba en mis ojos era el afán de que todo terminara y pudiera regresar al lugar de donde  tuve que salir huyendo.
Y fue en una de aquellas embrujadoras noches, cuando aterido y triste regresé al camarote donde descansaba, sin saber por qué puse la radio y escuche por primera vez una melodía mejicana que se llama La Golondrina.
Estaba llorando un alma desgarrada como la mía a través de la voz de una mujer porque “había dejado su patria idolatrada”  y temía no poder volver.
Y llore como un niño porque pensaba, como aquel hombre que lo escribió, que tampoco yo podría volver…
He abierto los ojos a la realidad que me rodea cuando las manos de mi hijo se han apoyado en mis hombros para preguntarme qué me pasaba.
Es verdad eso de que los viejos cuentan cosas que los jóvenes ríen como nunca sucedidas, pero es que ignoran que cuando ya no se espera nada de la vida, cuando no tienes ya que pagar por tus palabras si te equivocas, no nos queda a los que hemos vivido otra cosa que regresar a los tiempos en que llenamos nuestra mente de hermosos recuerdos, porque los malos la misma mente los olvida, y nuestro corazón de sentimientos, pues todo lo que se divisa alrededor es el final del camino aunque esté tardo en el tiempo, que por muy largo que sea, siempre es más corto que lo que hemos recorrido.

78.- LLUEVE EN ENERO

Llora el cielo suavemente dejando caer sus lágrimas frías que lavan las hojas esmeraldas de los naranjos y empapan las ropas que me protegen de frío.
Se ha cubierto el cielo de negras nubes que vienen desde levante cargadas de viento húmedo que ahoga mis pulmones dejándolos semi encharcados, haciendo que el mero andar sea un esfuerzo gigantesco.
Me ahogo y me siento en el muro bajo de un huerto de naranjos mientras recupero el aliento y, mientras eso llega, abro las puertas de mi mente para dejar salir raudos mis recuerdos, mis anhelos, mis dudas y mis sufrimientos represados dentro para que mi hijo no se asuste pensando que su padre esta sufriendo con sus recuerdos al mirarme la cara cuando regreso.
Respiro hondo sabiendo que el oxigeno que entra no es suficiente para  darme fuerzas ni animo para proseguir avanzando de una tirada el camino bajo las frías lagrimas de un cielo  que con su negra capa cubre a los que vivimos en este pueblo.
Sin cerrar mis ojos me veo aun sobre el puente del barco; oigo en mi mente los impactos de las balas pesadas cuando nos ametrallaban; siento en mi boca el sabor amargo del miedo mientras el sudor se deslizaba cual arroyo  por la espalda y la cara al pensar si las planchas blindadas de la lancha no aguantaban.
Saltan mis recuerdos de unos sitios a otros como solo lo hace el agua largo tiempo reprimida y apresada.
Me veo en otros momentos sentado en pleno desierto mauritano extasiado contemplando el cielo tachonado de estrellas que hacia preguntarme cómo era posible que todo eso se hubiera hecho de la nada y para nada.
Los rostros y cuerpos de  las mujeres que he amado; también de las que ya han muerto; he vibrado de nuevo con los sentimientos sentidos cuando vi por primera vez a mi hijo apoyado sobre aquel mármol blanco girando su cabeza en busca de mi voz que preguntaba si estaba sano.
Huyen las imágenes, huyen los recuerdos y me percato, una vez más, de cómo pasan los años sin ser conscientes de que, demasiadas veces, los malgastamos.
Ha arreciado el llanto del cielo y ya tengo los pantalones calados, los ojos abiertos a la realidad del momento y me levanto para, con mi paso cansino, recorrer los cientos de metros que hay hasta donde vivo, más bien vegeto.
Me he desnudado, me he mirado en el espejo y el pasado ha vuelto: ¿dónde esta aquel valiente que quitó el machete de las manos  al que terminaba de apuñalarlo; qué queda se sorpresa y desconcierto del joven de su primer sexo; dónde quedó aquel que salio de su barco tras el naufragio rezando por su vida como no lo había hecho durante años a un  Dios en el que no creía?
¿Dónde vas tiempo que nos robas las fuerzas, cubres de arrugas nuestro cuerpo y solo nos dejas como rescoldo del fuego de haber vivido los recuerdos?
Me estoy haciendo viejo y, sin embargo, no quisiera volver a vivir lo que he pasado si  me dijeran eso de “lo pasado, pasado y atrás para empezar de nuevo”.
Hubo bueno y hermoso, pero mucho más triste y doloroso.

79.- AÑO NUEVO…

Regresaba como siempre por el camino, aun con barro, de mi paseo cotidiano y contemplaba maravillado las esmeraldas verdes que cuelgan de los naranjos en forma de hojas mientras danzaban sinuosas abrazadas por el viento seco y suave que de las tierras altas baja impregnado del frío de la nieve y serenidad de los paramos yertos y desolados.
El cielo era un caos de nubes oscuras y grises entretejidas de oros bordados por sus orillas mientras el rojo del ocaso daba al conjunto el aspecto de un horno en el momento más álgido de preparar para mañana un nuevo día bien hecho.
Y traídas por el viento desde el aun lejano campanario, cuatros campanadas, los cuartos, anunciaban que la hora anterior ha muerto y comienza la nueva que nos acerca sin remedio a la postrera en que la luz desaparece tras los montes y los sueños se esconden a la espera de un día nuevo.
Contemplaba el cielo mientras las seis campanadas mas fuertes a mis oídos llegaban hablando del misterio que cada tañido de campana guarda.
He vuelto unos momentos a mi niñez y recordado cuando sonaban al medio día y todo se detenía para rezar el ángelus con fervor y recogimiento.
Eran otros tiempos, muy lejanos ya en los recuerdos del mundo moderno, en los que no se tenia reloj, que todo lo recorta y ajusta, sino que teníamos el tiempo en todo su esplendor y hermosura.
Y me he acercado, ya cansado y con bastante frío, a las primeras casas del pueblo que asemejan castillos sin almenas ni misterios.
Me he detenido y pensado unos momentos que los pensamientos y recuerdos no pesan que solo pesan los años y si algo los hace ligeros, es el haber atesorado a lo largo de ellos los mas hermosos.
Me estoy haciendo viejo, pero aun conservo el sueño de tener lo que quiero a mi lado para cuando llegue el postrer abrazo y beso.
Hemos estrenado año....

80.- ANOCHECER…

Se resiste el día a morir mientras se arrastra hacia las montañas de poniente que se han puesto sus mejores galas grises en forma de nubes y chorros de oro de soles que mueren abrazando sus crestas cubiertas de nieve y el resto de los campos de escarcha.
Y en el cielo, escondida entre las nubes aguarda la luna coqueta y envidiosa a que los que se aman vengan a juntarse bajo el manto de la noche y contemplar como unen sus cuerpos con abrazos primero y empezar después la borrachera de besos para a continuación, con la locura entre los dedos de las manos, caer sus ropas que alimenta el fuego de los deseos y se inicia el incendio de dos cuerpos que se aman, que se buscan, que se encuentran y que se solazan con la misma intensidad que cae un rayo del cielo incendiando los montes.
Y la luna, cómplice satisfecha de los placeres y de los amores, ve a unos en sus coches, a otros en sus camas y a algunos, los más pobres, sobre los jergones tendidos en el suelo que para ellos son lechos hermosos como los de los reyes.
Pero a todos alumbra, a todos contempla y a todos ampara, porque entiende que no existe fuego más purificador que el que sienten dos almas cuando con plenitud se aman y no se engañan.
Muere el día ya y vence la noche que a mi mente trae recuerdos de cuando era joven.
Y llegado a este punto, he de reconocer que mientras tu alma ame y tu corazón quiera, se es joven.
Son los años vividos, alegrías y sufrimientos unidos, la antorcha que ilumina el sendero por el que caminamos los más viejos hacia nuestra noche definitiva.

81.- ALARGA EL DIA…

Alarga ya el día desde el 21de diciembre en que el sol en su marcha por el espacio remonta su discurrir hacia el hemisferio norte.
Segundos crece  los primeros días, minutos después y cuando llegamos a un día como ayer, en la España profunda, la que aun vive en los pueblos y dentro de los hombres de tradiciones que vienen de sus ancestros, se dispara a las nube o hacia el cielo, en la media noche con las escopetas  para ahuyentar la mala suerte al mismo tiempo que se hace hogueras tratando de insuflar al sol la fuerza necesaria para que los sembrados broten y vuelvan dentro de poco a asomar los brotes verdes en los árboles ahora desnudos y secos.
Serán primero los almendros en los finales de Enero y primeros días de Febrero los que iluminaran los días y engalanaran los campos con sus flores blancas y rosadas.
Trompetas de colores sujetas a los árboles que atronaran el cielo anunciando el renacer de la vida, el final del sueño de la muerte impuesta en el otoño cuando el calor cesa y es el frío quien nos hiela.
La vida, ese milagro hijo del misterio que nadie aclara y que cada cierto tiempo enseña a los hombre que la tierra yerma  ofrece, sin decir ni pedir nada, nueva sabia que viene  para dar a las plantas la energía que necesitan para verdear sus ramas mientras engendran las flores que, además de alegrar el paisaje, nos darán mas adelante, cuando agonice agosto y empiece septiembre, las almendras de oro viejo que para navidad nos harán la boca de reyes al comerlas como turrones.
También, dentro de nada y poco mas, serán los naranjos verdes y  los amarillos limones que cuelgan de las ramas como pezones de las mamas que la vida da a las plantas para crear la vida, pero antes nos brindaran las flores de azahar, ese ramo que toda novia desea llevar al altar el día de las ilusiones que tantas veces acaban esa primera noche porque algunos hombres no se percatan de que correr no conduce a nada y exigir solo arrastra a ese ramo de flores por el suelo de las desilusiones.
Lentamente se acerca la vida y la primavera aunque aun hagan días de frío y caiga nieve, pero es el canto susurrante en estos momentos del renacer de las plantas, el preludio de la eclosión de las flores, de los sueños y de los amores.
Y es que la vida es mas fuerte que la muerte y cada pocos meses nos demuestra que nada muere, sino que todo se renueva.

82.- SOÑAR…

Tratando comprender el caos en que mi alma se halla sumida tras ver destellar un lucero en la noche de mis días, que se mueve por el firmamento como guía para conducirme, sereno, hacia los campos sagrados de lo eterno, empiezo a grabar en la piedra de los sentimientos las mutaciones, los sueños, las alegrías y, seguramente también, las tristezas que el devenir trae a cada día de nuestra existencia.
Ignoro por completo como amaneceré cada mañana, si podré escribir cada día, si crecerá el retoño del árbol de la ilusión y si sombreará, mas adelante y ya crecido, el corazón de quien esto escribe.
Pero se una cosa con nitidez: han sido tus ojos negros cuajados por la luz de la determinación  y el miedo, los que han puesto en mis mano el cincel y el mazo para que grabe lo que mi corazón, represado y reprimido, ahora siente gracias a ti.
Es el homenaje que rinde un hombre que era esclavo de sus silencios a quien lo liberó de sus miedos.

83.- SUEÑOS…

El día ha venido engalanado con la tunica de azul intenso del cielo y el vestido verde esmeralda de los naranjos, entre cuyas ramas cantan los pájaros saludando este nuevo regalo que la noche oscura, muriendo, nos trajo.
Y a lo lejos las suaves crestas de las montañas cierran el paso a la mirada que parte de mis ojos en busca de ese enigma mágico que se esconde detrás de tus parpados cerrados.
Las pestañas, como patitas de la oruga de los sueños, se mueven suavemente llevando tus anhelos en pos de hacerlos realidad en un mundo recién descubierto.
Sopla una suave brisa que baja mis sueños a la realidad del momento de saber que velo tu descanso aun a pesar de estar lejos.
Nadie comprende los misterios que del más allá vienen al presente para en el pecho de los que aman así conocerse, hacer un nido y quedarse.
Descansa y duerme...

84.- GOLONDRINAS…

Los rayos del sol besan las hojas de los árboles que como esmeraldas derramadas refulgen agarradas a las ramas adornando el árbol que, desnudo en invierno, no nos hacia presagiar la belleza que atesora.
Y unas golondrinas, de hábito blanco, capa negra y mascara en la cara, miran indiferentes desde los alambres de un tendido a los que pasan veloces en los coches distraídos de la hermosura que los abraza sin ser conscientes.
Se han movido un poco, pero ahora parecen notas de música en el pentagrama de un día que camina hacia el ocaso, con la promesa cierta de que tras el abrazo de la noche vendrá un nuevo día.
No es el silencio quien me abraza, tampoco esta el recato que se debe a lo hermoso que cada día nos llega como regalo.
Solo la indiferencia, incluso el hastío en muchos casos, me acompaña en esta tarde de primavera en que solo frente al teclado dejo que mi alma vuelva a gotear, lo que ha atesorado en tanto tiempo de silencio y soledad.
Muchas veces no nos damos cuenta que es la levadura, casi insignificante entre tanta masa, la que da al pan la forma hermosa de su figura y el paladar tan agradable en la boca.
Muchas, muchas son las ocasiones en que dejamos pasar a nuestro lado el germen del milagro que nos hace sentir que estamos vivos y no vegetamos.
Pocos son los ojos, menos los sentimientos que se dan cuenta que el lago más hermoso solo es la unión de millones de gotas de agua asociadas y que nada seria una sola.
Miran mis ojos detrás de la pared que me aísla del mundo que me rodea mirando al ocaso con la añoranza y el deseo de que sea mañana quien haga el milagro que hoy no se ha producido.

85.- APRENDIENDO…

He aprendido con el paso de los años que cuando todos los razonamientos son incapaces de dar explicación a un hecho que nos desconcierta, lo más sensato es aceptar que eso tan inexplicable e irracional es la verdadera respuesta aunque no se comprenda.
Así me ha pasado contigo: que lo inexplicable, increíble, inaudito e irreal era la respuesta a la realidad que tenía delante.
Y ahora, sumergido en el dulce baño de tus sentimientos, sigo sin entenderlo pero lo acepto convenido de que soy, en estos momentos, el depositario de ellos.
Es un misterio inexplicable cómo une el destino dos vidas errantes de continentes distintos cuando ha llegado el momento de reencontrarse, tras haber concluido la preparación necesaria, para continuar juntas un mismo camino.
Insondable misterio lo del destino que obliga a aceptar, estés o no convencido, que Dios designo en un momento del tiempo infinito que a través de múltiples vidas se encontraran de nuevo para ser ellos mismos.
Es el soplo de otras vidas lo que ha agitado nuestros sueños presintiendo que todo carecía de sentido porque nos faltaba algo.
Y ahora, encontrados, nuestras almas se han fundido.
Pronto llegara el momento en que asidos de la mano recorramos juntos el mismo camino.

86.- BRISA…

Una fresca brisa suaviza el calor de la mañana al mismo tiempo que acaricia las hojas de los limoneros de cuyas ramas cuelgan pepitas de oro nuevo.
Y el sol, en su danza entre las ramas, ilumina y decora con sus rayos de oro viejo las verdes esmeraldas que parecen sus hojas agarradas a las ramas con la desesperación del que sabe que si no se abraza fuerte, el viento lo arrastra.
Y un tronco, oscuro de años y sufrimientos, clava sus dedos en la tierra parda en busca de seguridad y alimento para soportar en silencio los envites de la tormenta cuando brama y el peso de sus frutos que aguardan en silencio una mano enamorada que los libere de la cárcel verde en donde moran.
Y los jilgueros, pregoneros de la vida diaria con sus trinos y cantos, saltan de rama en rama y al suelo en busca del alimento que generosamente Dios derrama.
Son los momentos, uno cualquiera, de un día de sol fuerte, de intenso azul teñido el cielo en donde mi corazón sueña con ser la imagen que vieras al despertar cada mañana.
Da alas la imaginación a la vida y a aquellos que no andan; da ilusiones a los que solo sueñan y llena el alma del que te ama con el deseo de ser la estrella que ilumina tu noche y, también tu lucero, del alba.

87.- A  VECES…

Deja caer sobre el reseco suelo de mi vida la lluvia de tus sueños, de tus llantos solitarios y en silencio, de tus gozos más intensos para que empapen mis miedos y mis anhelos y pueda crecer de nuevo la hierba verde de la esperanza.
No me importa un pasado que ha sido camino del calvario de quien quiero ni respuestas necesito porque se que demasiadas veces son los silencios las respuestas mas sinceras y sonoras de lo sufrido.
Serena mi alma para que se bañe en el azabache de tus ojos que como cenotes se abren ante el sorprendido viajero que por los senderos de la vida caminaba entristecido porque no creía que Dios fuera tan generoso como para permitirle bañarse en ellos.
Y a veces ocurren los milagros.

88.- JUNIO…

Corren las nubes grises por el cielo empujadas por el viento en dirección a donde el sol nace tras mirarse en el espejo que es el mar cuando amanece.
Y las hojas verdes de los árboles bailan al compás de los trinos de los pájaros que de rama en rama van mientras contemplan indiferentes a los peatones que por la calle solitaria caminan en busca de sus manías y afanes.
Las ventanas parecen ojos en las paredes de las viviendas que hay enfrente que impasibles permanecen cual inconquistables murallas resistiendo al frío y al calor y a la barbarie de mucha gente que cree que no existe nada mejor que ensuciarlas con  eso que llaman grafitos
Ojos sin luz enmarcados de cristales que permiten ver desde dentro sin ser mirados.
Y el metro, tren que se desliza por encima de las viejas vías como oruga sobre el suelo, dejando oír su silbato y diciendo que nadie se quede dentro de esas paralelas que conducen a donde estoy.
Una moto pasa, como sonoro moscardón, haciendo en el silencio un desgarro y dejando el lienzo de la mañana roto como queda un corazón que ama tras la partida del ser amado.
Y un vecino, compendio de vagancia y falta de educación, bosteza cual león pero sin su melena ni gracia, dejando la nítida impresión de que el trabajo no esta hecho para el y de que no hay nada mejor que ver como los demás trabajan.
Pequeños detalles de un día de junio en el que aun no ha empezado a abrasar el sol.

89.- MAL DIA…

Me siento como el niño al que se le promete algo y luego no se ha cumplido.
Más nada me has prometido, pero mi sentimiento es de desamparo porque deseando hablar unos momentos contigo, no he podido.
Son demasiado complejos los mecanismos que mueve mi cuerpo antes de que asimile su tratamiento que cualquier cosa lo desequilibra.
Un disgusto, una noche sin dormir casi; una esperanza fallida.
Montones de cosas sin importancia que juntas se transforman en una montaña insalvable para quien, mas que andar, gatea en pos de una realidad lejana.
Este es uno de esos días negros.

90.- DESANIMO…

Quería ver amanecer tu sonrisa mientras el brillo de tus ojos iluminaba el inicio de la mañana que tras la noche de anhelos y sueños aguardaba como lo hace un niño que aguarda su premio.
Cierro mis ojos y tengo tal sensación de vértigo que creo que, más que estar sereno, me derrumbo en un mareo de volutas de humo oscuro que se arremolinan ante los ojos de mi cerebro tapando la realidad del momento en que me encuentro.
Los abro de nuevo y es la cruda realidad la que observo que, como el aire frío en el invierno, rodea mi cuerpo en este día de calor intenso dejando a mi corazón aterido.
Una simple palabra, porque tus ojos no veo, es suficiente para hacer de un día anodino y soso, otro radiante y hermoso.
Qué cruel ha sido el destino relegando mi cuerpo al lecho mientras desesperada buscabas unas palabras de amor y consuelo.

91.- DESCANSA…

Acompañado por el suave canto de un pájaro posado en la rama de un naranjo contemplo a través de la ventana como la luz hace desaparecer la oscuridad al mismo tiempo que en tu casa tu cuerpo se pierde entre las sábanas.
Vuela mi mente en tu busca y por el camino descubre que eres la ternura y la calma; el candor y el fuego que alimenta mi alma; el silencio y el ruido en la tempestad que tu llegada ha traído al cielo de mi vida.
Y cuando la distancia se acorta, cuando mas deprisa vuelo para solazarme con tu presencia, percibo el suave susurro que de ti mana para abrigar mis horas de soledad en esta casa.
Porque lo inimaginable existe y con tu palabra llenas mi habitación de luz y de color, de sombras de anhelos y destellos de ilusión, de éxtasis y de desesperación.
Contemplo desde mi imaginación tu cuerpo mientras descansa y el silencio me trae tus caricias y un murmullo de suspiros que alegran mi corazón llenándolo de amor y de deseos.
Descansa.

92.- AÑORANZA…

Como el sol que lentamente desaparece por el horizonte cuando la tarde muere, así se ha ido tu imagen de mis ojos cuando has desaparecido.
Y con esa añoranza de lo hermoso partido se forman en mi mente los sueños de transformarme en el mejor narrador para hacerte llegar, cabalgando las nubes de la ilusión, las palabras que alegren tu día; que enciendan las antorchas de tu imaginación y que su luz, a través de esos ojos de negra lava que resplandecen en tu cara, alumbren el camino que deseas recorrer de tu destino; susurrar en tus oídos una melodía llena de vida, de ensueños y llenar tu pecho de perfumes de rosas en el jardín de los deseos y hacer llegar a tu boca el sabor enloquecedor y divino de los besos que como montañas sagradas guardan el suspiro supremo de las ansias que tienen tus labios de encontrar los míos mientras los brazos buscan abrazarse y así completar el ciclo que solo el amor sabe coronar con el mismo embeleso que da beber un buen vino.
Hacer que tus ojos acaricien los míos mientras tiendo con mis manos sostengo tus sueños de caminar el resto de mi vida juntos.
Y que tus pestañas agiten el viento para que la brisa refresque la mente, mitigue los deseos y serene el espíritu mientras llega el instante de poder fundirnos en un mismo cuerpo.
Que tus zapatos abracen tus pies mientras sostengo tu mano para recorrer juntos los senderos desconocidos de la vida seguro de hallar los paisajes más hermosos que existan cuajados de nuevos amaneceres llenos de sueños, de días de sol acariciante y de noches de luna y silencio en que tus ojos rivalicen con los luceros.
Que el amor que tengo se transmita a través de mi brazo para llegar a mi mano y que mis dedos fueran el camino que te diera la fuerza en el desanimo, la luz en las tinieblas, la sombra en el sol de la ignorancia y el sosiego en la soledad y el cansancio.
Pero solo soy un hombre ya viejo al que has he encendido una llama en su corazón,  que se ilumina con ella, que te ama y no encuentra otra forma de hacerte llegar su amor que a través del viento de sus palabras que son las que dictan sus sentimientos.
93.- EL TELEFONO…

El sopor del calor es roto por el timbre del teléfono que anuncia que lo imprevisto llama a mi silencio para sacarlo al encuentro de lo desconocido.
Dificultad de audición, ruidos de fondo que confirman que es un teléfono Mobil el que trata de comunicarse conmigo.
Y una voz de mujer, de tono desconocido, que pronuncia el nombre que mi hijo y yo compartimos.
Y la duda surge sobre quien debe contestar a esa llamada del destino.
Dudas, confirmaciones, que terminan en una cascada de risas y alegría que me hacen descubrir la voz amada que hace que goce mi alma, además de mis oídos.
Es tu risa como esas gotas de agua que golpean la cristalería al lavarla sacando de ella las notas más hermosas que la fragilidad es capaz de crear cuando se la ama.
Ha sido, también, el rayo de luz y alegría venido desde la lejanía en busca de quien en ti pensaba.
Y me he sentido, todo junto y sin tener motivo, como abrazado por las olas del mar cuando mueren besando la playa  y zarandeado por las ráfagas de un viento divino que me trae el embrujo de tus sueños, el perfume de tus besos, los tesoros de tu cuerpo y la esenia de tus sentimientos.
Se que he contestado, se que he sentido, pero también se que en la realidad no estaba sino que flotaba por ese mundo desconocido que es soñar con los ojos abiertos.
Dulce regusto en mi boca, como el buen vino, ha dejado tu llamada y bálsamo ha sido para el alma saberse acariciada por tu voz mientra mi cuerpo se ha sentido desvestido por tus ojos y sumergido en placentero baño lleno por las aguas de amor.
Se ha hecho eterna después la tarde hasta que, ya rendido el día y llegada la noche, el sueño me ha vencido.
Un simple suspiro del tiempo ha hecho plena y hermosa una tarde adormecida por el calor y el tedio.

94.- PESTAÑAS…

Con el aleteo de tus pestañas negras que asemejan las alas de la mariposa de los sueños, se abren tus ojos a la realidad de un día cuajado de promesas, temores, risas y llantos que preludian el paso de las horas como la escalera por la que caminamos en busca de la noche.
Y son las inquietudes y las dudas que despierta lo que desconocemos el panorama primero de este día que se inicia.
Frío es el aire que te abraza al levantarte  y que hace rápido el aseo.
Y las suaves y rápidas caricias con tu pelo son el preludio a un rápido desayuno antes de partir hacia el trabajo nuevo.
Es normal sentir inquietud cuando se navega en buque nuevo por el mar de aguas procelosas que es la subsistencia.
Pero solo las almas fuertes y decididas son las que saben manejar las velas y ajustarlas al viento del destino para hacernos llegar seguros al puerto de nuestros sueños.
No temas, que aunque estoy lejos y no soy el viento que infla las velas de tus deseos, si soy el asiento que se sitúa detrás de ti para que te apoyes cuando el cansancio te haga buscar un respiro para luego proseguir.
Recuerda siempre que el triunfo acompaña a aquel que domina su miedo y no se deja dominar por él.
Porque ocurre muchas veces, tal y como decía el clásico, que el gigante del miedo solo lo produce la sombra de un enano.

95.- NUEVO DIA…

Huyen las sombras asustadas por la luz que se anuncia por el horizonte con un trazo de color sangre como preludio de lo que más tarde, filtrado a través de las nubes, será un nuevo día.
Y persiguiendo al negro corcel de la noche mientras huye en busca de la guarida que tiene tras el otro horizonte, la luz se reflejará en tu cara prometiendo traer la dicha del sol de tu sonrisa y serás desde ese momento la imagen viva de lo que los profetas del Antiguo Testamento describían como la tierra que algún día alcanzarían los elegidos en donde la miel y la leche manan.
Miro a la luna que coquetea en ese cielo azul donde aún parpadean algunas estrellas y creo que siente envidia al contemplar tu cara porque además de verla hermosa sabe que de sus ojos no saldrá esa miel que de los tuyos mana para endulzar mi vida.

96.- SENTIMIENTO…

Llega hasta mi empujado por el movimiento de tus pestañas el viento de tus sueños, caliente por el fuego de tus ojos y el inconfundible aroma de tu cuerpo.
Me habla en la distancia de tu lucha, de tu desespero en muchos momentos, pero también susurra el ansia de tu corazón por pegar tu cuerpo al mío, porque la fuente de tus besos sacie la sed de mi boca y que sean tus ojos con su fuego los que quemen la mies seca del campo de mis recuerdos preparándola para que la lluvia de tus sentimientos empape su reseco aspecto  para, dentro de un breve tiempo, hacer brotar de nuevo la verde y nueva hierba de la ilusión, de la risa sencilla, de la lagrima que huye de los ojos perseguida por la felicidad que creía perdida y de la que ya no tenían esperanza que pudiera regresar.
Cierro mis ojos y dejo volar mis ansias montadas sobre mis sueños para que atraviesen el océano y se sienten pacientes a la espera de que dejes donde trabajas para acompañarte en silencio al refugio donde descansas.
Ir contigo, moverme a tu lado, una veces delante para protegerte, otras veces detrás para solazarme mirando tu cuerpo y tu garbo con el ansia del hambriento aunque solo me mueve contemplarte para compensar el tiempo que Dios, para estar a tu lado, hasta ahora me ha negado.
Y además de acompañarte también quiero meterme dentro de tu alma para susurrarte muy quedo en el oído de tus sentimientos y decirte que te quiero, que me llenas, me acreces y lo que todo eso me empapa por dentro.
Son los deseos de un hombre al que abandono la juventud hace tiempo pero repleto de amor y ternura como para ser capaz de hacer de un suspiro tuyo un canto de gloria y agradecimiento que se eleva al cielo, cual oración, para quien nos hizo.
Cesa el viento venido de lejos de agitar las olas de mi imaginación y descubro que donde estoy no estas tu, aunque  mi nariz percibe el aroma de tu amor y de tu cuerpo mientras susurro muy quedo, ciñendo con mis ojos tu cintura y cubriéndote de besos un suave y sencillo: "te quiero". 

97.- MIRANDO LA NOCHE

He cerrado mis ojos y contemplo como el manto de la noche cubre tu cama mientras la brisa de la madrugada agita traviesa tu pelo y me trae el perfume de tu cuerpo.
Las estrellas de la noche anidan aún en el cielo esperando que tus ojos se abran para mirarse en el espejo de mis sentimientos, aguardando que de tu pecho brote una cascada de suspiros y anhelos que traigan el sol de la mañana en la que no estaré para verte porque vivo lejos.
Dejo escapar mis sueños hacia el sitio donde descansas mientra la realidad de la lejanía apaga el brillo de mis ojos abiertos que tratan de ser el viento que bese tus labios y te tome de la mano para iniciar un nuevo trayecto.
Qué triste es soñar con los ojos abiertos después de tan hermosos deseos.

98.- EN LA MAÑANA

Destella el negro azabache de tus ojos cuando miras al mundo iluminando con sus reflejos a los que te codician, a los que te sueñan y a los que te amamos.
Y sale la luz de tus ojos acompañada por la dulce melodía que la ternura modula para envolver al que miras llenando  su alma de emoción y sentimiento.
Tus labios, testigos mudos de una obra de arte digna del mejor Miguel Ángel, cuando sonríen, galantes y amorosos, son el canto misterioso y el silencio, sonoro al mismo tiempo, que mana de ti desde el principio del tiempo acompañado por el fulgor de esos lagos  misteriosos que en forma de ojos casi llenan tu cara para, aun siendo negros, iluminar mi día, hacerme soñar con tus besos y desear perderme recorriendo tu cuerpo hasta no saber si piso la tierra o estoy en el cielo.
Abrir los ojos por la mañana y descubrir que solo es el alba la que avanza y no mis anhelos desnuda mi espíritu que se refugia, entristecido y gozoso al mismo tiempo, en el lugar de los sueños pidiendo al Eterno que se rompa el hechizo y que día llegue que pueda bañarme en tus ojos, lagos inmensos, profundos y misteriosos que dan paso a ese mundo interior tuyo cuajado de amor y de deseos, que son como diamantes encerrados en el seno de la tierra aguardando al intrépido que quiera adornarse con ellos.

Y, lentamente, la luz se abre paso entre las nubes tristes de un día de otoño en que se desborda mi alma implorando dormir un poco, ternura para arroparme y paz si me despierto.

99.- ALETEOS…

El aleteo de tus pestañas aleja las ultimas brumas del sueño que corriendo van hacia las horas que faltan para que vuelvan a ensombrecer el cielo y ellas, las pestañas, tendidas como aves protegiendo sus polluelos, desciendan con los parpados para acariciar  tus ojos de nuevo
Amanece la promesa de un día lleno de horas, de sorpresas e incertidumbres, de certezas y sonrisas, pero también de desilusiones y tristezas que conformaran una perla mas del collar de tu existencia.
Trabajo, cansancio, desanimo y esperanza de que con la llegada de la noche podrás refugiarte en tu cama y dejar a tu espíritu la puerta abierta para que disfrute por esos campos inexplorados de la mente en busca de los sueños, de las alegrías, de las ilusiones, de los placeres y de los hechos porvenir y sucedidos mientras tu cuerpo, tendido en el lecho, descansa.
Es un nuevo día: levanta tu cara y mira por la ventana porque la vida también esta fuera y te aguarda.


100.- UN CANTO…

Como un canto de ruiseñor saludando al día así  se desgrana la melodía de mi alma para despertarte cuando aun son las estrellas las que adornan el cielo en esta madrugada oscura y fría.
Buscan mis ojos entre ellas los luceros de los tuyos apenas dormidos que deben abrirse como los girasoles para seguir durante el día el camino del sol en su recorrido de uno al otro horizonte para terminar dormido ora tras montañas en según que sitios, otra tras lejanos mares.
Es el frío de la noche el que hace tiritar mi carne aun semidesnuda que muchas madrugadas sueña que termina de separarse de la tuya tras una noche de amor y deseos satisfechos.
Pero la realidad se impone porque al mirar mi lecho solo veo en él el hueco que dejé al levantarme y no el tuyo, arrebujado y caliente a la espera de un nuevo encuentro en el que mis brazos ciñan tu cintura y mis labios besen tu cuello mientras susurra mi boca un suave intenso al mismo tiempo, te quiero.

Se hace eterno el camino del hombre cuando lo recorre en busca de hacer realidad un hermoso y placentero sueño.

101.- AZAHAR…

Son las hojas verdes de los naranjos las esmeraldas que la naturaleza da al azahar, que brota como copo de nieve caído, para perfumar el aire que respiro y alegrar mis ojos mientras recorro el que camino cuando ya en el cielo los colores estallan con el crepúsculo despidiendo al sol que se oculta tras las montañas.
Botones blancos de pureza que forman el ramo que las desposadas llevan el día de su casamiento y que, tras la ceremonia,  es lanzado al viento para que sea la afortunada en cogerlo la siguiente en ser desposada.
Tradición que no se en que se basa pero que aparece en todas las bodas y que provoca muchas veces situaciones embarazosas y extrañas.
Y te hablo muy quedo mientras camino describiendo lo que veo y tratando de que aspires el mismo aroma fresco y fragante que el azahar derrama cuando se abre en los naranjos.
A veces pienso que me dejo llevar por mi locura de estar a tu lado; otras que sueño despierto, las más que tengo miedo que al verme descubras que el hombre que amas no es el gigantes que buscabas ni el héroe de tu futuro ni esta cubierto por la armadura de oro de tus sueños.
Trato de mantener mis pies en el suelo mientras quiero estar en el cielo de tu compañía, quiero compartir mis silencios, mis melancolías, mis alegrías y los misterios que envuelven nuestras vidas.
Quiero sentir tu mano cuando deba descender al mas allá, quiero que tu mano cierre mis ojos, quiero que, cuando eso llegue, puedas decir que por encima de las miserias humanas, de las dificultades de la convivencia, que fui capaz de llenar unas cuantas paginas de tu vida y sembré en tu alma las semillas de un amor que no fuiste nunca capaz de imaginar.
Si así lo logro, si todo eso tengo, te aseguro que habrá merecido la pena haber vivido y el haberte entregado todo el amor que has sido capaz de crear en un hombre descreído y cansado de la soledad.


102.- LENTO TIEMPO…

Va mi anhelo de tu compañía surcando el mar del día mientras el sol me acompaña empujando la noche en donde tu descansas para que amanezcas mas relajada y preparada para reiniciar la lucha cotidiana.
Mientras, en esta España soleada, brota de mi alma un canto melancólico y lastimero porque lo que amo y sueño se halla lejos aun a pesar de sus ansias de volar hacia mi pecho porque sus alas están mojadas por la ausencia del vil pero necesario dinero.
Y aun sabiendo esto, son tantas mis ansias y deseos que dejo mis brazos abiertos anhelando con esperanza que se produzca el milagro y que traiga desde tan lejos
Pasa lento el tiempo para aquel que espera ver hecho realidad un hermoso sueño.


103.- EL VIENTO…

Arrastra el viento con violencia las nubes blancas que desde el lejano poniente atraviesan España trayendo a las tierras altas la lluvia que sus sedientas tierras ansiaban.
Son como velas blancas de los pensamientos que vienen  a traerme el aliento de tu amor y el perfume de tu cuerpo que engalana mis noches mientras estas lejos.
Y el viento, cual instrumento desconocido, desgrana las notas que a veces parecen aullidos y en otros sonidos de flauta para hacer de esta mañana que ha amanecido llorando una turquesa intensa cuando se acerca el momento en que las horas doblan su espinazo para pasar de mañana a la tarde.
Y el sol, como pepita gigante de oro engarzada en el firmamento, da a las cosas las sombras que las hacen elegantes y color a las hojas escasas que quedan en los árboles.
Van pasando los minutos en esta mañana fría y solitaria mientras de mi alma se eleva la plegaria para que pronto estemos juntos, para que nuestra mutua presencia llene los espacios infinitos de nuestra soledad de esa esencia de los dioses que se llama compañía.
Sueña mi mente contigo y sueñan, también, mis ojos abiertos por ver reflejada en los tuyos negros la imagen de mi cuerpo cuando me acerco a ti para darte un beso y, mordiéndote suavemente los labios, decirte que te quiero, que esta tardanza es un desespero y que no consigo, aun a pesar de todos mis esfuerzos, que broten alas al destino para acercarme , aunque fuera un momento, para hacerte entender que aun a pesar de nuestros malos momentos, te quiero y que por eso te necesito.
Gime el fuerte viento cuando pasa por las rendijas de la puerta arrastrando el polvo de los caminos y agitando la planta que hay a su paso mientras huye hacia las ventanas de atrás por las que escapa para perfumarse con el azahar que tienen los naranjos por el camino donde por las tardes paseo.
Qué delicia soñar despierto con tenerte junto a mi abrazada a mi cuerpo.
Que fría se queda el alma al abrir los ojos y ver que solo han sido unos momentos de ansia y ensueño y que la realidad, mas dura que el destino, me hace comprender que estas muy lejos y yo continuo solo y sin el abrigo que dan tus besos.


104.- DESTINO…

Es el viento frío del norte el que arranca de las hojas de los naranjos esa sensual melodía que a mis oídos llega trayendo el perfume del azahar que en estas fechas brota como promesa futura de nuevas naranjas.
Cierra el horizonte por el norte las montañas no muy altas que arrebujadas por nubes impiden la visión de lo lejano y ausente pero amado.
Son grises las nubes con ribetes negros de las que han caído unas lagrimas esta mañana dando la sensación de que lloraba el cielo para decirnos que el otoño avanza y que detrás de él, como al día sigue la noche, vendrá el invierno desnudando los árboles que sombrean el regato que no muy lejos de donde vivo se desliza silencioso y cauto hasta perderse en el barranco, casi siempre seco, que es el cementerio húmedo donde se pierden sus agua sin un lamento.
Son ya cortos los días y son mas frías y largas las noches y al haber cambiado el cielo por las estaciones, hace destellar los luceros en el terciopelo negro de su manto tratando de ser cada uno el más bello.
Y cubierto con ese maravilloso cielo, mis ojos regresan a casa tras el largo paseo que inicio cuando el sol baja y el calor ha cedido y antes de que las sombras que vienen corriendo desde donde él nacerá mañana, emborronen el camino de tierra aplastada en que se ha convertido las losas de piedra de una antigua calzada romana.
Y aunque no la veo, tras los silenciosos naranjos, se que si me desplazo un poco llegare a  unas termas romanas que un día fueron lugar de relajo, placer y solaz de los cansados viajeros.
Hoy ruinas apenas respetadas por el saqueo y las heridas que causa el paso del tiempo y la barbarie de los hombres que nunca imaginaron que lo que ellos nos legaron no es nuestro, sino que se los debemos a los que han de sucedernos.
Cae la noche mientras las luces de las casas parecen luciérnagas volando en el cielo pero sin la elegancia de sus cabriolas y con la frialdad que da lo que de metal esta hecho.
El día ha muerto y empieza su señoreo la noche cuajada de misterios, adornada de estrellas y arropada por el silencio
Dentro de un rato todos estaremos dormidos mientras mi mente huirá de mi cuerpo en busca de lo amado y presentido, de lo buscado a lo largos de mis años tratando de alcanzar las metas lejanas de ver sus sueños y deseos realizados.
Saber que el final del camino no es la muerte infunde en el animo unas energías y unos deseos que pocos comprenden si solo miran la inmediatez de nuestro actual viaje y no creen que este de ahora solo es uno más entre los muchos caminos que hemos recorrido, como nómadas, en busca de nuestro destino.


105.- EL VALLE…

Agita el viento los naranjos consiguiendo que entre el verde esmeralda de las hojas destellen los frutos con van cogiendo color a la espera de la mano que los libera de su esclavitud para correr el espacio que falta para llegar a la boca y entregar todo su sabor.
Han pasado las horas desde ayer acompañadas  por una luna llena que enseñoreaba el cielo dejando a los luceros como simples y pequeños agujeros en el manto de terciopelo del cielo para que supiéramos que más allá de ellos esta el paraíso que prometen todas las religiones.
Pero lo mismo que la oscuridad de la noche no logra borrar la magia de un día de sol en los ojos de los que ven y miran, así ha sucedido con los recuerdos grabados de tu cuerpo presidido por dos ojos que se movían inquietos contemplando tú alrededor.
Destellos de vida que eran los embajadores de tu alma a duras penas contenida en tu cuerpo enjuto y sereno enfundado en unos pantalones negros bien rellenos en donde la espalda pierde su nombre.
Y como bandera de libertadores ajustado a tus senos, un blusón de colores que asemejaba un caleidoscopio de sueños jóvenes en el momento de su paso una la realidad que parece un sueño.
Sonrisa generosa que como pasaporte abre fronteras, dilata los ojos y mueve a imitar tu gentileza a quienes te contemplan, sean conocidos o forastero que, cuando menos lo esperan, se encuentran con un cuerpo casi perfecto que llena un aula de murmullos lisonjeros y deja en quien te ama la certeza de tu señorío y tu gusto exquisito.
Y como camino de escape para perseguir a los deseos, un escote en forma de valle que hace ver el Jordan de Moisés y Josué como un simple riachuelo.
Han pasado las horas, pasaran los días pero no pasara el recuerdo de haber vislumbrado la tierra prometida en donde hundir mi cara en ese valle soñado seguro de que de el emanara un perfume de flores.
A veces, de lo insospechado, surge el chispazo que transforma un ser casi acabado en un hombre.
Es cierto, sin pensar ni intuirlo, que a veces ocurre un milagro


106.- UN CUERPO…

Hace unos minutos que has desaparecido de la pantalla y aun están fijas las imágenes de tu figura en la retina de mis ojos donde esos labios hermosos y dulces como caramelos, esos ojos que son luceros reluciendo en el blanco de tu cara han captado el tiempo para plasmarlo en el lienzo de los recuerdos hermosos.
Tus brazos, descubiertos y hermosos, unidos a un busto completo que finaliza en un suave vientre que se pierde dentro de unos pantalones oscuros que realzaban tu figura haciendo que mi boca se llene del deseo por tus besos y de iniciar una peregrinación por todos los recovecos de tu cadencioso cuerpo.
Y así, descendiendo por los montes y perdiéndome por los valles de tu cuerpo hasta llegar a  tus pies y besarlos como hace el atleta  con la cinta que corona su esfuerzo.
Es suave tu piel y de tacto de terciopelo, son suaves tus manos y es dulce todo tu cuerpo.
Han sido unos momentos, pocos, que me han parecido eternos porque mientras te miraba he tenido la sensación de que se había detenido el tiempo.
Pero como el trueno rompe el silencio, así tus dedos han escrito que se rompía la magia, que se acababa el tiempo, que debería cerrar mi pantalla y dejar en mis ojos todo lo bello que me has regalado.
Han sido tus besos manando de entre tus dedos mientras sellaban tu boca  los que me han dejado solo y descontento y, también entristecido, soñando que en algún instante del tiempo venidero se sacien mis ojos con la contemplación de tu cuerpo y sean mis labios, con mis besos los que acaricien esa piel de terciopelo que hoy he contemplado de lejos.


107.- NUBES…

Navegan las nubes por el mar del cielo tachonado de estrellas que refulgen como gemas en el espejo de sus aguas negras.
Y de una, majestuosa y callada, brotan unas gotas de lluvia que golpean mi cara y se derraman dulces sobre mis ojos hasta hacer parecer que lloran desconsolados por no poder contemplar como los luceros se reflejan en los tuyos.
Gemas de azabache pulido y hermoso que como dos pozos sin fondo reposan en tu cara haciendo que cuando me miras en silencio sean esos agujeros negros de los que hablan los astrónomos que atraen hacia su centro todo aquello que les rodea sin dejarlo escapar de nuevo.
Sueño con tus ojos estando despierto, sueño con tus labios cuando, carnosos y hermosos, modulan su forma para hacer brotar tus besos que como suspiros brotan desde lo hondo de tu pecho y salen vestidos con lo más hermoso de tus sentimientos.

Me deleito mirando tu boca cuando como un torrente de aguas claras y caudalosas me empapa con tu amor, me perfuma con tu aliento y me canta esa canción que sabe a sal de los mares y sol de la tierra reseca  que se desgrana como una brisa fresca en la mañana diciendo mimosa y provocadora:”te quiero…, te quiero…, te quiero”.
Se eriza el vello de mi cuerpo solo pensar en el momento en que tras vernos por  vez primera con estos cuerpos  extendamos los brazos y nos abracemos como queriendo condensar en ese primer momento todos los años en que, perdidos y desorientados, nos hemos estado buscando sin encontrarnos.
Después, cuando dejo a la mente que razone y me oriente, no se si besare tus labios,  o serán tus ojos, o será tu frente o te abrazaré de nuevo borracho de amor y sentimiento por tenerte entre mis brazos transmitiendo a mi cansado cuerpo el fuego que anida en el tuyo para insuflar vida a los años en que estaremos juntos.

Son promesas esos besos que sueño, que añoro y necesito para seguir viviendo ya con los ojos abiertos contemplando el paisaje de mi vida caminando a tu lado.
Y ya desbocada mi mente, quiero que sean mis dedos los que escriban sobre el pentagrama de tu cuerpo todas las melodías guardadas a lo largo de mi vida para que recuerdes cuando yo me vaya que viví mis años sin ti preparándome para darte todo lo que soñaste y de lo que la vida no te ha dado nada.

108.- VOLAR DESEO…

Cierro los ojos unos momentos y deseo abandonar mi cuerpo para subir en una nube de las que en esta noche fría y serena surcan el cielo para llegar más pronto a tu lado y vivir ese encuentro.
Los abro y solo veo el negro de la noche, la luna cual rodaja de blanco queso y noto, sin verlos, mis ojos apagados al comprobar que mis sentimientos han sido incapaces de transformar mis deseos en  hechos.
Debo ponerme de nuevo el cilicio de la espera, meterme otra vez en la cueva del desespero y aguardar a que el cielo sea generoso haciendo el milagro de reencontrarnos pronto.


109.- CANSANCIO…

Son tus ojos dos lagos de agotamiento cuando el fin de semana llega haciendo que tu mirada sea una lánguida nota de vida que mana de ellos para acariciar las cosas que amas.
Y te miro desde la distancia sin poder hacer nada para que vuelvan tus fuerzas y para que tu mirada sea el rayo de luz y energía que necesitas para iluminar tu camino y la vida que a los demás nos das.
Solo veo tu cansancio, tu melancolía y tu soledad que se juntan en un cuerpo hermoso coronado por tu rostro huérfano de la sonrisa que alegra el corazón de los que miramos, sin poder hacer nada, tu soledad.
Qué impotencia siento cuando descubro que aun a pesar de cuanto te quiero no soy capaz de hacerte llegar un trozo de mi vida que refuerce la tuya en estos momentos de cansancio y soledad en compañía.
Se que tirarás del carro, se que te esforzaras por dar un paso mas y que cuando llegue el lunes de nuevo te enfrentaras al trabajo cotidiano con la fuerza que da el hacer lo que nos realiza.
Si que lamento no estar a tu lado para que descansaras sobre mi hombro o a mi lado, mientras la naturaleza repara ese cansancio y los desgarros que produce en el alma la envidia y la superficialidad de los juicios de los demás.
Solo soy un espectador que sufre contigo sin poder ayudar.


110.- RIELA LA LUNA

Riela la luna coqueta mirándose en un charco mientras el azul del cielo pasa lentamente hasta hacerse negro manto tachonado de estrellas.
Y mis pies, como grandes manchas de yeso blanco, van marcando sobre el polvo marrón del camino los pasos de quien en busca va del descanso y solazarse con la visión de tu cara mirándome a través de ese espejo negro que es un ordenador que  te trae hasta mí estando tan lejos.
Se me hace más ameno el camino cuando te llamo por teléfono y, tras unos segundos,  brota el torrente de tu voz acompañado de  risas para empaparme de alegría y transmitirme tu amor.
Son breves los momentos en que alegras mis oídos cuando me abrazas riendo  guardando tu voz para dejarme en los labios el dulce sabor de tus besos y de tu amor.
Siento en esos momentos que la rosa que es tu cuerpo se mueve al compás del viento del deseo y de tus ansias de gustar hasta conseguir que solo mis ojos miren tu zarandeo, mientras mi nariz aspira el viento convencido de que me traerá  el perfume que toda rosa lleva dentro.
Y cuando eso siento, me perfumo con ese aroma mientras cierro mis ojos y sueño  que eres tu quien esta a mi lado y que cuando los abra de nuevo serán tus labios los que me llenaran de besos.
Locuras que sueña mi mente mientras recorro el camino que el polvo cubre en busca de la visión de tu rostro que me sonreirá cuando llegue aunque sea desde lejos.
Verdad es que cuando se ama no existen distancias, no hay mares por medio, ni es la noche oscura porque por el mero hecho de amarse, el universo se confabula para que tus ojos acaricien los míos y mis labios, golosos, recorran tu cuerpo.
Se ha hecho de noche mientras te espero.

111.- ESPERO…

Pasa con suavidad el frío de la noche a través de las ventanas para hacer mas intenso el descanso de los que aun duermen.
Y sentado en esta silla que soporta mi silencio ensancho mi pecho en busca de ese oxigeno que necesito y lo lleno de aire frío mientras siento la añoranza de tu cuerpo que aun no he tenido.
Y no es deseo lo que empuja mis dedos a describir lo que ansío, sino la necesidad de compartir todos los momentos que me queden contigo porque has conseguido que tu solo recuerdo de luz a mi alma y calor a mi cuerpo.
Son horas solitarias las de la madrugada en la que sin querer te veo tapada y durmiendo sobre tu lado derecho, con la melena suelta como si la agitara el viento y tus ojos cerrados en movimiento como si persiguieran algo que no se si esta cerca o lejos, te entristece o alegra, deseas o contemplas.
Solo miro desde lejos y te veo.
Son eternos los minutos para aquel que aguarda sabiendo que lo que huye de él es el tiempo.
Es el ansia, la esperanza y, también el miedo, lo que atenaza mi garganta porque lo que quiero y deseo esta lejos, no se cuánto tardaré en tenerlo y por cuánto tiempo.
Estoy agotado y apenas me sostengo pero aun cuando mi cuerpo reclama la cama y mis deseos tu cuerpo, sigo sentado  sin tener en la boca otra cosa que el amargo sabor de saberte lejos.
Otros días surge el milagro y el perfume que te engalana llega a mi y me abraza, el calor de tus manos tocando las mías y la sensación de tu cuerpo buscando el acomodo como si fueras una niña encontrando el regazo materno.
Pero esta noche de viento frío, de oscuridad intensa y de silencio profundo, nada de eso tengo.
¡Cuánto deseo que amanezca el día de nuestro encuentro!


112.- ABRAZO…

Se arrastran los últimos minutos del día hacia la culminación de las horas mientras aguardo esperanzado que tu rostro aparezca aunque se que no he de lograrlo.
Es una sensación extraña la que siento y que me hace sentir lo que jamás he pedido a nadie: sentirme abrazado.
Solo abrazado por alguien a quien quiero y necesito no solo por sus abrazos.
Repasaba mi vida esta tarde mientras caminaba y he tenido que reconocer que tú eres la única persona a la que he rogado que me abrace aunque estés lejos.
Misterios que tiene la vida, esta vida mía, en la que habiendo habido tantas mujeres, jamás haya sentido necesidad de ser abrazado sino por tus brazos.
No tiene explicación lo que siento, pero aunque no me oyes ni estás cerca de donde me encuentro, te ruego que me abraces aunque sea con el pensamiento.
Me vence el cansancio, la soledad y el silencio.

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113.- DE ORO…

Acaba un día frío vestido de oro nuevo bajo el manto azul intenso del cielo que de un lado al otro del horizonte nos cubre derramando generoso sobre la capa blanca de la nieve que se abraza a las cumbres de las montañas viendo como la noche avanza para parir mañana otro día.
Frío que arranca de la boca nubes de vapor que son el humo que del volcán del alma brotan cuando los pensamientos vuelan lejos en busca del amor y la ternura de quien nos ama.
Muere un día de cambios con el intenso deseo de que sea el principio de un año distinto y nuevo al pasado; en donde las ilusiones sostengan el espíritu cuando llegue el desanimo y la esperanza de abrazar el cuerpo amado sea el fuego que calienta el cuerpo, templa el animo y da luz a los ojos para que iluminen el camino que nos lleve a ese momento.
Verte vestida de rosa pálido, con los ojos abiertos, inmensos e insondables  lagos de azabache negro, por la sorpresa de lo inesperado y a tus labios, promesas de frutos madurados por el sol de los besos, ha sido la estampa que ha llenado el día, anodino y largo, de quien no creía hace mucho tiempo que los milagros ocurren y, mucho menos,  que se realizaran en un descreído.
Oscurece pronto aunque ya se nota que el día va alargando como se ensancha el pecho, como se llena el alma al saber que en la distancia hay una mujer que se solaza porque la quiero.
Pasa lento el tiempo para el que aguarda, pero aguardar sabiendo que el tiempo de la separación se acaba es como recibir cada día en el desierto de la separación el maná divino que alimentará nuestro cuerpo y nuestra alma hasta que la tierra prometida se presente ante nosotros con la certeza de que seremos ambos los que descenderemos desde los altos de Moab a las tierras que manan leche y miel que Dios te ha prometido y dispuesto ha para que en ellas descansemos.
Muere día en paz y bienvenida seas noche que al alba traerás un nuevo día que acortará un poco mas la distancia que nos separa.


114.- ESQUIVO SUEÑO…

Viene a mi noche el reflejo de las estrellas en tus ojos que como carrusel de luceros recorren mi cuerpo haciendo que los sentimientos afloren  como lo hace el agua del manantial cuando lo que lo obstruía  desaparece.
Es ese rostro misterioso, esa mirada de tristeza impenetrable la que se clava dentro de mi como lo haría una espada haciendo sangrar mi alma por estar lejos y no poderte abrazar y de mis ojos brotar dos perlas saladas que se deslizan en busca de tu pelo convencido de que entre mis brazos estas.
Sueño, porque se que la realidad  no me abraza, que te tengo entre los míos, que te beso el pelo, que acaricio tu espalda mientras tu cabeza agachada se refugia y besa mi cuello.
Sensación de haber sido tocado por lo hermoso, lo deseado, lo amado y un sueño que se hace eterno desde siglos pasados en que fuimos un solo cuerpo y un solo beso.
Se desliza el tiempo entre nubes de ensueños y a mi nariz llega ese grato y misterioso perfume que  emana de tu cuerpo y que cual manto me envuelve haciéndome cerrar los ojos hasta creerme que estas junto a mi en el lecho.
Son abrazos desde lejos, son besos que nos trae el viento, son caricias que han aguardado años a que se nos encontráramos de nuevo tras habernos buscado tanto.
El misterio de tu mundo, el placer de tus labios tiernos hace que mis noches sean eternas mientras te espero y que cuando me acuesto, deseo no tarde en llegar ese calor dulce e inolvidable que a través de los milenios recuerdo que reconfortó  nuestro amor y es el mismo, a tan larga distancia, que aguardo para relajar mi cuerpo y atraer al esquivo sueño.
Tengo los ojos abiertos pero sueño con volver a reencontrarte ahora y cuando deba de partir porque se acabe mi tiempo, seguiré buscándote por esos espacios de desconcierto hasta que la luz de tus ojos y la caricia de tus besos me hagan comprender que nos hemos reunido de nuevo.
Me roba el tiempo la vida que tus me has dado al decirme "te quiero".


 115.- VELERO…

Castiga el viento las ramas y las hojas de los naranjos arrastrando al suelo los áureos regalos de a los paladares solaza, mientras aúlla lastimero al colarse por entre las rendijas de las ventanas.
Y vuela el tiempo y desaparecen los años para volver a aquellos momentos en que navegábamos en un velero por el Mediterráneo con un ventarrón de levante primero hasta refugiarnos tras las moles protectoras de las Chafarinas que custodian los legionarios.
El mar eran olas, murallas de agua,  espuma y viento que se estrellaban contra aquel velero mientras nosotros aguardábamos para saber si sobreviviríamos o moriríamos en el intento de llegar a un puerto aunque fuera de Marruecos.
Fue una noche de espanto, de no descansar mientras aullaba el viento; de tragar miedo mientras el velero hacia garrear el ancha acercándonos hacia las rocas de aquellos acantilados que nos daban pánico.
Estaba sentado en la popa, cubierto de ropas de agua y con los  ojos abiertos, viendo como subía y bajaba el velero mientras me comía mi miedo y con la boca abierta tratando de respirar tranquilo aquel aire salino que llenaba mi pecho.
Así aullaba el viento, así controlaba mi miedo, mientras el que me acompañaba en el crucero dormía borracho perdido sin ser consciente del riesgo que corríamos.
Cuántas veces, cuando oigo aullar el viento como lo hacia en las jarcias del velero, viene a mi mente aquella noche en que creí que moriría aplastado contra las rocas como se rompe un huevo contra el suelo tras caer de las manos de un descuidado.
Miro hacia el cielo en esta noche en que estoy bajo cubierto y oigo como penetra el aire por entre las  fisuras de la ventana y recuerdo....
Qué viejo he llegado a ser aun a pesar de que no pensé jamás que llegaría a contarlo, ni en aquel momento ni cuando me pusieron en la duna para fusilarnos.
Ahora, pasados 25 años, vienen a mi memoria aquellos momentos en los que pase tanto miedo y, también, en los que logre dominarlo.
¿Era valor?
No, era simplemente la reacción de un loco consciente de que dejarse dominar por el pánico solo conduce a la muerte cuando se está en un barco.
Sigue aullando el viento y destrozando los naranjos, pero que suerte la mía que me permite  contarlo.
Jamás agradeceré bastante a Dios todos los regalos que me ha dado.
 
116.- PASEANDO…

Salí ayer tarde a caminar tras casi un  mes sin hacerlo y se quedó grabado muy adentro lo que contemplaron mis ojos  que no fue otra cosa que un derroche de hermosa sencillez y un canto de la vida que avanza a medida que transcurre la primavera, sin prisa ni apasionamiento, para llegar al oro del verano que se derramara como fuego desde el cielo.
Ese cielo que ayer era turquesa de azul intenso con motas blancas de unas pequeñas nubes que vagaban sin prisa como lo hacen los veleros cuando no hay viento, dejando en el espíritu la serenidad que se siente cuando hemos hecho lo que debemos.
Pero no se que era mas hermoso si ese cielo o las esmeraldas que cuelgan de las ramas de los naranjos moviéndose trémulas por un ligero viento que les hace susurrar un canto a la vida mientras ofrecen el intenso y delicado perfume del azahar que esta brotando para celebrar que la primavera pasa por el camino que nos conduce al verano y mas tarde al invierno en que esas flores blancas serán sazonados frutos anaranjados.
Son un ejército de árboles que se apartan a los lados del camino, gusano terroso y húmedo, por el que avanzo empapando mis ojos de hermosura y saciando mis pulmones de perfumado viento que de poniente viene aun fresco.
Y avanzan mis pasos al mismo tiempo que mi mente es un desfile de hechos del presente, un archivo del pasado ya tan dilatado y un interrogante de un futuro al que solo me asomo si mi intuición ha regresado a mi interior tras esa ausencia motivada por las preocupaciones.
Una hora y cuarto andando al paso de un hombre que esta cansado pero no se rinde porque cree que lo mejor que puede ocurrirle es andar por la vida sin tener en cuenta a la pensión donde, después, permanecerá siempre.
Hermosa es la vida incluso para el que esta triste, porque el que la mira con sencillez, descubre que la vida solo es lo que uno quiere que sea si no se deja engañar por el afán de tener cosas que, cuando parta, dejará.
Mereció la pena caminar y sentí gratitud por la hermosura que me regalaron.

117.- MIMOSAS…

Mece la suave brisa las mimosas que han llenado de pequeños soles sus cansadas ramas que se inclinan sumisas a una tierra sembrada de promesas y surcada por un desfile de hormigas que trasladan de un lugar a otro sus larvas intuyendo que el primer lugar no es seguro antes las lluvia que se avecinan.
Y de un hormiguero cercano, cientos de alados machos salen renqueando por el agujero rechazados por una reina que ha elegido ya al que fecundará sus huevos.
Hormigas aladas que con sus irisadas capas atraen la atención de golondrinas y gorriones que hacen piruetas en el aire tratando de cazar al vuelo a los más osados machos que han decidido dejar la seguridad del suelo.
Pero también los gorriones aterrizan entre los dos hormigueros capturando solo a los alados y dejando en paz a las que trasladan los huevos a su nuevo aposento.
Están lejos los naranjos y el silencio solo es roto por el lejano pitido del metro que como gusano se arrastra entre dos raíles  paralelos que conducen a los viajeros de un lado al otro no conscientes de lo hermoso que hay tras los cristales de ese gusano.
Sigue siendo azul el cielo, pero empañado por una neblina que deja la sensación de encontrarme ante una novia pudorosa que esconde toda su belleza tras un velo aguardando que llegue la noche para huir por el lejano otero a encontrarse con su amante que la esta aguardando.
Es hermosa la tarde, es sereno el silencio y ya los coches salen de sus aparcamientos en las fábricas para buscar la casa donde pasaran la noche o en busca de otros derroteros.
Son momentos de recogimiento y gratitud al cielo porque tengo un día más para contemplar hambriento la hermosura de la naturaleza y la plenitud de la vida que cada mañana me regalan cuando me despierto.
He estado un rato sentado en la pared que divide dos huertos y mientras recuperaba el aliento, he elevado al cielo mi gratitud, mi serenidad y mis anhelos.
Anhelos que he ido podando a medida que pasaban los años hasta dejarlos en un ramo pequeño de cosas que me permitan ofrecerlas como portazgo cuando pase al otro lado: serenidad, bondad y ser perdonado.
Regreso, no hace frío, pero la brisa del mar me ha hecho sentir un escalofrío.
¿O es miedo a la llegada de ese momento?
No lo creo, más bien es el resultado de tener el cuerpo sudoroso y ser frío y húmedo  el viento.

118.- UN DIA DE PRIMAVERA…

Sentado en la silla que soporta mi cuerpo y de mala manera abraza mi espalda, contemplo el teclado que en la mesa improvisada destaca en negro sobre el castaño de la tabla que la hace completa.
Día fresco y luminoso con tocado de azul turquesa en el cielo y vestido verde esmeralda que se arrastra hasta el suelo salpicado de azahar blanco y perfumado que llena los campos de naranjos.
Miro a mí alrededor y lo que veo llena mi alma de energía, gozo intenso y serena calma y aun cuando creo que mi espíritu se acerca a lo que piensa un viejo, mi cuerpo no lo acompaña.
Reina el silencio, ese compañero de tantas caminatas, de tan largas horas mirando al vacío o escudriñando la noche mientras mis ojos lanzan requiebros a las estrellas y piropos a los luceros.
Pero en estos momentos siento la falta la música.
Pero no de la del ruido, ni la del escándalo, sino esa otra que como el viento te abraza y no te aprieta; esa que te ama y te sosiega; esa que en el susurro de sus notas te trae la poesía; la que te acaricia y relaja aunque todo tu cuerpo este dolido.
Esa que además de música es bálsamo oloroso como el incienso y que cuando toca la llaga o la zona tumefacta, la acaricia y la besa con la misma magia que con sus labios la madre a un niño cura.
Música que al igual que la brisa, te acaricia, besa y seca las perlas del sudor del cuerpo y las lagrimas del alma cuando llora.
Pero no la oigo aunque me gustaría bañarme en ella.
Mirando el día, gozando con intensidad lo que Dios cada mañana me regala al abrir mis ojos, me pregunto por qué con tantos años que ya he vivido no he visto, como en este instante, que es y como se desarrolla un día de primavera.
Y me pregunto un tanto sorprendido, ¿dónde he estado antes que no lo he visto?
¿Quién he sido y donde he vivido que por mi puerta no paso alegre y juguetona la primavera?
Medito y tengo que reconocer que lo ignoro, como ignoro demasiadas cosas que en mi viven, desde saberes e intuiciones; desde sentimientos a dolores; desde alegrías a sufrimientos, desde ilusiones a desengaños.
Pero también reconozco que no me importa demasiado lo que ignora mi mente sobre el pasado ignoto porque en el alma tengo la certeza de conocerlo todo aunque no tenga palabras para plasmarlo.
El día, la vida y la primavera han nacido al mismo tiempo que me he despertado sintiendo los dolores del cuerpo y la libertad que me da la certeza de que mi alma no lo acompañara cuando baje a la  tierra.
119.- MIEDO…

A medida que nos acercábamos a la playa veíamos más grande y claro la luz que salía del tubo enterrado en la arena como guía hasta donde esperaban para descargar la munición y armas que transportábamos.
 Hacia frío y humedad en el aire, pero sudaba, e imagino que lo mismo les sucedía a los otros que me acompañaban, por lo nerviosos que estábamos y, también por el miedo que se tiene cuando se hace algo que sabes que, de ser capturados, nos traería la muerte por los contrarios del Polisario.
Y tocamos tierra casi encima de donde estaba la luz de guía e inmediatamente salieron de la oscuridad  los hombres que nos aguardaban para descargar con rapidez las armas...
Pero nada más sacar la última caja de madera con las balas, dos de aquellos descolgaron su arma de la espalda y armándola, nos apuntaron.
No daba crédito a lo que sucedía ni podía entenderlo porque nosotros nos jugábamos la vida para armarlos.
Casi todo el grupo hablaba español o por lo menos lo entendía, no el balde eran aún españoles de Sidi Ifni o el Aiúm, por lo que dije que se dejaran de bromas que teníamos que regresar antes de que se hiciera de día.
No les veía las caras porque ni había amanecido, pero fue el tono de voz y los gritos del que hablaba el que hizo que dijera a los que me acompañaban que desembarcáramos.
Entre ellos hablaban cheljá o tamachej, idiomas que no había aprendido mientras estuve de soldado en aquella zona, por lo que no entendía lo que entre ellos se decían.
Nos llevaron a unos centenares de metros tras las dunas y allí nos metieron en una tienda camuflada.
Tenia miedo, no comprendía a que venia eso y no había forma de comunicar a los de la lancha, mar adentro, lo que estaba sucediendo.
Hablamos entre nosotros, asustados y sorprendidos, y traté de hacer entender a los otros dos que era una broma que nos gastaban, pero lo dije sin convicción ni certeza.
Callamos y cada uno se refugió en sus pensamientos y el silencio de la tienda de campaña pesaba mientras gritos y risotadas llegaban desde el exterior.
Hubo un momento en que pensé que estaban borrachos aun a pesar de ser  musulmanes
Y nada mas pensarlo, sentí terror.
Había sido testigo de la locura sanguinaria de las unidades meharistas cuando borrachas rompían el frente marroquí.
No se el tiempo que duro el silencio, ya no lo recuerdo después de tantos años ni cuales fueron mis pensamientos, pero si ha quedado grabado a fuego el que me repetía, una y otra vez seguidas, que si sucedía lo peor, solo seria un momento y que desde que accedí a llevar las armas acepté que la aventura podía acabar con la muerte.
Lo que no aceptaba ni entendía era por qué aquellos a los que ayudábamos, nos hacían eso.
Trate de engañarme diciendo que era una broma de mal gusto de la que, después, nos reiríamos, pero dentro de mi tenia la sensación de que aquello iba en serio.
Desde niño tengo un instinto especial que me produce reacciones físicas que me confirman las cosas antes de suceder y en ese momento sabia que nos iban a fusilar.
Sentí miedo y algo que, aun a pesar de la edad que tengo, no he logrado definir con claridad para describir ese estado emocional que acompaña al miedo y me hace acceder a sensaciones fuera de lo normal acompañadas de una angustia que casi me aplasta.
Se que cuando estoy en ese estado, mi mente esta bloqueada, no salen las ideas, desaparecen las palabras, no existen imágenes y solo esta la boca seca y amarga por la adrenalina que automáticamente el cuerpo genera por el miedo, la inminencia de un ataque o por la huida para salvar la vida.
No recuerdo el tiempo que pasamos allí dentro, pero en un momento dado abrieron la tienda y a gritos de borrachos, nos sacaron y nos pusieron de espaldas a la duna en que estaba montada la tienda de campaña.
Y después de tantos años, no tengo la certeza de haber articulado con mis labios esta frase que tenia en mi mente: “no tengas miedo, solo será un momento”.
Frase que me repetía sin cesar como un tantra  desde que nos sacaron de la tienda de campaña para controlar el pánico y mantenerme sereno.
El chico cayó de rodillas por su miedo mientras seguía suplicando, pero sin miramiento lo levantaron y le dispararon desde menos de un metro hasta coserlo a balazos y, tras retroceder unos metros, abrieron fuego sobre nosotros.
Había cerrado mis ojos para no verlo.
Y cuando cesaron los disparos y comencé a oír gritos, los abrí de nuevo viendo como venían hacia mí y tocándome gritaban: “¡Baraka, baraka, baraka!” (Elegido de Dios supe después que significaba)
El otro hombre, un madrileño, estaba en el suelo muerto.
No entendía nada de lo sucedido y como no me movía,  me cogieron de los brazos y me llevaron casi arrastras hasta la zodiac, donde después de mirar a mí alrededor sorprendido, logré poner en marcha un solo motor y volví a la lancha.
No me dieron tiempo a que la enganchara para subirla con la grúa, porque no paraban de preguntar todos al mismo tiempo qué habían sido esos disparos y dónde estaban los que faltaban.
Subí abordo y de forma entrecortada e inconexa comencé a relatar lo sucedido y me lo hicieron repetir varias veces porque era increíble que hubieran hecho eso a quienes les estaban ayudando.
Alguien gritó más que dijo que se llamara a Trípoli diciendo que había pasado, pero el capital dijo que era demasiado arriesgado llamar por radio estando los goniómetros marroquíes tan cerca, que se haría cuando estuviéramos entre los pesqueros cubanos que nos servían de pantalla protectora en caso de salir huyendo.
La tripulación había quedado reducida a dos hombres más el que mandaba la lancha.
Puse después de un poco los dos motores en marcha y nos dirigimos hacia los cubanos.
Se dio aviso al que mandaba la flotilla de pesqueros y se nos ordenó regresar a Bengasi.
No recuerdo haber trabajado jamás tantas horas y dormido menos en toda mi vida que en ese regreso.
Una vez en el puerto, nos fuimos al hotel y allí vino el capitán a decirnos que los que lo habían hecho estaban ya fusilados.
Aquel fue el último viaje que realicé para el Polisario.
El miedo, la angustia y lo allí sufrido no se ha borrado jamás de mi mente.
Y ahora, pasados tantos años, tengo la misma angustia, que no miedo porque a mi edad y después de haber sufrido tanto no temo la muerte, y la que siento desde el día dos junio en que me dijeron que el diez me iban a practicar biopsias en los riñones, ambos los uréteres, varias aleatorias en la vejiga y al pene porque tenia un cáncer y no sabían donde.
Como entonces, la sensación de que la muerte me ronda está presente, es la que hace que cada noche me pregunte qué ocurrirá al amanecer mañana.
Y también como entonces me repito “solo será un momento porque si se confirma ese cáncer, no te dejaran morir como a un perro”.
Así son mis días, así son mis noches paladeando cada instante, cada beso de la vida, cada nube del cielo, cada trino de ave, cada hoja de árbol, cada abrazo de quien me ama y cada viento que viene de lejos trayendo el perfume lejano de los recuerdos.
Y acepto que puede que Dios haya dispuesto que ya no tenga “barraca”.
También tengo la sensación física de estar viendo desde el aire lo sucedido en aquel lejano tiempo y, al mismo tiempo, lo que le ocurre ahora a mi cuerpo.
Se que estoy escribiendo sentado y oigo el ruido de los coches cuando pasan, que las plantas están a mi alrededor y que el teclado suena cuando lo golpeo, pero, también, me estoy viendo desde arriba, desde el espacio y veo en un único campo, el ayer de las dunas y el ahora de los dolores en donde los estoy sufriendo.
A veces parece que ya no estoy vivo y me encuentro en una dimensión, no encuentro otra palabra para describir lo que siento, en donde veo toda mi vida hasta este momento.
Y es tal esa sensación y tan placentera, que no siento miedo.
Si eso es la muerte, nadie debe tenerla.

120.- TARDE DE AGOSTO…

Como una cascada de luz y color cae el sol sobre los campos que me rodean aplastando la tierra bajo el intenso calor que hace que  reverbere el suelo y parezca que flota sobre el camino de verdad cual alfombra etérea en un sueño fugaz.
Y las aves guardan silencio escondidas entre las ramas de los naranjos, que como esmeraldas se agarran al suelo apuntando al cielo con sus  hojas que apenas se mueven mecidas por un ligero viento que desde el mar llega, cansado y apenas fresco, y que sin embargo no consigue mitigar un poco este sofocante infierno que es la tierra abrasada por el sol.
Mas los vencejos, pequeños aviones negros, vuelan veloces por el diáfano cielo en el que navegan algunas nubes de un blanco sucio que van en dirección contraria de donde llega el viento.
Son esos negros y veloces vencejos como pensamientos que brotan de la mente amodorrada en la tarde sin saber por qué brota, hacia dónde conducen y si a alguien importan.
Ejercicios involuntarios que se realizan mientras el cuerpo es preso del calor y la molicie y la boca bosteza, cansada y aburrida, añorando algo frío que mitigue la sequedad de la garganta que como chimenea exhala el calor que sobra dentro de nuestros pulmones.
Sueña el espíritu con los paraísos tropicales, el alma con el dulce fresco que da estar al lado de la persona amada y el cuerpo con algo que deslizar por la garganta para enfriar un rato la piel que abrasa y por la que desliza una procesión de gotas que los elegantes llaman transpiración y sudor el resto de los mortales.
Las horas que faltan hasta que la noche oculte el sol y baje el calor parecen más largas que en otras ocasiones, pero solo son ilusiones a las que nos agarramos también pensando que de esta manera el tiempo se detendrá y durarán mas las vacaciones.
Jamás viene mal una ducha fría aunque el agua que brota por ella parezca caldo y nada mas secados, tengamos la piel como si de una sauna saliéramos.
Hermoso, grato, placentero es el verano, aunque yo prefiero más el frío.
La verdad es que soy un “bicho raro”.

121.- LA MAÑANA
                                         
Brota del día el aliento de la vida en forma de brisa que desde el lejano mar viene para acariciar a los que cerca de él  no vivimos.
Ya no trae el sabor de la sal ni del yodo que los pulmones llena cuando nuestros pies primero y, poco a poco, nuestro cuerpo se va hundiendo mecido en los brazos de las olas que como madre amorosa  el mar nos tiende.
Y en el cielo, de azul turquesa intenso, algunas aves vuelan veloces como lo hacen nuestros deseos en busca de las lejanas praderas donde habitan los sueños que queremos hacer nuestros.
Vencejos, pocos jilgueros de moteadas alas y alegres cantos que de naranjo en naranjo saltan con veloz vuelo y algunos gorriones que a saltitos recorren los campos en busca de la tenaz hormiga que aprovecha el verano para llenar su nido y tener con que sobrevivir en el duro invierno.
Y mis ojos, dos pozos castaños, se deslizan por el mar del cielo como bajeles en busca de lo desconocido, de lo misterioso, de todo aquello que no tengo sabiendo que mi tiempo se acaba y que hay demasiadas cosas hermosas que ver, almas que conocer y caras que acariciar de aquellos seres que, en el otro lado de ese mar inmenso, sienten las mismas inquietudes que me hacen navegar ahora aun a pesar de saberme sentado en una realidad que no es grata.
Grande fue el regalo de Dios al hombre dándole mente con que imaginar, con que soñar y con que descubrir que muchas más veces lloramos por no tener y nos olvidamos de agradecer todo lo que nos rodea que, a cambio de nada, se nos da para que lo podamos disfrutar y, más adelante, transmitir a los que vengan detrás.
Se hace eterno el tiempo de aquel que aguarda con ansiedad, pero se hace felicidad cuando se acepta lo que nos llega y lo admitimos sin tratar de modificar la esencia, la forma y el mensaje del por qué Dios nos lo hizo llegar.
Ya el sol comienza a calentar.

122.- SENTIR…

¿Cómo describir el paso de un suave viento por encima de las aguas de un río cantarín?
¿Qué decir cuando las golondrinas en su vuelo rasante se refrescan sobre las aguas quietas de un charco?
Son imágenes que producen sensaciones que no se pueden describir.
Son, en suma, sentimientos y los sentimientos solo se pueden sentir, pero no describir ni compartir.
¿Serias capaz de describir y compartir lo que siente tu alma cuando una mirada llena de ternura, o complicidad, penetra por tus ojos y llega hasta lo más profundo de tu ser?
Solo sentir, nada más puedes hacer.
Y después de que perfumas y bañas tu alma en el agua de tan hermoso sentimiento, solo queda el cerrar los ojos y rememorar esos instantes, que por pequeños y efímeros que sean, han pasado a engrosar la galería de la inmortalidad, porque jamás los olvidarás.
Entonces vislumbras lo que debe ser el cielo de la felicidad.
Porque recuerda siempre, que la felicidad no te la proporciona nadie, porque es hija de tus sentimientos y lo que ellos te hacen vivir, sentir y soñar.
Y, también, que solo se da lo que se tiene.
 
123.- SUAVE BESO…

Suave besa la brisa las hojas de los árboles que se mecen con cadencia de bailarina agarradas a las ramas en las que los pájaros se posan sin ser conscientes de lo que pasa.
Y en el suelo marrón sus sombras forman un tapiz de colores en movimiento que hacen creer a quien lo contempla que son los espíritus de la tierra que bailan mientras cantan lejanas las cigarras en esta tarde agosteña.
Calor y suave viento que se mete por las aberturas de la ropa para besar nuestros cuerpos al mismo tiempo que lo refrescan.
Son momentos en los que el alma se recoge, se abraza a si misma y transmite a la mente las añoranzas, los anhelos y, también, las ansias de que Dios sea generoso y haga realidad nuestros sueños.
Miro al cielo, que capa de azul intenso, cubre la tierra de un horizonte a otro, mientras aguardo a que el sol, ya camino de su encierro tras el horizonte, deje de quemar los cuerpos y libere a la tierra de sus sufrimiento de infierno ardiendo.
A veces sueño con volver al riachuelo de aguas frías y claras que durante el verano era el refugio de un niño ya solitario, que huía de la siesta de los mayores para sumergirse en el mundo de sus sueños en los que navegar era la meta y la paz y la serenidad, el premio.
Han pasado los años, han muerto los sueños, han nacido otros pero el paso del tiempo ha cubierto mi cuerpo con las manchas que los sufrimientos, desengaños y escasas alegrías adornan la piel cuando nos hacemos viejos.
Lentamente bajo de mis ensueños y miro la realidad de lo que tengo.
Tal vez es lo que debo tener en estos momentos y no lo que deseo, porque nada ocurre porque si y todo esta sujeto a una enseñanza que extraemos de cada desilusión, de cada fracaso, de cada momento vivido.
Suave pasa el viento moviendo las hojas de los árboles mientras las veo desde la ventana como miraba a las aves volar cuando estaba preso.

124.- VIERNES…

Rielan las estrellas en el oscuro terciopelo de la noche antes de que, al avanzar el día, se haga capa de intenso azul turquesa de donde ahora cae el frío que el otoño preludia como anticipo de un gélido invierno.
La noche, amante que me acompaña cuando yazco en mi lecho lleno de añoranza y dolores, se hace eterna y en ocasiones, como esta madrugada, me empuja a levantarme y vestirme y salir por la calle que me conduce al camino por el que muchas tardes ando.
La luna, un simple gajo de queso blanco, se avergüenza de su pequeñez y se oculta pudorosa tras una nube que como un mal pensamiento recorre la mente del cielo.
Conmigo camina la soledad de mi mente que pronto se da cuenta de que las primeras aves saludan al día que viene sin hacer caso a los ladridos de un perro que, aburrido y asustado de sus propios miedos, enseñorea el alba antes de quedarse dormido de nuevo.
Ven mis pies mas que mis ojos ese camino tantas veces recorrido que entre naranjos discurre y en los que ya cayeron hace tiempo las ultimas flores de azahar que se han transformado, sin darnos cuenta, en esmeraldas redondas que muy pronto serán arrancadas de los naranjos, cuando empiecen a colorear, para pasar de simple mandarina a placer de las personas que las mondarán y empaparan su boca con el dulce sabor de su ser.
A lo lejos, sobre los cerros donde se asienta Sagunto, la milenaria ciudad que fundaron los fenicios, embellecieron los romanos y asalto Aníbal en su camino para destruir Roma, aparece sobre el oscuro cielo una franja estrecha y larga de luz que me anuncia que ya pronto será de día.
Es el milagro cotidiano que pocos miran y que, sin embargo, contiene la eterna promesa de que es una pagina del libro de nuestra vida sobre la que podremos pintar, escribir lo que sentimos, lo que sufrimos, lo que soñamos y amamos.
Es un nuevo día envuelto en los aromas del campo que me dicen que están siendo abonados con estiércol de vaca, que me hace andar más ligero porque el frío me abraza y debo regresar a casa porque también empieza para mí el hacer frente a lo que me aguarda.
Me detengo unos minutos, aspiro el frío aire que llena mis achicados pulmones y me lleno de la vida, esa esencia milagrosa e impalpable que trae de Dios como regalo el amanecer de cada día.
Ya se oyen los coches más que cuando he partido.
Ya despierta el mundo para ir a trabajar, ya se ha iniciado la vida de un viernes en el que la agonía de la noche ha dejado paso a la fuerza de voluntad para enfrentarse a la enfermedad, al dolor, al miedo, a la incertidumbre y, también, a la esperanza.
Gracias Dios de los espacios infinitos por darme un nuevo día y la oportunidad de gozar una nueva madrugada.


125.- BAILARINA…

Con lentitud y elegancia de bailarina árabe va el día quitándose la capa negra de la noche en la que aun brillan los diamantes lejanos de las estrellas, mientras el viento, con sensual y acogedora melodía, hace estremecer las pocas hojas que aún quedan abrazadas en las ramas de los árboles, mientras se arrastran veloces las amarillas ya muertas por la calle.
Y con la misma sensualidad y elegancia con que se desvanece la negra capa, va meciéndose la fría brisa de la mañana hasta conseguir que el azul intenso del cielo sea el palio con el que introducir al sol dentro del templo de un día.
Tiritan los cielos y los pájaros, que no se si cantan al día o sacuden sus cuerpos tratando de calentarse haciendo fuertes sus trinos.
Misterios e interrogantes que quedan tras la noche con tantas horas de silencio y frío que ahora nos envuelve en forma de helado viento.
Es el nacimiento de un nuevo día, libro de 24 horas en el que escribir y guardar para poder traspasar a los que nos sigan todo lo que hemos aprendido con ese rosario interrumpido que formamos, día a día, mientras vivimos.
Qué hermosa madre es la noche que, tras la gestación de unas horas, nos pare un nuevo día.

126.- PASAJEROS…

Caen con suavidad y silencio los copos de nieve sobre los campos que contemplo desde mi ventana igual que lo hacen las lagrimas al deslizarse entre las arrugas de los años y las experiencias por la cara de los ancianos.
Todo es silencio, melancolía, frío viento y desanimo que llena esta mañana a la que contemplo por el ojo mágico de una ventana tras una noche de insomnio y pensamientos que han galopado por la tierra de los recuerdos, de las vivencias pasadas, de las alegrías, de los llantos y subido a las sierras del sufrimiento para una vez alcanzada la cima de esos duros momentos, contemplar el paisaje de la vida que se extiende más adelante hasta perderse en el horizonte en que se desliza el alma y señorea por las praderas de lo eterno tras la muerte.
Y mientras llega ese momento de descanso sereno, la vida continua y oigo como mi gata maúlla pidiendo una caricia, o tal vez un poco de lo que desayuno, o esté llamando al compañero que necesita; el ruido de los escasos coches que van mancillando el sudario impoluto y blanco que la nieve pone a la tierra para que no se vea la desnudez del invierno ni las arrugas que hace el frío y el paso del tiempo.
Es un día más en esta larga cadena que conforma mi vida.
Ese conjunto de experiencias, de errores y conocimiento adquiridos que atesoro dentro, muy dentro, aguardando que llegue el momento de pasarlo a otros para que sean ellos los que con la débil luz de mis conocimientos avancen por el camino y transformen una simple vela en antorcha para iluminarse mientras recorren su destino y para que enseñen a encender su luminaria a otros que les seguirán luego.
Hablaba ayer sobre la medalla que desde hace mas de cuatrocientos años pasa a los varones primogénitos, tras la muerte de su predecesor, diciéndole a mi hijo que debe seguir esa tradición porque es la raíz que mantiene vivos a nuestros antepasados y los hace inmortales aun a pesar de estar muertos.
Que pasará mi tiempo primero, que luego será el suyo y después el de sus hijos, a continuación el de sus nietos y mas tardes el de los hijos de sus nietos y así hasta el infinito que es el lugar en donde convergen las tradiciones, los sentimientos y los recuerdos de lugares, hechos, personas que no conocimos, pero que existieron.
Es el fruto de la vida y la senda por la que debemos transitar mientras tenemos una meta por la que luchar, una persona a la que amar y una tradición que transmitir.
Sin olvidar que no fuimos los primeros ni seremos los del final.
La vida es la vida y nosotros solo somos sus pasajeros.
 
127.- ESTAR DESPIERTO…

Muchas veces la noche es el peor enemigo de quien desea dormir y ve huir cabalgando sobre las horas el sueño.
Otras es el gran aliado de la mente porque permite en esas horas de silencio y recogimiento que se desboque cabalgando por las llanuras de los recuerdos, los valles de los sentimientos, las montañas de las contrariedades y, algunas veces aunque menos, que descendamos a las simas de nuestros fracasos.
A veces no dormir es el gran confesor ante quien hablamos de lo que sentimos, de lo que nos sorprende, de lo que tememos y de lo que deseamos.
También es el paño suave en donde enjugamos las lagrimas que derramamos por las heridas del sufrimiento, o por los ojos del fracaso que han mirado hasta el fondo el abismo en el que caímos y del que, muchas veces, no somos capaces de remontarnos porque, tenemos miedo, otras no sabemos y las mas porque esperamos que alguien o algo, venga a rescatarnos.
Y nos confesamos mas veces estando solos que estando acompañados porque no deseamos que los demás descubran nuestra debilidad, o nuestro desamparo e incluso, nuestros miedos porque siempre pensamos que quien nos escucha puede denunciarlo ante el mundo o, también, puede juzgarnos cruelmente sin ser consciente de que nadie puede juzgar a nadie sin antes haberse paseado por sus adentros y haber descubierto que esta libre de todo pecado.
Pero el ser humano no es consciente de que no debe juzgar a nadie ni que tampoco será justo cuando sentencie si no pone el perdón por delante para alcanzar el sosiego y la plenitud de su espíritu, sereno o atormentado, que es lo que al final de los días, de los meses y de los años, codicia el ser humano que se esta haciendo viejo.
Porque desnudos venimos y, aunque nos vistan, desnudos nos vamos y no hay mejor herencia para los que nos rodean que la de dejarles muy claro que la mejor riqueza que les donamos es el amarles sin aprisionarlos y el haber sembrado en sus mentes y corazones la paciencia y el que les perdonamos, para que nos perdonen, los errores que cometieron, y cometimos, mientras estuvimos a su lado.
Debe ser esto que escribo el fruto de una noche de no dormir mucho o la influencia del clima que está escondiendo en esta mañana el sol de la alegría y la esperanza de que la perla que cada día añadimos al collar de nuestra vida es tan maravillosa e importante como lo es la de un día radiante.
Se oculta el sol entre las nubes grises y hace frío en este domingo decembrino.
Es el invierno que viene, pero también la consciencia de que debo dejar a los que vendrán luego, si sienten curiosidad y quieren, los pensamientos, sensaciones, miedos y alegrías que mi vida ha tenido para que, tras separar la paja del trigo, algunos granos se puedan aprovechar.
Ya no es importante el triunfo, ni el dinero, ni el reconocimiento, ni el que lo pasen a la posteridad, porque lo verdaderamente importante es que por convicción, lo haya escrito intentado ser útil a los que vengan detrás.

128.- MOJONES…

Inmerso en el rumor que los coches hacen al pasar junto a la casa y solo frente al ordenador, dejo vagar mis pensamientos por los campos del recuerdo en que quedaron los anhelos, que como mojones en el camino, o cruces en el cementerio, indican donde están enterrados mis sueños muertos con el pasar de los días hasta convertirse en años y estos en decenios.
Ha sido mi vida un continente en el que había más desiertos que oasis, más espinos que flores y más silencio que conversaciones.
Y sin que me diera cuenta, como nadie percibe que pasa el tiempo hasta que no llega la noche, así han ido pasando los años que me han traído al borde de ese acantilado frío, reseco, triste y sorprendente que es el que se vislumbra antes de la muerte.
Y miro atrás sin ira, pero desapasionadamente, para descubrir que delante no queda otro camino que el que conduce al final; que los campos están resecos y sin abonar y que las personas que me rodean ni se percatan de mi presencia ni interés tienen en recoger la experiencia, las caricias sin entregar, la miel de mi corazón y la paciencia que se necesita para esperar, a unos sus sueños, a otros sus oportunidades y, a los mas viejos, el momento más real que es el traspasar la puerta que conduce al sueño eterno.
Sueño que no existe y que todos los grandes espíritus nos han venido recordando y definiendo como un transito a otro espacio, otra dimensión, en la que mora el Profundo y están puestos ya los destinos de todos los que nos han precedido y los que deberemos asumir cuando en su momento regresemos.
Hay días en los que me sumerjo en mi mismo con el mismo placer y sensación que se tiene al meterse dentro de una piscina en la que no existe la impresión fría del agua del destino porque, por generaciones y milenios, la hemos ido calentando para recibirnos tras dejar el ultimo cuerpo que tenemos y que no sintamos frío al llegar, un tanto desconcertados, a ese sitio que todos desean, pero que solo unos pocos han visto unos momento y luego regresado a este lado para contarnos lo que han visto.
Debe ser el frío de la noche o tal vez la sensación de que no hay nadie que quiera compartir conmigo los misterios en los que creo y por los que me sostengo mientras llega el momento de tener, mientras este vivo, lo que en una vida entera estoy esperando.
También puede ser que el cansancio de los años, de lo cotidiano, haga que la mente se ofusque mientras el alma se refugia entre los recuerdos de lo vivido y anhele los sueños que no ha conseguido.
Brilla la luna en el cielo sin llegar a su mitad haciendo que lejos de su luz las estrellas brillen como gemas en una diadema y cuando titilan asemejen el parpadeo de ojos misteriosos que se abren en el negro manto del cielo como queriéndonos provocar.
A veces quiero creer que son los guiños que el destino me hace cuando miro al cielo y me pregunto si llegaré a tiempo en esta vida actual de tener lo que sueño y entregar lo que atesoro a quien lo quiera coger y utilizar.
Creo que sueño con los ojos abiertos siendo consciente de que tal vez no llegue a tiempo, pero, también, que aunque no se crea en ellos, son los sueños los que nos hacen mirar cada mañana cuando se ilumina el cielo con el nuevo día para ver si es ese el momento de que dejemos de soñar despiertos y gocemos de nuestros cumplidos sueños.
Hace demasiado frío aquí  dentro, tanto en la casa como en los pensamientos.
Mejor es acostarme y tapar el cuerpo para que la mente se desboque corriendo tras los sueños que no he conseguido alcanzar.
 
129.- SOPLA EL VIENTO…

Sopla el viento con fuerza en esta noche fría en que la luna se esconde entre las nubes que como deseos huyen hacia el levante dejando ateridos los árboles y los cuerpos de quienes van por la calle.
Y sumergido en el mar de mis recuerdos vienen hacia mí los detalles como lo hacen para besar la orilla las olas ya casi muertas.
¡Como han pasado los años sin darme cuenta aunque, si cierro los ojos, aun me veo sobre la cubierta de los petroleros en que he navegado mientras el mar abrazaba el barco y las enloquecidas olas querían tragarnos!
Eran días de furia de los elementos, de dominar el miedo, de tener fe, de tensos nervios, pero también habían otros de calor abrasador, los más de fresco viento y unos pocos en que si no mirabas la estela que iba dejando el barco llegabas a pensar que estabas quieto.
Y ahora, ya viejo y con el pelo blanco, ilumino mi tedio con la luz de los recuerdos, únicos salvavidas a los que me agarro para seguir a flote en medio del naufragio que es mi vida en estos momentos.
Aparece unos instante la luna apuntado con sus puntas a la derecha anunciando con su halo que vendrán unos días claros de dulce sol acompañados de frío viento y escarcha en los campos, que, cubiertos con un sudario del hielo, esperan a que los gorriones con su canto den fuerzas al sol para que caliente estos paramos en los que quedan las secas hierbas de un tiempo pasado.
Siento que el frío recorre mi espalda y aguardo un poco para acostarme y que el calor de las mantas, a falta del calor de unos besos de la persona amada, caliente mi cuerpo, que con sencillez y sin darse cuenta, se ira deslizando hacia los brazos de Morfeo para traer el descanso que tanto necesito.
Pasa un coche haciendo ruido y tras el regresa el silencio que me hace añorar aquel que me abrazaba siempre en la jaima en medio del desierto.
¡Dios mío, gracias por haber hecho llegar la nave de mi destino tan lejos!

130.- AMANECE…

Amanece lentamente el día sobre la franja oscura del mar que ahora no veo pero que su presencia se a través del salobre aliento que la brisa trae desde el confín del Mediterráneo junto a los perfumes misteriosos de ese oriente que llaman próximo.
Una línea de luz, cual espada, corta la capa negra de la noche anunciando que el momento se acerca para que la partera de las horas nos traiga un día nuevo.
Son las rejas de la ventana las barreras que me separan de los árboles de los campos, de la soledad de la madrugada que señorea las resecas hierbas de este Agosto caluroso que hace de las noche horno y de las frente vaso donde el sudor se concentra para caer lentamente por la cara hasta empapar al almohada sobre la que la cabeza descansamos.
Y mientras sudaba vagaba por los campos de los sueños en los que sucede el milagro de ver los recuerdos de tiempos pasados, premoniciones de cosas que sucederán luego e incluso las caras de aquellos, amados u odiados, que nos dejaron.
Más al despertar, porque un ruido muy fuerte ha desgarrado el silencio, veo lo mismo que dejé anoche al acostarme: las zapatillas en el suelo, el gato acurrucado en su asiento, la escasa luz que pasa desde el techo de la cocina del de arriba  mientras  prepara su desayuno antes de marchar a su trabajo.
Me levanto, me calzo y camino hasta el baño como cada mañana cuando despierto.
Sudoroso, pesado y ansioso al mismo tiempo, me acerco a la ventana de la cocina y contemplo el cielo teniendo aun fresco en la memoria todo lo soñado y que recuerdo.
Y mientras mis ojos contemplan el milagro de un día nuevo, sale de mi alma la gratitud hacia el cielo que me permite ver, uno más, el milagro del día que está naciendo.
Estoy unos minutos y luego me vuelvo con calma  casi sin preocuparme nada todo lo que pueda acontecer en las horas que faltan para volver a anochecer porque me ha dado el que me hizo el regalo mas grande de unas horas para seguir disfrutando de eso que a veces es dulce y otras amargo y que los mas atontados describen como tener un día menos.
Es miércoles de Agosto en que, como cada día nuevo que veo, agradezco el estar vivo y aguardo siempre que este milagro se prolongue en el tiempo, porque no soy quien cuenta los tiempos ni los alargo ni los acorto, ya que solo vivo y lo disfruto, porque eso, vivir, es maravilloso aunque creamos que hay días que no son buenos.

131.- TAL VEZ…

Mueve el viento las hojas de las tres palmeras que hay al otro lado de la calle haciendo que los escasos rayos de sol que aun llegan en la tarde formen una multicolor danza dejando escapar destellos que a esta puerta alcanzan.
Y del intenso manto turquesa del cielo se desprende un frío invisible que obliga a andar de prisa a los escasos caminantes que a estas horas se aventuran por la calle.
Penetra en el cuerpo, aplasta los dedos ese frío hasta ponerte las uñas moradas y obligar a soplar con tu boca para evitar que te duelan para escribir un poco cuando aún no es un tormento pero si un esfuerzo.
Debo comenzar a luchar de nuevo para hacer vibrar mi alma; debo buscar en mis adentros para encontrar algo que me ayude a soportar esta agonía producto de la impotencia y de la adversidad.
Fácil es elegir deslizarse por la pendiente que cae y solo de valientes, o conscientes del deber para con los demás, el comenzar a remontar por la pendiente en la que sabes han ido muriendo tus sueños aplastados por la realidad, los desengaños y la soledad.
Porque no me puedo dejar caer; porque no debo dejarme caer aunque no sepa por donde tirar, hacia donde ir, a quien llamar, como resistir para hacer soportable esta realidad que me aplasta.
Oigo hablar a mi hijo con alguien de su edad a través de Internet  y se que no es muy consciente de la realidad que nos sumerge a los dos metidos en esta balsa a la deriva en la tragedia nacional.
Por eso, con la frecuencia que puedo y lo que me dice la angustia reflejada en su cara en silencio, pongo mi mano sobre su hombro y le aprieto con la suavidad de un beso dado con los dedos y lo abrazo cuando se levanta para refugiarse unos momentos en el calor de otro ser humano.
Dice que a mis años aun transmito ansia de vivir, energía vital y fortaleza.
Le oigo y me sonrío mientras le digo si ha olvidado la ruina física que soy.
Me aprieta entre sus brazos y me dice " tu eres inmortal" sabiendo ambos que no es así y que cada día que abro los ojos es una bendición del cielo porque debería estar muerto.
Tal vez me ocurra que en muchos años nadie ha puesto su mano sobre mi hombro para en silencio decirme: no estás solo.
Ya no recuerdo cuando fue la última vez que me abrazaron y me dijeron te quiero.
Tal vez... lo que me suceda sea eso.


132.- HUYE LA NOCHE

Huye la noche por poniente mientras los primeros rayos de sol luchan entre las nubes para acercarse y besar la tierra fría y azotada por el viento del norte que ha cubierto de escarcha las escasas hierbas verdes que aun quedan en los campos sembrados de árboles desnudos  asemejando sus ramas dedos retorcidos de sueños no realizados.
Y gime la ventana mientras el viento trata de colarse por entre los desajustes que un cerrajero negligente ha dejado al montar la ventana que en manos de un buen profesional seria una obra de arte.
Miro a mí alrededor y solo aparecen las mismas cosas que ayer me despidieron antes de acostarme.
Unas macetas antiguas, reliquias del pasado que recogí en las ruinas de casas rurales abandonadas por sus amos que huyeron de donde nacieron persiguiendo el sueño de una vida mejor lejos en las ciudades, que como hormigueros los recibieron y desde donde añoran los cielos serenos, las nubes blancas como algodones, el canto de los pájaros desde las ramas de los árboles, el silencio acariciador de la serenidad que en los pueblos crece acompañando a los viejos que han aceptado la proximidad del instante de su muerte.
Qué larga puede ser una noche en la que el sueño deja tu lecho para huir a no sabes donde si en tu mente no has atesorado los mas hermosos momentos del pasado para que sacados ahora como recuerdos acaricien tu soledad y te besen mientras tus labios musitan el nombre de los que los crearon.
Poco a poco nace el día y va cambiando el negro de una noche en la que la luna ha escondido su rostro por el gris ceniza que besa los cristales de esa ventana que aun gime porque el viento no ha parado e ira creciendo a medida que el sol todo lo llene.
Lejanas, muy lejanas se ven sobre el horizonte las crestas blancas de las sierra nevadas recortadas en un cielo azul turquesa frío que nos abraza.
Viene de allí el frío que me aplasta, el que hace que me refugie ante los recuerdos y los sueños sentado frente al espejo donde escribo tratando de animarme para empezar a discurrir por un día en el que en el horizonte no se ven los signos del milagro que necesito para seguir arrastrando mis pies hasta el momento de cerrar mis ojos para siempre.
Amanece...

133.- EL SOL CON VELOS…

Mira el sol la tierra a estas horas de la mañana velando, no del todo, su cara tras el velo gris y deshilachado de las nubes que de una parte a otra cubren el cielo.
Ha vuelto de nuevo el silencio a esta carretera que anuncia el día con el ruido constante de los que motorizados persiguen sus afanes.
Solo, y de vez en cuando, pasa uno raudo porque se le hace tarde rompiendo la magia del momento en que, mirándome por dentro, trato de auscultar mi animo y las energías que tengo para iniciar mi marcha hasta coronar el día con la llegada de la noche y su misterio.
Miro muy lejos aunque mis ojos tropiezan pronto con los azulejos árabes que decoran este cuarto hecho  con mis manos que, milagro de los milagros, tuvieron en aquellos momentos la magia, la fuerza y el coraje de vencer el miedo, la duda y el dolor que la cicatriz que surca mi pecho dejó como permanente recuerdo.
Me veo con los ojos del alma sentado al mismo tiempo que tengo la sensación de flotar en el espacio; de sentir que me alejo, que huyo de este cuerpo mío, almacén de los sufrimientos de tiempos pasados con las costuras por los que se fue yendo la vida mientras recorría mi sendero; del momento en que vivo mientras resisto con todas mis fuerzas el avance lento, inexorable por el momento, que me conduce hacia la inmovilidad que no deseo y a la que miro sin rencor y con serenidad.
Aceptare que andar es bueno, que los trenes existen también para mí, que siempre fue así para los que no tienen dinero.
Pero en el silencio de mis recuerdos, en un rincón donde nadie repare que existo, lloraré al saber que ya no podré con mis dedos acariciar lo que otros realizaron no pensando en ellos sino para la posteridad.
Que mis labios solo enviaran al viento para que lleve allí las ilusiones, las alegrías que crecieron cuando lo contemple por primera ver.
Ya mis ojos no podrán besar antes de llegar tanta maravilla repartida por doquier y a la que ya no podré volver, o descubrir, en esta vida actual.
Solo me quedará el ansia de volar desde la inmovilidad del sitio donde me siente para poder soportar la sensación de la velocidad de la vida  y de la cercanía de la muerte.
He parado unos momentos, eternos en el alma y efímeros en el tiempo, mientras los ojos del alma se elevaban al cielo mirando ansiosos y serenos para ver si el destino aun cuenta conmigo para darme, aunque sea al final de mi tiempo, algo del dulce sabor de tener al lado alguien que me ame por mi mismo, que escuche mis sonoros silencios, que beba del agua de mis conocimiento, que cierre mis ojos llegado el momento.
A veces no se distingue, como ahora, si estoy soñando o despierto.
Sigue el sol escondiéndose tras sus velos…
 
134.- PALMERAS…

Se recortan las palmeras en el cielo de la tarde mientras el día muere lentamente agotada su energía como le ocurre al hombre cuando envejece.
Se acercan al final las horas de un día en el que el ánimo de la espera ha ido cayendo como caen las hojas de los árboles a medida que se acerca el invierno.
Lo mío es mirar cada día, desde este lado de la vidriera, como se desarrolla la vida fuera con sus afanes, sus alegrías y sus tristezas.
Y pasear entre esta puerta y la ventana de detrás con pasos seguros mientras la mente recorre el tiempo ya gastado, mira al frente en busca de los cerros teñidos de azul que cortan la mirada hacia esos pinos verdes que hacen de las montañas bosques en el que a los pies, como banco sudario, aun se resisten a desaparecer las recientes nieves.
Tal vez sea el cansancio de las noches de mucha vela, del recorrer mi mente los prados de los recuerdos y el auscultar al cielo estrellado y negro que sobre mi cabeza existe y que no veo esperando encontrar algún lucero para que, cual estrella de los magos en la lejanía del tiempo, me guíe, por el camino que me queda hasta el lugar donde haya nacido y espere, el referente de un cariño.
Es domingo y hace mucho frío cuando el sol de oro que navega por el mar turquesa del cielo se esconde tras los lejanos cerros que se existen pero  que no veo.
Un día que muere y una pregunta al viento sin saber si existe alguien que ame al viento y escuche el canto de quien tiene sentimientos agazapados en su pecho y atesorados para quien quiera recibirlos.
Anochece lentamente mientras el día muere.

135.- DESHIELO…

Nadie en la tristeza de los días fríos, grises, desapacibles y nevados del invierno piensa que poco tiempo después, nada más llega la primavera, los suaves y primerizos rayos de sol con alguna fuerza, serán los esforzados guerreros que con lentitud y sin pausa irán deshaciendo los hielos con los que el manto del invierno ha cubierto las tierras yermas y frías.
Todos tenemos ojos, todos miramos pero pocos son los que ven la realidad de la naturaleza que con precisión de de reloj llega cada primavera a despertar las plantas que hibernan y a adornar, como primer regalo del cielo, con flores los almendros aún en el mes de febrero.
Y cuando menos lo esperan, todos se alegran, se sorprenden y maravillan al descubrir que los primeros botones verdes de una nueva vida cubren las ramas, cual promesa de hojas y después flores que servirán de alimento a los insectos que los polinizan para darnos en el verano los frutos más dulces.
También se sorprenden cuando las bandadas de grullas surcan el cielo con sus escandalosos trompeteos mientras buscan las lagunas donde pasar el verano y empollar sus huevos, que no son otra cosa que la cadena de la vida que no se ha interrumpido desde el principio de los tiempos.
Dicen que la primavera llega sin avisar, pero no es verdad.
Esto solo lo dicen los que no miran y, si miran, no ven.
Son los rayos de un sol aun subiendo sobre el horizonte los que dicen a las aves cuando deben emigrar hacia el norte, los que derriten las tierras heladas, cubiertas o no de nieve; los que avisan a las plantas que deben despertar porque un nuevo ciclo vital empieza.
Son, en su sereno silencio los que dicen al hombre que debe dejar de mirar el suelo para empezar a contemplar las flores.
Esas que cubren los campos y de las que dijo Jesús que ni Salomón con todo su poder era capaz de conseguir su hermosura y su perfume.
Verdad que casi nadie sabe apreciar en este tiempo de prisas, carreras, locuras en pos de algo que agota la vida con rapidez para descubrir al final que solo hemos corrido sin ver, sin mirar y, muchas veces, alcanzar la tumba sin haber vivido, la belleza que la vida nos da sin pedir.
 
136.- EN LA PASARELA

Hacia pocos días que había cumplidos veintidós años y consumía los últimos de libertad antes de ingresar en el ejercito.
Vivía inmerso en el descubrir el mundo y del amor que a través de una mujer, Li, llegaba como llega la lluvia en un día de primavera empapando con suavidad y ternura el suelo para darle frescor y vitalidad.
Aunque era verano ya aún no hacia mucho calor y por ello quedamos en vernos cuando la tarde avanzara sobre la pasarela metálica que había sobre la estación, lugar de fascinación para chicos y grandes que observaban como los trenes se deslizaban cual orugas bajo sus pies llenándolo todo de hollín y vapor.
Siempre llegaba primero porque las clases que daba terminaban con bastante antelación a la hora de nuestro encuentro.
Subía las escaleras y miraba hacia el fondo por si sucedía el milagro de que llegara más pronto, pero eso no la veía y me apoyaba mientras aguardaba sobre los hierros, negros del carbón que de las maquinas brotaba y forjados con sobriedad y elegancia por unas manos sabias.
Era el balcón desde se contemplaba como aquellas gigantescas maquinas vomitaban humo y vapor mientras obedecían cual solicitas esclavas las ordenes dadas por aquellos ennegrecidos hombres que la manejaban.
Era un espectáculo que me fascinaba desde niño pues cuando en verano a mi pueblo iba, nada más desayunaba desaparecía para irme el puente del Aire a contemplar desde aquella atalaya las maniobras de los trenes de mercancías que cambiaban sus vagones subidos de Zaragoza, o bajados de Jaca, hasta conformar nuevos convoyes y arrastrar su carga hasta Huesca, tirando de ellos aquellas máquinas tan raras que debían salir de Ayerbe marcha atrás entre jadeos de vapor y silbidos de aviso para bajar las barreras y que nadie pasara.
Son recuerdos muy vivos de los viajes en aquellos trenes con bancos de listones de madera que al poco rato de estar sentados obligaban a levantarse para no terminar con el trasero a rayas como las cebras.
Se salía al pasillo tratando de estirar las piernas mientras sorteabas a los hombres con sus atillos, sus maletas de cartón o de madera, que huían de la miseria que entonces asolaba España en busca de trabajo a las ciudades  más grandes porque en el campo aun comíamos con las cartillas de racionamiento.
No se cuanto tiempo estuve ensimismado, pero como si una mano hubiera tocado la mía, giré la cabeza y la vi subiendo las escaleras con la misma majestad que lo hace el sol al nacer sobre el horizonte e igual que él fue creciendo su imagen hasta completar mis ojos la visión de tan maravilloso cuerpo que se acercó hacia mi con los brazos abiertos.
Estábamos saliendo casi dos años y no existía entre nosotros el sexo ni intimidad alguna salvo los abrazos y los besos, pero aquellos momentos mágicos de los encuentros llenaban al completo mi mundo vacío hasta conocerla de ternura y afectos.
Cogidos de la mano bajamos hasta una cafetería donde casi siempre íbamos a refugiarnos.
Hacia tiempo que habíamos empezado a rellenar una pequeña agenda con los sentimientos que nos dominaban cuando estábamos juntos y así lo hicimos mientras un buen café nos reconfortaba.
Aquella fue una tarde como otras muchas y ahora, pasados tantos años que ni computar se y recordar la conversación menos aún, tengo grabado en el corazón el mensaje que antes de partir me entregó asegurando que lo escribió para mi y rogándome que lo leyera cuando ella se hubiera marchado.
Salimos y cogidos de la mano regresamos hasta la pasarela y en el centro nos detuvimos.
Unos momentos de mirarnos en silencio, un abrazo y tres besos y ella se separó de mi como lo hace el sol sobre la tierra cuando llega el ocaso, dejando en mi la nostalgia de los momentos pasados y el ansia de que mañana se repitieran.
Y cuando ya se había perdido entre los que andaban por la calle, bajé y busque un escaparate para desdoblando el papel leer lo que me había escrito.
Han pasado décadas y siempre he vuelto a copiarlo cada vez que el papel por el tiempo se rasgaba hasta llegar el instante en pasarlo al ordenador con el fin de fijar, para que otros ojos lo lean, lo que fue mi nacer a la vida gracias a aquella mujer que me dio la luz que mis ojos ciegos y solitarios necesitaban tener para contemplar y comprender lo que el amor puede hacer por alguien que a ser un hombre empezaba.
“Cercados estamos por la vida y por la muerte como la corriente se une a la orilla.
Más no temas morir, porque la muerte es a veces más dulce que la vida.
No temas morir si perdón pides a Dios de tus pecados, si en el último segundo de tus hechos indignos te arrepientes.
Si una cruz, o una estrella, llevas a tus labios y con tu último aliento la besaras será como la última oración que a EL dedicas y El, que es todo amor, te los perdonará.
No temas pues morir, dulce amor mío, que tu amor a los demás, salvará a tu alma”
Han pasado veintiocho años desde que me fue entregado, pero me sucede igual que la primera vez: su lectura me hace llorar.
 
137.- COMPRENDER LA VIDA

Pocos son los que, sin haber sufrido en su cuerpo y en su alma la perdida de todo lo conseguido en cuarenta años de su vida, pueden entender que al salir de la prisión exista un sol sobre tu cabeza cuyo resplandor te da el calor para empezar a soñar, y hasta creer, que aún a pesar de estar en la indigencia, no es demasiado tarde para tener un hogar y una mujer que te pueda querer por lo que ahora eres y no por el que fuiste ayer.
Mucho me ha herido la vida, tanto en el cuerpo como en el alma, a medida que pasaba haciéndome soportar las bajezas de los hombres, los insultos de quien desconoce el por qué estás en la situación que estás.
Es verdad que se me ha endurecido el alma ante tanto dolor y desesperación, pero no ha sido tanto como para que no me percatara que en el alma se esconde, junto a una soledad terrible, las briznas de hierba que pueden encender el fuego para que la vida te permita gozar de nuevo y soñar.
Siempre pensé que era justo, pero pude comprobar estando preso que lo que creía justicia no era la verdad, sino lo que yo creía.
Y ese hallazgo, fruto de las eternas horas dentro de la celda, o paseando por el patio con cientos de hombres que caminan en la misma dirección y que apenas se miran, de la realidad de lo justo, hacen que ahora, en estos instantes ya en la calle tras tantos años dentro, mire al Dios en el que creo para agradecerle el haberme conservado la vida, poniendo su mano delante, cuantas veces han intentado matarme.
Que pueda mirar al cielo, que perciba dentro de mi pecho el suspiro de mi alma mientras deja salir al viento un canto de esperanza.
Y es que estoy convencido que el estoicismo con que he soportado todo y que tanto desconcertaba a los que me miraban, es debido a tener inscrita la certeza de que todos los hombres no tienen el mismo destino.
Porque aún no he hecho a lo que he venido, es por lo que he sobrevivido.

138.- DESPERTAR…

Mientras la primera luz acariciaba mi cara en el amanecer del día, mis ojos se han abierto con la alegría de comprobar que sigo estando vivo.
Se me distienden los labios, se relajan los músculos de la cara y sonrío agradecido por ver esa luz que me ilumina; por ver a los pies de la cama los zapatos, ya ajados por el paso del tiempo, que me aguardan; mis ropas dejadas de cualquier manera en la silla y, un poco más lejos, a mi hijo que duerme sereno y tranquilo como lo hacen los jóvenes que se sientes seguros y queridos.
Paso mi mirada por el techo, contemplo como la luz que va llenándolo todo hace más nítidas las líneas y las formas de las cosas que coloque en un principio para  adornar este sitio.
Me siento agradecido a Dios por permitirme ver este nuevo día; por aceptar que trate de llenarlo con la esencia de la vida; por esperar que las fuerzas que me llenan ayuden a alguien, que perdido, desvalido o solo, clame al cielo por encontrar consuelo, ayuda, calor o simplemente un ejemplo en el que medir su desconsuelo y comprobar, que aun a pesar del dolor físico, de la desilusión y el engaño, la vida es hermosa en cualquier situación si la vemos como un regalo del cielo para que miremos en nuestro interior para descubrir a qué hemos venido y para qué seguimos vivos.
Cada día que pasa me uno más a la certeza de que la muerte no existe, que la vida es una sola unidad igual para todos y de que nosotros elegimos como volver a formar parte como humanos de este mundo maravilloso en el que vivimos.
Es maravilloso este momento en que me siento lleno, pleno de ánimo y aceptando como normal por el paso de los años, que el cuerpo gima por los trastornos que causa el paso del tiempo.
Gracias doy al Supremo hacedor de todo el universo por darme la oportunidad de plasmar todo lo que siento.

139.- EL GATO…

Es el suave susurro del gato en el amanecer la única música que oigo hasta que llega el alarido cruel de un coche, que como un trueno inesperado, rasga el velo de la noche que muere diciendo con su ruido que ahí va un loco lleno de la quimera de llegar el primero.
Silencio y recogimiento es cuanto quiero en las horas que llevo despierto dejando aparcados mis sueños, que como alimento, darán al alma, cuando me levante, la energía necesaria para seguir viviendo.
Soledad abrazada por los sueños; por los deseos de alcanzar el cielo eterno de lo anhelado mientras mi cuerpo aun recorre los caminos de la vida acercándose, como lo hace el sol cuando se va, a la oscuridad de lo eterno.


140.- INSTANTES…

Instantes hay en mis días eternos en que con la mente inspecciono mis sentimientos y descubro que me siento como un naufrago que contempla desde lejos como en el cielo de los sueños flota el salvavidas que permitirá que mi cuerpo llegue a la morada de mis ancestros tras haber transmitido todo lo atesorado.
Son muchas las veces en que arropado por la oscuridad de la noche, escondido como un prófugo que huye de su infierno cotidiano, dejo manar las lágrimas de mis ojos igual que el río se derrama al sobrepasar los diques que represan su sufrimiento.
Y lavan mis mejillas al mismo tiempo que aligeran el peso que soporto sin hacer ruido para no ser escuchado por mi hijo que duerme a mi lado.
Vuelvo al pasado y miro atrás sin ira consciente de que me acerco un poco mas que día a la frontera en la que tendré que rendir cuentas a mi mismo y hacerme la pregunta más importante que todo ser humano ha de responder: ¿cómo has vivido, qué has hecho y cuanto has querido?
Un simple ruido en la cama de mi hijo parece el lamento de un joven que en sueños se enfrenta a la vida junto a un hombre viejo, que solo se sostiene por el viento de un deber que tiene que asumir y el sueño de llegar a tiempo de regalar a quien quiera cogerlo, todo lo que lleva dentro.
Que aun a pesar de no esperar nada, muy dentro, en lo mas profundo del alma, aguarda, como los árboles en el invierno, que los rayos del sol de los sentimientos, derritan el hielo y que las sencillas flores de la aceptación y el consuelo, engalanen mis corazón mientras recorro mi destino.
Hace un hermoso sol en esta mañana, pero también mucho frío.

141.- CIERRO LOS OJOS…

Cierro los ojos unos momentos y deseo abandonar mi cuerpo para subir en una nube de las que en esta noche fría y serena surcan el cielo para llegar a la consumación de un sueño y encontrarme con lo que anhelo.
Los abro de nuevo y solo me acompaña el negro de la noche; la luna del tamaño de una rodaja de blanco queso y se, sin verlos, que mis ojos están apagados al comprobar que mis sentimientos han sido incapaces de transformar mis deseos en  hechos.
Debo descender a la realidad del momento y ponerme de nuevo el cilicio de la espera sin tiempo; meterme otra vez en la cueva del desespero y aguardar a que el cielo sea generoso haciendo el milagro de transformar mis sueños en reales hechos.
Y así pasan las noches, así se juntan los días; así los meses forman los años y así continuo buscando lo que desde el principio de los siglos anhelo.

142.- HOJAS VERDES…

Son las hojas verdes de los naranjos las esmeraldas que la naturaleza da al azahar, que brota como copo de nieve caído, para perfumar el aire que respiro y alegrar mis ojos mientras recorro el camino cuando ya en el cielo los colores estallan con el crepúsculo despidiendo al sol que se oculta tras las montañas.
Botones blancos de pureza que forman el ramo que las desposadas llevan el día de su casamiento y que, tras la ceremonia,  es lanzado al viento para que sea la afortunada en cogerlo la siguiente en ser desposada.
Tradición que no se en que se basa pero que aparece en todas las bodas y que provoca muchas veces situaciones embarazosas y extrañas.
Y como si fueras una realidad y no un anhelo, te hablo muy quedo mientras camino describiendo lo que veo y tratando de que aspires el mismo aroma fresco y fragante que el azahar derrama cuando adorna los naranjos.
A veces pienso que me dejo llevar por mi locura de estar al lado de un ser real brotado de un sueño; otras que sueño despierto, las más que tengo miedo que pase el tiempo y, quien seas, descubras al verme que el hombre que te habla en sus paseos no es el que imaginabas, que solo es el compendio de años pasados, de los sufrimientos acumulados; de escasa alegrías y todo metido en un cuerpo cuajado de enfermedades y defectos...
Trato de mantener mis pies en el suelo mientras quiero estar en el cielo de los anhelos, de mis sueños en el que compartir con quien me quiera mis silencios, mi melancolía, la enorme alegría de seguir vivo, de enfrentar el final del camino con la despreocupación que da la certeza de que al acabar alguien, a quien has llenado su pecho, cerrara mis ojos y sabrá que en ese lugar que imagino, estaré esperando que venga a reunirse conmigo.
Otras veces y ya por completo abandonado a los sueños, me digo que no tardaré en sentir el dulce calor en mi mano de una persona que desee compartir estos sencillos paseos por el campo.

Quisiera tener, en el momento de partir, la seguridad de que por encima de las miserias humanas, de las dificultades de vivir cada día, fui capaz de llenar unas páginas de una vida y de que sembré en su corazón la semilla de un amor, adoración es la palabra exacta, que un hombre ya muy mayor entrega junto a su amor.
 Si así lo logro, si todo eso tengo, oh Dios de los espacios infinitos, moriré seguro que habrá merecido la pena haber vivido y el haber entregado todo el amor que ha sido capaz de crear un hombre descreído y cansado de su soledad.
 
143.- AZUL INTENSO…

El día ha venido engalanado con la tunica de azul intenso del cielo y el vestido verde esmeralda de los naranjos, entre cuyas ramas cantan los pájaros saludando este nuevo regalo que la noche oscura, muriendo, nos trajo.
Y a lo lejos las suaves crestas de las montañas cierran el paso a la mirada que parte de mis ojos en busca de ese milagro mágico que se esconde en la profundidad del cielo.
Mis pestañas, como tramas del abanico de mis sueños, se mueven suavemente llevando mis anhelos en pos de hacerlos realidad en el mundo de un hombre viejo que escruta el cielo sin descanso por si ve amanecer, cual el sol de cada día, la ilusión de poseer el contento de entregar su corazón y recibir el dulce regalo de ser amado por quien es.
Sopla una suave brisa que baja mis sueños a la realidad del momento y compruebo que sigo inmerso en esta situación que tanto dura y que me acompaña cogida de la mano en mis largos paseos por el campo.
No es fácil entender que aun a pesar de los fracasos y desengaños, el alma del hombre vaya conformando, con las hierbas secas de los días pasados, los meses y los años, un nido suave y amoroso porque aún espera que el ave de una tierna ilusión busque acomodo en su pecho.

144.- LIMONERO…

Una fresca brisa suaviza el calor de la mañana al mismo tiempo que acaricia las hojas de los limoneros de cuyas ramas cuelgan pepitas de oro nuevo.
Y el sol, en su danza entre las ramas, ilumina y decora con sus rayos de oro viejo las verdes esmeraldas que parecen sus hojas agarradas a las ramas con la desesperación del que sabe que si no se abraza fuerte, el viento lo arrastra.
Mientras el tronco, oscuro de años y sufrimientos, clava sus dedos en la tierra parda en busca de seguridad y alimento para soportar en silencio los envites de la tormenta cuando brama y el peso de los frutos que aguardan en silencio una mano enamorada que los libere de la cárcel verde en donde nacieron.
Y los jilgueros, cantores y pregoneros de la vida diaria, saltan de rama en rama y al suelo en busca del alimento que generosamente Dios derrama.
Son momentos, uno cualquiera de ellos, de un día de sol fuerte, de escaso viento, de un cielo azul intenso, donde mi corazón sueña con los ojos abiertos con ser la imagen que al despertar por la mañana viera quien por amarme mi lecho compartiera.
Da alas la imaginación a la vida y a aquellos que no andan; da ilusiones a los que solo sueñan y llena el alma de los que aman, con el deseo de ser la estrella que ilumine las noches y, también, el lucero del alba que los despierte.

145.- DEJA CAER…

Destino, deja  caer sobre el reseco suelo de mi vida la lluvia de tus sueños, de tus llantos solitarios y en silencio, de tus gozos más intensos para que empapen mis miedos y mis anhelos y pueda crecer de nuevo la hierba verde de la esperanza.
No me importa el pasado que, casi siempre, ha sido camino del calvario de quien quiero tener a mi lado, ni respuestas necesito ni preguntas hago, porque la vida me ha enseñado que demasiadas veces son los silencios las respuestas mas sinceras y sonoras de lo sufrido.
Serena mi alma para que se bañe en el lago profundo de los ojos que como escaparates mudos se abren ante el sorprendido viajero que por los senderos de la vida camina entristecido porque no cree que Dios sea tan generoso como para permitirle bañarse en ellos.
Pero, a veces, ocurren milagros y por eso rezo, sueño y espero.

146.- CORREN LAS NUBES…

Corren las nubes grises por el cielo empujadas por el viento en dirección a donde el sol nace tras mirarse en el espejo que es el mar cuando amanece.
Y las hojas verdes de los árboles bailan al compás de los trinos de los pájaros que de rama en rama van mientras contemplan indiferentes a los peatones que por la calle solitaria caminan en busca de sus afanes.
Las ventanas parecen ojos en las paredes de las viviendas que hay enfrente que impasibles permanecen cual inconquistables murallas resistiendo el frío y el calor y la barbarie de mucha gente que cree que no existe nada mejor que ensuciarlas con  eso que llaman grafitos
Ojos sin luz enmarcados de cristales que permiten ver desde dentro sin ser mirados.
Y el metro, tren que se desliza por encima de las viejas vías como oruga sobre el suelo, dejando oír su silbido y diciendo que nadie se quede dentro de esas paralelas que conducen desde Valencia a donde estoy.
Una moto pasa, como sonoro moscardón, haciendo en el silencio un desgarro y dejando el lienzo de la mañana roto como queda un corazón que ama tras la partida de su amor.
Y un vecino, Richard, compendio de vagancia y falta de educación, bosteza cual león pero sin su melena ni gracia, dejando la nítida impresión de que el trabajo no esta hecho para el y de que no hay nada mejor que ver como los demás trabajan.
Pequeños detalles de un día de junio en el que aun no ha empezado a abrasar el sol.
 
147.- TRAS LA CORTINA

He corrido la cortina opaca que me aísla de la calle y ante mi ha surgido el panorama que conforma el sol iluminando las casas y tres palmeras que se plantaron enanas y que ahora son gigantes.
Tres lanzas que se elevan al cielo coronadas por penachos de palmas que como abanicos verdes resaltan sobre la capa azul intensa del cielo sin nubes.
Es temprano para que la brisa sople y hace frío aun a pesar de ser las nueve.
Pero desde hace años me fascina contemplar los palmeras que vi plantar cuando mi hijo comenzaba a ir a la escuela, porque es la historia de la tenacidad de un hombre, ya muerto hace tiempo, que cada día venia a cuidar sus ramas cuando eran pequeñas, echarles agua con una regadera y, momentos hubo que lo pensé, que las acariciaba  como lo hace una madre con su retoño, para, tras acabar su faena, sentarse sobre el cubo con el que traía el agua y, con parsimonia y calma, sacar su petaca y liar con sus dedos deformados por los años, un cigarro que encendía con el mismo amor y rito que si fiera un acto sagrado.
Veía exhalar el humo, contemplaba como movía las manos y más de una vez creí, viendo mover sus labios en la distancia, que les hablaba.
Y los días siguieron formando semanas y las semanas meses hasta que los años se sucedieron mientras las palmeras crecían y se extinguía la vida del viejo.
Siempre pensé que por el color de su pelo, los andares de su cuerpo y el arco que formaba su espalda, aquel hombre no era un empleado del ayuntamiento como jardinero.
Más bien pienso que era un enamorado de la naturaleza que usaba su mucho tiempo de jubilado en adorar la belleza que tienen las plantas y darnos un mensaje en silencio para que usemos más nuestros ojos para que además de mirar, veamos.
No se el tiempo que he estado  mirando, tampoco la totalidad de lo que he sentido contemplando el penacho verde de esas lanzas apuntando al cielo que acompañan a una araucaria de desmayadas ramas que plantada al mismo tiempo no es tan alta.
A veces, de forma impensada, surge la magia tras correr una cortina y mirar un cuadro que lleva años y que hasta este momento no hemos saboreado todo su encanto por razones que desconocemos.
Tardará mas de dos horas en mover y besar la brisa del mar las hojas de las tres palmeras, que mientras tanto quietas están como si paladearan el recuerdo de aquel anciano que las plantó y cuidó hasta que se acabó su tiempo.
Ese que sigue caminando en mi espacio y acercando el instante en que debo dejar de soñar como ahora lo hago y salir a darme un pequeño paseo.
 
148.- PETARDOS…

Suenan los petardos que los falleros tiran por las calles espantando a la noche para que huya más deprisa, mientras que por levante avanza el dia sin necesidad de que Orfeo cante ya que el sol nos dice, con su luz aun tenue, que el triunfo de su fuerza terminará de matar la noche.
Está el cielo gris porque aun falta el oro del sol para que gocemos con intensidad del azul turquesa que nos regala el dia en un cielo sin nubes y en el que, por la hora, aun no refresca la brisa.
Va adelante la vida de aquel que se despierta por el ruido, o porque ha consumido su ración de sueño en una noche adornada de estrellas en la que aun destacan, como dos perlas blancas, Venus y Júpiter, destacadas en el collar de la vía Láctea que el cielo adorna.
Espectáculo sensacional que para muchos pasa desconocido porque vamos todos tan corriendo que olvidamos mirar los que nos fue dado, para solaz de los ojos y el espíritu, como libro mudo y sencillo que nos dice cual susurro que todo lo que vemos no está ahí por casualidad.
Pocas veces somos conscientes de lo hermoso del momento y lo dejamos escapar con la misma insensatez con que dejamos huir el tiempo sin aprovecharlo aun a pesar de que sabemos que no puede volver atrás una vez pasado.
Avanza el día a medida que el ruido de los petardos se aleja a otra calle para despertar a aquellos que trasnocharon porque se fueron de fiesta y no tienen prisa por dejar sus lechos.
Sentado ante el ordenador, en el silencio de esta casa vacía y haciendo oídos sordos a los ruidos que vienen de fuera, me sumerjo en mi interior y agradezco al cielo que me haya regalado un día más aunque no pueda salir más que a pasear porque gastar dinero no puedo.
Creo que las fiestas son muchas veces borracheras de la mente que se ciega para no hacer frente, ni razonar, a los problemas que vienen ni a la realidad de la vida que camina inexorable hacia el momento final.
Creo que merece la pena mirar hacia adelante y, además de aceptar lo inexorable, disfrutar de cada nuevo día, cada nube que navegue por el cielo, cada brizna de hierba que cubra el borde los caminos, cada flor que nos perfuma y perseguir cada uno de nuestros sueños.
La vida es atesorar errores y alegrías y, también, las cosas hermosas que desfilan ante nuestra vista.
Son tus ojos los que miran, pero es tu alma que  debe ver y atesorar todo lo que al mirar se nos regala.
149.- DIVAGANDO…

En la travesía por el mar de la noche montado en la barca del dia que ha muerto, existen momentos en los que vienen a nuestra mente nombres que nos llaman y otros detalles que nos hacen soplar sobre la vela de nuestra barca buscando el sentido de las palabras para intentar comprender que fenómeno ocurre en el alma de quien así nos llama al ponernos ese nombre.
Analizas primero que pude ser el resultado de un error, pero al pasar el tiempo y persistir el texto, no puedes impedir que la mente trate de analizar el por qué y casi siempre halla un campo fértil por el que discurrir en busca de resolver el misterio.
¿Qué se esconde tras la mente de una mujer inteligente que mora en la distancia y arrastra su mirada hacia un mundo sorprendente e interrogante?
Puede ser todo y también nada, porque tras el paisaje que la mente ve se extiende un campo de infinitas posibilidades entre las cuales la respuesta  puede ser un nuevo enigma por resolver.
Pero no es la primera vez que sucede el crear un nombre tras el que tratamos de ocultar una realidad existente y que solo conocemos nosotros.
Pienso que es algo similar a vestir un santo con los ropajes de otro porque así hacemos mirar en la dirección que queremos y que muchas veces no corresponde con la realidad.
Y eso sucede cuando o bien soñamos despiertos después de haber sufrido mucho y lavado nuestros desnudos pies con las lagrimas derramadas en la soledad de nuestra alma o bien es el miedo quien nos hace ocultar lo que vemos y queremos por temor al que dirán los que nos ven de distinta forma a como somos y no terminan de entender por qué creemos en lo que creemos.
Misterios de una noche larga mientras navego a oscuras en busca de algo que rasgue el velo y aparezca una luz en el cielo que ayude a descubrir que se oculta en la mano de quien escribió Ruli.
 
150.- TRAS LAS FALLAS…

Se recortan las palmeras en el cielo con sus palmas al viento como crines de caballo desbocado.
Y detrás de ellas, amontonándose en el cielo, nubes negras como alas de cuervo que con lentitud avanzan trayendo desde el sur la certeza de agua fría para lavar la cara de los árboles y las plantas.
Y cuando atraviesen esa negras moles las altas tierras de la comunidad valencia, dejarán caer en forma de copos de nieve blanca sus lágrimas.
Agua deseada para saciar la sed que tanto la montaña como las tierras bajas tienen.
Está la tierra marrón y agrietada como lo está el corazón que no tiene en el amor su agua.
Mañana fría y gris que contrasta con el ayer de sol y turquesas en el cielo para terminar las fallas, que ardieron esta noche pasada como arden muchos corazones cuando se percatan de que las imágenes por ellos formadas son, como las Fallas, solo cartones modelados y pintados por nuestros deseos  hasta tomar el aspecto de lo que queremos ver y tocar sin darnos cuenta de que lo que nos parece eterno y pétreo solo es un sueño que desaparecerá transformado en cenizas tras el fuego de la realidad al despertar de nuevo.
Hace frío en la mañana mientras llueve suavemente sin fuerza y con desgana.
Un dia que se arrastra gris desde amanecido hacia el poniente para dejar, al morir, el recuerdo de lo vivido.
Ya han acabado las fallas y mañana, cuando descansen los cuerpos que ayer se engalanaban de oros y azules, volverán a soñar con que pase pronto el tiempo y la fiesta vuelva a empezar.

151.- RAMAS ROTAS…

Como cuelgan de nuestra alma los desengaños y las ilusiones rotas, así lo hacen tres ramas de las palmeras casi desgajadas de sus hermanas que han resistido el inmisericorde viento que aullaba esta madrugada.
El cielo es gris ante la tragedia que mis ojos contemplan al hacerse de dia tras una noche de insomnio en la que mi mente desbocada  corría entre recuerdos y sueños que no se han cumplido.
Solo el ruido de los coches me acompaña al clarear el dia mientras escribo.
Ha huido el silencio perseguido por esos locos que toman el coche y avanzan convencidos de ganar una carrera contra el tiempo.
No ha salido el sol en el cielo para no contemplar la muerte de tan hermosos abanicos ni tampoco veo su amanecer en mi ánimo.
Las nubes que contemplo contagian su color a mi espíritu, que mirando a lo lejos no ve otro horizonte que la incertidumbre y el silencio.
Y después de mirarme por dentro, no me queda otro remedio para seguir siendo quien soy que tomar la decisión de aguantar lo adverso, tratar de cambiar lo que puedo y aceptar lo inexorable, porque tras este desánimo existe la certeza, aunque muy adentro, de que no sucede nada debajo del cielo que no tenga un motivo bueno aunque en estos momentos lo percibamos como malo.
Misterios de la mente que nos trae el sueño en la noche para que nos reunamos con los que nos dejaron antes, aunque sea unos momentos y, también, las premoniciones, que pasado poco o mucho tiempo, asombrados vemos que se cumplen.
Pero no se como describir lo que el alma siente de cara al futuro, solo lo que es el presente y las sensaciones que ha producido ver colgar desmayadas por la muertes tres ramas de las palmeras que tengo enfrente.
Y comienzan a caer lagrimas en forma de gotas de este plomizo cielo mientras un escalofrío recorre mi cuerpo ante la muerte por el viento de la gracia de la vida hecha ramas, abanicos verde esmeralda que coronan la obra de un hombre, ya muerto, que amaba las plantas tanto como a su propia vida.
Muevo mi cabeza y veo que no es un sueño lo que contemplo.
Inicio una realidad que acepto y que trato de plasmar con la misma intensidad y firmeza que el cantero cincela una piedra para, quitándole lo que sobra, salga a la vista de todos, la obra de arte que lleva dentro.
 
152.- CADA DIA…

Entra a raudales el oro del sol por la ventana de la cocina cambiando la visión que tengo de ella el resto del dia.
Brilla la bancada que imita al granito gris acariciada por los rayos que se derraman con pasión esta mañana.
Silencio en la casa, silencio en la calle, en donde por un instante no pasa nadie, dejando en el interior esa sensación de paz sobrecogedora que notas  cuando acostumbrado estás a soportar el trafico pesado a lo largo del dia y llega el silencio como un regalo.
Son los pequeños milagros que de vez en cuando nos trae un dia que se adorna de azul intenso sobre nuestras cabezas, que miran, como ahora la mía, hacia la palmera a la que el viento anteanoche desgarro tres brazos.
Una suave brisa agita las palmas queriendo alejar el olor de la muerte que a todos nos hermana cuando llega el momento en que el viento del destino nos mata.
La vida es una sola y estamos hechos todos de la misma forma, participando de ella sin darnos cuenta que cuando muere una flor es como si muriera una estrella.
Pocos somos conscientes que formamos un conjunto, en los cielos como en la tierra, que unidos estamos por esos lazos que no entendemos bien y que llamamos vida.
Porque solo así se explica que a distancia sintamos y sepamos cosas que no podemos percibir con los otros sentidos que al cuerpo adornan.
La vida es algo que proviene de una "nada" que sabe exactamente como conformar las cosas para hacer un ser humano, una flor o una galaxia.
Creo que se acerca el momento, muy cercano en el tiempo, en que los ojos del alma comenzaran a ver esa luz de la realidad, ahora desconocida y por muy pocos intuida, que traerá un nuevo "sol" para alumbrar desde el nacimiento esa nueva "vida".
Son los pensamientos de quien cada mañana mira al horizonte y al cielo agradeciendo el poderlos contemplar y seguro de aprovechar todo lo que la divinidad regala con forma de pensamientos, intuiciones y sentimientos.
Dia vendrá en que todos agradecerán lo que sin pedir nada desde esa "nada" nos dan.
Habrá llegado la luz y solo deseo, como un nuevo Moisés que no conduce a su pueblo, contemplar desde los altos del Moab de mi vida, la tierra prometida aunque sepa que no la podré pisar.

153.- SALE EL SOL…

Sale el sol como si tuviera pereza para iluminar el dia porque unas nubes blancas lo velan.
Recuerdos de la noche quedan en forma de perlas de rocío que se abrazan a las pocas hierbas que han nacido en esta joven primavera de solo tres días que ha venido envuelta por nieves blancas y riadas enloquecidas que por los barrancos arrastraban coches, tierras, árboles y las ilusiones de muchos que aguardaban, como esperan los que no tienen nada, que la primavera viniera cuajada de vida, de realidades y flores.
Primeros días del parto de las estaciones que trae la luz primero para que veamos como empiezan a formarse algunos tapices de flores, que como mantos silenciosos, cubre los campos que han esperado pacientes en ese invierno triste, frío y en ocasiones blanco, a que llegara el instante del nacimiento tras nueve meses de embarazo.
Y también nos regala los primeros botones en las macetas que se ven en los balcones, donde han pasado el invierno sin más atención que la de los pájaros, que sin tener cerca los árboles, se posaban para recibir del sol sus primeros rayos.
Es un nuevo dia y quisiera recibirlo como Josué, aquel guerrero bíblico, que hizo sonar las trompetas al clarear el dia para derribar las murallas que se interponían entre sus sueños y la realidad de conquistarla.
No quiero derribar nada, no es mi deseo que nada muera, pero si deberíamos cantar, como lo hacia Orfeo mientras acariciaba el horizonte  con sus ojos soñadores, para que el sol naciera.
Siento alegría envuelta en melancolía porque solo soy un hombre que mira y en su alma forma la melodía con la esencia de la vida sin ser capaz de cantarla para festejar el nacimiento de un nuevo día.
 
154.- UN DOMINGO…

Ya media el dia en este domingo de marzo en que nos han adelantado una hora para ahorrar dinero dejando a los humanos con trastornos de sueño y una ganas infinitas de no salir del lecho.
Pero eso ocurre a los que duermen y no a los que en la noche se miran en el espejo del insomnio para ver los fantasmas de sus recuerdos, de sus pocos momentos gratos y la legión de fracasos que como nubes en el cielo avanzan desde la lejanía empujadas por el viento.
Luce el sol como bordado en oro en la capa turquesa del cielo en el que se destaca la estela de un avión que lleva a los que van dentro en busca de su destino, de sus seres queridos o para hacer realidad sus sueños.
Es tanto el frío que hace arriba que se condensa el aliento de los motores como lo hace el nuestro cuando salimos a la calle en invierno.
Pasan los de siempre, que ni se quienes son ni conozco, pero que salen los domingos a meterse entre los pinos de Porta Coeli y extender sus sillas, jugar los niños, leer los periódicos mientras las mujeres, las esclavas de siempre, lo preparan todo.
Y algunos valientes, como sedientos guerreros, trasiegan de las neveras de hielo, los botes de cerveza, sin más esfuerzo que romper los precintos, para ahogar el aburrimiento de hacer cada domingo lo mismo y con el mismo cuento de oxigenar sus pulmones y que los niños disfruten en el campo.
Es el domingo el dia que Dios eligió para el descanso de aquellos que durante la semana se esfuerzan en conseguir el sustento dentro de la grave crisis que nos esta ahogando.
Y para aquellos que están en el paro, este dia es en el que deben permanecer encerrados en casa aguantando a los hijos pequeños y mirando en la televisión como disfrutan aquellos que tienen dinero porque la suerte los abrazó o la consiguieron arriesgando la vida como los toreros.
Contemplo lo que me rodea con el mismo despego que tengo desde que hace casi un año me quedé sin trabajo y solo me empuja la determinación de sacar adelante al único hijo que tengo.
Los libros guardados en cajas, los bolígrafos y lapiceros en una lata, la impresora cubierta con un paño como si fuera un mueble en una casa deshabitada; dos mecedoras de mis abuelos, cuatro jarrones traídos de Marruecos y los cuadros, cuatro, con mas de doscientos años, pintados por un enamorado de los pinceles en cuyos ojos brillaba la pasión por el retrato de lo que le rodeaba.
Un bodegón; un cuadro con dos almiares y una barca surcando el curso de un no muy ancho río en cuyas orillas hay tres árboles desnudos por el invierno.
Y sobre mi cabeza, una fotografía de una sala del castillo de Loarre en la que destaca la paciencia de quines lo hicieron y su determinación de hacerlo eterno.
Un conjunto donde paso mis días y desde el que puedo ver, a través de las rejas en estos momentos, las ramas desgajadas de la palmera que amarillean ligeramente agitadas por el viento.
Nadie me impide salir y contemplar el campo, pero es que mi animo está esclavo de unos sueños que no sabe si alcanzará y que acompañados del gris del desconsuelo borran las ganas de andar.
Cómo pasa el tiempo mientras escribo porque tengo que finalizar al tener que poner la mesa y acabar de guisar los alimentos.

155.- COMO HORMIGAS…

Como un rosario de hormigas motorizadas así van pasando los coches desde esta madrugada por la carretera enloquecidos en su afán de llegar justo a su destino y con los ojos aún llenos de los recuerdos de la noche y de los sueños.
Promete ser radiante el dia mientras el cielo se ve gris y las ultimas estrellas parpadean para deleite de aquellos que las contemplan acompañados por el ruido de los coches y el inicio de los sueños, con los ojos abiertos, que hace la mente mientras se enamora de algo tan bello.
La noche, como otras muchas en el transcurso del tiempo, ha sido un discurrir de las horas persiguiendo al sueño que finalmente ha ganado la carrera alejándose cuando las primeras luces se han filtrado para decirme en silencio que comenzaba un nuevo dia y era llegado el momento de agradecerle a Dios que me ha permitido verlo.
Son momentos en que el cuerpo tendido en el lecho permite salir unos momentos al alma para esbozar los primeros rasgos en el lienzo del dia de como queremos que pasen las horas eligiendo los colores de los deseos y los sueños para que cuando llegue la noche tengamos ese cuadro completo y podamos colgarlo en el armario de los recuerdos.
Y una vez regresada al cuerpo, son los achaques y los dolores los que despiertan de golpe para hacernos saber que debemos levantarnos y colocar los músculos y los huesos de forma que podamos movernos.
Ya la voluntad de seguir ha cogido de la mano al cuerpo que da sus primeros pasos con la inseguridad de un viejo que tiene en lo mas profundo del cuerpo el alma repleta de agradecimiento y la firme voluntad de llenar el dia de ilusiones, hechos y deseos.
Es maravilloso ver cada dia que si tenemos voluntad vencemos lo que nos ha ido dejando el paso del tiempo y que nos empuja para que no nos estemos quietos y hagamos, con la calma que dan los años, muchas de las cosas que cuando trabajábamos nos decíamos "ya las haré luego".
Un luego que íbamos posponiendo a medida que pasaban los días, mas tarde los meses y los años que han volado como las nubes cuando las empuja el viento por el cielo.
Nunca es tarde si la dicha llega dicen en mi pueblo los viejos, pero existe otra forma de celebrarlo y es saber que seguimos vivos y podemos hacer algo para entretenernos y legarlo a aquellos que vienen detrás y no comprenden que la vida es mucho mas corta y es mucho mas tarde, siempre, de lo que imaginamos. 
 
156.- ORUGAS… 
Son varias las orugas luminosas que desde esta madrugada han pasado por las vías llevando gente que inicia su jornada de trabajo con los ojos entrecerrados y sintiendo en su cuerpo aún el apego del lecho abandonado.
No hace frío, pero abrigo mi pecho porque no quiero sentir el ahogo que traen los catarros como nefasto regalo.
Pasan raudos los camiones cargados de arena que se filtran con el aire por las rendijas de la puerta dejando la mesa y el teclado en el que escribo gris como la cabeza de un anciano.
Se hace la noche eterna si la mente no ilumina con la luz de los recuerdos y las antorchas de los sueños la oscuridad que en ocasiones tiene mi alma cuando, tras escrutar el cielo en busca de un cometa de esperanza cual estrella de los Magos, no encuentra nada y bajo los ojos al suelo y solo veo sentadas a mi lado la soledad y la añoranza.
Muchas veces viene cabalgando en los recuerdos el tiempo en que fui niño en aquel pueblo toledano donde en el calor del verano por la noche salía al campo y contemplaba como las luciérnagas, como pensamientos iluminados, volaban un trecho para caer al suelo y seguir corriendo raudas mientras iluminaban el sendero por el que andaban.
Tal vez sea eso en el fondo lo que añore: volver atrás en el tiempo y no cometer tantos errores.
Bajo del limbo de los recuerdos y los sueños y me preparo para seguir recorriendo mi destino que en estos momentos discurre por los campos de la indiferencia mientras contemplan  mis ojos como la vida fluye en otra dirección a la que llevo.
Misterios que tiene la vida a la que, en mis ratos de silencio y sosiego, pregunto por qué ha sido como ha sido;  por qué ha esperado hasta los cincuenta años la sensatez para venir a mi encuentro, cómo soporto en silencio lo que me está pasando.
Y lo único que se me ocurre para explicarlo es que en mi destino están escritos todos estos pasos porque eran necesarios como preparación para algo que, hasta que nació mi hijo, carecía de sentido y no estoy seguro que aún no deban de llegar acontecimientos que hagan aflorar lo que atesoro para hacer, o conseguir, algo que por completo ignoro.
Me ha golpeado duro la vida, la enfermedad me rodea y casi me abraza la pobreza pero nada ha conseguido hasta este momento, incluidos los hombres, para humillarme que doblara mis rodillas.
Y cuando analizo el por qué no pliego mis velas a favor del viento que a todos mueve, solo encuentro una respuesta: soy igual que los otros hombres, pero de distinta madera.
Creo que no vale nada la vida por mucho que consigamos si doblamos las rodillas porque siempre he pensado que más vale morir libre que vivir esclavo.
Tal vez sea ese concepto que tengo el que haya impedido que abriera puertas y, también, el que se me cerraran las que creí abiertas, cuando esperaba la llegada de la amistad, pero tras el paso de los años y las cicatrices que dejaron sobre mi espalda, he comprobado hasta la saciedad que son los que llamamos amigos quieres nos las causan y nuestros enemigo jamás.
Decía mi padre que el hombre que llega a las puertas de la muerte habiendo tenido a lo largo de su vida tres amigos sinceros podía morir seguro de haber tenido una vida plena.
En los dos que he confiado uno me llevo a la cárcel y el otro estuvo a punto de conseguirlo.
A pesar de todo lo que he pasado, de pensar como pienso, no dudo de que en algún lugar deba estar la persona en la que pueda confiar.
Lo que ignoro por completo es si viviré lo suficiente para poder comprobarlo.
 
157.- MI GATA…

Me he despertado de madrugada y al abrir los ojos he visto los refulgentes de mi gata que se había echado sobre el pecho y contemplaba sin moverse mi sueño.
Cuando le hablo muy bajo, dándole los buenos días, responde con un maullido suave y conocido que es la respuesta a mi saludo y, también, a la pregunta de qué hace allí arriba sobre mi pecho.
Me mira compasiva y se queda quieta como una esfinge pequeña a la espera de que eleve mi brazo izquierdo y comience a acariciar, con suavidad y paciencia, su cabeza.
Debe sentir un placer tan intenso que se le cierran los ojos y de su garganta, o de donde sea, surge un ronroneo que parece el eco lejano de truenos o, también, un motor viejo que arranca cansado y aguarda la mano que lo embrague para moverse medio asmático.
Debe ser su forma de manifestar agradecimiento porque pasa su lengua rasposa por mi cara haciéndome sentir una madera a la que desbasta un carpintero sin mucha maña y paciencia.
A continuación levanta la cabeza clavando sus ojos redondos y brillantes en los míos medio cerrados por el sueño para decirme, lo adivino después de tantas veces, que deje de acariciar su frente y ponga mis dedos a un lado de su boca antes de que abra sus fauces bostezando como un tigre enano que, aburrido y displicente, consiente a su amo que lo acaricie de nuevo.
Y para termina ese masaje, se levanta y dando la vuelta sobre si mismo pone su grupa enarbolando el rabo como si fuera el asta de una bandera.
A veces pienso que es también, más que un deseo físico para que rasque un sitio determinado, una forma no muy sutil de decir "empieza de nuevo porque aquí me acabo".
Placer de dioses debe ser para los gatos el ser rascado en esa parte porque es poner mis dedos sobre ese sitio y empezar a restregar su cabeza contra las tablas de la litera que no gasto.
El ronroneo aumenta su potencia como lo hace un motor al subir una cuesta.
Excitada o cansada de lo que hago, vuelve a levantarse rápida y a poner su cara junto a mi boca, mirándome como sorprendida por la tardanza en empezar a rascarla.
Y sin que haya dejado de hacer lo que le agrada, se pone en pie rauda y de un salto sale de mi pecho para caminar como aburrida hacia su comedero.
Se para y me mira como preguntase qué hago mirando si estoy cansado de verla hacer lo mismo siempre que de la litera salta.
¿Pensará que es consecuencia del paso de los años en los humanos o que los que por no dormir perdemos el tiempo mirando?
Dentro de poco, si no me levanto antes, volverá saciada su hambre a dormitar a mi lado una de las múltiples siestas que a lo largo del dia hacen estos animales tan desconcertantes, independientes y sabios.
Poco queda para que amanezca en este jueves de marzo en que los más inconscientes se dedicarán a hacer huelga sin pensar que cuando hay falta de dinero solo se puede salir de la miseria en que estamos, trabajando.
Sin ninguna duda no somos una nación de ciudadanos conscientes que vamos a un abismo económico al que nos ha conducido la demagogia, la ineptitud y el buenísimo de un iluminado, sino una manada de borregos que no pensamos

158.- INEXPLICABLE…

Va pasando el día entre pequeñas tareas sin importancia que consumen horas y esfuerzos que para mi, tantos meses sin hacerlos, son grandes y me traen el cansancio al cuerpo.
Mover las manos, utilizar para otros mis conocimientos mecánicos, o de cualquier tipo, son la forma que da la vida para convencerme de que aún valgo y que lo guardado en mi mente sirve para otros.
Unas noches son mejores, otras no tan buenas, como sucede con los días cuando amanecen aunque los reciba agradeciendo a Dios que me permita añadir uno más a la larga cuenta de mi vida.
Pero aunque le pongo valor y decisión, no logro todas las veces decorar la cara de la vida de este día para que parezca radiante como el sol cuando enseñorea en su marcha por ese mar azul del cielo por el que navega
Tengo añoranza, nostalgia, ansia de vida y  tener compañía, no para la cama, que la naturaleza es muy sabia y cambia los patrones de las personas a medida que van acumulando años, sino como alguien que me quiera acompañar en el caminar por la senda hasta al final de mis días, para aprovechar la hermosura de las mañana, el encanto de los atardeceres cuando el silencio empieza a adueñarse de los jardines y los campos, para paladear el misterio recubierto de dulzura de unas palabras quedas, susurradas junto al oído, como son la que dicen los amantes que se saben vigilados aunque se cubran con los velos de la noche.
Para compartir las experiencias extrañas, esas inexplicable que no puedes contar a todos porque en su suficiencia piensan que no estas bien de los cabales; para reír por las anécdotas oídas o sucedidas y las vivencias atesoradas a lo largo de los días que, como las flores cuando se ajan, han dejado caer sus pétalos en el camino para alfombrar mi marcha.
Y a veces, demasiadas, viene a mi mente el recuerdo de una conversación que tuve con mi tía Elena, riojana rubia y sensata, la primera vez que acompañé a mi padre en la visita que hacia a mis abuelos que vivían con su hermano en Valencia.
Tengo grabado de forma indeleble en la retina de los ojos del recuerdo, el azul del Mediterráneo que desde la ventana de la cocina descubrí desde lejos.
Mar por el que he navegado ya siendo un hombre y que sigue siendo para mi un misterio, el archivo de los siglos, la memoria de los milenios y el armario de los sueños de aquel niño que, aunque lo ha intentado siempre, no ha podido, como Ulises regresando de la guerra de Troya, oír el canto de las sirenas, las palabras de bienvenida de Penélope, recibir sus abrazos, sus besos ni sus caricias.
Pero si he oído el aullido del viento en la jarcia mientras las olas enloquecidas golpeaban las amuras de aquel pequeño velero que se movía en el más como lo hace una brizna de paja cuando la arrastra el viento.
He bebido la salobre espuma del miedo cuando montañas de agua inmensas se sucedían en busca de la playa para derrumbarse sobre la arena bramando y de paso estrellar el barco, que, con 15 metros de eslora, solo parecía un corcho perdido en un océano de espuma y viento.
Nos subían las olas a la cresta para dejarnos caer a su seno mientras llegaba la siguiente que repetía de nuevo aquel cuadro de cielo plomizo, lluvia fuerte y un temporal de levante que a duras penas podía capear sujetando el timón con las manos ateridas para que fuera la proa la que nos abriera paso para ponernos a salvo al otro lado de las islas Chafarinas.
 He navegado después como si fuera un espejo que reflejara el azul del cielo; después para ganar dinero y tres o cuatro veces más con el afán de buscar, tras el horizonte que diviso, las carencias de un alma solitaria y el misterioso alimento que todo enamorado del mar desea encontrar antes de que la edad haga su cuerpo caja de resonancia de los dolores y a su boca puerta de sus lamentos. Nadie lo cree si no es marinero pero el corazón de un hombre de mar es una caja donde se amontonan los recuerdos que casi nadie quiere escuchar porque son "cuentos de viejos".
Y una tarde, tras venir de ver el mar desde el puerto, sentados en la mesa solos, comenzó a preguntar sobre las impresiones que había tenido un niño al ver el mar; sobre que me gustaría ser de mayor y cuáles eran mis sueños.
Solo contesté: “marino”.
Dijo posando sus ojos azul turquesa en los míos muy oscuros, que esa no era una profesión para un chico tan guapo
Con repitiera que “eso era lo que me gustaba”, dijo sin venir a cuento "Chiquito, de mayor cómo vas a castigar a las mujeres"
No entendí lo que decía y le pedí que me lo explicara y lo hizo con sencillez hasta que supe a qué se refería.
Y como si lo estuviera viendo en estos momentos, me la quede mirando muy serio y contesté muy bajito: "Tía, no me casaré nunca".
Me miró sorprendida y riéndose dijo: "esto lo dices ahora que tienes once años y no se porque lo dices, porque luego todos de mayores nos casamos".
Recuerdo que me la quedé mirando fijamente y volví a repetir: "Tía, yo no me casaré nunca"
Oigo resonar su voz aun en mi cerebro cuando seria me dijo que no pensara eso y que le dijera por qué creía que era cierto.
Le respondí que no sabia  por qué lo decía, pero que era algo de lo que estaba seguro.
"¿Por qué dices eso, chiquito?, insistió mientras me miraba con fijeza.
"No lo se" fue mi respuesta.
Estas palabras jamás se borraron de mi mente aunque las tenia escondidas en lo mas hondo del baúl de los recuerdos y he luchado con todas mis fuerzas para que no se cumpliera y casarme.
Y ha ido pasando el tiempo, ya voy a cumplir setenta, y día tras día, mes tras mes, año tras año he recorrido mi camino luchando para tener un hogar, un sueño compartido, una esposa y no solo una simple compañía.
Lo he intentado dos veces, una de ella, a dos meses de la fecha elegida y cuando me decía alegre que mi profecía no se cumpliría, desaprecio sin dejar rastro ni explicación escrita.
No me consuela que pasados unos años viniera a pedirme perdón y lo hiciera de rodillas.
Y volví a programar mi mente para que aquella frase de mi niñez no se cumpliera y conocí a otra mujer convencido, tras tres años de relación escrita, que era la persona idónea de la que estaba enamorado, pero el tiempo y la realidad son los grandes maestros que nos hacen llegar las cosas para abrir mis ojos y descubrir que solo fui un objeto a utilizar para conseguir sus propósitos.
Grande y generoso ha sido Dios conmigo, porque aún a pesar de lo mal que lo he hecho en esta vida, posa su mano sobre mis parpados cerrados y los abre para que vea, sin duda alguna, que con forma de mujer solo era una apariencia para poder engañar a un hombre de cariño hambriento.
Pero como no me desanimo, siempre me vuelvo a decir que no cesaré hasta encontrar alguien a quien ame, dulce y apasionadamente, mientras me devuelve, como hace el espejo con la imagen, todo lo que soy capaz de darle.
Muchas veces comparo lo que me sucede con lo que pasaba cuando estuve en el desierto, que en ciertos momentos veía sobre el horizonte un oasis o un pueblo, hermoso y quieto, tan real que empezaba a andar sobre la arena ardiente para descubrir poco trecho más adelante que, como mis sueños de tener un hogar y una familia se desvanecían al ser meros espejismos.
Y así me han ido pasando los años hasta llegar a aceptar la realidad de que a los once fui capaz de decir, sin saber por qué, que nunca me iba a casar.


159.- LIMPIEZA…

Tras comprobar el nulo resultado de mi petición a los dioses, deben estar sordos por los milenios que tienen, para que un productor argentino, o un Spielberg de medio pelo, contratara mi casa como escenario adecuado para una película de miedo o para las tomas naturales de telarañas que, como lianas de la selva cuelgan del techo, me he decido a hacer frente al polvo del camino que ya no permite ver el original color de las losas del suelo.
Desayunado con un limón y dos naranjas he sentido mi ánimo fortalecido como para iniciar la batalla.
Me he puesto mi faja como si fuera una armadura de acero, pero he desechado el casco blanco de jefazo obrero al comprobar que la dureza de las lianas que hacen las arañas no son tan fuertes como son las sirgas de acero.
Así, con mi faja de ballenas como coraza a la altura de las lumbares por si alguna hernia rencorosa atacaba despiadada mi desprevenido nervio ciático; con mi ánimo fortalecido por la decisión tomada, he asido decidido con mi mano la escoba, cual lanza de guerrero espartano en el paso de las Termópilas a la espera de los persas, por si entre las telarañas se descolgaba alguna boa  al ver mi bien relleno cuerpo allí debajo como suculento desayuno o almuerzo  para cualquier otro bicho emboscado hambriento.
Decidido ataco el suelo tratando de apartar despacio y con miramiento la tierra que lo cubría por si desde la última que lo limpié hubiera surgido alguna grieta que llevara directamente al infierno.
Me sorprendo alucinado que tan suculento desayuno haya aportado a mi cuerpo las calorías suficientes como para transformar mis venas en cañerías por las que circula, como en los aviones modernos, el queroseno que alimenta mis pies, endulza mis brazos y aporta a mi mente la lucidez  suficiente para elegir entre continuar limpiando o salir corriendo.
Reconozco mi pecado y digo que he estado a punto de sucumbir a las tentaciones del diablo porque mi mente me ha traicionado viendo ya en mi boca un bocata de chorizo o, para ser menos colorado, de salchichón seco como los que se hacían antes en los pueblos.
Y en el colmo de mi debilidad y alcanzando la tentación el máximo, se ha inundado mi boca de agua de Solares al pensar en uno de jamón serrano de Guijuelo y curado.
Ambas manos he necesitado para asir mi pecho y arrancarme de las garras del maligno, que además de lo del bocata como almuerzo susurraba hasta en el oído interno que enviara a las dunas del desierto la arena que cubría el suelo.
Momentos terribles he pasado porque hasta mis pies han sentido ganas de salir corriendo y dejar la casa como estaba, con sus telarañas, con su tierra y hasta con alguna que otra coraza negra de las cucarachas muertas.
Bestias feroces que al llegar la primavera salen de sus antros por las noches y que permiten a mi gata cazar y, al mismo tiempo, hacer deporte con más interés y diversión que si viera jugar al futbol a Ronaldo.
Me he concentrado y ordenado a mis músculos, deseosos de continuar el esfuerzo, que dejaran de relinchar como si fueran caballos atados a la cuadriga en un circo romano.
Estaba sobrecogido del poder que la mente tiene sobre el cuerpo, pero he pensado que todos los esfuerzos pueden terminar siendo inhumanos si no se intercalan descansos.
Así pues y como buen cristiano, he hecho unas pausas de descanso tras advertir a mis brazos que además de desear acariciar mujeres, estaban en esos instantes para dejar la casa de forma que los que nos visiten  crean que somos gente decente y no gitanos.
Y en una de esas pausas breves, ha venido a mi mente el recuerdo de mi padre al que he oído muchas veces decir que en la guerra del polvo contra las mujeres, las batallas las ganan las mujeres, pero la guerra la gana el polvo, que se abraza a los muebles como dos amantes en pleno ejercicio amatorio.
Lanzo a mí alrededor una mirada sobre los muebles y siento el desconsuelo y abandono que debieron sentir muchos de los pasajeros cuando del Titanic cuando contemplaron resignados que se hundía lentamente.
La vejez es un grado, además de un coñazo, pero hay que reconocer que en mucho de lo que dicen los viejos sobre las cosas suelen tener más razón que un santo, de ahí que venga a mi memoria el alegato final, tras la descripción tan original que hacia de esa guerra perdida de antemano:”…no olvides Raúl lo que te he dicho y aprovecha la superficie mas grande para escribir con el dedo más gordo que a tu mujer quieres. Tal vez se de cuenta del mensaje pero si eso no sucediera, con seguridad leerás al cabo de un tiempo un agradable “y yo también te quiero” que satisfará tu ego.
Y creo que hoy he comprendido en su totalidad la grandeza del aserto y por ello he rendido homenaje de pleitesía y orgullo a la sabiduría de mi padre muerto
He tenido que hacer más descansos mientras luchaba mi espíritu contra el deseo insano de aplicar con fuerza el dicho sagrado donde los haya que canta a los cuatro vientos eso de “no hagas hoy lo que puedas hacer mañana”, pero ha vencido la voluntad aunque, tengo que reconocerlo, he sentido algo de sobresalto al internarme en las zonas de lianas mas abundantes no fuera a ser que saltara entre ellas un Tarzán algo escuálido, no como aquel de mis tiernos años, que agarrado a ellas pasaba de árbol en árbol mientras lanzaba aquel grito desaforado que por visto solo acojonaba a los elefantes que  corrían enloquecidos por la selva mientras, trompa en ristre, destrozaban todo a su paso.
No se si por asociación de ideas, pero también he recordado con especial afecto a aquella mona simpática que corría tras él dando chillos y saltos sin poder aclararme nunca si lo que hacia era llamarlo o era un señuelo para que viniera veloz un joven macho.
La censura de aquellos tiempos nunca me permitió aclarar esa duda existencial de mis jóvenes años.
E iba avanzando la mañana mientras miraba de vez en cuando la hora y me decía por lo bajo que lento vas para que mi gata no me oyera y fuera a maullar un “¡eres un vago!” que lastimara mi moral arrojándola al suelo ya fregado, pero es que si aceleraba el ritmo terminaría echando por la boca el hígado y ni sabia si llegaría a tiempo para hacer los macarrones que al chico le gustan tanto.
Así que haciendo un esfuerzo casi sobre humano, he sacado congelada la costilla de cerdo para hacer arroz al horno, que como dicen los valencianos solo se consigue al comerlo que la barriga se te llene de granos.
Caía el sudor de mi frente como debió ver Noe los riegos del diluvio, solo que no he sido tan previsor para hacerme un barca de madera ni tan siquiera un salvavidas de corcho.
He hundido mi cabeza entre los hombros para no dejarme vencer por el desánimo y recogiendo el cubo y el mocho tras haber acabado de fregar todo, he caminado hasta el baño donde me he desnudado.
Ya llevo años despreciando al espejo porque no es mágico y me dice que estoy adelgazando, que el pelo de la cabeza sale de nuevo y cada día soy mas guapo, así que lo he ignorado pasando directo al plato de la ducha y mientras me caía el agua caliente como un Iguazú cualquiera, pensaba en cómo debieron de ser las termas de Caracalla en las que diez mil romanos cada día se daban de bofetadas para meterse en ellas.
Creo que eso de que hemos avanzado mucho es un cuento para niños porque no hay mas que mirar donde pones los pies o sumerges el cuerpo para confirmar que aquellos romanos se bañaban como reyes mientras que nosotros debemos tener mas ojos que ventanas un rascacielos para que al salir de uno de los dos sitios no caigamos y nos rompamos los huesos
Y mientras me arrancaba la roña disimulada entre la espuma, la columna vertebral que tengo operada ha comenzado a recordarme su existencia diciendo por lo bajini eso de…” Oye guapo de cara, ¿acaso crees que dentro de un rato y aunque te pongas de nuevo la faja no vas a maldecir mis huesos por haber hecho tú el exceso de limpiar la casa como si fueras un esclavo?”
Me he sentido derrotado y con mas tiento que un cirujano operando, he salido de la ducha poniendo con cuidado los pies al mismo tiempo que me enrollaba en la toalla, soñando que fueran los brazos de una mujer, pero me he despertado rápido al dar un resbalón que ha subido mis atributos sexuales hasta llegar a disputar a mis anginas su aposento en el cuello.
Si, creo que me voy haciendo viejo.
 
160.- LOS DEL TIEMPO…

Casi es la hora en que me vaya a hacer la comida sin que a lo largo de la mañana haya hecho otra cosa que bostezar y mirar al cielo para comprobar que las nubes avanzan para que acierten los del tiempo y caiga agua.
No conozco oficio mas seguro ni tan exento de rechazo como el de meteorólogo, porque siempre encuentran justificación ante sus fallos y con la mejor de las sonrisas nos explican al día siguiente del desaguisado por qué no acertaron.
O encuentran almas bondadosas en las ondas de la radio que para enmascarar sus fallos dicen con toda seriedad y elegancia, a las cinco de la madrugada, que no desean llevar la contraria al servicio metereológico en su predicción del día, por lo que juran por lo más sagrado que la niebla intensa predicha escurre por las canales y esta formando charcos.
Y es que samaritanos encontramos por todas partes, casi nunca cuando los necesitamos, pero si en otros momentos dispuestos a convencer a un calvo cómo puede conservar su pelo y, también, a un esquimal sermoneando a un negro del Congo como debe combatir una  ola de calor en Agosto.
Algo parecido sucede cuando trabajamos en equipo, porque entre tantos currando siempre encontraremos a quien echar la culpa del error que cometimos sin que los demás se percaten de que somos unos cretinos además de aprovechados y cínicos...
Y es que tener muchos años te hace perder, como a los borrachos, la "vergüenza" y terminas actuando como aquel beodo que avanzaba trastabillando por la acera y al cruzarse con una fea no controla su media lengua y grita como un vocero “¡¡¡feaaaaa!!!”.
Gira la cara la moza cual serpiente pisoteada y con esa lengua afilada que tienen algunas mujeres  grita cabreada al mismo tiempo que con sus ojos mata a quien ha osado bajarla del cielo de sus sueños de que se veía guapa: “¡¡¡Borracho de mieeerdaaaaaa, así te mueras!!!”
Da el hombre unos pasos que diría yo que no son de danza, salta como una rana cansada y finalmente se abraza a una farola misericordiosa que se planta frente él en la acera mientras con su media lengua estropajosa, tras dos eructos vinosos y sonoros, articula victorioso un “¡¡¡ Pero a mi se me habrá pasado mañana!!!”.
Lo fulmina la moza con la mirada mientras acelera su paso para huir rápido de tamaño borracho que con su descaro ha roto el encanto que ella de si misma tenia viéndose bella
El único inconveniente que encuentro para aplicarlo a los que coleccionamos años es que no se nos pasará mañana, aunque eso no me impide soñar sereno y pensar que de lograrlo, y para celebrarlo, la borrachera seria de tal tamaño que haría empequeñecer al Everest.
Y después de esta perorata me vendría muy bien un trago, lo fastidioso del caso es que soy abstemio, aunque bien pensado no se si con los años que tengo no debo platearme dejar de serlo

161.- ESPAÑOLES…

Se despereza la tierra bajo las sábanas de la noche con forma de nubes blanca amontonadas contra las montañas mientras el sol, pálido y desangelado, lucha por abrirse paso para besar a la tierra como lo hace un enamorado con su amada al despertar el día.
Segundo de la semana santa en tantos pueblos de Andalucía en donde se mezcla la curiosidad con el arte, el fanatismo con la religión, la realidad con la ficción de hacer honor al recuerdo de un hombre que murió para que vivamos, en el más allá, todos nosotros.
Días que como cuentas de un rosario se unen para formar la semana de Pasión que desde hace un par de siglos es tradición y por la que han rivalizados los mejores hacedores en madera de vírgenes y santos.
Somos un extraño pueblo que desconcierta a los que nos miran llegando a pasar lo que le pasó a aquel extranjero que, entre emocionado y sobrecogido por su belleza de los pasos, contemplaba las procesiones de estos días y que al observar la figura de Pilato cuando se lavaba las manos, preguntó, sorprendido e ignorante de la tradición, quién era el personaje allí representado.
Y de al lado surgió un vozarrón, que casi  hace temblar sus piernas o como si asustar al cielo quisiera, gritando: "¡¡¡El hijo de puta que casi nos impide esta celebración!!!!"
Fe recia la del español que se resigna con elegancia a no tener inteligencia, pero que es capaz de montar una revolución para, al final, no aceptar que otro español la tenga.
Como fieros guerreros de Tartessos nos describen los que la llamaron Tarsis, ciudad de los portentos tal y como la describen en el Antiguo Testamento Moisés y sus herederos, que debió ser algo parecido al cielo para aquellos extranjeros que nos visitaron y que siguieron viniendo, incluidos los romanos y como maldición, los sarracenos.
Enamorados de nuestras mujeres y, más aún, de las riquezas de nuestro campo y de las minas de plomo, estaño y hierro, y no digamos de las de oro en las Medulas que para obtenerlo y para no cansarse ellos, a base de esclavos y legionarios desviaron un río con la que lavar lo extraído.
Y persuadidos de que somos malos enemigos, dos siglos tardaron en conquistarnos y la dura experiencia de enfrentarse al luso Viriato hizo el resto, construyeron a destajo un camino empedrado por el que avanzaran los carros cargados de oro antes de que nos diéramos cuenta que nos estaban desplumando y la armáramos.
Jaraneros somos, desprendidos y quijotes, aunque tuviera que pasar mucho tiempo hasta que naciera Cervantes, prototipo del español sin miedo, que con valentía y decisión  plantó cara al Bey sarraceno, quien sorprendido por su valor y los cojones que le echó a su osadía, le perdonó la vida aunque prisionero siguió.
Nación de la que como hijo orgulloso me siento, aunque no dejo de reconocer que si bien luchamos como leones, solo lo hacemos por algo que por completo no comprendemos, porque si lo hacemos, tras un análisis denodado, la respuesta infalible es ¡¡¡QUE LUCHE TU PADRE!!!
No, los españoles no tenemos remedio.
 
162.- UN MARTES…

Llora el cielo en este martes de Dolor mientras los coches que pasan raudos revientan las burbujas en que se han transformado las gotas al golpear los charcos.
Descorro la cortina y veo los charcos que se forman en el asfalto y los pequeños ríos que se hacen al otro lado pasando bajo los coches como si estos fueran puentes colocados en sentido contrario y como el agua desciende en busca del barranco , pero antes inundará los campos de olivo y naranjo dejándolos de sed saciados.
Me encuentro extraño aunque nada me duele, siento como si estuviera inmerso en un banco de niebla espesa que hacer calar hasta mis huesos la sensación de apatía, de desánimo y de desconsuelo del alma que sigue su andar por el camino de los días sin percibir en el horizonte otra cosa que la rutina de los días, de los meses y los años.
Incluso al recordar el pasado observo que los recuerdos no tienen el mismo color que antes, están más tristones, más desvaídos, más opacos.
Por eso pienso que la enfermedad que padezco proviene de la perdida de la esperanza, la huida de la ilusión y solo queda la resignación que da el aceptar todo lo que pasa.
He dejado unos momentos mi mente vagar por el mar de mis recuerdos para que eligiera entre los más lejanos o los más próximos, sin que haya hecho otra cosa que mirarlos por encima como se mira desde lo alto del cielo lo que sucede en el suelo.
No se ha decidido por profundizar en ninguno, sino que ha huido, así puedo llamarlo, desde los primeros hacia los últimos.
Veo que va cediendo el cielo en su llanto mientras unos breves y estrechos rayos de sol se filtran entre las nubes para poner una nota de color en esta tarde bastante triste.
Si Dios no hace un milagro, camino inexorable hacia la solana que antes había en los pueblos castellanos donde se reunían los ancianos que lo habían visto todo, que habían sufrido lo suyo y lo de los otros y que si les preguntabas que hacían recogidos en su silencio con la mirada perdida en la distancia, casi todos contestaban que estaban allí, mientras partían piñones o comían garbanzos enharinados, esperando que llegara la hora del definitivo descanso.
Es la realidad de la vida que los ancianos aceptan porque saben que la muerte es el pago por una vida vivida.
Ya me voy acercando a esos momentos, porque es el destino de todos y más el de aquellos que llegan a ese tramo del camino viviendo solos.

163.- SABADO DE GLORIA…

Camina el alma pensativa entre los vericuetos que forman los recuerdos guardados en el cajón de mi vida hasta casi llenarlo mientras pegados a la tapa están mis sueños que, como estrellas en cielo, aguardan el momento en que suceda un milagro y pasen a ser realidades para endulzar el amargo comino que voy recorriendo.
Pasan las horas de este sábado de Resurrección en que las lluvias han cesado y luce el sol que realza la belleza de los árboles, la cara lavada de las casas, la sencillez de las piedras que bordean el camino y transforma en estanques los pocos charcos que aún quedan perdidos al lado de la carretera.
Contemplo en silencio por la ventana de atrás todo mientras desde lo  lejos llega, como si fuera un canto de sirena,  el canto de un ave que lanza al viento su lamento o su alegría o, quien sabe, si un requiebro con el afán de atraer un compañero con el que formar en su nido una familia.
Miro arrullado por ese canto al cielo donde algunas nubes corren alocadas empujadas por un viento que viene desde poniente tras haber dejado sobre los resecos campos la fresca lluvia que ha saciado por algún tiempo la sed que los consumía.
Viento que viene desde las aguas frías del Atlántico al inicio de la primavera  tras un invierno ayuno de nieve que como sudario blanco arropa los barbechos a la espera de que la luz aumente al ser los días más largos.
Recorro el pasillo cabizbajo para llegar a la puerta de entrada cuyas cortinas me ocultan la vida que hay al otro lado, los coches que pasan, los alambres que asemejan líneas de un pentagrama  en el que los pájaros con las notas colocadas por la mano de un maestro divino que conjuga con amor los sonidos del silencio y los ruidos del camino.
Descorro con parsimonia la cortina para encontrarme los cristales manchados de barro producto de la locura de los coches pasando a toda marcha sobre los charcos sin preocuparse de otra cosa que, adonde van, llegar pronto.
Me siento en la silla que desde años acompaña mis silencios y viene a mi mente las caras melancólicas, o rabiosas, de aquellos otros presos que miraban a lo lejos las luces de Albacete por la noche y los campos cuajados de mies cuando los días eran más largos.
No entorpecen y merman los cristales mi libertad sino que me permiten mirar con la seguridad cuando llueve y la luz que tengo porque el sol ilumina esta fachada que está orientada a poniente.
Nunca mire aquella ventana de la galería porque sabia por lo que me contaban los otros que se sentían mal al ver la libertad y ellos estar presos.
Dejaba y dejo vagar mis ilusiones y sueños tras los cristales ahora que si puedo y aunque no salga no me siento preso, no como entonces que si lo hubiera hecho solo habría aumentado el dolor de estar lejos de lo que ansiaba.
No dejo de recordar qué caras tenían mientras miraban con desespero y es la que ponemos cuando por falta de libertad no podemos realizar nuestros sueños.
Pasan unas gaviotas camino de la costa y siento por breves momentos envidia de las aves y de las nubes que siguen recorriendo el cielo para perderse en el espejo del Mediterráneo que es lo que parece el mar cuando de poniente sopla el viento.
Y dejo galopar mi mente mientras cierro mis ojos unos momentos e imagino que veo de nuevo las palmeras de Túnez, las costas de Italia, el Etna alumbrado la noche con su lava, y luego Chipre y un poco más lejos las costas de Asia.
Abro mis ojos y compruebo que solo ha sido mi mente la que ha corrido, pero no mi cuerpo.
Es el inconveniente de soñar despiertos.

 
164.- HE VIVIDO…

Surge sin darme cuenta el sol sobre el horizonte definido por la raya azul del mar que en los días claros como hoy contemplo desde mi ventana.
Esta diáfano y frío el aire a estas horas de la mañana en que por ser festivo aun reina la calma en esta carretera que más que camino de coches parece un río de ruidos comprimido entre las casas.
Me fundo y sumerjo en este silencio y dejo que mi alma se solace en estos momentos en que una nube perdida y lejana tapa el sol para que ilumine a las fincas más lejana mientras, como si descorriera un velo se van iluminando, con calma, éstas que, de donde vivo, son las más cercanas.
No sopla el viento, no vuela ningún ave, limpios están los alambres de enfrente de pájaros que cuando en ellos se posan los transforman en pentagrama.
Comienza una semana que como todo nacimiento es un interrogante del que solo sabemos seguro el instante que comienza la vida al anunciar la luz la llegada de un sol inminente.
Miro adelante y me interrogo con calma qué puede ser lo que venga, qué sucederá mañana, sin tener para hoy respuesta y menos para mañana.
Hace muchos años, casi treinta, que dejé de hacer planes para el mañana, de soñar sobre que haré más tarde y solo me he dedicado, consciente de mi estado y la soledad que me acompaña, a vivir el hoy, el instante, como el más grande regalo que Dios me da al despuntar cada mañana.
Y en este lapso de tiempo, cuando ya no tenia esperanzas, he paladeado las mieles de un breve amor, el soñar despierto aún sabiendo que no no seguiría; el nacimiento de mi hijo; la lucha diaria por sobrevivir; la explotación mas despiadada por otros sabedores de la necesidad que me oprimía;  la impotencia ante tener que hacer cada día lo que no me agradaba y las amarguras que produce una mala relación sobre el devenir de cada día.
Pero si despejo de sombras los días que he vivido, pongo en un platillo las caricias de la vida y en otro los malos tragos, tengo que reconocer que esta la balanza desequilibrada hacia el lado de lo grato recibido porque he ido adquiriendo una sensatez y una profundidad en la percepción de lo que pasa y me rodea que me permite afirmar sin engañarme a mi mismo que la aceptación de la realidad trae al alma del que quiere aprender y analizar, que existe una especie de felicidad natural que te acompaña mientras te afanas en buscar lo que los demás llaman la vida.
Porque vida es también lo que se tiene en la enfermedad, en la ruina económica, en la ansiedad y en la calma.
Y todo esto me confirma que en la escala de los valores humanos y sin compararme con nadie, he sido un hombre afortunado y que por haber hecho frente sin miedo y decidido a las limitaciones que me impone el cuerpo y el destino, he vivido.

165.- MISTERIOS…

Solo la magia misteriosa de la noche es capaz de abrir el lago de los recuerdos que en nuestra mente existe, permitiendo que la barca de nuestros sueños surque sus aguas para limpiarlas mientras los dedos de nuestros deseos quitan las telarañas que cuelgan del techo de la  vida para que podamos ver los agujeros que el dolor ha producido.
Pero solo la aceptación de lo que vemos permitirá destruir los rencores que por haber sufrido tienen nuestros recuerdos.

166.- DEDOS…

Cuando los dedos del cansancio cierran nuestros parpados, se enciende en la mente la luz que ilumina los recuerdos que a lo largo del tiempo hemos ido acumulando eligiendo cuales vemos entre los mejores mientras aguardamos que el misericordioso sueño llegue y nos tome en sus brazos. Después se inicia el trayecto en que, mientras descansa el cuerpo, vuelan veloces los sueños sobre las montañas de la realidad y las praderas de las ilusiones pudiendo alcanzar el alma en sus visiones lo que estando despiertos tanto deseamos y no tenemos

167.- VIERNES…

Mientras avanzaba esta mañana por la carretera en busca de una certeza que no se ha hecho realidad, veía correr por el cielo azul unas nubes negras preludio de tormenta aunque no he sido capaz de imaginar donde iban a descargar su lleno vientre  de clara agua para lavar la cara de las casas y saciar las tierras resecas que llevan meses  mendigando la bendición del cielo para aplacar su sed.
Ya se ven los árboles vestidos de hojas y una alfombra de pétalos muertos a los pies de los almendros al mismo tiempo que se va formando el fruto abrazado a las ramas...
Y adornan algunas flores los frutales, los más madrugadores, que están siendo  fecundadas por un ejército de abejas que, cuando se alejan de los árboles en busca de la colmena, se desorientan y estrellan contra el cristal del coche que avanza, dejando pegado en él su cuerpo empapado en el néctar recogido con mil vuelos de las flores de los árboles y de las que empiezan a alfombrar algunos rodales en los campos que de esta forma cantan a la primavera mientra con su aroma abrazan a los que los recorren andando en esta mañana de viernes en que el aire aun es frío y apetece poco ir luciendo los brazos como si estuviéramos en verano.
Y aun cuando no he conseguido que se hiciera realidad la promesa que anoche me hicieron y tras comprobar la cobardía de algunas personas que hacen decir por otra boca que no están mientras las oyes hablar escondidas, el regreso me ha permitido acabar de comprobar que la primavera adelanta y que pronto, y sin darnos cuenta, vendrá el verano que permite a los humanos más calurosos remojarse y nadar en la playa y así saciar su ansia de sol, de sal y de mar.
Años ha que no piso una playa, muchos mas que mis pies no acarician una cubierta de madera de teca y me parece una eternidad  lo transcurrido desde que la brisa del mar no me besa.
Y no quiero recordar los años transcurridos desde que el ruido continuo de las máquinas iba con calma ensordeciendo mis oídos hasta conseguir que no pueda distinguir con nitidez la pronunciación de algunas sílabas.
Tiempos lejanos aquellos en que el salir a cubierta era un regalo que te hacia olvidar por un tiempo que allí abajo rodeado estabas de olor a gasóleo mezclado con el de aceite caliente que eran la sangre y el sustento de aquellos gigantescos motores que nos llevaban desde la fría y brumosas costa de Holanda hasta los confines del desierto arábico en el Golfo Pérsico.
Dos meses de travesía, uno por tramo, en que lo único distinto que veíamos era el mar, calmado a trechos y en otros momentos con olas enormes que barrían la cubierta del petrolero con la misma facilidad que lo hace una cuando pasa por encima de un bañista descuidado que se queda dormido en la orilla, y el cielo que nos miraba, a veces sereno y otras enojado, como a extrañas cáscaras de acero que vagaban sin descanso cargados de oro negro para los europeos.
 Cómo pasa el tiempo, cómo me hago viejo, cómo sigo solo y cómo anhelo el dulce calor de un cuerpo en el lecho cuando me acuesto.
Se ha cubierto de nubes negras el cielo mientras escribo y comienzan a caer las primeras lágrimas en esta tarde de viernes en que contemplo tras los cristales cómo pasan veloces los coches y cómo regresan los recuerdos aunque ha pasado ya tanto tiempo.
 
168.- NUBLADO…

Parpadea la luz entre los huecos que dejan las nubes en el cielo este amanecer incierto que nos trae un nuevo día pleno de expectativas, de descubrimientos y de ilusiones que se irán definiendo con el paso de las horas y mientras hacemos los que debemos, en este sábado abrileño, en el que anuncian nieves por el norte y algo de frío en este pueblo, noticias para que no olvidemos que en España es sensato el no quitarse el sayo hasta el cuarenta de mayo, tal y como dicen los viejos, porque se corre el riego, si no hacemos caso, de quedar por el frío pasmados..
Siempre va la luz por delante y por eso veo que el día está bastante nublado, haciendo que piense que podemos recibir en cualquier momento un fuerte aguacero que transformará la calle de asfalto en un reguero desbordado de agua y barro en el que al pasar los coches, como si estuviera seco el suelo, lanzarán cortinas de agua a los cristales de la puerta dejándolos hechos un asco.
Deporte descansado y divertido para algunos conductores que se acercan a donde está más hondo con los coches para salpicar con más fuerza al resignado caminante que circula despistado por la acera.
Y el baño esta asegurado, pero también la acreditada riqueza del idioma castellano que brota de la boca del pobre remojando como un cañonazo, maldiciendo a todos de Dios para abajo con especial dedicación a la honorabilidad de la madre de ese majadero.
Más aún después de tamaño remojo, queda en el viandante el arrojo suficiente para recordar a todos los restantes ancestros.
Pero no todo queda en quitar el barro de los cristales, sino que es tal la fuerza del agua que entra por el garaje que prosiguiendo su avance hasta el dormitorio como si fuera un tsunami.
Siempre que sucede esto, amplio mis recuerdos sobre la madre del chofer a los del pobre remojado y para no ser menos y quedar como un blando defeco con firmeza en todos sus muertos porque su gracia supone tener que fregar todo el suelo, tarea ingrata donde las haya que, además de dejarte los pies arrugados por el baño, alienta a mis lumbares operadas a maldecir como camelleros por las molestias que van a sufrir pasándolas a mi espalda de inmediato
Pero como soy un hombre práctico que siempre mira la parte positiva de las inundaciones y las tragedias, trataré de saciar mi ego al comprobar que tuve buen gusto al elegir el pavimento aunque mis rodillas me odiaron con fuerza todo el tiempo que empleé en colocarlo.
No recuerdo en todos mis años como monaguillo en la iglesia del pueblo que estuviera arrodillando tanto tiempo ni tampoco olvido como me escurría el sudor por la frente que hubo momentos en que pensé que no sudaba, sino que se me estaba derritiendo el cerebro.
Creo que después de desayunar rezaré con fervor al cielo para que hoy, si llueve, solo sea un guarreo y no un fuerte aguacero porque si tengo ganas de fregar, ¡que me ahorquen!
Deben ser excrecencias que aún quedan de la noche pegadas a mi mente como lo hacen las legañas que se abrazan a las pestañas con el mismo tesón que las pulgas mordisquean a los perros.
Canta ya a esta temprana hora la ninfa como loca llamando, supongo, porque con los años que la tengo aún no he aprendido a distinguir si su chillido es una llamada o es el pasmo que le entra al verme ligero de ropa y bostezando cual hipopótamo entrando en la cocina para beber agua, al nuevo día para darle la bienvenida y recordarle que en la vida nunca viene mal el tener una, en una jaula tan grande, delicada y guapa hembra que le haga agradables los días que le quedan de vida.
Sesenta euros vale complacer al animal que, aunque se lo he explicado muchas veces, no es capaz de comprender que el dinero no cae como el maná al pueblo judío ni ahora estamos en los tiempos de Moisés, que clamó a Dios por su pueblo y éste les hizo llegar el sustento durante cuarenta años sin que los hambrientos tuvieran que hacer otra cosa que recogerlo y dar bostezos de aburrimiento, olvidando oportunamente la maldición divina de que habían  de ganarlo, tras ser expulsado del paraíso Adán, con el sudor de la frente.
Y estas elucubraciones mentales deben ser consecuencia de no haber dormido ni bien ni mucho, porque me doy cuenta que repaso con ironía y mordacidad los sucesos que acaecen en esta casa, obra que hice a desgana, para llegar nueve años después a la conclusión de que no me puedo marchar al no tener otro lugar donde ir debido a la falta de trabajo y a la economía nacional arruinada.
Espero que el día no sea cruel conmigo y me permita, al llegar esta noche a la cama, decir que los han habido peores porque pensar en los mejores tenidos , aunque haga mucho tiempo, solo sirve para alterar la serenidad que con tanto esfuerzo consigo a medida que van muriendo las horas de este día.

169.- NOMADA…

Miraba por la ventana de la cocina mientras fregaba los cacharros de anoche como el sol de la mañana ha dejado caer sobre la punta de algunas plantas verdes, de las que no se su nombre, unas pepitas de oro que se agitan con suavidad al soplar el viento en el campo de detrás haciendo hermoso el cuadro que contemplo.
Verde esmeralda de la planta embellecida con trozos de sol que alegran mis ojos tras una noche de insomnio en el que la mente ha galopado enloquecida por las praderas de los sueños buscando lo que lleva años y no encuentra
Hermosa es la vida y más aun la naturaleza que nos regala la belleza que descubrimos como la esencia de la verdad, porque no existe en el mundo fealdad que pueda empañar el brillo de la verdad.
Han sido unos momentos que me han hecho olvidar que del grifo manaba el agua y que el plato ya estaba limpio, pero ha merecido la pena abandonar esos fugaces instantes la cocina para dar de desayunar al alma la dulzura de la vida y belleza de la naturaleza.
No comprendo a los que dicen que pasear por el campo no aporta nada a su vida, cuando es la vida la que hace hermoso al campo.
Desde una hormiga disciplinada que camina tras su compañera llevando en sus pinzas el alimento para el invierno hasta el pájaro que escoge el mejor lugar en el árbol para formar su nido, lugar sagrado donde los haya porque allí crecerá de nuevo la vida, en el que si no encuentra lana con que forrarlo, arrancará las mas suaves plumas de su pecho para que cuando nazcan los polluelos de sus huevos pequeños, sus cuerpos, completamente desprotegidos, no se hagan daño al pelear con sus hermanos por el alimento que traen los padres.
A veces me pregunto si lo moderno nos está volviendo ciegos, o amnésicos, porque olvidamos o no vemos, que provenimos de una célula y no de un rascacielos.
Dejo salir mis recuerdos del armario de la mente  y acaricio, con emoción y ternura, los de mis años de niño cuando vivía en un pueblo castellano en donde ver nacer un cordero era un acontecimiento que nos enseñaba en un momento la magia de la vida y que se nace con sufrimiento que mirábamos extasiados aunque no comprendíamos todo el misterio por completo.
O al ver volar un ave se abría de golpe la puerta de la mente para que escapara la ilusión tras ella en busca de los sueños que todo niño tiene.
Muchas veces deseo regresar a un lugar como aquellos, aunque se que no puedo, para contemplar cómo nace el día, cómo las plantas y las cosas cambian de color cuando el sol las abraza al desgranar las horas y sentado en una solana o en una silla o en una piedra cuando media la tarde, saciarme de ternura, de paz y agradecimiento porque contemplo ver morir la tarde que se va por poniente dejando en el alma del viejo un mensaje de esperanza de que, pasadas unas horas, el sol volverá de nuevo.
Son los recuerdos la capa con la que me envuelvo mientras veo pasar las horas y los días mientras aguardo, aunque nunca se si llegaré a tiempo, el momento de contemplar en el cielo de mi vida una estrella como la que los magos vieron, que me conduzca contento al encuentro con mi destino en lo eterno.
Se que la vida es una e igual para todos y que venimos habiendo elegido nuestro destino, pero muchas veces pienso que aunque haya elegido la vida que tengo no rechazaré que en este discurrir terreno haya alguien que quiera recibir como regalo imprevisto las vivencias que un nómada ha adquirido mientras recorre su destino.

170.- INTERROGANTE…

Un interrogante se perfila en la lejanía en forma de luz difusa que se llama nuevo día en el que, como niño recién nacido, depositamos todas nuestras esperanzas sin conocer en absoluto su destino.
Agoniza la noche dando paso al día que como hoja en blanco del libro de nuestra vida deberemos escribir desde este momento sin tener una idea clara de qué nos va a acontecer ni cómo lo vamos a escribir, porque solo al anochecer de cada día podemos plasmar lo sucedido, siendo la noche el camino que hay que recorrer para saber qué errores hemos cometido y qué debemos hacer en el nuevo amanecer para rectificar y reparar el daño producido, debiendo aguardar a la noche para volver a escribir lo vivido.
 
171.- REMOLINO…

Como un remolino de fuegos artificiales de color verde asÍ asemejan las palmeras que hay al otro lado de los cristales mientras las zarandea el viento que viene de poniente y entra por las rendijas aullando como un lobo.
Y detrás del todo, por encima de los tejados de las casas que hay enfrente y recortadas nítidamente sobre el manto azul del cielo, unas nubes blancas como algodones  se arrastran encadenadas desde poniente hacia las playas de levante que ya están cerca.
Y doy gracias a ese cielo por el regalo de un día más que me da para que lo engarce en la cadena de mi vida.
Silencio, reflexiones, inquietudes y problemas cotidianos que vienen como las nubes cuando las arrastra el viento, son las cosas que acompañan al ser humano cada día que vive.
Van pasando las horas con lentitud desesperante para el sufre, para el preso en la cárcel, para el que aguarda suceda lo que añora, lo que desea y lo que sueña.
Y sentado miro el ordenador casi sin verlo mientras rebusco por mi mente para traer a mis dedos los mas hermosos pensamientos, las cosas más gratas, la poesía de los hechos, la música de las almas que se aman o, en su defecto, la suave brisa de un corazón que desea trasladar a los otros, antes de que se acabe el tiempo, lo que atesora desde que se percató de que había nacido para hacer eso.
Ladra un perro pequeño, más asustado que iracundo, mientras lo bajan por la escalera del patio donde se ha cruzado con dos inquilinos de luengas barbas y raro aspecto.
Pasa un camión rompiendo el momentáneo silencio perseguido por el polvo que se levanta del asfalto que, como escapa un suspiro, entra por todas las rendijas dejando sobre todo lo que tengo la sensación de ser la pátina de los siglos.
 Se acaba la paz, la inspiración y la calma porque esta llamando a la puerta un vecino que debe estar seguro que tengo cara de toalla porque solo me recuerda para bajar y secarse las lagrimas.
Tal vez sea ese mi destino: escuchar a los que en su casa nadie hace caso.

172.- REFLEJOS…

Refleja el tenue sol que nos ha regalado el día en los cristales de un coche aparcado cubierto por el polvo del camino arrastrado por los otros coches cuando pasan.
Son como espejos muertos que miran  a los que pasan corriendo esta mañana de domingo en busca de un lugar donde cesar su marcha y hablar con los amigos, acostarse los más juerguista y silencio y solaz entre los pinos a aquellos que vienen de la capital hartos de ruidos.
No tengo sosiego, no tengo ánimos sino sueño que no logro conciliar aunque me esfuerzo manteniéndome en la cama horas y horas despierto igual que aguarda el campo reseco el beso de la lluvia en la primavera, aunque algunas veces siento que soy un desierto.
Poca diferencia existe con ayer, porque lo que veo es una continuación igual en que las horas se agarran de la mano ayunas de todas sorpresa, de toda esperanza, de todo sueño.
Se está convirtiendo mi vida en una sucesión de días, de semanas y meses en que la diferencia entre ellos es ver cómo cada día se presenta el cielo y comprobar que el sol madruga más cada día hasta que llegue el verano en que empezarán a acortarse de nuevo y cómo la noche  viene al encuentro de la tarde a mitigar un poco el calor del día.
Y sigo esperando contra toda esperanza, pero a fuer de sincero, ya no se ni lo que espero.
Tanto ha pisado el destino la hierba de mi vida que tras el último pisotón sufrido, ya no se levanta y acepta resignada que ese es su destino.
Pero como no estoy solo, porque está mi hijo incapaz de volar por si solo, por eso sigo avanzando por un camino que se forma en cada paso y del que no se a dónde va ni si lo harán largo mis pasos.
Se esconde del todo el sol al ver que nadie se solaza con su hermosura.
Insulso domingo.

173.- OTRO DIA…

Sentado tras la tupida cortina que impide que el reflejo del sol en los cristales de la piscina cubierta, dañe mis ojos e impida ver con claridad donde escribo, enfrento el paso de un día en el que las averías, las desavenencias e incluso los gritos, presiden desde las primera horas este interrogante que se llama día y del que ya han transcurrido una horas.
No veo los coches aunque el ruido que hacen golpea los cristales y los traspasa hasta llegar a mis oídos que, cuando es un camión el que lo produce, parece que todo fuera un instrumento musical porque hasta los cristales vibran.
Y como ayer, y como hace días y días, así permanezco sentado  mientras el sol busca el ocaso y las golondrinas revolotean buscando pareja para comenzar a hacer los nidos.
También oigo aunque desde más lejos los chillidos agudos de los vencejos que como aviones de combate se persiguen en el cielo a la caza de los insectos que pululan entre los huertos de naranja ahora muertos, que sirven de apoyo, en sus ramas secas y descortezadas, para pájaros, urracas y golondrinas para obtener un poco de descanso.
Son las lecciones que da la vida y donde comprobamos que mientras damos frutos nos cuidan y en el momento que ya no los damos, nos dejan sin riego aguardando que llegue la muerte para cortarnos como ocurre con los árboles secos.
Tiene el viejo experiencia, sabiduría y certezas, muchas más que preguntas tiene el joven, pero siempre hay alguna que desde que empezó a preguntarse sabe que solo tendrá respuesta cuando llegue la muerte.
Y soy de los que piensan, y esta convencido, que no se muere, sino que se transforma la esencia que nos conforma en algún sitio mientras el cuerpo retorna a la tierra de donde venimos.
Muchas veces nos asustamos ante algo que solo es el pasaje, la muerte, que utilizamos para comprar la vida.
Si, creo que me estoy haciendo viejo

174.- EN EL MAR…

Bajo el manto azul turquesa del cielo se agitan las ramas verdes de las palmeras que tengo enfrente con la misma cadencia y sensualidad que lo hacen las olas en la playa.
Las miro fascinado un rato y sin querer regresan los recuerdos del tiempo en que estuve navegando viendo como las olas suaves del Atlántico besaban amorosas el casco mientras el barco seguía su ruta impertérrito hacia uno de los dos extremos que nuestro rutinario trayecto.
Terminaba mi cuarto y subía a correr un poco por cubierta, o me sentaba estático y ensimismado en el puente para contemplar extasiado la sucesión de olas que venían desde el horizonte en nuestra búsqueda para abrazarnos.
Hubo momentos en que hasta que no tocaban mi hombro no sabia exactamente donde estaba, porque la mente vagaba por el espacio y mi espíritu se adentraba en un mundo de sensaciones que pasados los años aun no comprendo completamente.
Era el viento salobre una caricia para mis pulmones mientras con los ojos besaba el horizonte empujando hacia atrás el tiempo para que  al puerto no llegáramos tan pronto.
Pasa veloz una moto aullando enloquecida por la carretera rompiendo el encanto que he sentido mientras soñaba con los ojos abiertos tras ver las hojas de las palmeras acariciar al viento.
Breves son los momentos hermosos en la vida del hombre y por eso lo vivo con la profundidad que da el goce espiritual más intenso.
Canta la ninfa en su jaula mientras vuelvo a escapar de este lugar para huir de nuevo hacia aquellos lejanos tiempos en que en la soledad del mar conocí, sin comprender por completo, sentimientos nuevos, la sensación de estar en contacto con el mundo entero y ser pequeño ante la inmensidad del cielo y, al mismo tiempo, enorme por pertenecer a este universo.
Noches maravillosas de contemplar miríadas de estrellas parpadeando adheridas a esa capa de terciopelo negro que son las noches con el mar en calma; sorprenderme hasta el asombro al ver sucesos en el cielo y terminar aquellas noches cuajadas de hermosura, ensueños y  misterios con amaneceres que hacían pequeño el pecho para guardar todo lo que sentía, todo lo mis ojos abrazaban hasta llegar en algunos momentos a hacer caer de mis ojos las lágrimas sin que sepa aun ahora si eran por sentimiento o pena, al saber, aunque quisiera que no sucediera, que muy pronto tendría que dejar de verlo.
Fueron tiempos maravillosos aunque también duros, agitados y revueltos.
¡Cómo pasa el tiempo, me doy cuenta ya cuando empiezo a ser viejo, mientras disipamos nuestra vida persiguiendo quimeras más que sueños, saciando la vanidad del ego y buscando enloquecidos como sea dinero sin percatarnos de que al acabar nuestro trayecto nada de eso nos llevaremos!
Suena el teléfono y los ensueños se refugian de nuevo en el baúl de los  recuerdos.
 
175.- DESTINO...

No siempre se forma el futuro con arreglo a nuestros deseos aunque dediquemos mucho tiempo y esfuerzo para conseguirlo, porque se suele olvidar que en la barca de nuestra vida uno de los remos lo movemos nosotros y el otro el destino, ese que elegimos antes de volver a nacer tras haber vivido otras vidas.
Ese fluir de la vida que llamamos tiempo, ese espacio en el que debemos permanecer aquí aprendiendo, aunque nos neguemos a aceptarlo, nos impone siempre la lección que necesitamos aunque protestemos y en esos mismos momentos no sepamos por qué llega ni creamos que más adelante será el argumento al que nos agarraremos a la desesperada para que la tragedia, o la desilusión, no termine destruyéndonos.
No puede mirarse la vida hacia adelante mientras discurre porque solo tenemos interrogantes carentes de sentido que nos desconciertan muchas veces, pero cuando pasa el tiempo, cuando las marcas ya son imborrables en el alma del ser humano, se empieza a mirar hacia detrás y descubrimos que aquellas cosas sorprendentes, que nos dejaron atónitos y perplejos, comienzan a cobrar sentido y la mayoría de las veces  han sido los cimientos sobre los que hemos ido construyendo nuestro destino.
Aquello que sucedió hace tantos años, las cosas que aprendimos sin gustarnos, las duras lecciones que nos dio la vida ahora son las bases esenciales por las que hemos adquirido sabiduría, serenidad y conciencia de que nada de cuanto nos sucede carece de sentido.
A medida que me hago más sabio, lo que descubro cada día al comprobar que cuanto más aprendo se menos, me doy cuenta de que venimos por nosotros mismos programados, que sabemos qué vamos a encontrar, cuántos sufrimientos padeceremos y los ratos de placer que nos ofrecerá la vida actual.
También he descubierto que cada vez que conocemos a alguien abrimos una puerta para el enriquecimiento de ambos espíritus, que no llegan por casualidad a nuestro lado y que siempre existe un intercambio entre nuestros sentimientos y aunque nos separemos, sea el motivo bueno o sea un duro desengaño, queda un poso de sabiduría, de experiencia, de su propia alma que era necesario para nuestra realización personal en esta vida.
Hablar de esto no es fácil y no porque me contemplen como un retrogrado o un memo, sino porque para entenderlo es esencial que nos percatemos de que todo el universo es uno y que todo cuanto vemos, sentimos y tocamos, tiene el mismo principio y nosotros somos parte de ello.
Esta es la certeza que tengo después de años de vagar por las tinieblas de la ignorancia persiguiendo un destello que me iluminaba por dentro cuando todos a mí alrededor me decían que eso que intuía, no era cierto.
Ahora, ya mas cerca del final de mi actual destino, me siento tranquilo y contento porque igual que los ojos de aquel viejo del templo de Jerusalén, que dijo "he visto a mi Dios y ya puedo morir sereno" ya he sentido la seguridad completa que si vivo en el presente y no cierro mi mente a la realidad que me circunda, yo soy parte de Dios y Dios está conmigo

176.- LUCEROS…

Tapa la noche con su manto a los que bajo ella se refugian en busca de la luz de la comprensión y la ternura arrullados por el viento e iluminados por la luna, cuando falta ya poco para que los luceros pierdan su brillo mientras mis pensamientos peregrinos inician el regreso hacia la realidad del nuevo día.

177.- LLUEVE…

Cae la lluvia suavemente y los coches al pasar por la carretera forman manchas de espuma blanca que se deslizan hacia el desagüe con calma mientras en el cielo retumban los truenos que rebotan sobre las montañas.
Tarde gris y lluviosa que nos acompaña en este sábado en el que la noche ha sido larga tratando de pasar al baúl de los recuerdos los malos momentos sufridos ayer y en que he mendigado al sueño para que descienda del cielo y posando con suavidad su mano, bajara mis parpados permitiendo que el descanso enseñoreara mi cuerpo.
Pero nada de eso ha ocurrido a lo largo de la noche en el que solo se oía le paso de algún coche y el reloj de la torre desgranando las horas, las medias y los cuartos hasta llegar al instante en que a través de la claraboya ha empezado a filtrarse la luz de un nuevo amanecer
Y es ahora, cuando ya está  avanzado el recorrido  por el camino del ocaso, aún sigo viendo las imágenes, aunque no quiero, de los acontecimientos acaecidos ayer tarde con tal viveza y fuerza como si terminaran de haber sucedido. 
Hacen las personas que parecen normales cosas incomprensibles y carentes de todo sentido que me colocan en situaciones en las que me debato entre ser el Raúl del pasado que pocos conocen y el otro que nació al mismo tiempo que lo hizo mi hijo y que definí, solo en aquella sala de espera, como el final de la  era de un desenfrenado valor y el inicio del camino de la responsabilidad y de la cobardía.
Cosas como las de ayer, y otras que desde hace muchos años vienen ocurriendo desde hace muchos años, no habrían ocurrido si tras aquel desagradable hecho nos hubiéramos ido de este pueblo para proteger el futuro de  nuestro hijo.
Aumenta la fuerza de la lluvia que forma burbujas en la carretera y los coches pasan raudos salpicando los cristales tras  los que miro un mundo que a veces no entiendo y la mayoría de ocasiones deseando poder estar en otro sitio distinto a este.
Agoniza la tarde entre las nubes oscuras que lloran y los tambores de los truenos como si fuera una procesión de semana santa.
No me vendría mal dormir, aunque solo fuera para tener un rato de descanso y apagar las imágenes de estos recuerdos tan desagradables.

178.- ABDUL…

Es como si tras estos días de lluvia y tormentas hubiera una explosión de vida en forma de primavera con un sol de oro navegando por un cielo azul turquesa empujado suavemente por un viento de levante que agita las palmeras cual bailarinas llenas de vida en un espectáculo de verdes atuendos y sensuales danzas en esta tarde en que ya los coches regresan a casa después del asueto entre los pinares que adornan estas suaves montañas.
Todo continúa y la vida ni el mundo se detienen porque alguien muera aunque sea de manera trágica.
Viene a mi memoria el recuerdo del joven que ofuscada su mente solo ha encontrado quitarse la vida como forma de solucionar todos sus problemas dejando en casa a la esposa que lo aguardaba y el hijo pequeño que lo adoraba.
¿Qué pasa por la mente de un hombre desesperado para llegar al extremo de no importarle nada?
Medito sobre las cosas en las que creo y me convenzo que ha muerto porque su ciclo, su proyecto para esta vida en la que se reencarnó, ha concluido.
Ocurre que al no saber cual era ese camino nos sorprendemos ante lo irremediable porque no lo entendemos.
Alegre, ojos reidores y boca grande, pelo rizado y una mirada de desesperación fue la primera imagen que tengo de él cuando hace unos ocho lo encontré con otro durmiendo en el patio de la escalera donde vivía.
No pidieron nada, solo me miraban con ojos asustado y estaban como perros apaleados.
Recuerdo aquel momento como si fuera ahora mismo y sigo sin saber por qué les pregunté si habían comido.
No contestaron, no entendían lo que les estaba diciendo, así que señalé mi boca y moví la mano y al decir que no, señalé la escalera para darles de comer de lo que tuviera.
Y así comencé a darles de comer y a conocerles.

Pasó el tiempo y fueron encontrando trabajo mal pagado y se fueron, pero la relación con ambos jamás desapareció: eras buenas personas y agradecidos
Eran dos emigrantes árabes que a duras penas hablaban algo de español.
Para mi eran simplemente dos seres humanos desamparados que tenían hambre y estaban solos.
Pasó el tiempo y se legalizaron.
Ahmed, campeón nacional de karate seis años en su país y Abdul un carnicero experto.

Pasaron los años y el primero se casó y el segundo trajo a su esposa de Marruecos.
Ahmed se abrió camino y Abdul, al poco de traer a su esposa, comenzó a beber, después vinieron las drogas, luego la delincuencia y finalmente ha muerto destrozado por el metro como un perro.

Qué paradojas presenta la vida, cómo condiciona el destino, cómo hace uno cosas que no entiende y para qué todo lo sucedido.
Ha muerto Abdul con 34 años.
Era un hombre de un corazón bueno pero de mente enloquecida que se estará arrepintiendo por todo lo que con su acción ha dejado enfangado.
El Dios de los espacios infinitos, el Alá misericordioso de los árabes solo mira el corazón de los muertos no haciendo caso a las locuras de sus mentes que nos hacen creer que lo que para nada sirve es lo que más nos conviene.
Ha muerto un hombre mientras una estrella se ha apagado en el cielo.

 
179.- DIAGNOSTICO…

Camina el sol hacia el ocaso sorteando las nubes negras que en el cielo se agolpan en esta tarde de domingo en que los coches que pasan por la carretera rasgan el silencio destrozándolo como lo hace una piedra lanzada contra un espejo.
Es lo normal a estas horas en que regresan los que salieron esta mañana en busca de un poco de campo, un rato de sosiego y el aroma penetrante de los pinos, del tomillo, del romero y el espliego que cubre los montes a la espera de aquellos para ver si son capaces de ver y saciarse de la hermosura silenciosa que tiene la naturaleza para todos aquellos que quieren disfrutarla.
Son domingos de primavera en que el viento del sur empuja contra las montañas de Serra nubes negras cargadas de tormentas, granizo y agua que caerán, como las hojas en el otoño, cuando las sombras que persiguen al sol para formar la noche se adueñen de los campos y de los pueblos.
Y con lentitud, como pasan las horas para aquel que nada espera, se va asentando en mí la realidad de lo encontrado con la seguridad absoluta de que aún no he terminado lo que me propuse en mi destino antes de nacer, por lo que continuaré vivo hasta culminar lo previsto.
Me pasa como la otra vez hace dos años que, de golpe y porrazo, las flores aumentaron su perfume y su color engalana el cielo mientras las aves escriben con sus vuelos en el pentagrama de mis deseos la melodía de la vida de un hombre que ha recorrido caminos desconocidos e inciertos y que se enfrenta al final de su tiempo.
Todo se hace distinto hasta extremos insospechados y que, si no se ha sufrido antes, no puedes imaginar ante esa  realidad que llovida del cielo ha caído.
Es la vida tal y como la conocemos, como la ven nuestros ojos, tal como la perciben nuestros cinco sentidos la que siente miedo, la que se acongoja, la que incita al desespero y llegamos hasta maldecir al cielo como si fuera el culpable de lo que nos sucede cuando fuimos nosotros antes de nacer los que decidimos qué debíamos experimentar y hasta dónde podría llegar nuestro sufrimiento,
Pero si dominamos el primer impulso del miedo, si dejamos reposar la mente y escuchamos lo que desde lo más profundo de nuestro pecho sale hablándonos en silencio, oiremos a nuestro sexto sentido que nos dice, aunque muchos no quieran oírlo, que la muerte no existe, que solo dejamos este barco que es nuestro cuerpo con el que hemos navegado unos años porque ya se ha hecho viejo en la mayoría de los casos o que empieza a llenarse de agujeros por el que la vida que conocemos se escapa en busca de esa nada infinita de la que procedemos.
¿Como explicarle eso a un muchacho de 19 años que no entiende ni se percata que todo lo que nos rodea, y nosotros mismos, somos parte de un conjunto porque somos una parte del mismo y estamos hechos con la misma materia que una flor, una piedra, una galaxia o un sueño?
¿Cómo hacer entender eso a una mente a la que ha empezado a dominar el miedo de quedarse solo?
Va avanzando la tarde hacia el ocaso y los rayos dorados del sol ya no llegan tapados por las nubes negras que dentro de un poco mojaran los campos y formaran los charcos por lo que pasarán veloces los coches cuando regresan a sus hogares
Ya he ordenado a mi mente que inunde mi cuerpo con la energía que llena y forma el espacio infinito para permitir a mi espíritu  plasmar todo lo hermoso que he ido atesorando a la espera de ser utilizado por alguien cuya alma este perdida o desorientada.
Y al mismo tiempo ordenar a mi cuerpo físico utilizar esos canales misteriosos que impedirán por el momento que la enfermedad avance.
Se que aguantará mi cuerpo con la misma fortaleza con que mi espíritu va asimilando el diagnostico.

180.- UN INCENDIO

Se va apagando la luz mientras desde levante vienen las sombras para formar la noche siguiendo al sol por el lejano horizonte mientras se baña en las aguas del Atlántico y se pierde.
Sigue el incendio vomitando nubes negras y llamas mientras devora una fábrica del polígono cercano extendiendo por el cielo y los campos un velo negro que  empujado por la brisa del mar llega hasta los pueblos mientras deja prendido entre los naranjos la imagen de la muerte cubierta por un negro velo.
Años de esfuerzos perdidos en el incendio; hombres que han quedado sin trabajo mientras las sirenas de los bomberos rasgan el espacio al ir a recargar agua en las balsas de riego.
Se ve desde la ventana de atrás el incendio y también veo los naranjos que en este instante van perdiendo las flores blancas mientras las hierbas del suelo se doran por falta de riego.
Se hacen eternos los días mientras suplico al cielo, tras agradecerle el regalo de un nuevo día, que deje caer sobre mi cerebro un poco de inspiración; una brizna de ilusión para mi alma y un lago de paciencia para poder soportar esta situación en la que lo único que puedo hacer es aguardar el nuevo amanecer por si ocurre algo aunque no pueda imaginar qué.
Ya se han encendido las farolas de la carretera y el polvo que levantan los coches forma un halo alrededor de las lámparas mientras los ágiles  murciélagos persiguen hambrientos a los mosquitos que como fieras tratan de entrar en casa y forman nubes zumbando junto a la luz
Se muere el día mientras mis ojos contemplan la carretera sin haber brotado nada de mi mente  salvo los recuerdos de un pasado ya viejo.
Miro al futuro sin rabia mientras contemplo los campos de mi alma y veo que en ellos, como sucede en los caminos, no ha brotado la hierba de la ilusión y la esperanza.
Ha muerto el día y la oscuridad avanza y en esta noche despejada no tendré el placer de contemplar como las estrellas se enganchan y engalanan en el cielo porque está oscurecido por el humo del incendio.
181.- TEMPRANO…

Aún es temprano para que la brisa agite las ramas de las palmeras que como bailarinas aguardan el momento de que se inicie la melodía del viento que hará que las ramas se muevan con cadencias sensuales y mágicas similares a las de contemplamos cuando miramos a las bailarinas flotando casi sobre el escenario.
Ahora, abrazado por el silencio más inesperado, contemplo el cielo, a las golondrinas que navegan y a los vencejos que se persiguen raudos siendo su cuerpo negro como una nota prendida en el cielo a la espera de la llegada de un alma inspirada que sepa transformar esas manchas en música placentera escrita en el pentagrama de la mañana.
Y como el eco de un trueno lejano, se oye en el cielo el vuelo de un helicóptero, insecto gigantesco que se apoya en el viento para subir más alto y llegar más lejos.
Son los sonidos cotidianos lo que plasmo; lo que ven mis ojos mientras contemplo las palmeras o los naranjos de los campos traseros; los sentimientos que experimento mientras aguardo que en la noche de mis días surja el amanecer de ese día que desde hace tantos años aguardo; el deleite que me causa ese pájaro misterioso que ya antes de amanecer canta al día con la dulzura de una madre tratando de adormecer a su retoño.
Momentos de misterio y maravilla que hacen que mi alma se sumerja en el río profundo del amanecer mientas los arrullos del ave que canta agitan el agua para hacerme sentir el placer de ser acariciado por las manos suaves y amorosas de una mujer.
No logro abandonar mi cuerpo porque me sigo viendo de pie en la ventana pero si percibo en toda su intensidad la emoción y el embeleso que produce soñar aunque sea con los ojos abiertos.
Son unos momentos, aunque en ocasiones pienso que son días enteros, meses o milenios, los que permanezco extasiado oyendo ese hermoso canto y veo como por el horizonte lejano empieza a amanecer despacio mientras las estrellas se van apagando.
Ya no se si llegaré a tiempo, aunque con toda mi alma lo deseo, de poder estar al lado de una mujer que quiera recibir el lago represado y lleno de mi ternura y de mi amor; las caricias que solo puede dar la adoración de quien ha vivido tanto; compartir mis sueños y mis realidades; recoger mi sabiduría; ser la guía, la mano y los ojos que me ayuden a llegar y descender al más allá.
Nadie imagina la inmensa riqueza que se atesora en el corazón de un hombre al que la vida ha endurecido y, al mismo tiempo, dotado de unos ojos que saben ver muy bien, además de mirar, y que los ha usado para atesorar todo lo hermosos que contempló para la posteridad.
Por eso escribo, porque me siento como el labrador que arroja la simiente convencido de que alguna será comida para las aves, otra caerá en terreno estéril pero alguna lo hará en tierra fértil para que una vez germinada y crecida, dé de comer a los demás.
Pasa rápido el tiempo y la brisa agita las ramas de las palmeras que acarician al viento mientras bailan cadenciosas y sensuales ante el sol en un día de mayo en el que hasta ahora solo he podido agradecer a Dios que, un día más, he visto amanecer.
 
182.- POR QUE MATARNOS…

Muchas veces me siento mirando el ordenador y no me resulta sencillo elegir entre el tumulto de recuerdos que vienen a mi mente porque ya son tantas las situaciones pasadas y los años vividos, que casi necesito un archivo para que guarden un orden.
Miraba mientras cocinaba escenas de la película "El Paciente Inglés" y vino a mi mente el recuerdo de cuando hube de coser a un soldado el lado derecho de la cara rajado por la metralla de un mortero.
No paraba de quejarse, con motivo, pues a través de la herida se le veían las muelas de arriba y abajo y parte del hueso de la mandíbula.
El sanitario que estaba agazapado tras el parapeto se acercó y al ver tan escandalosa herida, cambió de color y se puso a vomitar: no tenía buen aspecto y dijo que en esas condiciones no podía coser aquel corte tan grande.
Entonces grite que si no lo hacia él lo cosería yo para cortar la hemorragia.
Jamás había hecho eso, pero si estaba acostumbrado a ver a mi padre que cerraba heridas con grapas metálicas e hilo de seda con agujas curvas.
 No se quien me preguntó: “Raúl, ¿pero tu sabes?” y respondí sin titubear: “¡¡Pues claro que si!!”


Abrí el botiquín de campaña y busqué agujas de coser curvadas e hilo de seda y tras encontrarlas lo saque junto con algodón, alcohol y unas pinzas que se cerraban permitiendo que la ahuja no se escapara del estriado final y las pudieras manejar con soltura.
Pedí a tres soldados que lo sujetaran porque al dejarle caer alcohol en la herida comenzó a dar alaridos y manotazos pidiendo anestesia.
Me quité el cigarrillo de la boca y como si fuera en este momento recuerdo que dije: “Te daré un culatazo en la cabeza, porque otra cosa no hay para anestesiar, así que deja de gritar y reza para que te desmayes o aguantas y te coso en vivo. Y deja de moverte que te quedas como estás hasta que éste deje de vomitar y tenga huevos para coserte”.
Empezó a maldecir y hasta dijo hijo de puta, pero al final se calló y no se movió mucho mientras “su” cabo, le cosía la cara.
Así que empecé a clavar la aguja sujeta con la pinza en cada uno de los labios de la herida y tras pasar el hilo, hacia un nudo y comenzaba de nuevo a unos dos centímetros y medio o tres y así que cuando terminé sudando, por lo menos la herida estaba cerrada.
Espolvoree Sulfatiazol por encima, le puse gasas y le vende la cara como si tuviera un flemón.
Cuando lo evacuaron un medico preguntó quién había cosido la herida y el propio soldado contestó: “¡¡¡Un bestia!!!”.
 Otra escena de la película me ha puesto en la mente el recuerdo de otro soldado que fue alcanzado en el pecho por dos balazos cuando se alzaba para mirar al otro lado del parapeto.
Era manchego, y desde el primer momento que vi los agujeros pensé que eran disparos de una ametralladora y por el lugar en el pecho que no tenía salvación.
Creo que el muchacho fue consciente de que iba a morir porque no podía respirar al tener los pulmones perforados
 Solo miraba como la vida se apagaba en sus ojos y lo único que se me ocurrió fue cogerlo entre mis brazos y apretarlo contra mi pecho.
Han pasado muchos años y sigo sin entender por qué hice aquello ni qué fue lo que me movió
Había visto desde mi niñez hombres muertos y eso no me impresionaba pero si el hecho de que todos los heridos pedían que no les dejaran solos...
Cuando lo deje en el suelo tenía mi camisa empapada en sangre y él estaba muerto.
 De aquella locura de Sidi Ifni, en la que hubo abnegación y humanidad, también vi auténticos asesinos que sonreían con placer cuando abatían a un enemigo, tengo esas dos escenas muy grabadas en mi mente y que salen desde lo más hondo del baúl de los recuerdos nada más veo de alguna película bélica escenas de heridos y muertos.
Son escenas que me convencieron desde ese instante, aunque tuve que seguir luchando, de la inutilidad de la guerra, de la ineptitud de muchos mandos, de la bravura de algunos hombres, del salvajismo y crueldad de otros y de como, por ganar honores y galones, se envía en ocasiones a los hombre al frente siendo muy conscientes los mandos de que pueden resultar todos muertos.
Por eso dije no cuando me pidieron que me reenganchara con la promesa de hacerme sargento y no fue por las heridas que había recibido en mi cuerpo, sino porque me di cuenta, al coger un prisionero, que aquel muchacho marroquí no sabia por qué lo habían mandado allí ni por qué tenia que matar españoles.
Y nosotros, jovenes de veinte y pocos años, tuvimos que embrutecernos para soportar el miedo y el salvajismo que contemplamos.
¿Cómo puede disfrutar alguien matando a seres humanos?
Por desgracia para mi los he conocido y han sido considerados, casi, como héroes cuando no eran otra cosas que asesinos escondidos detrás de un uniforme.
Debo seguir vivo porque lo que vine a hacer en esta encarnación aún no lo he concluido, pero más de una vez he pedido al cielo la muerte para no ver la locura de los hombres que con el pretexto de la paz y enarbolando banderas de libertad solo consiguen imponer la esclavitud, el terror, la miseria y el hambre a los que sobreviven, porque para lograrlo siempre empiezan matando.
Ya no puedo volver atrás, pero de aquellos terribles días no logro, aún a pesar de los años transcurridos, olvidar a los que murieron ni contener las lagrimas recordando a los que en aquella guerra maté sin que me hicieran nada.
No entendí aquello ni entiendo que es lo que sucede ahora con tanto terrorismo y guerras cuando este es un mundo donde cabemos todos y si preguntamos a los demás, obtendremos la unánime respuesta de que también ellos solo desean vivir en paz.
Debe ser que me estoy haciendo viejo y loco.

183.- ANOCHECE…

Pasan siete minutos de las ocho y media y contemplo, descorridas las cortinas, como el día muere estando el cielo gris y siendo el viento fresco para este mayo mediado que me acerca cada día más a mi cumpleaños.
Sigue el paso rutinario de los días como pasan las cuentas de un rosario por las manos de un devoto que eleva al cielo su plegaria en demanda de una ayuda o por agradecimiento de lo ya recibido que colmó, en parte o todo, sus deseos.
Oigo lejanos los gritos de los niños que juegan entre los árboles secos de lo que antes fueron verdes campos de naranjos y ahora esqueletos muertos con las ramas como dedos que tratan de parar el viento.
Son  las horas que preludian la explosión de estrellas y luceros en el cielo que tachonarán el negro manto de la noche aunque en esta que se avecina no se pueda contemplar porque las nubes cubrirán, de un horizonte a otro, todo el firmamento.
Rememoraba esta tarde, mientras miraba la calle, los viajes que he realizado a través de carreteras solitarias por los  montes de inmensos pinos verdes parando de vez en cuando el coche para escuchar los sonidos del silencio, los trinos de los pájaros escondidos entre las ramas mientras se hablan entre ellos igual que lo hacen los instrumento de viento en un concierto.
¡Cuánto añoro aquel tiempo, cómo busco en el viento de los recuerdos el aroma de la resina de los pinos, la música que las hojas de los chopos, que como soldados bordean los arroyos y los ríos, producen cuando las mueve el viento y el canto destemplado de los grajos negros mientras cruzan el cielo!
Y en ocasiones, como si se desprendiera del cielo, llegaba el balido de los corderos y las cabras acompañado por el estruendo de sus cencerros.
Momentos de ensueño de un pasado que parece ocurrido hace siglos aunque en realidad solo han pasado unos tres años.
Ya cae la noche, ya se mueven menos las ramas de las palmeras mientras los coches pasan raudos de regreso a sus hogares los pocos que aun conservan su trabajo.
Sigo luchando aún a pesar de que tenga momentos en que me vengo abajo pensando que no llegaré a tiempo de culminar alguno de mis deseos más sensatos.
Muere el día y comienza el embarazo para que, tras una noche de gestación, nazca un lienzo en blanco con forma de nuevo día.
Pienso que será generoso conmigo el destino y abriré de nuevo mis ojos mañana para seguir contemplando el cielo y empezar a plasmar, en ese lienzo, todas las cosas que sucedan entre el amanecer y el ocaso.
Me siento como perdido, desanimado y viejo. 

184.- EN EL DESIERTO…

Amanecía el día con desgana mientras el cielo estaba cubierto de nubes llenas de polvo del desierto dándoles un color marrón que en barro se transforma si alguna gota de lluvia atrevida se desliza desde lo alto.
Suave, casi mimosa la brisa procedente del sur hace mover las puntas de las ramas de las palmeras como lo hacen los dedos de una andaluza mientras baila sumergida en el embrujo de la música y el misterio que por sus venas corre dando a sus manos el encanto del aleteo de los pájaros y poniendo el enigma de lo eterno en sus parpados mientras mira al infinito al sentir el rasgueo de la guitarra que llora impulsada por los dedos de un hombre que transmite a sus manos los lamentos de su alma.
Hermosura, cadencia, música en forma de sinfonía que desciende del cielo traída por el viento de África cuajado de paisajes, de músicas, de susurros y de misterios del silencio que es la tunica con la que se cubren aquellas tierras abandonadas y hermosas que, en otro tiempo ya lejano, fueron un vergel donde el agua cantaba entre las cañas y en sus lagos pequeños se miraba el sol en el día y la luna coqueteaba con los luceros.
Pero si entonces era un hermoso vergel que hervía de vida y placer, ahora es un carrusel de olas de arena que empapa el alma de todo aquel que huye del ruido y la vaciedad que tenemos en nuestro mundo actual.
Sin querer vienen a mi mente aquellos recuerdos que me hablan del silencio, de los golpes que daban los faldones cuando el viento abrazaba la jáima de piel de cabra como queriendo llevársela con él, del sonido sinuoso que producen los granos de arena cuando se deslizan por las dunas o los empuja el viento en busca del agua del mar que se sabe está allá a lo lejos pero que no se ve.
El valido de las cabras, el sonido de los dromedarios mientras mascaban  la comida regurgitada y el olor inolvidable de los excrementos de los animales ardiendo en la fogata encendida para hervir el agua, sacada de aquellos odres de piel de cabra en el que nadaban algunos pelos, para hacer el te, que más que nada es un ritual en el que se reúnen los miembros del clan familiar para beberlo hirviendo sin que se les cayera una lagrima.
Tiempo de reunión en la jáima, momentos de silencio y de mirar cada uno su interior, atención y servicio  por quienes éramos sus huéspedes.
Contemplar como los hombre bebían su te levantado un poco su velo mientras las mujeres aguardaban con la cara descubierta su momento de beber, no dejó de maravillarme ni un solo día en el tiempo que estuve con ellos.
Hablaban despacio y muy bajo, como si no quisieran romper el silencio u ofenderlo levantando la voz.
Creo que aun a pesar de la miseria, si lo miraba con ojos de un español, aquellas personas lo tenían todo y te ofrecían cuanto tenia siguiendo sus milenarias costumbre hospitalidad siendo lo mejor y el primero a quien servir.
Se hace pronto de noche en el desierto mientras ves como el inmenso sol del atardecer corre veloz hacia  poniente al mismo tiempo que la noche desde el levante corre tras él.
Y dos horas después de anochecer comenzaba el frío glacial que hacia estallar las piedras con un ruido similar a los disparos de un arma y que la primera vez que lo oí me hizo saltar del saco de dormir convencido que eras disparos de verdad.
 ¡Que tiempos aquellos en que un asado de langostas del desierto era un plato exquisito al que se añadía leche de  camella o té  y de esa forma conseguir una alimentación adecuada para vivir en aquel ambiente donde la carne era de cabra o camella muerta!
Sigue el cielo marrón y desciendo de los cerros más altos de mis recuerdos para darme un baño de realidad en que estoy y empiezo a contemplar como los coches pasan zumbando como moscas y comienza  un día en el que no se que sucederá pero en el que mi mente será la luz que ilumine mi futuro de un día para que mi voluntad de luchar contra la adversidad no se pierda por los recovecos de la duda y el temor.
Va aumentando la luz y perdiendo el cielo marrón su color mientras que el aire del sur mueve las hojas de las palmeras haciendo que parezcan dedos tratando de acariciar el viento.
Son tantos y tan hermosos mis recuerdos que debo realizar un esfuerzo para mantener los ojos abiertos a la realidad del momento porque de cerrarlos a esta realidad, seria un sueño continuo y un ansia desmedida y sin sentido de volver a aquel lugar para aguardar a rendir mi alma a la eternidad.

185.- OTRO MÁS…

Muchas veces, cuando amanece el día, miro a mí alrededor esperando que el destino haya empezado a crear la realidad de mis sueños y que al igual que el capullo de ayer en el rosal hoy es ya una esplendida rosa que ilumina mis ojos al mismo tiempo que impregna el aire que respiro con su aroma.
Pero a medida que entra más luz, solo veo a mi alrededor la cama donde duerme mi hijo, la mesa del ordenador y las zapatillas que aguardan calladas y serviciales que ponga mis pies en ellas para iniciar el divagar por la casa camino del ventanal para ver si el paisaje matutino por donde nace el sol me brinda una hermosa postal que estimule mi ilusión y haga brotar de mis labios una sonrisa de satisfacción por haberme dado Dios el espectáculo de un nuevo amanecer.
Y después, cuando he mirado para ver si las nubes ocultan el sol, camino hacia la puerta de entrada para comprobar qué hay en el cielo que me permita adivinar cómo va a ser el día, pero nada se divisa en el cielo salvo el intenso azul y en la calle la serenidad y el silencio, fruto escaso, de que no pasa por la carretera nadie.
Pesada noche en que el sueño ha huido y mi cuerpo no ha parado de dar vueltas en su persecución sin alcanzarlo y sin haber aprovechado esas horas para pensar, o rebuscar entre los miles de recuerdos que atesoro por un fuerte dolor de cabeza que, con toda seguridad, es producto de mi preocupación por lo que pueden encontrar.
Miro a mi hijo dormir mientras la gata descansa enrollada sobre sus pies y agradezco a Dios que me haya permitido disfrutar diez y nueve años de él, al mismo tiempo que soy consciente, también, de que no tardará en emprender el vuelo en busca de su horizonte, de sus sueños, de la realidad que es el camino que conduce al futuro que le pertenece.
Es lo que le conviene: aprender a vivir solo hasta que decida compartir su vida.
No me asusta esa soledad que también se avecina porque, como la muerte, es el precio que hay que pagar por tener una vida vivida.
Voy a meterme en la ducha tratando de que el agua caliente sea misericordiosa con mi cuerpo y le permita descansar aunque sea despierto y refuerce mi determinación para hacer frente al interrogante de que pasará hoy.
Pero tengo que reconocer que es triste el comprobar cada mañana al amanecer que a lo largo del día de ayer no sucedió nada distinto al mero hecho de respirar para seguir vivo.

 
186.- TORMENTA…

Mira el sol por entre las nubes negras de tormenta sin asustarse por los truenos que estallan en el cielo tras los relámpagos que como serpientes se retuercen y persiguen cayendo al final sobre las casas y los campos aunque no puedo verlo.
Noto el destello que hace brillar menos al sol y a continuación oigo la explosión del trueno que por la intensidad en llegar me hace saber si está cerca o más lejos.
Veo el relámpago y cuentos los segundos que tardo en oír el trueno y tras multiplicarlo por cero coma treinta y cuatro, se los kilómetros que hay entre nosotros dos.
Debe caer agua cerca, aunque no aquí, porque el viento trae hasta mí el olor característico que tiene la tierra cuando la moja la lluvia.
Es este olor la llave que abre el baúl de mis recuerdos y del que extraigo los de aquella noche en el cabo San Antonio en que metido en la tienda de campaña veía caer rayos por doquier.
Hubo instante en que el Montgó se iluminó por completo; otros en que se iluminaba el mar mientras los relámpagos se encadenaban  persiguiéndose entre las nubes mientras el olor de ozono lo llenaba todo.
Y me quedé sorprendido cuando contemplé el rayo que cayó sobre el pararrayos del faro iluminando todo el cabo.
Sentía mi cabello erizado por la electricidad pero aunque estaba sobrecogido por el espectáculo, en momento alguno sentí miedo porque pensé, sin saber cómo ni por qué, que aquella demostración del cielo la había preparado el destino para mí contemplación.
No se cuanto duro aquello, solo recuerdo que con la misma rapidez que llegó la tormenta cayó la lluvia que golpeó la tienda que sonó como un tambor desafinado.
Y el viento se impregnó del aroma de la tierra mojada y la de los tomillos en flor y recién lavados.
No recuerdo a lo largo de mis años haber visto en el cielo ninguna otra demostración igual a la de aquella  noche en la soledad humana más absoluta en un cabo, como dedo rocoso, incrustado en el mar cubierto de pinos y romeros.
Pero regreso a la realidad para darme cuenta que se aleja de aquí la tormenta al oír los truenos cada vez más lejanos y más débiles ni se perciben ya los destellos de los relámpago mientras el sol se ha ocultado detrás de las nubes que siguen siendo negras y cubren todo el horizonte que mis ojos, desde donde estoy, pueden abarcar.
Sigue soplando el viento a ráfagas que se ha enfriado por la lluvia caída haciendo sentir sobre la piel un leve escalofrío y añorar llevar encima una prenda ligera de abrigo.
Y ha sido esta lluvia primaveral la que ha empujado a huir de los pinares cercanos a los que esta mañana salieron deseosos de pasar un grato día en el campo, pasando como en procesión con sus coches raudos impregnando de ruidos el silencio y los cristales con el barrillo de los charcos.
Se acaba la tarde de otro domingo más en que siempre ocurre igual cuando sucede lo mismo.

187.- OCASO…

Pocas son las alegrías en la casa del pobre y, también, las que llegan al alma del viejo, que goza de los días con más intensidad que lo hace el joven no sufriendo ya las quemaduras que el otro recibe al ser consumido por sus deseos.
Así se suceden las fechas en este rosario que llamamos vida y que muchas veces derrochamos pensando que al llegar por la noche a casa sacaremos del armario lo gastado, sin ser conscientes de que el pasado no vuelve y nos queda un día menos.
Sigo esperando que llegue el momento de contemplar en paz y con serenidad, el ocaso de mis días aunque no se hayan cumplido mis sueños.

188.- TOROS…

Luce aun el sol enviando reflejados sus rayos hasta mi puerta teniendo que correr las cortinas para poder escribir esto.
No está mi espíritu sereno aún a pesar de mi fuerte voluntad para hacer frente a las contrariedades y  problemas que como lluvia de primavera vienen cayendo sobre mi espalda llegando en algunos momentos casi a doblegar mi alma ante tanto peso.
Es una rutina comprobar que los días transcurren iguales sin que nada rompa su monotonía, sin que nadie recuerde que existo, sin tener un horizonte distinto al que tengo desde pronto hará un año.
Contemplar como el espíritu de mi hijo está perdido en la realidad frustrada de sus sueños, ver como sus esfuerzos cotidianos no dan fruto, darme cuenta de sus esfuerzos para que no vea la angustia que guarda muy dentro para no aumentan más mi desaliento, hace que cuando llega la noche, sin ser muy tarde, me sienta agotado como si de verdad fuera un anciano.
Estamos en un momento en que se ha perdido una generación de jóvenes que no saben donde van ni ven camino alguno que les conduzca a un futuro más luminoso que el presente en que vivimos.
Y miro a mi alrededor y hasta mi llegan los lamentos de las familias que tienen en sus casas a jóvenes bien preparados a los que no se les ofrece otro camino para el día de mañana que  salir de la casa amada, de la patria conocida para enfrentarse a nuevas culturas, otros idiomas y distintas gentes que les mirarán como intrusos cuando no como ladrones que llegan para robar el pan a los hombre del país al que arriben.
Jamás pensé que volvería a ver hacer cola a los españoles para tener que ir a otro país convencido de que nuestra generación seria la última en salir.
 Y es que con la edad que voy a cumplir pretender repetir lo que entonces hice es una quimera, cuando no una locura porque si antes salí sin temor a fracasar fue acompañado por una fortaleza física que ahora ya no existe, además de que salir ahora acompañado por un hombre que solo es un muchacho criado en una casa donde ha habido de todo menos serenidad y cordura, seria caminar sin ningún error al más grande los fracasos.
Son mis noches autenticas pesadillas que me asaltan teniendo los ojos abiertos mientras contemplo el techo en penumbra tratando de interrogar al cielo que será lo que está escrito en su destino y que nos llegará mañana.
Y es cuando comienza a clarear de nuevo en que concilio el sueño que como piadoso mensajero cierra mis ojos y permite a mi cuerpo relajarse para, dos o tres horas más tarde, comenzar de nuevo.
Ya ha caído por completo el sol tras las montañas de poniente aunque el cielo está aún azul intenso, aguardando con calma a que aparezcan por el horizonte opuesto las estrellas y los luceros que tachonarán el terciopelo negro de la noche teniendo como compañera una raja de la luna que vagará perdida por el cielo buscando un espejo donde mirarse coqueta y tratar de enamorar a los toros de las dehesas andaluzas.
Canta el poeta en las noches serenas de luna y negro satén a "...ese toro enamorado de la luna..." y se despliega  por las dehesas el lamento de su voz cuajada de sentimiento y envuelta en la capa del misterio.
Y como si hubiera llegado un soplo de brisa marina a este cuarto silencioso, así sale de lo más hondo de mi corazón otro canto lastimero y melancólico de un alma que no lo ve y suplica con piedad el “…háblame del mar marinero, que desde mi ventana el mar no se ve y dicen que tiene toros azules en la primavera del mar...”
Se abrazan los lamentos de dos poetas que cantan sus sentimientos mientra el día se va y la noche se acerca.

189.- DIBUJA…

Dibuja el sol de la mañana la sombra de las palmeras sobre el tejado de chapa de la piscina cubierta que cierra el horizonte impidiendo ver más allá de sus paredes cubiertas de pintadas entupidas realizadas por jóvenes que no saben llenar su alma con la poesía de la vida ni forjar en su mente la conquista de ese continente que ante ellos se ofrece cuando acaba la niñez y comienza a surgir vello de su barba.
No se mueven las ramas, que como abanicos desmayados cuelgan recortadas en el azul del cielo, pero de esa hermosura baja un ligero viento frío que hace a la piel contraerse hasta adquirir la textura de una gallina.
Y es que mientras el hombre consume sus días, el cielo permanece y con el la hermosura que atesora tanto cuando es el sol quien lo recorre como cuando es la luna y su cortejo de luceros que han fascinado desde antiguo a los que miran la noche, creando en los poetas los sentimientos mas grandes y a los demás hombres el embrujo del silencio, la emoción de las caricias y el chasquido de los besos, preludios todos ellos del encuentro de dos almas envueltas en cuerpos que rivalizan en armonía y embeleso para llegar a la cima de eso tan hermoso que es el abrazo de dos sexos.
Momentos álgidos de la magia de la noche, de las confidencias y cuchicheos en los espacios que quedan entre los goces de dos cuerpos.
Luce ya el sol con fuerza pero no logra apagar el recuerdo de algunas noches en que tendidos en la arena mirábamos el cielo mientras nuestros cuerpos desnudos soñaban con los ojos abiertos.
Navega de nuevo el bajel de los recuerdos por el mar de los sueños que han traído al ahora lo más hermoso de aquellos tiempos.
Me quedo quieto unos momentos paladeando las migajas del recuerdo para empezar de nuevo a moverme por la calidad de lo que tengo en estos momentos.
Y como si fuera un milagro lo sucedido, comienzo a oír de nuevo el ensordecedor ruido de los camiones, el alarido de las motos y las voces que deben darse los caminantes si quieren oírse, entre tanto estruendo.
Vivir en la realidad y el presente es importante pero cuando te vas haciendo viejo te das cuenta que rememorar los gratos momentos pasados hace tanto tiempo es como inyectar en las venas de un moribundo la energía de una vida nueva.
Tiende mi mente, que en el presente vive entre problemas y desengaños, a tomar los recuerdos como salvavidas que me ayuden a recorrer el camino que me queda lo más sereno posible y llegar al final de mi destino.
Nadie es consciente, hasta que muchas veces ya es demasiado tarde, de que debe atesorar los acontecimientos del alma más importantes porque son los que más adelante, cuando la vejez llegue, calentarán el corazón e iluminarán las horas que ya no podrá dedicar a cubrir las necesidades fogosas de su cuerpo.
Camina el día paso a paso al encuentro con la brisa del mar que abrazará a las palmeras haciéndoles iniciar la danza  aprendida en los desiertos y que los vivimos lejos de allí no sabemos interpretar aunque son la esencia de lo sensual, de la fuerza de la vida, de la voluntad de luchar, de la grandeza del camino y la poca importancia que tiene el destino a alcanzar.  


190.- DE MADRUGADA…

Es noche cerrada y sobre el manto negro del cielo refulgen las estrellas contemplando a la luna, que cinco días ya lleva creciendo, como una simple rodaja de blanco queso que perdida va por el cielo perseguida por la mañana que se acerca por el mar en silencio.
Largas han sido las horas de la noche mientras mi cuerpo daba vuelta persiguiendo al sueño para traerlo a mis ojos a fin de darme un poco más de reposo, ese que tanto añoro cuando la noche se hacer eterna y mis ojos miran al vacío techo que en penumbra permanece mientras que desde las farolas de la calle se filtra la luz por las grietas de la puerta del garaje.
Hace frío en esta madrugada en que el cielo esta vacío de nubes y mientras lleno mi pecho de sueños y añoranzas que paseo por el pasillo desde la cama a la ventana y desde esta a la puerta de entrada, mientras los ojos brillantes de la gata contemplan estas cortas caminatas.
Muchas veces creo que capta mis pensamientos, otras tantas que sabe lo que me pasa y por eso viene a la cama y se echa sobre mi pecho mientras apoya su cabeza contra mi cara.
Ronronea si mis dedos rascan su cara; aprieta sus ojos si es la cabeza la que toco y cuando deslizo por su lomo mi mano, levanta el rabo y se alza para empezar a lamer mis dedos con su lengua tan áspera.
Luego se sienta de nuevo y cierra sus ojos mientras respira a dúo conmigo hasta que un ruido la sobresalta y baja de un salto de la cama en busca del intruso que ha roto el encanto del momento.
Es tal la placidez de su cara y la laxitud de su cuerpo que muchas veces envidio la facilidad que tiene para conciliar el sueño.
De lejos viene un ruido que se acrecienta como un lejano trueno al pasar un coche tan temprano.
Son los que comienzan a trabajar antes o su tajo está más lejos y que por no haber nadie aceleran casi a fondo destrozando el silencio con que la noche se tapa mientras duermen los cuerpos
Oigo un murmullo y es mi hijo que habla en sueños con alguien desconocido al que dirige algunos improperios muy poco comedidos aprendidos con certeza en esa universidad de analfabetos que son los colegios que ahora tenemos.
Pronto serán las cinco aunque tardará una hora más en aparecer la luz sobre el mar como pregonera del nuevo día
Pasa el tiempo rápido mientras contemplo la noche y recapacito sobre el misterio que el cielo representa dejando perdida mi mente entre tantas preguntas que brotan, siendo las más importantes, por el misterio que representan, qué es lo que somos y si estamos despiertos o soñamos; por qué venimos a este mundo y, cuando morimos, a dónde vamos.
Porque de lo que no tengo duda alguna es de que no es por casualidad qué venimos, somos y estamos, sino que existe un motivo fundado, pero desconocido por el momento, que conjunta la vida como un todo y que nos dota de un cuerpo porque necesitamos experimentar y comprender ese misterio que se sitúa al final de un túnel oscuro en el que brilla una luz que da paz.
Tal vez porque estoy casi desnudo tengo frío, pero pienso también que puede ser el resultado de la percepción de la grandiosidad del cielo y la infinitud del hombre que solo cambia de cuerpo cuando muere, regresando al todo del que salió para experimentar esta vida que tengo.
No hay posibilidad de error, la muerte no existe porque lo que hacemos en ese instante de dejar el cuerpo es pasar a otra dimensión.
A veces creo que es mejor no decir nada de esto a nadie porque bastante fama de loco tengo,  aunque dentro de mi se que todo es como lo veo, lo siento y a retazos, compruebo.
Creo que se acerca el momento de que el hombre descubra que la vida es otra cosa distinta a olvidarse de los demás y ganar dinero.
Espero vivir lo suficiente para ver los primeros movimientos de esa sinfonía de nueva vida que ya esta escrita, desde el principio de los tiempos, con estrellas y luceros, en el cielo.

191.- SILENCIOS…

Pasan rápidos los coches por la carretera en esta tarde soleada de sábado en que intento plasmar por escrito lo que mi alma siente.
Pita el metro que se acerca, como una oruga blanca, al apeadero avisando a alguien que esta parado junto a las barreras para llamar su atención y que nada le pase.
El silencio aquí dentro es tal que hasta oigo respirar pausadamente a la gata que duerme enroscada como si fuera una serpiente sobre el cojín que traje de África.
Cosa rara que no pasen coches destrozando el silencio que me abraza, pero de vez en cuando, por un milagro inexplicado, estamos un rato paladeando ese recogimiento que se tiene cuando hay ausencia de ruidos que nos distraigan de la lectura de nuestros pensamientos.
Se van sucediendo los minutos como se suceden las cuentas de un rosario en esta tarde en que me esfuerzo por vencer el sueño que la noche me ha dejado como recuerdo.
Silencio, paz, sosiego y sueños que una y otra vez traigo al presente tratando de empujarlos con mi voluntad hasta alcanzar el instante de verlos hechos.
¿Llegaré a tiempo?
Todo es cuestión de no rendirse nunca, de mirar el futuro como el lugar donde todas las posibilidades y hechos se pueden realizar sin que se entorpezcan entre ellos.
Una suave melodía llega a mis oídos desde el cuarto donde esta mi hijo, es una canción que habla de lo que siente el alma cuando se reencuentra con su amor tras mucho tiempo estando lejos.
Son cantos de aquellos afortunados que han sabido aguardar y rezar con fervor para alcanzar todo lo deseado.
Sopla una ligera brisa que viene de los naranjos y trae hasta mi nariz el perfume delicado del azahar que ya esta muriendo en las ramas dejando caer los pétalos, que como copos de nieve en invierno, cubren el suelo.
Eclosiona la vida en mi derredor y me permite saciar la sed de belleza que siento en mi corazón siempre que miro el milagro de la creación y las infinitas formas que tiene la vida.
Acompañaré a las horas en su camino hacia el ocaso leyendo retazos de historia condensada en las páginas de un libro.
Somos un gran pueblo que no sabe apreciar lo que tenemos y somos, deleitándonos muchas veces al criticar, sin pensar por qué lo hacemos, lo que adoramos.
Porque si algo he logrado aprender a lo largo de los años sobre el comportamiento de los españoles es que somos in solidaros con las cosas comunes, pero fanáticos enloquecidos si hemos de defender la sencilla ermita de nuestro pueblo.
Pasa un camión rompiendo el encanto del silencio y haciendo a mis pensamientos poner los pies en el suelo.

192.- RECUERDOS…

Comienza el calor a dejarse sentir en esta tarde de domingo en que aún no han comenzado a regresar todos los que han salido esta mañana en busca de la paz de los pinares mientras las agujas de sus ramas hacen sonar al viento con una melodía que calma hasta al espíritu más intranquilo.
Aún reina el silencio que me permite escribir con calma abrazado por la paz y viendo bailar las ramas de las palmeras que desde el otro lado de la vía me contemplan.
Tal vez duerman la siesta tras la paella y las libaciones o puede ser la pereza la que les haga retrasar el volver a las casas donde ya solo existe como distracción lo que les ponen en la televisión, porque casi se por completo se ha perdido el placer de la lectura y no digamos de el de la meditación.
Me abandono un poco y me baño en los recuerdos a los que añoro con placer trayendo del ayer el que cada sábado partíamos casi al amanecer y nos poníamos en viaje para ver una ciudad nueva; o los restos del pasado; o una catedral o a contemplar con calma la manada de caballos salvajes que pastaban sobre una pradera verde sin asustarse del hombre y habiendo aprendido que si se acercaban nadie les hacia nada e incluso se les daba pan, o galletas o caramelos.
Rememoro el colorido del cielo que cambia nada mas se sale de la zona en que llega la brisa del mar, como también la sequedad del aire que me hace respirar mejor, siendo el sonido más intenso y como la vida misma cambia cuando cambiamos de lugar.
Es como si salieras de dentro de ti para unirte al resto del universo.
Y no necesito cerrar mis ojos para ver todo eso, pues desde aquí camino por los tramos aún enteros del acueducto de Gea de Albarracín, piso las losas de la calzada romana de Poyatos o me baño en la alberca en roca tallada de Cella sintiendo como los miles de litros que brotan dan a mi cuerpo una sensación de ingravidez, placer y paz.
O contemplo arrullado por el viento que baja de los montes el monumento de los Vetones que todos conocemos como los toros de Guisando.
¿Y que decir cuando contemplas Segovia?
No sabes que admirar más, si su alcázar, el acueducto o la catedral.
Cuando viajo salgo de la actualidad para sumergirme en el pasado y la grandiosidad de miras que tuvieron aquellos seres humanos que además de hacer sus rituales pensaron en la eternidad para sus trabajos.
He aguardado a que el sol cayera para ver recortado contra el cielo toda la alcazaba de Molina en donde el dorado del sol hacia casi sangrar a las piedras de sus murallas.
Son sensaciones que aquel que solo se mueve no sabe paladear porque no entiende que lo que sus ojos contemplan son el fruto de unas mente privilegiadas con una visión de futuro que no se mide por años, sino por siglos e incluso milenios.
Ver Mérida me hace sentir la misma emoción que cuando niño visitaba una iglesia, algo dentro del pecho que no se puede describir, sino solo sentir.
Han pasado muchos meses en que no puedo viajar y aunque permanezco en casa, no puedo impedir que mi imaginación salga de dentro de mi para caminar por antiguas calzadas romanas, ver las pinturas rupestres que aguardan la mirada complaciendo de los que saben apreciar, aunque han transcurrido milenios, el espíritu de aquellos hombres que plasmaron lo que vieron para la posteridad.
Ya solo queda recordar y desear que el futuro sea mejor para poder volver a viajar... si el cuerpo aún lo permite.

193.- NAVEGANDO…

Esta mañana, mientras me duchaba y caía el agua sobre la cabeza y la cara, ha vuelto a mi mente el recuerdo de un acontecimiento acaecido cuando aun era joven y navegaba en un velero por el Mediterráneo y hubo que capear un temporal de levante que nos sorprendió antes de llegar al refugio seguro de un puerto.
Y he dejado caer esta agua tibia y placentera por todo mi cuerpo mientras que en mi recuerdo el agua salada estaba fría y a aún a pesar de llevar un chubasquero completo, lograba penetrar por los intersticios de la barba empapándome el cuerpo y provocando escalofríos.
Navegábamos otro y yo en el "Siona", velero de doce metros de eslora, camino del estrecho cuando comenzó a soplar el viento de levante con fuerza y en pocas horas se transformó en temporal.
Viendo el cariz que tomaba el mar y que las olas cada vez eran más altas, decidí desconectar el piloto automático, arriar trapo en la mayor y en la génova, para controlar mejor los movimientos del barco.
Nos pusimos los chubasqueros, no porque lloviera, y los salvavidas encima porque las olas empezaban a salpicar y el barco a moverse bastante
Caía la noche con rapidez del primer día de navegación y decidimos antes de que lo fuera del todo, acortar trapo para que no nos arrastrara el viento de través si teníamos un fallo en la noche.
Bajamos y guardamos la génova y metimos la mayor en  su alojamiento atando ya los cabos con las manos ateridas.
En contra de la opinión de Juan Manuel, bajé y del armario de velas saqué el tormentín, una sencilla vela de tres metros cuadrados, que pusimos a duras penas en lugar de la génova para que hiciera correr el barco delante del temporal sin tener que esforzarnos mucho con el timón.
Consultó Juan Manuel el sistema de navegación para saber a qué distancia teníamos la costa y estaba a bastantes millas, por lo que decidimos poner rumbo al cabo de Palos donde esta el faro que nos guiaría y avisaría de la proximidad de la tierra desde bastante lejos.
La idea era resguardarnos tras la isla de Las Hormigas.
Decidimos que uno trataría de descansar mientras el otro vigilaba el timón y mantenía el rumbo aunque más que nada dábamos guiñadas a un lado y a otro del rumbo previsto.
Cada media hora, más o menos, cambiábamos de turno porque los rociones de las olas terminaban por mojarnos aun a pesar de los trajes de agua, consiguiendo en tan breve lapso dejarnos ateridos y con las manos casi agarrotadas.
Fue una noche horrible en la que terminamos ambos casi extenuados, porque ninguno logramos dormir pero se trataba de descansar un rato y de entrar en calor.
Y cada media hora, o tres cuartos, nos fuimos turnando hasta que empezó a amanecer y entonces pudimos ver un cielo bastante raso y un mar cuajado de olas y estas coronadas de espuma.
Creo que ambos nos estábamos comiendo el miedo porque seguro que Juan Manuel sentía lo mismo que yo y lo mío casi era pánico
Los dos sabíamos, aunque no hablamos entre nosotros, que de no cometer un grave error, el barco resistiría, dado que de cada cien veces que un velero se hunde noventa y cinco es por los fallos de los tripulantes, esté el mar en las condiciones que esté.
Bajé a consultar el navegador y por los datos habíamos rebasado el cabo de Palos, la abrupta costa de Cartagena y la bahía de Águilas sin darnos cuenta, por lo que calculé el nuevo rumbo y movimos la caña del timón para ceñirnos a él aunque aún llevábamos el tormentín izado.
No habíamos cenado ni era posible tomar nada caliente debido a los movimientos del barco y mucho menos apetecía comer pan porque nada mas lo sacabas de la bolsa, los rociones de las olas lo empapaban y daba asco comer aquella masa que se deshacía y encima tan salada.
Creo que éramos los componentes de un cuadro perfecto de dos que solo se les veía la cara salir de la capucha del chubasquero amarillo.
Llevaba el timón y Juan Manuel estaba sentado frente a mí, mirando hacia popa, con ojos de sueño e hinchados por la sal, para controlar las olas y decir, si observaba algo anormal, que moviera el timón para que la ola entrara por la popa saliendo por la proa.
No hablábamos mucho porque había que hacerlo a gritos y no teníamos nada que decirnos ni ganas de hacerlo.
Y en un instante que lo estaba mirando, observé que cambiaba de color y se ponía pálido y grité: "¿que pasa?" y tras uno instante de silencio, que me pareció un siglo, le oí gritar asustado:"¡Raúl, si esto no sube, lo tenemos claro! ¡Agárrate!".
No volví la cabeza y me sujeté con fuerza a la caña del timón mientra veía como el se agarraba a los cordajes que guiaban y sostenían la verga de la vela mayor.
Y de pronto, como si una mano gigantesca hubiera cogido al barco por la quilla, una fuerza sobrehumana nos empujó hacia arriba mientras sentía como se pegaba mi trasero a la bancada donde estaba sentado y en el estómago se producía un vacío.
Y subimos, y subimos hasta que puede ver desde una altura desmesurada toda la superficie del mar que nos rodeaba coronada de espuma, para a continuación iniciar un descenso vertiginoso hacia el seno de la ola mientras miraba la banderola y la antena que coronaba el palo mayor quedar más bajos que la cresta de la que nos terminaba de elevar.
Y el palo tenía trece metros de alto sin contar la banderola y la antena.
La sensación de caer por un tobogán fue tal que al llegar al seno de la ola, comencé a sentir ganas de vomitar aunque no podía tirar nada por lo vacío que tenia el estómago
En esos momentos no se sabe hacer otra cosa que sentir y rezar para sobrevivir a algo desconocido como lo que nos acababa de suceder y que fue único.
Y aún hoy me es imposible describir con sencillez y precisión lo que se siente, porque rememorando aquellos momentos ahora aún no soy capaz de describir lo que sentí, el miedo que pasé o si en algo pensé, porque duró menos tiempo todo de lo que he tardado en escribir.
Fue una de las experiencias más aterradoras que me han sucedido mientras navegué y jamás volví a ver una ola tan gigantesca y eso que he visto pasar las olas de los temporales por encima de la cubierta del último superpetrolero en el que me embarqué.
Y seguían llegando las olas por la popa, pero eran normales del Mediterráneo.
¿Qué fue lo que originó aquel monstruo? ¿Qué hubiera sucedido de haber ocurrido de noche y estando uno de los dos solos?
Son preguntas que no se pueden contestar porque la realidad fue lo que pasó y no lo que pensemos ahora que pudo pasar.
Nunca hemos hallado una explicación racional en las múltiples conversaciones tenidas entre nosotros y con otros expertos del mar y la navegación.
Ya se distinguía con claridad la orografía de la costa tan montañosa, porque la espuma de las olas no ocultaba las cumbres lejanas.
El viento, aún a pesar de tan pequeña vela, nos arrastraba a bastante velocidad y en menos de dos horas ya distinguíamos con claridad los perfiles de la costa y un faro.
Y aunque nos parecía increíble, cerca de la costa el mar estaba más calmo y las olas no sobrepasaban los tres metros y medio, así que puse el motor en marcha y enfilamos hacia lo que era el acantilado artificial de un puerto.
Meternos en la bocana y el mar parecer un espejo fue todo uno y allí más lejos vimos pesqueros atracados y a los pescadores que nos miraban como si en vez de hombres en un velero estuvieran viendo marcianos.
Nos acercamos al muelle y vi que muchos marineros se acercaban con cara de sorpresa para ayudarnos a atracar.
Sabíamos donde estábamos porque Juan Manuel consultó el navegador y aquello era el puerto de Garrucha.
Y una vez amarrados y medio muertos,  nos quitamos los chubasqueros que además de mojados por el agua, los teníamos pegados a la ropa y yo, por lo menos, estaba sudando.
Debería ser el miedo acumulado el que me hacia escurrir por la espalda el sudor al verme sano y salvo.
Por fin el más decidido entre ellos se atrevió a preguntarnos: "¿de donde venís?"
Fue Juan Manuel el que contestó: "¡de ahí fuera!, de Moraira!
"¡Pero si no hemos podido salir a faenar los pesqueros debido a la mala mar! ¿Estáis locos?", fue la respuesta de dos de ellos
Entonces respondí yo: "¡Bastante!".
Trataban de saciar su curiosidad y además de preguntar por la travesía inquirieron a dónde nos dirigíamos quedando aún más sorprendidos cuando dijimos que a Canarias...
Debieron pesar que éramos homosexuales porque preguntaron si no nos acompañaban las  mujeres
Y fue Juan Manuel el que les preguntó si en el puerto habían notado algo anormal y ante su extrañeza, comenzó a describir lo que nos había sucedido.
Nadie nos creía cuando describimos con más detalle lo que nos había sucedido y todos coincidieron en que debíamos rezar agradeciendo al cielo que hubiéramos sobrevivido.
Fuimos a un pequeño bar y desayunamos aunque no era ya su tiempo y después nos metimos en el velero y dormimos.
Pero antes de conciliar el sueño agradecí a Dios el haberme permitido sobrevivir a aquel hecho desconocido en el mar por el que tantas veces habíamos navegado y pensando en eso, me quedé dormido
Y en Carboneras pasamos aquel día, esa noche y todo el día siguiente mientras aguardábamos que el temporal de levante amainara y nuestros cuerpos extenuados, se recuperaran.
Después, y aún a pesar de todo lo que habíamos pasado, salimos la noche del segundo día a navegar de nuevo y el viaje, hasta el final, fue un autentico gozo.
Era cierto lo que había dicho aquel marinero desconocido: estábamos locos, pero entonces tenía yo 43 años y el mundo para mi era pequeño.
Tengo que reconocer que es un placer inmenso el estar a remojo con agua templada y que no hay nada mejor que recordar esas cosas del pasado estando uno en casa.

194.- MERCADITO…

Derrama el sol de oro sus rayos engarzado en el manto azul del cielo dando vida a los demás colores que en la tierra existen y que solo destacan cuando hay luz.
Mañana sin nubes y sin la brisa aún que hace imágenes fijas la de las palmeras que hay frente a mi cual fotografía de un lejano edén en cualquier playa de los mares del sur.
Bulle ya la vida con los ruidos de los coches, los atascos de aquellos que van a montar sus chiringuitos en el mercadito que los martes hacen en la calle y hasta mi llega ya el aroma, no muy agradable, del churrero que calienta su aceite para hacer los churros que solo los estómagos más fuertes podrán comer tranquilos.
Gitanos, árabes y africanos altos y flacos conforman el abigarrado lote de los que antes de ir a delinquir tratan de ganarse el sustento vendiendo barato lo que poco tiempo durará una vez lo comencemos a utilizar.
Ropas, zapatos, especias, hierbas y frutas son algunas de las cosas que tratar de atraer la atención de los caminantes que en su mayoría son solo mirones que no saben emplear su tiempo de otra forma que fisgonear y partir de nuevo sin comprar nada.
Y pocas veces se ve a algún  senegalés, alto y delgado como espadaña de iglesia, sentado en un escabel ofreciendo en silencio unas tallas en ébano, o en madera tintada, que representan las caras distorsionadas de los personajes de su raza, de los dioses tribales o de los animales que por sus sabanas corre y pastan.
Ojos fijos y serenos apenas destacando en un blanco sucio del iris que contempla desde el silencio un mundo del que no comprenden mucho mientras añoran el suyo del que tuvieron que huir debido al hambre.
Ya no son los orgullosos guerreros de su tribu, los jóvenes que mataban leones o compraban a sus mujeres, sino los vencidos en una tierra a la que llegaron convencidos de que hallarían lo que tanto les habían prometido.
Pocos hablan español, más el francés africanizado pero en todos captas que piensan que mucha gente los sigue mirando como esclavos.
Colorida alfombra de cada martes en el lecho del barranco en que se monta el mercadito.
Solo han cambiado los atuendos y que todos tienen teléfono y radio, pero en la realidad del instante, en la fotografía del momento, se sigue observando lo mismo que hace tiempo, años y siglos en los mercados medievales y en los africanos en que se traficaba con oro, especias y esclavos.
Poco hemos evolucionado los hombres aunque tengamos ahora una tecnología de vanguardia pues la inmensa mayoría no tiene acceso a ella y seguimos mirándonos con el mismo recelo con que se mira a los parias de la tierra.
No se si llegaré a ver que el hombre comprenda que por mandato divino todos somos miscibles y emparejables y que lo único que nos diferencia es el color de una piel que todos tenemos iguales.

195.- VENCEJOS…

Se desliza la mañana por la pendiente de las horas camino del medio día en que la mitad de las veinticuatro habré consumido aguardando que suceda lo inesperado y que la agonía de la espera acabe.
Pero los días pasan y el mes se acaba como sucedió con los que le precedieron en que sentado cada mañana en esta mesa leía, pensaba o escribía tratando de agarrarme a la desesperada a la idea de que mi destino tiene, antes de que muera, algo guardado para que sonría, tenga paz y sienta el suave roce de los labios de la vida dándome la ternura que tanta falta me hace.
Porque con este estado de animo, pocas cosas me llenan y menos aún me satisfacen, pues lo que añoro no llega y lo que deseo no puedo por el momento conseguirlo.
Pasa en este momento el metro pitando trayendo en su vientre viajeros que terminan su viaje y que saldrán de los vagones como salen las aves de sus nidos cuando las primeras luces iluminan los árboles, mientras otros pasajeros aguardan el instante de penetrar en ese vientre para iniciar viaje en sentido contrario.
A veces miro a las palmeras mecerse, aunque no en este momento en que la brisa aún no las mueve, para dejar volar mi mente e imaginar que son bailarinas que danzan en el escenario de la vida un ritual que pocos entienden.
Otras contemplo los coches que pasan veloces ignorando por completo que van a encontrar más adelante e incluso que les estoy viendo.
Un mundo de individualidades en las que todos queremos atenciones y muy pocos las concedemos.
Ya sale el metro de nuevo con el ronroneo sobre las vías de acero por las que va acelerando para coger la velocidad de crucero hasta que llegue a donde debe disminuir la marcha porque debe detenerse de nuevo.
Y miro a las golondrinas y a los vencejos a los que las brumas de la mañana humedecen sus alas y por eso vuelan más bajos buscando con denuedo los insectos que son su alimento.
Sueño con los ojos abiertos con montes, con los pinares y las rocas peladas, con el vuelo de los buitres, con el lejano berreo de los ciervos.
Sueño al que me abrazo como el naufrago al salvavidas por permanecer entero en el vendaval que es estar en esta casa en la que vivo
Acepto que tengo que permanecer donde me encuentro y que por las circunstancias del momento no pueda realizar ese sueño, aunque he de luchar con todas mis fuerzas para que antes de finalizar mi trayecto pueda oír todos esos sonidos de nuevo.
Mientras tanto escucho pasar raudos los coches, seco las lágrimas de mi alma y contra toda esperanza, aguardo un milagro que sea la puerta por la que salir de mi caparazón y volver a andar de nuevo.
Ya se va acercando la hora de levantarme y partir a la cocina a hacer lo que  no me agrada pero debo.

196.- CADENA DE DIAS…

Sube con lentitud desde el sur un frente de nubes grises que va empañando poco a poco el intenso manto azul del cielo.
Sucede eso mismo en la vida en que en el diáfano cielo de nuestros días aparecen las nubes sin saber por qué y que terminan ensuciando nuestro vivir cotidiano.
Y de nada sirve rebelarse contra el destino porque por mucho que gritemos y nos desesperemos, esas nubes, esos problemas, esas tragedias han llegado a nuestro cielo para que aprendamos y reaccionemos, extremo este que no nos percatamos hasta que ha pasado el tiempo y de nuevo el cielo se ha vuelto a quedar raso.
Pocos son conscientes de que de la mano de los fracasos viene la semilla del triunfo futuro que debemos distinguir y sembrar con talento para que pasado un tiempo lo que sembramos brote de nuevo.
No hay mal que por bien no venga decimos los españoles, pero esta frase no es otra cosa que el retrato de lo mismo que genera todo y que se resume, también, al decir que solo se aprende de los fracasos.
La vida es una, más o menos larga, cadena de errores que se hallan unidos por unos eslabones que llamamos gozos, que muchas veces no son otra cosa que los brotes de lo que sembramos tras sufrir y llorar amargamente tras los fracasos.
Si miramos la vida como un todo desde que nacemos hasta que morimos, todas las cosas que nos suceden cobran sentido pues hemos nacido tras otras vidas para corregir lo que entonces no aprendimos y para rectificar nuestro comportamiento ante los nuevos acontecimientos que han de sucedernos.
No hay más que una sola vida de la que formamos parte todos, los de antes, los de ahora y los de luego, en la que recorremos el camino que elegimos antes de venir ahora y que nos permite experimentar sensaciones y hechos que cuando seamos los de luego, nuestra alma vendrá mas llena y preparada para enfrentarse a lo que nos parecerá nuevo cuando en realidad es ya viejo y es así desde el principio de los tiempos.
Somos la divinidad y tenemos pánico a cambiar de cuerpo, cuando es solo un vestido que nos ponemos cada vez que volvemos de uno u otro sexo.
Y eso es algo que tenemos dentro de nosotros y que vemos si miramos al alma y dejamos de adorar al cerebro en el que el mero hecho de enfermar, no digamos de morir, genera pánico.

197.- CICLISTAS…

Distrae contemplar la serpiente multicolor de una carrera ciclista pasando frente a mi puerta precedida por las sirenas de las motos que apartan a un lado los coches que circulan en sentido contrario.
Los hay de todas las edades, de todos los tamaños y vestidos de todos los colores y deben llevar poco tiempo pedaleando porque van hablando fuerte entre ellos y que seguro enmudecerán cuando aparezcan los más fuertes repechos.
Han pasado como pasa el viento cuando sopla contenido y no huracanado, arrastrando tras de si las miradas de los vecinos de este barrio que han brotado, como hongos en otoño, en los balcones al reclamo de las sirenas de las motos de los guardias de tráfico.
Los más han permanecido en silencio, y otros, los exaltados, han arrancado en aplausos que estoy seguro no han hecho ningún efecto sobre los que iban pedaleando.
Una acción de sacrificio personal y físico que congrega los sábados y los domingos a los aficionados para salir a la carretera y dejarse hasta el resuello al subir los repechos tan fuertes que hay para llegar a Serra.
Les admiro aunque el ciclismo jamás me ha gustado, pero no dejo de reconocer que es solo para los esforzados que se retan a si mismos poniéndose metas para ir superando cada día el conocimiento de su fuerza, de su determinación, de su capacidad de sufrimiento y todo eso por el premio, que pocos reconocen, de haber alcanzado la meta de un sueño.
Han pasado raudos y detrás de ellos la cadena de coches variopintos de los domingueros que, aún a pesar de la llovizna que caía esta mañana, han decidido salir de casa para pasar una horas en el campo o en el monte bajo los pinos que lucirán hermosos tras el lavado de sus ramas por la lluvia.
Y parece que es más larga la ristra de coches de lo que me imaginaba, porque los mas impacientes, y desde lejos, hacen sonar sus pitos pidiendo que los de delante salgan corriendo como si la carretera fuera solo para ellos y no para todos los coches.
No es la paciencia la riqueza más abundante del alma del hombre actual, que cuando se sube en un coche se transforma en un tirano que no tolera que otro que va delante vaya despacio y si el intranquilo es uno de detrás, que tenga la osadía de querer adelantarlo.
A veces, y esto es una carretera que atraviesa un pueblo, contemplo como dos coches, conducidos con certeza por dos imbéciles que se creen Fangio, hacen competición para adelantarse en un tramo donde todas las señales, incluidos dos semáforos que muchas veces se saltan impunemente, indican que hay que ir despacio.
De ahí que las protecciones metálicas en las aceras estén dobladas las más y el resto arrancadas  y los arcenes sembrados de restos destrozados de piezas de los coches de estos suicidas urbanos.
De verdad que pienso que nos estamos volviendo locos todos y que por no madrugar un poco y salir más temprano, queremos ganar luego ese retraso sin importar a los mas imprudentes que su forma de conseguirlo hace peligrar la integridad, cuando no la vida pues ya han matado en este tramo a más de uno, de sus semejantes, vayan en coche o andando.
Definitivamente añoro vivir en un sitio donde lo más ruidoso que oiga sea a los gallos que cantan anunciando el día o el rebuzno de un asno llamando a un hermano.
Si, debo estar empezando a hacerme un rancio y un retrógrado. 

198.- MIESES…

Camina despacio el sol hacia el ocaso sin la música misteriosa que las hojas de las palmeras y los árboles hacen cuando sopla un poco de viento, ese que en esta tarde de junio no se mueve aún a pesar del calor que ha hecho.
No ha soplado la brisa que obliga a las palmeras a mecerse cual bailarinas cadenciosas en un oasis del desierto ni tampoco se han movido las verdes esmeraldas de las hojas lanceoladas que cuelgan desganadas como suele quedar el animo cuando al morir el día nuestros anhelos no se han cumplido.
Cae con lentitud el sol en busca de las montañas que por poniente cierran el horizonte para besarlas unos instantes y deslizarse hacia las tierras llanas que se extienden hasta perderse de vista entre el monte bajo, los chaparros y las encimas silvestres, que son los escondites  donde conejos, liebres, zorros y perdices aguardan que el fuego venido del cielo no abrase.
No es el mismo silencio el de aquí que el de aquellos campos, porque éste se rompe, de cuando en cuando, porque algún coche que pasa enloquecido mientras allí el silencio es tan inmutable como lo es la majestuosidad del cielo
Recuerdos de cuando era niño vienen a mi mente viendo el sol como fenece y aún recuerdo como eran aquellos campos donde, en los cerros más altos, destacaban castillos imponentes, como Maqueda, Barcience o San Servando, que presidían como reyes coronados aquellos campos de oro viejo en forma de mieses mientras aguardaban la mano fuerte y armada del segador que con su hoz afilada mordiera los tallos ya secos para formar los haces que se apilaban a la espera del carro que los llevaba a la era.
Se oían los ruidos desde kilómetros de distancia porque el aire era tan seco y el silencio tan profundo que oías las campanas del pueblo al medio día llamando al rezo del ángelus como si las estuvieras viendo.
Alguna encina señoreaba aquellos sembrados, paraguas y sombra para las inclemencias del tiempo, que se calculaba en la noche mirando al cielo y a pleno sol con la sombra que proyecta un dedo levantado sobre la palma.
En algunos momentos aún noto en mi boca el sabor de aquel agua que no sabia de contaminación y que se llevaba a los campos en botijos o en cantaros.
Y sin cerrar mis ojos veo aquellos asnos con sus pesadas albardas que llevaban los serones especiales para las aguadas.
Trabajo que realizaba algún jovenzuelo calzado con albarcas, pantalones de dril o pana y para cubrir su cabeza un simple sombrero, tejido a mano, de paja.
Y cuando quedaba poca, salía el muchacho montado en su asno en dirección al pueblo llegando la mayoría de veces dormido gracias a que el jumento sabia, por reiterado, el camino sin necesidad de guía.
Toda esa forma de vida ha desaparecido por completo y hemos llegado al extremo en que para ver un asno o una mula debemos acudir a un zoológico cuando esos animales eran la base fundamental, con los carros y las galeras, del transporte de aquellos tiempos.
Lo que me convence cada día más de que soy viejo, o que tal vez yo no ande a la misma velocidad que corren estos tiempos.
Ha desaparecido del todo el sol y ya mi cuerpo me recuerda que no he dormido, que el cansancio empieza a ganar terreno y que dentro de no mas de una hora tendré que dejar de contemplar el misterio del cielo para pasar a la cocina y hacer lo que debo.
Es cierto para los jóvenes que los mayores solo contamos "batallas" de otra época que los jóvenes de ahora no son capaces, tan siquiera, de imaginar, pues están convencidos de que sin un teléfono móvil, sin televisión y sin los juegos, es imposible vivir olvidando, no se si consciente o inconscientemente, que nosotros, que no teníamos nada ni dinero para comprar casi nada, además de no haberlo, fuimos inventando lo que ahora ellos consideran imprescindibles y los más mayores muchas veces un despilfarro y un estorbo.
Pero aun a pesar de todo lo que hay hoy, el hombre no ha mejorado nada, si acaso y según lo que contemplo, ha dejado de lado los conceptos éticos más importantes y que fueron los que mantuvieron la civilización hasta este momento.
Solo nos han dado técnica, pero no humanidades.
No cambio mi niñez por todo lo que tengo y si algo resalta de aquella época, fue el hambre, la penuria, la pobreza y la humanidad que suele abundar entre aquellos que nada tienen. 

199.- PASADO…

A veces y cuando no crees que pueda sucederte, la televisión te empuja al poco de los recuerdos más terribles mostrándote los comentarios de hombres ya mayores que lloran como niños recordando sus peripecias en las guerras en que cada uno estuvo combatiendo.
Solo he escuchado a uno de ellos, y no completo, que hablaba, mientras las lágrimas corrían por su rostro, de la transformación a que hubo de someter su alma y su intelecto para seguir matando antes que pegarse un tiro, como otros hicieron, por las atrocidades que veía y las que estaba cometiendo.
Estoy sufriendo en mi alma la agonía de la suya recordando aquellos momentos pasados en el frente en el que estuvo y que trataba de ahogar drogándose y bebiendo para, como el ha reconocido, al despejarse darse cuenta que estaba en el infierno y había enloquecido hasta transformarse en un hombre sin humanidad ni sentimientos hacia sus semejantes.
Es como si me hubieran obligado a mirar en el pozo de mis años mozos y ver la sangre, los muertos, la locura y las borracheras solitarias con otros soldados que no sabían como reaccionar ante aquella barbarie.
Sentados en el suelo, drogados con mariguana y bebiendo latas de un refresco mezclado con el alcohol del botiquín, que robábamos por turno o comprábamos al sanitario, sin ser conscientes de que lo podíamos necesitar más adelante si éramos heridos.
Y bebíamos y bebíamos hasta quedar dormidos o tan borrachos que cuando yo disparaba la ametralladora gritaba enloquecido que le estaba dando gusto a la manguera.
Tal era el nombre que le dábamos por la sensación que daban las balas salir por el cañón y abatir a los que disparábamos.
Y aún a pesar de acabar aquel horror con mi licenciamiento, seguí bebiendo durante años para anegar mis remordimientos y tratar de matar los fantasmas que asaltaban mi mente cuando me cruzaba con algún hombre de color distinto al mío.
Olvidas los principios cristianos de tu niñez y dejas de creer en todo porque no comprendes que si Dios existe puede conseguir algo tan atroz.
Nadie sereno o beodo lejos de aquel infierno puede comprender de ninguna manera que matando a semejantes, aunque sean de otra raza o distinto color de piel, sean civiles o soldados, se consiga otra cosa que acrecentar un odio irracional, estoy seguro, que ninguno de los que matamos ni de los muertos hemos creado.
A veces, cuando mi voluntad flaquea, cojo una botella y bebo para por lo menos soportar ese calvario hasta que mi voluntad vuelva a hacerse cargo de un hombre, y eso que ya han pasado  más de 48 años desde aquellos momentos, que de vez en cuando sigue cayendo en el abismo de aquellos recuerdos.
Nadie entiende nadie a quien ha pasado por eso si no son los sobrevivientes de aquello. Unos nos miran como bichos raros que pueden hacer de todo y no tienen sentimientos; otros como héroes de un tiempo pasado y los más insensatos nos envidian porque desean ser ellos los que vivan aquellos momentos.
Tu familia cuando regresas te mira raro, creen que son las penalidades de la guerra las que te han cambiado algo ignorando que aunque curen tus heridas, jamás desaparecerán las cicatrices, tanto las del alma como las del cuerpo y  que, de vez en cuando, algo destapará el pozo de los recuerdos y en la soledad más absoluta de tu almas rezarás, o maldecirás, al cielo por haber estado allí y sido el protagonista de muchas de las cosas por las que ahora lloras arrepentido de por vida y sin tener el consuelo de oír de aquellos muertos que entienden que tenías que elegir entre tu y ellos y que tu fuiste más rápido al disparar primero.
Creo que la muerte no es el final y que donde ellos están comprenden con claridad el infierno que estás pasando y que de haber disparado ellos tú serias ahora el muerto y ellos los amargados.
¿Existe alguna explicación que convenza al hombre de que matar es la mejor solución para arreglar algo?
Solo se entrena a los hombres en la milicia lo imprescindible para que pierdan el respeto hacia si mismos y hacia los demás humanos y maten sin pensar los más embrutecido y a los menos escuchar la voz de su conciencia que ya ha empezado a morir.
Me acerco al final de mis días y aunque trato de huir del pasado, cualquier cosa me trae ese recuerdo aún a pesar de los denodados esfuerzos de mi voluntad para queden enterrado en el fondo de ese pozo que fueron aquellos años de un ya lejano pasado.
No creo que nadie sea capaz de ahogar por completo, bebiendo o estando sereno, las imágenes de  las barbaridades que haya hecho y esa seguridad es la que me hace decir que la vida que te queda, si no te perdonas a ti mismo con sinceridad, ya que los muertos no pueden hacerlo, será el infierno

200.- LA REINA

Pasea la reina de la noche por el camino del cielo aunque ya no está completa, dando a las cosas un color extraño mientras que aguardaba con calma esta madrugada que amaneciera.
Majestuosa, callada y clara la luna me miraba a la cara mientras la contemplaba desde la ventana abrazado por el silencio y acariciado por un ligero viento que se desliza desde poniente caliente y seco.
Son demasiadas las noches que se hacen eternas mientras aguardo que el milagro de amanecer cada día se produzca y oiga como comienza el canto suave y hermoso de un pájaro desconocido, mensajero de la alegría de la vida, que entre las ramas de los naranjos canta armonioso y llena mi espíritu de sosiego y calma.
No todos los días nos regala su canto, tal vez porque haya elegido otro árbol o porque el viento que ahuyenta las sombras impide que llegue a nuestros oídos.
Mañanas, sin ese canto matutino, anodinas y vacías del regalo que un ave desconocida hace a los humanos.
Y mientras tanto la luna, coqueta y blanca, se movía con calma hacia el horizonte de las montañas segura de que dentro de unas horas enseñoreará la noche y llenando de melodías el alma de los poetas que la contemplen.
La luna se va haciendo más grande a medida que desciendes hacia el ecuador de la tierra, para llegar a verse inmensa cuando desde esas latitudes tan bajas contemplas su nacimiento y el paseo por el cielo buscando el lejano horizonte por donde se pone.
Es tal la impresión que causa verla tan grande y tan hermosa que llegas a pensar que es un espejo que regalan los dioses a los hombres para que se miren desde la tierra.
No me extraña nada que muchos consideren a la luna más que la reina de la noche, una diosa misteriosa que lleva milenios enseñando a los hombres a contar su vida en función de sus noches.
Naciones y razas enteras no cuentan por soles, sino por lunas, desde los árabes a los pueblos indios de las grandes praderas del norte.
Descubrieron pronto que era mejor contar enamorados de la luna que cada 28 días vuelve que no por el sol que necesita mas de trescientos para regresar a donde empezó.
La he visto roja, naranja, blanca, a cuartos, llena, la he visto nacer y morir, en los montes, en el mar, en los campos y en el desierto.
Pero solo es en el mar y en el desierto donde resalta toda su belleza, el misterio que la envuelve, los ensueños que crea y paladear con ansia el encanto inagotable que produce saber que solo podemos ver un lado de su cara.
Enciende la imaginación de los observadores, ilumina el corazón de los poetas y para los que la contemplamos como simples mortales es un regalo de la noche a la que le podemos hablar cuando la soledad nos rodea y el sueño nos abandona.
Y eso siempre recorriendo un camino cuajado de estrellas, que cuando se hace nueva, la echan de menos. 















 
 
  


























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